Capítulo 15: Rosas en la Tierra Muerta
Rhode
Salí de la casa en silencio, asegurándome de que Axl estuviera ocupado en la cocina. Había estado preparándose algo de comer, lo cual me pareció extraño al principio, pero luego recordé que él necesitaba mantener ese cuerpo humano para seguir en la Tierra. Esa distracción me daba una oportunidad.
Con Copito a mi lado, avanzamos en dirección al campamento donde había dejado a mi familia y a los otros sobrevivientes. Desde que nos encontramos con Axl, no he podido quitarme de la cabeza la necesidad de saber si están bien. Axl nunca habla claramente sobre ellos, lo que me hace pensar que algo no está bien.
Mientras avanzamos, noto que el entorno se ha transformado completamente. Los árboles que solían ser verdes y llenos de vida ahora están secos y sin hojas. La hierba se ha marchitado y no hay signos de vida animal en ningún lado. Un escalofrío recorre mi columna mientras sigo caminando.
Copito me mira con sus grandes ojos marrones, como si entendiera la gravedad de la situación.
—Vamos, chico, —le digo, tratando de sonar más confiada de lo que realmente me siento—. Pronto llegaremos.
La caminata se siente interminable. Mi corazón late con fuerza en mi pecho mientras nos acercamos al campamento. ¿Qué encontraré allí? ¿Mi familia estará bien? ¿Los demás estarán a salvo? Mi mente se llena de preguntas y miedos que no puedo acallar.
Finalmente, llegamos al campamento, pero lo que veo me deja sin aliento. Las tiendas están destrozadas, esparcidas por el suelo como si una tormenta hubiera pasado por aquí. Hay ropa y objetos personales tirados por todas partes, pero no hay señales de vida.
—¡Mamá! ¡Papá! —grito, mi voz se quiebra con desesperación—. ¡¿Dónde están?!
Camino entre los restos del campamento, buscando cualquier indicio de mi familia. Las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas mientras me doy cuenta de la horrible verdad.
Copito también busca, olfateando frenéticamente, pero no hay nada. Ni una sola señal de vida. Mi respiración se vuelve errática y caigo de rodillas al suelo, sintiendo cómo el dolor y la desesperación se apoderan de mí.
—No puede ser... —susurro, mi voz apenas audible.
Me quedo ahí, arrodillada entre los escombros, sintiendo que el mundo se derrumba a mi alrededor. ¿Cómo pude haber sido tan ingenua? Axl me mantuvo distraída mientras todo esto sucedía. Me prometió que mi familia estaría a salvo, pero ahora veo que todo fue una mentira.
Las lágrimas fluyen sin control mientras abrazo a Copito con fuerza. Mi querido perro me mira con ojos llenos de tristeza, como si entendiera todo lo que está pasando.
—Lo siento tanto, Copito... —le digo entre sollozos—. Te fallé. Les fallé a todos.
Me quedo allí, abrazada a Copito, dejando que el dolor me invada. Todo lo que había conocido, todo lo que amaba, se ha ido. Mis padres, mis amigos, todo lo que tenía sentido en mi vida se ha desvanecido en un instante.
La realidad de la situación me golpea con una fuerza abrumadora. Estoy sola. Completamente sola. Y por primera vez desde que todo esto comenzó, siento una desesperación profunda, un vacío en mi pecho que amenaza con consumirlo todo.
¿Cómo pudo pasar esto? me pregunto, mis pensamientos son un torbellino de dolor y confusión. ¿Cómo pude ser tan estúpida?
Me doy cuenta de que, en el fondo, siempre supe que Axl no era de fiar. Desde el momento en que lo conocí, hubo algo en él que me hizo desconfiar, pero ignoré esos instintos. Me dejé llevar por mis emociones, por la necesidad de creer que tal vez, solo tal vez, las cosas podrían mejorar.
Pero ahora veo lo equivocada que estaba. Axl no es más que un monstruo, una entidad fría y despiadada que disfruta del sufrimiento ajeno. Y yo fui una tonta por creer lo contrario.
