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Capítulo #22: ''El claro, los nombres y un aliado accidental''

Clirthorm, Tierras Altas, Escocia. Un poco antes del inicio del primer intento.

Katherine descansa su cabeza sobre el tronco del frondoso árbol. Con los ojos cristalinos, y el viento golpeando suavemente contra su rostro; se permite recordar la última vez que tuvo la oportunidad de tomar aire fresco.

La última vez que se sintió libre, feliz.

Se admite entonces que de eso ha pasado mucho tiempo.  Y entonces lo siente. Ese pequeño cuerpo, cálido y delicado, que se acomoda con cuidado en su regazo. Un peso tan liviano y, a la vez, tan inmenso.

—Mamá... —la llama esa vocecita, dulce, con su particular tono infantil.

Y oh, Katherine se odia por eso.

''Te maldigo, Katherine Besset. A ti, y a todas tus sucesoras...''

Maldita.

Eso es lo que era. Lo que es. Lo que siempre será.

''Tienes que escucharme, sabes que yo..''

''Me la quitaste Katherine. Y ahora yo te lo quitaré todo''

''No creo que ya me quede nada''

''Y fue ese pensamiento, lo que te trajo a esta situación en primer lugar''

Entonces lo ve a un par de metros, ya son parte del mismo claro. El hombre de mediana edad, piel blanca y un tanto arrugada, con su característica sonrisa amarillenta. Aquella —que de niña — representaba una de sus mayores pesadillas, ahora es la única aliada.

—¿Katherine? —pregunta con voz gruesa. La ojiazul asiente; desliza sus dedos sobre la larga cabellera negra de la niña de casi tres años entre sus brazos. —Tenía tiempo sin verte, pero al final, el brujo cumplió su cometido. De no saber que te encontraría aquí, no te habría reconocido. Bueno, solo por los ojos, que siguen siendo igual de azules.

—Gajes de la maldiciones, mi querido Errol —dice Katherine tras un largo suspiro. Sus dedos detienen sus caricias, cuando la niña voltea a verla con una sonrisa inocente; aquellos ojos, recordatorio de los grises de su madre —. Siempre queda algún cabo suelto.

—¿Has pensado en tu nuevo nombre?

Una sonrisa maliciosa cruza el rostro de la ahora pelinegra.

— ¡Oh, tengo uno perfecto!

"Te lo mereces, Katherine Besset. Todo esto es culpa tuya. Siempre lo ha sido."

Puede que se lo merezca; Katherine sabe que es así.

Pero no es la única. Y ella se encargará de que todos tengan su castigo.


Oh ¡Pero no podemos olvidarnos de Nerys! Que mucho, tiene que contar.

Al menos, eso es lo que ella dice.


17 de febrero de 1615. Clirthorm, Tierras Altas, Escocia.

Nerys dejó a Rae con una misión importante: desentrañar los secretos del cuarto de los retratos. Ella, en cambio, tenía algo distinto en mente. Desde que despertaron en esta época —donde fueron lanzadas de forma abrupta, tendría que agregar — , no ha dejado de pensar en el lugar donde todo comenzó.

Ese bosque. Ahí deben haber respuestas. No sabe cuáles, pero sabe que las hay.

Porque si algo ha aprendido de esta endemoniada maldición es que nada en ella es casualidad. Entonces, ¿por qué lo sería su llegada?

El problema, claro, es encontrar el lugar. Apenas recuerda los detalles: árboles altos, aire gélido, un suelo húmedo bajo sus pies y el generoso dolor de cabeza que no podía ignorar. Aterradas y desorientadas, en ese momento Rae y ella tardaron en comprender que habían viajado en el tiempo. Todo lo que vino después —el viaje a Clirthorm, las horas interminables a caballo— le dice que está todo menos cerca.

Además, que todavía está el pequeño detalle de apenas saber montar. Y que para llegar allá —al menos que quiera pasarse el resto del año haciéndolo — es ese el mejor medio de transporte.

Y en un mundo normal, en dónde no eres una chica nacida a finales del siglo XX atrapada en el XVII intentando romper una maldición, lo más lógico sería pedir ayuda.

Pero, ¿cómo explicaría —a quien sea —la razón por la que necesita volver a ese lugar sin verse como una completa loca?

No, no. No puede hacer eso.

