Capítulo 7: Las Sombras de la Sospecha
Ana
Nunca me gustó Rhode. Siempre me pareció rara, con su nariz metida en los libros como si el resto del mundo no existiera. ¿Y quién no sabe que es peligroso estar demasiado en la cabeza de uno? Cuando escuché que Thomas quería "hablar" con ella, decidí seguirlo. No porque me importe lo que pase con Rhode, sino porque me aburro en este campamento. Y a veces, cuando te aburres, haces cosas estúpidas. Pero esta vez, la curiosidad resultó ser más que una simple pérdida de tiempo.
Me agaché detrás de unos arbustos, tratando de no hacer ruido. Tomas y Rhode estaban hablando, pero no podía escuchar bien lo que decían. De repente, vi cómo Thomas cambió de tono, su rostro se volvió burlón, y entonces me uní a la escena.
Justo cuando pensé que todo estaba tomando el curso habitual —Rhode siendo humillada y nosotros disfrutando del espectáculo—, algo extraño sucedió. Hubo un ruido, como un cascabeleo entre los árboles, y todos nos detuvimos. Miré alrededor, esperando ver a algún animal o algo que pudiera haber causado el ruido. Pero no vi nada. Entonces, Thomas y yo salimos corriendo, dejándola sola para observar lo que vendría.
Fue entonces cuando lo vi. Un chico que parecía salido de un sueño, o quizás de una pesadilla, apareció de la nada. Tenía el cabello rubio, tan brillante que casi parecía blanco, y unos ojos verdes que relucían. Me quedé paralizada, apenas respirando, mientras él se acercaba a Rhode con una velocidad imposible. Se inclinó hacia ella y le susurró algo que no pude escuchar, pero vi cómo le dejaba algo en la mano. Algo pequeño, envuelto en una bolsita oscura.
¿Qué demonios está pasando aquí?
Esperé a que Rhode se alejara antes de salir de mi escondite. Mi corazón latía con fuerza, y mi mente corría con posibilidades. ¿Quién era ese chico? ¿Y qué le había dado a Rhode?
No sabía si debería contarle a alguien, pero algo en mi interior me decía que esto era importante, más importante de lo que siquiera podía imaginar. Así que volví corriendo al campamento y reuní a algunos de los chicos, aquellos que siempre estaban dispuestos a escuchar un buen rumor.
—Escuchen, chicos —dije, tratando de sonar seria y convincente—. Hay algo raro pasando con Rhode y su familia. La vi en el bosque con un chico extraño. Le estaba dando algo, y le dijo de una cura para el virus.
Al principio, algunos se rieron. Pero cuando empecé a conectar los puntos —Rhode siempre con sus libros, su abuelo que ahora está enfermo, pero parecía estar bien antes, y esa cosa que el chico le dio—, la risa se convirtió en preocupación.
—¿Creen que Rhode y su familia pudieron haber creado el virus? —pregunté, lanzando la idea como si fuera una hipótesis científica.
—No puede ser —dijo uno de los chicos—. El abuelo de Rhode está enfermo.
—Eso es lo que quieren que creamos —respondí rápidamente—. Podría ser una fachada, para alejarnos de la verdad.
Las palabras se esparcieron por el campamento como un reguero de pólvora. Algunos dudaron, pero otros empezaron a mirar con una mezcla de miedo y sospecha. Sabía que necesitaba pruebas para convencerlos completamente, pero también sabía que, con suficiente miedo, la verdad puede ser moldeada.
Esa noche
Decidí que era hora de conseguir pruebas. Si Rhode tenía algo que ver con este virus, entonces debía haber más que esa bolsita. Al caer la noche, reuní a algunos de los chicos que todavía creían en mi teoría y les pedí que vigilaran a Rhode conmigo. No estaba segura de lo que encontraríamos, pero sentía que íbamos en la dirección correcta.
Nos escondimos detrás de algunas carpas, esperando. La oscuridad era nuestra aliada, y aunque el miedo era palpable, la curiosidad era más fuerte. Finalmente, vimos a Rhode salir de su carpa. Estaba sola, sosteniendo algo que parecía un recipiente con un líquido extraño.
—¡Miren! —susurré—. Está haciendo algo.
La seguimos a una distancia segura, observando cada uno de sus movimientos. Se dirigió hacia la carpa médica, donde mantenían a los enfermos, incluido su abuelo. La vi mirar alrededor, asegurándose de que nadie la estaba viendo, antes de escabullirse dentro.
—¿Qué crees que está haciendo? —preguntó uno de los chicos, su voz temblorosa.
—No lo sé —respondí—. Pero vamos a descubrirlo.