Me quedo allí, llorando, sintiendo cómo la tristeza y la desesperación me invaden. No hay nada más que pueda hacer. No hay manera de arreglar esto, de traer de vuelta a mi familia o de cambiar lo que ha sucedido.
Copito gime suavemente a mi lado, y lo miro a través de las lágrimas, sintiendo un atisbo de consuelo en su presencia. Al menos no estoy completamente sola. Al menos todavía lo tengo a él.
—Gracias por estar aquí, chico, —le digo, acariciando su cabeza con cariño—. Eres lo único que me queda.
Me quedo allí, abrazada a Copito, mientras el dolor me consume. No sé cuánto tiempo pasa, pero eventualmente, me doy cuenta de que no puedo quedarme aquí para siempre. Debo levantarme, debo encontrar una manera de seguir adelante, aunque no tenga idea de cómo hacerlo.
Con un esfuerzo titánico, me pongo de pie, secando las lágrimas de mis mejillas. Miro a mi alrededor una última vez, grabando cada detalle en mi memoria.
—Vamos, Copito, —le digo con voz temblorosa—. Tenemos que seguir.
Cada paso es más difícil que el anterior, pero sigo moviéndome, un pie delante del otro. Sé que no será fácil, sé que hay un largo camino por delante, pero debo intentarlo. Debo encontrar una manera de seguir, de vivir, incluso en un mundo donde todo lo que conocía ha sido destruido.
Camino de regreso a la casa junto a Copito, sin poder quitarme de la cabeza la imagen del campamento devastado. Mis pies se mueven automáticamente, como si supieran el camino por instinto, mientras mi mente está atrapada en un torbellino de pensamientos y emociones. No puedo dejar de pensar en mi familia, en Axl y en la desesperanza que me consume.
A medida que nos acercamos a la casa, veo algo que me sorprende. Axl está en el jardín, cortando unas rosas que parecen estar en plena floración. Es extraño ver esas flores tan vibrantes en un mundo que se está muriendo, rodeadas de sequedad y decadencia. Las rosas se ven tan fuera de lugar que, por un momento, me quedo parada, observándolo. Axl sostiene una rosa con delicadeza, como si fuera un objeto precioso, y la observa con una expresión que no puedo descifrar.
Cuando me acerco más, levanta la vista y me mira directamente a los ojos. Hay algo en su mirada que me enoja y me duele al mismo tiempo. Sin pensarlo, rompo en una carrera hacia él, mis puños cerrados, y empiezo a golpear su pecho con todas mis fuerzas. Las lágrimas corren por mi rostro, y mis sollozos salen en jadeos irregulares.
—¡¿Dónde está mi familia?! —grito, golpeándolo una y otra vez, aunque sé que mis golpes no le hacen daño—. ¡¿Dónde están?!
Axl no se inmuta ante mis golpes. Sus ojos siguen siendo fríos e inmutables, como si mi dolor no le afectara en absoluto. Finalmente, deja de mirar las rosas y se concentra en mí, su voz es tan calmada y desapasionada que casi me hiela el corazón.
—Están muertos, —responde simplemente, sin rastro de emoción en su voz.
Sus palabras me golpean como un mazazo. Me detengo, mirándolo con los ojos muy abiertos, mi respiración se vuelve errática.
—¿Qué? —pregunto, mi voz es apenas un susurro lleno de desesperación—. ¿Cómo... cómo es posible? ¿Quién...?
Axl se encoge de hombros, como si lo que acaba de decir no tuviera importancia.
—Fueron enterrados, igual que todos los demás que han muerto, —dice con indiferencia—. No queríamos que los cuerpos se pudrieran al aire libre.
La frialdad de sus palabras me deja atónita. No puedo entender cómo puede ser tan insensible, tan cruel. Las lágrimas corren por mi rostro, y siento como si todo mi mundo se estuviera desmoronando a mi alrededor.
