Capítulo 17: Revelaciones en la Oscuridad
Kaelis
La luna brillaba en lo alto del cielo, su luz filtrándose suavemente a través de las cortinas de la habitación de Rhode. El silencio de la noche era casi absoluto, roto solo por el suave susurro del viento y el murmullo distante de un río. Era el momento perfecto para cumplir con mi propósito. Axl puede ser terco y estar lleno de contradicciones, pero no soy tan ciega como para no ver lo que está pasando.
Me colé en la habitación de Rhode con facilidad, deslizándome a través de la pared como una sombra. Años de existencia me habían enseñado cómo moverme sin ser detectada, cómo manipular los espacios y las percepciones de los demás para mi beneficio. Me acerqué a la cama donde Rhode dormía, sus cabellos extendidos en la almohada, la respiración tranquila y profunda. Copito, a sus pies, levantó la cabeza al sentir mi presencia, pero no hizo más que mirarme con sus ojos brillantes y curiosos.
—Shh, tranquilo, —le susurré, acariciándole suavemente la cabeza antes de acercarme más a Rhode.
Me incliné hacia ella, mis labios casi tocando su oído cuando murmuré:
—Rhode, despierta. Necesito hablar contigo.
Sus ojos se abrieron lentamente, parpadeando en la penumbra mientras trataba de enfocarse. Cuando me vio, dio un pequeño salto, pero antes de que pudiera gritar, puse un dedo sobre sus labios.
—Tranquila, —le dije—. No estoy aquí para hacerte daño. Solo quiero hablar.
Rhode me miró con desconfianza, pero asintió lentamente.
—¿Qué haces aquí, Kaelis? —preguntó en voz baja.
Me enderecé, cruzando los brazos sobre el pecho mientras la observaba con atención.
—Tu familia no está muerta, —dije directamente, sin rodeos—. Están en un lugar seguro.
Vi cómo sus ojos se ensanchaban, llenos de esperanza y escepticismo al mismo tiempo.
—¿Qué? ¿Cómo es eso posible? Axl me dijo que estaban muertos, que todos lo estaban.
—Axl te dijo lo que necesitaba que creyeras en ese momento, —respondí con calma—. Pero la verdad es que están vivos. Los llevamos a un lugar donde el virus no puede alcanzarlos.
Rhode me miró fijamente, tratando de encontrar alguna mentira en mis palabras, alguna pista de que esto era solo otro juego cruel. Pero no lo era. Axl y yo habíamos discutido sobre esto, y aunque él era reacio a que le dijera la verdad, sabía que era necesario.
—¿Por qué me dices esto ahora? —preguntó Rhode, su voz temblorosa.
Suspiré, sintiendo una mezcla de irritación y lástima por la chica frente a mí.
—Porque Axl no es el monstruo que crees que es, Rhode. Él no es malo. Solo aparenta serlo porque eso es lo que se espera de él. —Me acerqué un poco más, mi tono más suave—. Nosotros, los destructores, somos así por naturaleza. Nos enviaron aquí para causar destrucción, para esparcir este virus y acabar con lo que conoces como tu mundo. Pero Axl... él se resiste a eso. No quiere ser lo que se supone que debe ser.
Rhode frunció el ceño, sus labios temblando ligeramente.
—¿Por qué me estás diciendo esto? —repitió—. ¿Por qué ahora?
—Porque Axl, desde que te vio, solo ha tenido ojos para ti, —le expliqué—. Y aunque no lo creas, quiere que el amor florezca en él. Quiere dejar de ser destrucción. Nosotros lo apoyamos, por eso estamos retrasando el virus. —Hice una pausa, dejando que mis palabras se hundieran—. Hemos estado aquí mucho antes que los descubridores de nuevas tierras, Rhode. Y él te conoce desde antes de que nacieras.
—¿Qué? —murmuró Rhode, su incredulidad evidente—. ¿Desde antes de que naciera? ¿Cómo es eso posible?
Rodé los ojos, sintiendo una punzada de exasperación. Los humanos y su necesidad de entender todo.
—Axl te ha observado desde que eras un bebé, —le dije—. Siempre ha sentido una fascinación por ti, algo que ninguno de nosotros entendía del todo hasta ahora.
Rhode estaba claramente confundida, tratando de procesar todo lo que le estaba diciendo. Antes de que pudiera hacer más preguntas, añadí con un tono mordaz:
—Ustedes los humanos, aunque tengan las respuestas en sus narices, se complican. Esta bola de pelos babosa entiende más que tú, —dije, señalando a Copito.