Esperamos en silencio, nuestras miradas fijas en la entrada de la carpa médica. El tiempo parecía alargarse, cada segundo más pesado que el anterior. Finalmente, Rhode salió, aún sosteniendo el recipiente, pero parecía vacío ahora. ¿Qué había hecho ahí dentro?
—Tenemos que contarle a los demás —dije, decidida.
No sabía exactamente lo que Rhode estaba haciendo, pero estaba segura de que no era nada bueno. Y si había una posibilidad de que su familia estuviera involucrada en este virus, no podía quedarme callada.
La Conversación con el Encargado
Después de lo que vi, sabía que tenía que actuar rápido. No podía esperar a que Rhode o su familia hicieran algo más. Así que fui directo a hablar con el encargado del campamento, el Sr. Donovan. Era un hombre serio, de esos que siempre tienen el ceño fruncido, pero también era justo y siempre escuchaba a todos.
—Señor Donovan, necesito hablar con usted —dije, tratando de sonar tan preocupada como era posible.
Me miró con su habitual ceño fruncido, pero asintió y me hizo una señal para que me acercara a su pequeña oficina improvisada.
—¿Qué sucede, Ana? —preguntó, cerrando la puerta detrás de nosotros.
—Es sobre Rhode y su familia —comencé, asegurándome de bajar la voz para que nadie más pudiera escuchar—. Creo que están involucrados en algo muy extraño, y podría estar relacionado con el virus.
El Sr. Donovan levantó una ceja, claramente interesado, pero también escéptico.
—¿A qué te refieres?
Le conté todo lo que había visto en el bosque, cómo Rhode se había reunido con ese chico extraño y cómo le había dado algo que parecía ser una cura para el virus. Inventé una historia convincente sobre cómo Rhode y su familia podrían haber creado el virus para vender la cura. Después de todo, Rhode siempre estaba leyendo esos libros raros. ¿Quién sabe qué tipo de cosas podría haber aprendido?
—Esto es muy grave, Ana —dijo el Sr. Donovan después de escucharme—. No podemos acusar a nadie sin pruebas.
—Lo sé, pero he visto a Rhode entrar a la carpa médica con un recipiente de líquido. ¿Y si está intentando envenenar a los enfermos o hacer alguna otra cosa horrible?
El Sr. Donovan pareció considerar mis palabras por un momento antes de asentir.
—Bien, le daremos hasta el amanecer. Si el abuelo de Rhode muestra alguna mejora o empeoramiento extraño, entonces tendremos más razones para investigar más a fondo. Pero Ana, no podemos causar pánico en el campamento sin pruebas sólidas. Mantén esto entre nosotros, ¿de acuerdo?
Asentí, fingiendo estar de acuerdo, aunque mi mente ya estaba trabajando en mi próximo movimiento. Sabía que no podía esperar tanto tiempo. Si Rhode tenía alguna responsabilidad en todo esto, necesitaba ser expuesta lo antes posible.
Esa Noche, Otra Vez
El campamento estaba tranquilo, demasiado tranquilo. Después de mi conversación con el Sr. Donovan, me reuní con los chicos de nuevo y les expliqué el plan. Les dije que mantuvieran los ojos bien abiertos y que me informaran si veían algo sospechoso. Todos parecían nerviosos, pero también decididos. Habíamos iniciado algo que no podíamos detener ahora.
Esperamos en silencio cerca de la carpa médica, nuestras miradas fijas en la figura de Rhode, que se escabullía de nuevo hacia la carpa médica. Esta vez, parecía tener un propósito claro. No sabía qué estaba planeando, pero estaba segura de que no era nada bueno.
—Ahí va de nuevo —susurré, señalando a Rhode mientras se deslizaba dentro de la carpa.
—¿Qué crees que está haciendo? —preguntó uno de los chicos.
—Probablemente algo terrible —respondí, mi voz cargada de veneno—. Pero no importa lo que esté haciendo. Lo vamos a descubrir y exponer su verdadera cara.
Esperamos en silencio, nuestras respiraciones apenas audibles en la oscuridad. Finalmente, Rhode salió de la carpa, y esta vez no estaba sola. Llevaba algo en sus manos, un pequeño frasco que brillaba débilmente bajo la luz de la luna. ¿Qué demonios era eso?
Sin esperar a que se alejara demasiado, me acerqué a la carpa médica y me asomé por una rendija. Pude ver a los enfermos, incluyendo al abuelo de Rhode. Parecía estar dormido, pero había algo extraño en su respiración. Era como si estuviera luchando contra algo, como si su cuerpo estuviera tratando de expulsar algo.
