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Capítulo 11: La Verdad Oculta

Rhode

Mi mente está llena de preguntas y preocupaciones, especialmente después del encuentro con las otras entidades. No puedo dejar de pensar en lo que Axl dijo sobre ellas, sobre el caos y la destrucción que quieren traer. Pero lo que más me inquieta es lo que no dijo. Hay un silencio cargado entre nosotros, como si cada paso que damos aumentara el peso de las palabras no dichas.

Finalmente, no puedo aguantar más y rompo el silencio.

—Axl, necesito saber más —digo, mi voz temblando un poco—. ¿Qué es exactamente lo que eres? ¿Y por qué esas entidades estaban enfocadas en mí?

Axl se detiene y me mira, su expresión es inescrutable. Parece debatirse internamente antes de responder.

—Te lo dije antes, Rhode. No soy de este mundo. Y esas entidades tampoco lo son —responde, con un tono más frío del que he oído antes—. Somos antiguos. Tan antiguos que nuestros orígenes están perdidos en el tiempo. Pero lo que tienes que entender es que no estamos aquí por casualidad. Estamos aquí por una razón.

Frunzo el ceño, confundida y asustada por la intensidad de su voz.

—¿Qué razón? —pregunto, sintiendo cómo el miedo comienza a apoderarse de mí.

Axl sonríe, pero no es una sonrisa amigable; es oscura y malévola.

—El caos, Rhode. El caos es la razón —dice, su voz bajando a un susurro casi hipnótico—. Para traer el fin a este mundo. Para romper el ciclo y empezar uno nuevo.

Doy un paso atrás, mi corazón latiendo con fuerza. Esto es más de lo que esperaba. Axl me ha mostrado partes de su personalidad que me hicieron sentir que podía confiar en él, pero ahora... ahora no estoy tan segura.

—¿Y yo? —pregunto, tratando de mantener la calma—. ¿Qué tengo que ver yo con todo esto?

Axl se ríe, un sonido frío y desprovisto de humor.

—Tú, Rhode, eres una anomalía —responde, acercándose más a mí—. Una humana que puede ver más allá de la realidad superficial. Eso te hace interesante, pero no te hace inmune.

Me siento cada vez más nerviosa. Las palabras de Axl son tan frías, tan desapegadas, que me hacen sentir como si estuviera hablando con un extraño, no con el Axl que pensé conocer.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunto, mi voz apenas un susurro.

Axl se acerca aún más, su rostro ahora a pocos centímetros del mío. Puedo sentir su aliento frío en mi piel.

—Significa que, aunque te considere especial, eventualmente, no haré excepciones —dice lentamente, como si estuviera explicando algo obvio a un niño—. Todos van a morir, Rhode. Es la ley de tu planeta. Y aunque me divierta contigo por ahora, en algún momento, tu tiempo se acabará. Como el de todos los demás.

Un escalofrío recorre mi cuerpo, y por un momento, siento que no puedo respirar. Axl no está bromeando. Realmente está diciendo que, a pesar de todo, planea matarme. Que todos morirán.

—¿Por qué me dices esto? —pregunto, con la voz rota—. ¿Por qué ahora?

Axl inclina la cabeza, sus ojos verdes brillando con una intensidad perturbadora.

—Porque quiero que entiendas, Rhode. Quiero que sepas que no hay salvación. Ni para ti, ni para los demás. Tu mundo está condenado, y yo soy solo un catalizador para acelerar ese proceso.

Mis piernas empiezan a temblar y me desplomo al suelo, incapaz de soportar el peso de sus palabras. ¿Todo esto es real? ¿Estoy realmente destinada a morir aquí, en este bosque, a manos de un ser que pensaba que podría ser un aliado?

—Esto no puede ser verdad —susurro, más para mí misma que para él—. Debe haber otra manera.

Axl se agacha frente a mí, mirándome directamente a los ojos.

—No hay otra manera—dice con suavidad, pero su tono es tan cruel como el filo de un cuchillo—. Es inevitable. Es la naturaleza de tu mundo.

De repente, un ladrido rompe el tenso silencio. Miro hacia la dirección del sonido y veo una figura blanca corriendo hacia mí. Mis ojos se llenan de lágrimas de alivio cuando reconozco a Copito, mi gran perro blanco, que salta hacia mí con una alegría desenfrenada.

—¡Copito! —grito, abrazando a mi perro con fuerza mientras él me lame la cara, su cola moviéndose frenéticamente.

Copito me ha encontrado. De alguna manera, ha logrado rastrear mi olor hasta aquí, y ahora está conmigo. El calor de su cuerpo contra el mío es reconfortante, un recordatorio de que no estoy sola.

Axl observa la escena con una expresión inescrutable, sus ojos verdes brillando con una curiosidad calculada.

—Interesante —murmura—. Parece que no estás tan sola después de todo.

Me seco las lágrimas con el dorso de la mano y miro a Axl con desafío.