Él me miró con una expresión casi comprensiva, como si entendiera lo que estaba diciendo. Rhode, sin embargo, parecía perdida en sus pensamientos.
—Hay mucho más que no puedo contarte ahora, —continué, sintiendo la necesidad de apurarme antes de que Axl notara mi ausencia—. Solo te diré esto porque, aunque veas a Axl como fuerte, todo esto lo está consumiendo. —Toqué el collar que colgaba de su cuello, el mismo que Axl le había dado—. Eres importante para él, Rhode. El collar de tu perro y el tuyo lo dicen todo. Pero a pesar de que llevas gafas, no eres capaz de ver lo que tienes al frente.
Rhode parpadeó, aún tratando de comprender lo que le estaba diciendo.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, su tono lleno de frustración.
Sonreí de manera sarcástica, disfrutando un poco de su desconcierto.
—Para de pensar tonterías, —le dije—. ¿Acaso no sabes que puedo leer tu mente?
Ella me miró con los ojos entrecerrados, una expresión desafiante en su rostro.
—Sí, claro, leí el manual de poderes de entidades antes de conocerlos, —replicó con sarcasmo.
No pude evitar sonreír ante su respuesta.
—Eres un caso, Rhode, —dije, agitando la cabeza antes de dar un paso atrás—. Pero ten cuidado. Hay cosas que ni siquiera tú puedes imaginar que están en juego aquí.
Y con eso, me desvanecí en la oscuridad, dejándola sola con sus pensamientos y con más preguntas de las que había respondido.
Mientras me alejaba de la habitación de Rhode, la quietud de la noche me envolvía como un manto pesado, amplificando el eco de mis propios pensamientos. Había arriesgado mucho al venir aquí, al hablarle de más a Rhode, al cruzar una línea que nunca había cruzado antes. Pero sentía que era necesario. Axl, con toda su fuerza y su dureza exterior, estaba más perdido de lo que cualquiera de nosotros podría admitir.
Pensé en Axl, en cómo había sido antes de que todo esto comenzara. Antes de que él viera a Rhode, antes de que su mirada se posara en ella y algo en él cambiara. Axl era un líder nato, un destructor por naturaleza, como todos nosotros. Pero siempre había algo más, algo debajo de esa superficie de frío control y eficiencia implacable. Algo que ni siquiera él entendía completamente.
Recuerdo la primera vez que Axl me habló de Rhode. Su voz era diferente, más suave, casi... ¿humana? Me había reído de él, burlándome de la ironía de un destructor fascinado por una criatura tan frágil y efímera como un ser humano. Pero con el tiempo, esa fascinación se convirtió en algo más. Algo que ni Axl ni yo podíamos ignorar.
¿Qué nos ha pasado? pensé, mi mente divagando por las sombras de nuestros recuerdos. Nos enviaron aquí con un propósito claro: destruir, asolar, cumplir con el mandato de nuestra naturaleza. Y ahora, aquí estamos, jugando a ser humanos, tratando de encontrar algo más allá de la destrucción.
Me detuve un momento, mirando hacia el cielo estrellado. Sentí una punzada de nostalgia, una sensación extraña que no me pertenecía. ¿Cuándo fue la última vez que sentí algo así? ¿Hace siglos? ¿Milenios? Habíamos vivido tanto tiempo en la oscuridad, tan acostumbrados a nuestro papel, que la idea de cambiar, de ser algo diferente, era aterradora.
¿Y si Axl tiene razón? Esta pregunta me atormentaba más de lo que quería admitir. ¿Y si hay más para nosotros que simplemente destruir? Verlo con Rhode, observar cómo ella lo hacía dudar de sí mismo, de su propósito, me había hecho preguntarme cosas que nunca antes había considerado. Cosas que deberían estar enterradas, olvidadas.
Pensé en lo que le había dicho a Rhode. Le había contado más de lo que debía, le había revelado partes de nuestra verdad que estaban destinadas a permanecer ocultas. Pero había algo en ella, algo en su determinación, en su dolor, que me había hecho querer ayudarla. No, no a ella, sino a Axl. Porque, aunque él era un destructor, y aunque su destino era traer el caos y la ruina, no quería verlo romperse más de lo que ya lo había hecho.
Somos destructores, sí, reflexioné, pero no somos insensibles. No somos máquinas sin alma. Y Axl... Axl quiere algo más. Algo que va en contra de nuestra naturaleza, de lo que somos. Y nosotros, como sus amigos, no podemos darle la espalda, aunque eso signifique desafiar a nuestro propio destino.
Mi lealtad a Axl era inquebrantable, pero también sabía que estábamos caminando por un camino peligro.
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