Mi corazón latía con fuerza mientras me alejaba de la carpa. Tenía que hacer algo, y rápido. Sabía que el Sr. Donovan no me creería sin pruebas, pero tal vez si veía esto con sus propios ojos, entendería lo que estaba en juego.
El Amanecer
El amanecer llegó demasiado rápido. Había pasado la noche vigilando a Rhode y a su familia, tratando de encontrar cualquier indicio de que estaban detrás del virus. Pero hasta ahora, no había visto nada concreto. Todo lo que tenía eran sospechas y una creciente sensación de que algo estaba terriblemente mal.
El campamento comenzó a despertarse, y pronto todos estaban hablando de lo que había sucedido durante la noche. Algunos parecían nerviosos, otros simplemente confundidos. Pero todos sabían que algo estaba pasando, algo que no entendían.
Me dirigí hacia el Sr. Donovan, lista para contarle lo que había visto en la carpa médica. Pero antes de que pudiera decir una palabra, escuché un grito.
—¡El abuelo de Rhode! ¡Está despierto!
Mi corazón se hundió cuando me volví hacia la carpa médica. Allí, de pie en la entrada, estaba Rhode, sosteniendo el frasco con el líquido extraño. Y detrás de ella, su abuelo, que se había sentado en la cama y parecía estar completamente alerta, con una vitalidad que no se había visto en días.
Pero no era solo él. Todos los enfermos en la carpa médica se estaban incorporando, mirándose unos a otros con incredulidad y alegría. Las caras pálidas y sudorosas de la noche anterior habían sido reemplazadas por sonrisas y ojos llenos de vida.
—¡Están curados! —exclamó alguien desde el otro lado de la carpa.
El Sr. Donovan, con el ceño fruncido y el semblante severo, empujó a la multitud y se abrió paso hacia la entrada de la carpa médica. Su mirada se dirigió inmediatamente a Rhode, quien todavía sostenía el frasco vacío.
—Rhode, ¿qué está pasando aquí? —preguntó con voz firme, aunque con una leve nota de asombro.
Rhode miró al Sr. Donovan y luego al frasco en sus manos. Estaba claramente nerviosa, pero también había algo más en su expresión; una mezcla de sorpresa y alivio.
—Yo... no estoy segura —dijo lentamente—. Ayer, alguien... alguien me dio esto y me dijo que era una parte de la cura. No sabía si debía usarlo, pero cuando vi que mi abuelo estaba empeorando... No sabía qué más hacer.
El campamento entero estaba en silencio, todos escuchando cada palabra de Rhode. Podía sentir la tensión en el aire, la mezcla de esperanza y desconfianza que llenaba el espacio entre nosotros.
El Sr. Donovan se acercó a Rhode, con expresión dura y pasos decididos.
Rhode esta, mordiéndose el labio inferior. Parecía estar luchando consigo misma, tratando de decidir qué decir.
El Sr. Donovan mira a Rhode con atención. Podía ver que estaba tratando de evaluar la veracidad de sus movimientos, sopesando la situación.
—Muy bien —dijo finalmente—. Por ahora, parece que lo que hiciste ha ayudado. Pero necesitamos investigar más. No podemos permitirnos correr riesgos con algo tan grave como esto.
Se volvió hacia la multitud que se había reunido.
—Escuchen todos, vamos a mantener la calma —anunció, alzando la voz para que todos pudieran oírlo—. No sabemos exactamente qué está pasando, pero parece que los enfermos se están recuperando. Necesitamos más información antes de tomar cualquier decisión.
La multitud murmuró, algunas personas asintiendo mientras otras seguían mirando a Rhode con sospecha.
—Rhode, quiero que vengas conmigo —dijo el Sr. Donovan, señalando hacia su oficina improvisada—. Necesitamos hablar más sobre esto, y quiero que me cuentes todo lo que sabes sobre ese chico y la cura.
Rhode asintió lentamente, todavía sosteniendo el frasco vacío. Podía ver la preocupación en su rostro, pero también algo de determinación. Sabía que esta era su oportunidad de explicar lo que había sucedido, y parecía estar decidida a hacerlo.
La seguí con la mirada mientras se dirigía hacia la oficina del Sr. Donovan, sintiendo una mezcla de frustración y confusión. No estaba segura de qué pensar. ¿Podría Rhode realmente estar diciendo la verdad? ¿O era todo parte de algún plan elaborado? No importaba lo que dijera el Sr. Donovan; yo iba a descubrirlo.
Mientras el Sr. Donovan y Rhode desaparecían en la oficina, me di cuenta de que esto era solo el comienzo. Había muchas preguntas sin respuesta, y no iba a detenerme hasta que descubriera la verdad.
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