Entonces ¿Qué más opciones tienes que subirse al caballo y lanzarse al camino con la esperanza de que la maldición por si sola la lleve a dónde tenga que ir?

Plan de mierda. Pero no tiene opción. Con un suspiro, se acomoda mejor el gorro de su capa, maldiciendo el frío que cala en sus huesos abruptamente.

Una ligera capa de nieve se desliza sobre ella como una especie de burla mientras alcanza la entrada de los establos.

Es cerca del mediodía y sabe no encontrará nadie ahí. Todos habrán ido a las cocinas para reclamar su porción de almuerzo por lo que contará con, al menos, treinta minutos para descubrir como subirse al caballo y salir sin ser vista.

Luego, cuando volviera, se inventaría alguna historia de alguna hierba medicinal que había ido a buscar a la ladera cercana y que —añadiendo en una excelente forma dramática — lamentaba haber tomado el caballo sin permiso.

Aunque también cuenta con que Rae pueda mantener ocupado al laird algunas horas; a pesar de que su hermana comentó que ha estado evitándola toda la semana. Así que ahí tampoco hay nada prometedor.

Al adentrarse es bienvenida por el olor a estiércol fresco que la hace arrugar la nariz y los relinches de los caballos, que ubicados en sus caballerías, parecen saludarla.

El ambiente lúgubre iluminado por un par de lámparas de aceite, apenas le dejan ver un par de metros más allá de donde se encuentra.

Camina sobre la paja semi húmeda hasta el final en donde dos caballos familiares, la hacen sonreír: Hendell y Penker.

Coloca una de sus manos sobre el hocico negro de Hendell, acariciándolo. El animal relincha, acercando su rostro al de ella.

—¿Me acompañarás hoy, amigo? —susurra, dejando un tierno beso en donde acaricia —. Voy a necesitar de tu ayuda, sigo sin tener mucha práctica.

Hendell levantó el hocico con lentitud, haciendo un leve movimiento hacia atrás, casi como si asintiera. Nerys sonrió, pero el gesto se congeló en su rostro al escuchar una voz tras ella.

—Mal creí hubiese querido mantenerse fuera de problemas.

El cuerpo de Nerys se tensa al instante. Giró lentamente hacia el sonido, sintiendo cómo un escalofrío le recorría la columna.

—Pero supongo... no podría esperar más de usted, ¿no, Nerys?

Y ahí está él. Apoyado casualmente contra un pilar de madera, con esa maldita sonrisa socarrona y los ojos fijos en ella. Kendrick.

Vestido con el tartán del clan —aquella mezcla característica del azul con el amarillo y el girasol en el centro — y un kilt a juego; le saca a Nerys una media sonrisa. Ya lleva poco más de un mes y medio en esta realidad, pero todavía ve aquellas vestimentas y se sorprende.

Estúpido escocés de antaño. Estúpida ella por creer que esta escapada sería sencilla.

Tiene que reponerse.

—Cualquiera diría... que se está tomando usted muchas atribuciones, guerrero —responde en el mejor tono apacible que puede encontrar . —Hasta donde supe, no teníamos la confianza para tutearnos.

—Por algo se empieza.

Nerys respira hondo un par de veces, porque aquel hombre tiene la capacidad infinita de hacerla perder la paciencia. Y el muy hijo de... ¡Parece disfrutarlo!

—Bien, Kendrick —responde, haciendo énfasis en su hombre; el escocés carcajea — ¿A qué se debe tu presencia en los establos?

—La misma pregunta podría hacerte, supongo.

—¿Cómo has sabido que soy yo? Fácilmente podría tratarse de Rae.

—Soy bueno prestando atención —responde, en un tono que la hizo apretar los puños—. Y que crucé a tu hermana en las cocinas antes de venir.

Maldita Rae.

Había dicho que se quedaría en la habitación.

—Lo que dices... ¿es que me estás siguiendo?

—Lo que estoy diciendo es que tengo curiosidad —Kendrick se encoge de hombros, mientras se acerca un par de pasos en su dirección; sus dedos acarician el hocico de Penker, en la caballería contigua —. Y en este momento, la despiertas . Repito entonces, Nerys Douglas... ¿Qué haces acá?

Nerys sabe que no tiene sentido mentirle; Kendrick se dará cuenta enseguida.