—¿Por qué? —logro decir entre sollozos—. ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué no me dejaste verlos?
Axl me observa en silencio durante un momento, su mirada es insondable. Luego, se inclina y deja caer las rosas que había cortado al suelo, como si ya no le importaran.
—¿Qué habría cambiado eso? —pregunta, su voz es fría y calculada—. Ver sus cuerpos no te habría traído consuelo, solo más dolor. Y no necesito que estés distraída por el dolor ahora mismo.
Sus palabras me llenan de rabia, y un nuevo torrente de lágrimas brota de mis ojos. ¿Cómo puede ser tan cruel, tan indiferente al sufrimiento de los demás? ¿Cómo puede ser tan desalmado?
—¡No tienes derecho a decidir eso por mí! —le grito, mi voz está cargada de ira y dolor—. ¡No tienes derecho a quitarme a mi familia y a decidir cómo debo sentirme!
Axl simplemente me observa, sus ojos son fríos y distantes, como si estuviera mirando algo insignificante.
—Tengo todo el derecho, —dice con una tranquilidad inquietante—. Soy el hijo del mayor destructor de mundos, Rhode. Mi trabajo es traer caos y destrucción, no consuelo.
Me quedo allí, mirándolo, sintiendo que mi corazón se rompe en mil pedazos. El dolor es tan intenso que apenas puedo respirar. Siento que estoy a punto de colapsar, pero me obligo a mantenerme en pie. No puedo dejar que vea cuánto me ha herido. No puedo darle esa satisfacción.
Me doy la vuelta, sin decir una palabra más, y comienzo a caminar de regreso a la casa, con Copito siguiéndome de cerca. Mis lágrimas continúan cayendo, pero no me detengo. No puedo detenerme. Debo seguir adelante, aunque no sepa cómo. Aunque todo lo que conocía y amaba esté destruido.
Mientras camino, mis pensamientos son un torbellino de dolor y desesperación. No sé cómo voy a superar esto, no sé si alguna vez podré encontrar paz después de lo que ha pasado.
Copito camina junto a mí, sus patas hacen un sonido sordo en el suelo de la casa. Al menos lo tengo a él. Es lo único que me queda, el único lazo que aún me une a la vida que tenía antes. Lo acaricio detrás de las orejas y él me mira con sus ojos llenos de compasión. Me pregunto si también entiende lo que ha pasado, si también está de luto por nuestra familia.
No sé cómo entré en la casa ni cómo llegué a la habitación. Me dejo caer sobre la cama y cierro los ojos, esperando que la oscuridad me envuelva. Pero mi mente sigue despierta, revolviéndose en pensamientos de desesperación. No puedo dejar de pensar en lo que Axl me dijo, en la crueldad de sus palabras, en cómo ha destruido todo lo que amaba.
"¿Cómo puedo quedarme aquí?", me pregunto. ¿Cómo puedo estar en el mismo lugar que Axl después de lo que ha hecho?
No puedo. No quiero. Pero también sé que no tengo a dónde ir. Axl es mi único enlace con el mundo exterior, la única persona que podría tener las respuestas que necesito para entender lo que ha pasado y, tal vez, para encontrar una manera de arreglarlo. A pesar de todo, sé que necesito mantenerme cerca de él, aunque me duela, aunque me rompa el corazón cada vez que lo veo.
Entonces, me decido. No puedo dejar que mi dolor me paralice. Tengo que hacer algo, tengo que encontrar la manera de vengar a mi familia, de vengarme de Axl y de todo lo que él representa. Y sé que la única manera de hacerlo es manteniendo la cabeza fría, siendo más inteligente que él. Sé que no será fácil, pero no puedo rendirme ahora.
Me levanto de la cama y me acerco a la ventana, mirando hacia el jardín donde Axl cortaba las rosas. Ahora están esparcidas por el suelo, marchitas y muertas. Es como si el simple toque de Axl las hubiera drenado de toda su vida.