—No estoy sola —digo con firmeza—. Nunca lo he estado.

Axl sonríe, pero esta vez hay una pizca de algo que no había visto antes: una especie de respeto.

—Eso es lo que me gusta de ti, Rhode. Esa pequeña chispa de esperanza, incluso cuando todo parece perdido.

Me levanto, apoyándome en Copito para mantenerme firme.

—No importa lo que digas o lo que hagas—digo, tratando de sonar más valiente de lo que me siento—. No dejaré que me asustes. No te dejaré ganar.

Axl se ríe de nuevo, pero esta vez su risa es más suave, menos cruel.

—Veremos —dice simplemente—. Veremos cuánto tiempo puedes mantener esa esperanza.

Con eso, Axl da un paso atrás y se gira, desapareciendo en la penumbra del bosque. Me quedo allí de pie, abrazando a Copito, sintiendo el latido de su corazón bajo mis manos. El alivio de tenerlo aquí conmigo es abrumador, pero no puedo evitar sentir que todo está lejos de haber terminado.

Miro hacia donde Axl desapareció y me pregunto si alguna vez podré entender completamente lo que está sucediendo. Pero una cosa es segura: no puedo rendirme ahora. No cuando hay tanto en juego.

Mientras camino por el bosque con Copito a mi lado, no puedo dejar de pensar en las palabras de Axl. Su frialdad, su indiferencia hacia la vida humana. Y, sin embargo, hay algo en él que parece casi... humano. Como si hubiera algo más detrás de su exterior arrogante y malicioso. Algo que aun no entiendo.

Pero, ahora mismo, tengo que concentrarme en mantenerme a salvo. En mantener a Copito a salvo. Y en encontrar una manera de detener lo que sea que Axl y esas otras entidades estén planeando.

Al caer la noche, nos refugiamos en un pequeño claro, lejos del campamento y de cualquier peligro potencial. Preparo una pequeña fogata para mantenernos calientes, y me siento junto a Copito, acariciando su pelaje suave mientras observo las llamas danzar.

—Vamos a salir de esta, Copito —murmuro, más para mí misma que para él—. De alguna manera, vamos a encontrar una forma de detener todo esto.

Copito me mira con sus grandes ojos oscuros, como si entendiera exactamente lo que estoy diciendo. Me da un lametón en la mano, y por un momento, me siento un poco más fuerte.

La noche avanza, y el cansancio empieza a hacer mella en mí. Pero no puedo dormir. No con todo lo que está pasando. Me quedo despierta, mirando el fuego, pensando en todo lo que ha sucedido y en lo que podría suceder.

¿Es posible que haya una manera de detener a Axl? ¿De evitar la destrucción de mi mundo? Y si es así, ¿cómo puedo hacerlo?

Mientras esas preguntas giran en mi mente, siento que mis párpados se hacen más pesados. Finalmente, me acurruco junto a Copito, cerrando los ojos con la esperanza de que, tal vez, los sueños me traigan alguna respuesta.

Pero, en lo más profundo de mi corazón, sé que las respuestas no vendrán tan fácilmente. Que tengo un largo camino por delante. Y que tendré que enfrentar muchas más sombras antes de encontrar la luz.

A la mañana siguiente Axl , volvió aparecer y me pidió que lo siguiera. Copito y yo apenas podíamos mantener el ritmo de Axl, quien parecía avanzar sin esfuerzo entre los árboles. La mañana paso de volada, mi estomago ruge ya no tengo ánimos, la noche llega y con ella el frío, y mis piernas comenzaban a doler. Pero entonces, de repente, una casa apareció ante nosotros.

Era una casa grande, antigua, con un aire imponente que me hizo sentir pequeña. Tenía varias ventanas con contraventanas cerradas, y la puerta principal parecía pesada y sólida. Axl se adelantó y, para mi sorpresa, sacó un llavero de su bolsillo. Giró la llave en la cerradura y empujó la puerta, que se abrió con un chirrido largo.

—¿Tienes las llaves de esta casa? —pregunté, incrédula, mientras él se giraba para mirarme con una sonrisa divertida.

—Claro que sí, niña. Hay muchas cosas que no sabes de mí —respondió, sus ojos verdes brillando con malicia—. Aunque veo que te sorprende.

Me sonrojé un poco, sintiéndome un poco tonta por mi reacción. Pero ¿cómo no sorprenderme? Nada de lo que había pasado desde que lo vi tenían sentido.

—Ven, te mostraré tu habitación —dijo, haciéndome un gesto para que lo siguiera.

Subimos por una escalera que crujía bajo nuestros pies, y llegamos a un pasillo largo y estrecho. Axl abrió una puerta al final del pasillo y entramos en una habitación sencilla pero acogedora. Había una cama grande con un edredón blanco, un armario antiguo y una pequeña lámpara en una mesita de noche. En una esquina, una puerta entreabierta revelaba un baño.