Pero —por obviedades mencionadas anteriormente— tampoco puede ser completamente sincera.

—Tengo que ir a un lugar.

Kendrick entrecierra los ojos, con impaciencia. Luego lleva a sus manos a su barba, que Nerys nota, se ha dejado crecer.

—¿Y qué lugar sería ese?

—A ese mismo claro dentro del bosque, donde nos encontraron.

La paja cruje al romperse bajo sus pies que hasta este momento no se había dado cuenta que movía nerviosamente; se obliga a detenerse, metiendo ambas manos en los bolsillos de la capa.

La expresión en el rostro de Kendrick lo dice todo: no entiende ni una mierda.

—¿Puedo preguntar por qué?

—No.

Kendrick suelta una carcajada, su ojos escanean el rostro enojado de la dama frente a él, como si se tratase de un enigma que necesita con toda necesidad responder. Finalmente, se encoje de hombros.

—De acuerdo.

Dirigiéndose hasta la caballería de Hendell, aparta un poco a Nerys para poder acceder. Luego —sin silla —se sube sobre el mismo de un solo salto. Luego, extiende una mano en su dirección.

Nerys palidece.

—¿Qué... estás haciendo?

—¿No es evidente? —responde el guerrero escocés sin retirar su mano —. Voy contigo.

—¿Y quién te ha dado ese derecho?

El escocés vuelve a encogerse de hombros.

—No es como si tienes mucha opción, Nerys —aclara, en tono calmo —. Sabes que el laird prohibió sus salidas de los terrenos del castillo después de los últimos sucesos. Así que al menos que no quieras vaya con el chisme, soy la mejor opción que tienes.

Idiota. Burlón. Descarado. Y lo peor de todo: escocés. Una de las razones por las que Nerys amó a un argentino. (Y no, nada que ver conque ahí creció).

—Pelotudo —murmura Nerys en español, haciendo que Kendrick arquee una ceja.

La pelirroja ama poder usar el idioma con el que creció para descargarse.

—No sé qué dijiste. —admite Kendrick con su habitual sonrisa —. Igual, gracias.

—Fue un insulto.

—Aun así —afirma el escocés — ¿Vienes Nerys? —cuestiona, volviendo a estirar la mano.

Y Nerys la toma. De mala gana, pero lo hace.

Cuando la maldición se rompa, será ella la primera en cruzar un par de palabras con Katherine Besset. Porque con ella, pelotuda va a quedarse corto.


—Entonces... —Kendrick rompe el que ha sido un eterno e incómodo silencio las pasadas dos horas. Sus ojos recaen en la joven sentada frente a él, cuya vista parece no querer abandonar el frente; Hendell avanza a un ritmo constante, pero hasta él puede percibir su cansancio — Esto que vas a buscar... ¿tiene mucho valor?

Kendrick escucha a Nerys suspirar.

—No es que estoy buscando algo en particular. En realidad, no estoy segura si estoy yendo a buscar ''algo'' en sí.

—Cada vez entiendo menos.

—Si te contara la verdad, pensarías que soy una bruja loca que merece la hoguera.

—Ya pienso que eres una bruja loca.

Nerys le da un codazo, haciendo a Kendrick soltar una carcajada.

—Pero una bruja loca que me agrada, así que no, no te enviaría a la hoguera si me contaras.

Y extrañamente Nerys lo cree; porque aunque odioso e impertinente, el escocés parece diferente a varias de las personas que ha conocido en este siglo.

Además de que un aliado para Rae y ella, podría venir de maravilla.

Pero... ¿hasta qué punto contar? ¿Podría soltar alguna idea como que su año de nacimiento vendrá en más de tres siglos? ¿Y esperar que él hombre no corra a contárselo a su laird?

—¿Confías en mi? —pregunta Nerys, de golpe. Aunque sin entender realmente por qué; apenas se conocen, y si bien sus últimos encuentros no han sido del todo desagradables, Kendrick no tiene alguna razón lógica para hacerlo.

—Antes no lo hacía. Ahora, eso ha cambiado.

—¿Qué pasa si te dijera que...?