Miro hacia el cielo, que se ha oscurecido aún más desde que salí del campamento. El sol está oculto detrás de nubes negras y pesadas que parecen presagiar una tormenta. Y en cierto modo, eso es lo que siento dentro de mí: una tormenta de emociones que amenaza con desbordarse.
Lo encuentro en la sala de estar, mirando por la ventana con una expresión pensativa. Parece tan tranquilo, tan seguro de sí mismo, como si nada de esto le afectara. Y tal vez no lo hace. Tal vez para él todo esto es solo un juego, una forma de pasar el tiempo mientras espera que el mundo se consuma a su alrededor.
—¿Qué quieres, Rhode? —pregunta sin volverse, como si hubiera sentido mi presencia antes de que hablara.
Respiro hondo, tratando de mantener la calma.
—Quiero respuestas, Axl. Quiero saber quién eres realmente y por qué estás aquí. Quiero saber qué es lo que pretendes conmigo.
Él se vuelve para mirarme, sus ojos verdes me analizan con una intensidad que me hace sentir incómoda. Pero no aparto la mirada. No puedo mostrar debilidad.
—Ya te lo dije, —responde con frialdad—. Soy el hijo del mayor destructor de mundos. Estoy aquí para cumplir con mi deber, nada más.
—No te creo, —digo con firmeza—. Sé que hay algo más. Sé que hay algo que no me estás diciendo.
Él me observa en silencio durante un largo momento, como si estuviera considerando sus palabras con cuidado. Finalmente, se encoge de hombros y se deja caer en el sofá, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Quizás tengas razón, —admite con una sonrisa burlona—. Quizás hay más de lo que te he dicho. Pero no importa. No necesitas saberlo.
Me acerco a él, decidida a no dejarme intimidar.
—Sí, necesito saberlo, —insisto—. Porque esto no es solo sobre ti, Axl. Es sobre mi familia, es sobre todos los que han muerto. Y si hay algo que pueda hacer para detenerlo, quiero saberlo.
Su sonrisa desaparece y su expresión se endurece.
—No puedes detenerlo, Rhode. Esto es inevitable. Tu mundo está destinado a morir. Y no hay nada que puedas hacer para cambiarlo.
Las palabras caen sobre mí como un balde de agua fría. Pero no me dejo vencer.
—Entonces, ¿por qué estás aquí? —pregunto—. Si ya has decidido que todo está perdido, ¿por qué sigues aquí? ¿Por qué no te vas y dejas que el mundo muera en paz?
Axl se queda en silencio por un momento, como si estuviera considerando mi pregunta. Luego, se inclina hacia adelante y me mira directamente a los ojos.
—Porque quiero ver cómo termina, —responde en voz baja—. Quiero ver cómo luchas, cómo te aferras a la esperanza, incluso cuando todo parece perdido. Es fascinante, en realidad.
Sus palabras me golpean como un puñetazo en el estómago. No puedo creer que sea tan cruel, tan insensible. Pero también sé que no puedo dejarme vencer. No puedo dejar que me destruya.
—No sé qué es lo que quieres de mí, Axl, —digo con voz temblorosa—. Pero no voy a rendirme. No voy a dejar que me destruyas. Voy a luchar, voy a encontrar la manera de salvar mi mundo. Y no importa lo que digas o hagas, no voy a dejar que me detengas.
Él sonríe, pero es una sonrisa triste, como si supiera algo que yo no.
—Eso es lo que pensé, —dice suavemente—. Por eso estoy aquí. Para ver cómo luchas. Para ver cómo intentas cambiar lo inevitable.
Me quedo allí, mirándolo, sintiendo que mi corazón se rompe un poco más con cada palabra. Pero no me dejo vencer. No puedo. Tengo que ser fuerte, por mi familia, por mi mundo. No importa cuán desesperada sea la situación, no importa cuán imposible parezca, no puedo rendirme.
Y eso es precisamente lo que voy a hacer.
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