—Puedes hacer lo que quieras aquí —dijo Axl, señalando la habitación—. Hay ropa en el armario y agua caliente en la ducha. Tómate tu tiempo.

Me quedé parada en la puerta, observando la habitación y asimilando sus palabras. ¿Era esto real? ¿Podía realmente quedarme aquí, sola, en esta casa con Axl?

—Gracias —murmuré finalmente, sin saber qué más decir.

Axl asintió y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Una vez que estuvo fuera, me dejé caer sobre la cama, agotada. Copito se tumbó a mis pies, mirando alrededor con curiosidad.

—Vamos, Copito —dije, levantándome y abriendo la puerta del baño—. Vamos a limpiarte un poco.

Me di una ducha rápida y luego lavé a Copito, que estaba casi marrón de toda la suciedad acumulada durante los últimos días. El agua caliente era un lujo que no esperaba, y me hizo sentir un poco más humana, un poco más en control.

Cuando terminamos, busqué en el armario y encontré algo de ropa que me quedaba más o menos bien. Me cambié rápidamente y bajé las escaleras, sintiéndome un poco más fresca y renovada.

Entré en la cocina y me quedé paralizada. Axl estaba allí, apoyado contra la encimera, comiendo algo. Llevaba solo un pantalón deportivo, y su torso estaba desnudo, revelando una musculatura definida y poderosa. Mi rostro se puso rojo al instante, y aparté la mirada, incómoda.

Axl se rió al ver mi reacción.

—¿Qué te pasa? —preguntó, su voz llena de burla—. No te sorprendas por ver a una entidad comer. Tengo que mantener este cuerpo, después de todo.

Me mordí el labio, sintiendo que mi cara se calentaba aún más. No era solo el hecho de verlo comer, era la manera en que sus músculos se movían bajo su piel, la facilidad con la que parecía existir en su propio cuerpo.

—O acaso estás mirando más allá —continuó Axl, arqueando una ceja y subiendo y bajando las cejas con una expresión traviesa—. Conozco el deseo y la perdición llamada amor. Sé algunas cositas humanas.

Casi me atraganté con mi propia saliva. ¿Era posible que me estuviera molestando de esta manera tan descarada? ¿O estaba siendo completamente serio? No sabía cómo reaccionar, así que dije lo primero que se me ocurrió.

—Necesito comida para mi perro —dije rápidamente, tratando de cambiar de tema—. Y.... sobre lo que voy a hacer contigo, mientras tenga vida. Debo regresar con mi familia al terminar contigo. Espero que no sea tarde.

Axl me miró, su expresión cambiando de diversión a algo más serio.

—Eres muy decidida, Rhode. Eso es admirable. Pero te recuerdo que no tienes control sobre lo que está pasando. El destino de tu mundo no está en tus manos —dijo, con una frialdad en su voz que me hizo estremecer.

—No me importa lo que digas —respondí, con más valentía de la que sentía—. Haré todo lo que pueda para salvar a mi familia y a mi mundo. Y si eso significa que tengo que trabajar contigo o encontrar una manera de derrotarte, entonces lo haré.

Axl me miró durante un largo momento, como si estuviera evaluando mis palabras. Luego, sonrió ligeramente, una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Veremos cuánto tiempo puedes mantener esa determinación, Rhode —dijo suavemente—. Veremos.

El silencio se instaló en la cocina, y me di cuenta de que estaba temblando ligeramente. No sabía si era por miedo, ira o simplemente agotamiento. Pero sabía una cosa: no podía rendirme. No ahora.

—Voy a hacer algo de comida para Copito —dije finalmente, moviéndome hacia la nevera—. Y luego, necesito descansar. Mañana será un día largo.

Axl asintió, dándome espacio para moverme por la cocina. Lo observé de reojo mientras preparaba algo de comida para Copito, y no pude evitar preguntarme qué tipo de ser era realmente. Era tan misterioso, tan impredecible. Pero había algo en él, algo que me hacía querer entenderlo, aunque también me asustaba.

Después de alimentar a Copito y asegurarme de que estaba cómodo, me dirigí a la habitación y me dejé caer en la cama. Mis pensamientos estaban revueltos, y mi corazón latía con fuerza en mi pecho. ¿Qué iba a hacer? ¿Cómo iba a encontrar una manera de proteger a mi familia y a mi mundo de este nuevo y aterrador enemigo?

Cerré los ojos, tratando de calmar mi mente. Sabía que tenía que descansar, que tenía que estar preparada para lo que viniera. Pero mientras me hundía en un sueño inquieto, no pude dejar de pensar en Axl, en su sonrisa arrogante y en la promesa implícita de caos que traía consigo.

Y así, en la oscuridad de la noche, hice una promesa a mí misma: no importa lo que pasara, no dejaría que Axl o cualquier otra cosa me derrotara. No podía.

No cuando había tanto en juego.

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