Pero en eso el abrupto freno del ligero trote de Hendell los pone en alerta. Un zumbido grave y reverberante que parece salir de las entrañas del bosque; retumba en los árboles y se regresa, en una especie de eco. Como cuando algo golpea fuertemente contra un espejo. La ladera de antes apariencia segura — ahora parece oscurecerse, a pesar de que no deben ser más de las tres de la tarde.

Kendrick ayuda a Nerys a descender, frunciendo el ceño mientras inspecciona el bosque en busca de peligro. El caballo, nervioso, suelta un par de relinchos.

Es entonces cuando Nerys lo ve frente a ella: un extenso claro de verdes tonalidades, cuyo centro es atravesado por el suave caudal de un río.

No necesita que Kendrick se lo confirme para saber que han llegado. El claro en medio del bosque en dónde las encontraron. Por un momento —y a pesar de la insistencia de tan punzante sonido — se permite apreciar la belleza de un lugar que parece haber sido hecho para contemplarlo.

Da un par de pasos hacia adelante, detenida por el brazo del guerrero sobre su hombro.

—¿Estás loca, mujer? —gruñe, afianzando un poco más su agarre —. Podría tratarse de cualquier peligro ¿y va directo hacia él?

Nerys asiente, para sorpresa del escocés de antaño.

—Precisamente, Kendrick. Pensé lo entendías cuando decidiste venir.

Los ojos marrones del hombre se clavan con fijeza en la de ojiazul quien no desvía la mirada; aquella temeraria escocesa criada en las nuevas tierras.

Si.. ¿qué más da?

—¿Me repites que sería eso en ''no particular'' que buscamos, Nerys?

La pelirroja sonríe, conteniendo las ganas de proferir un par de aplausos.

—Busca, Kendrick. Te diré cuando lo sepamos.

Nerys y Kendrick se separan por unos cuantos metros, mientras se dedican a ver entre los matorrales, las plantas, las piedras bajo el ruido. Seguidos por la mirada curiosa de Hendell —quien, recostado cerca de la orilla del río, se limita a tomar un poco de agua, recobrando fuerzas —.

La joven siente una punzante presión en el pecho; una que la ha acompañado desde que llegaron. Agachándose, levanta una de las piedras a la orilla del caudal, y por ninguna razón en particular, la arroja un par de metros frente a ella, con lo que cree golpeará la húmeda vegetación.

Excepto que no lo hace. La piedra golpea el aire con fuerza y se regresa, impactando cerca de uno de sus pies. Por un par de segundos, el zumbido cobra intensidad.

Nerys es traicionada por sus manos temblorosas; y su vista sigue el camino imaginario mental que la piedra segundos antes ha desarrollado. Entonces, levanta otra piedra y arrojándola en la misma dirección, obtiene el mismo resultado. Una capa de niebla gruesa comienza a rodearla, mientras que asustada, sus ojos se encuentran con los de Kendrick.

—¿Has...?

—Creo que encontramos aquello que no sabíamos que buscábamos, Nerys.

Las pisadas de la ojiazul son lentas pero decididas. Nerys se acerca hacia la pared de aire que detuvo el avance de las piedras; el escocés, sin decir ninguna otra palabra, la sigue de cerca.

La trasparencia del claro y sus hermosos detalles parecen ir desapareciendo y el zumbido más estridente, a medida que tiene el punto al alcance de la mano; casi como si la imagen fuese transfigurada como en aquellos espejos de broma que hay —o habrá —en las ferias de atracciones de otro siglo.

Como una fina cortina lo que ve del otro lado no son montañas o altos árboles. No, es una pequeña habitación repleta de libros con una chimenea encendida en el centro. Sus ojos, viajan a través de los varios muebles de madera que parecen perfectamente acomodados en contraste con una pequeña mesa donde un par de anteojos descansan junto con un montón de papeles revueltos y una taza de café a medio tomar.

Pero no es la imagen de algo que representa el siglo en el que creció la que deja a Nerys sin aliento, no. Tiene que ver con las tres figuras que de forma repentina entran a la habitación: tres personas de mediana edad son ceños fruncidos.

Un hombre que no logra identificar y ... sus padres.

—¿Papá... mamá? —murmura la ojiazul entre balbuceos, pero las figuras no parecen poder escucharla. A su lado, Kendrick con apariencia confundida, parece estupefacto ante la imagen que se proyecta ante él.

—¿Nerys, qué...? —pero su voz se pierden en el inicio de la pregunta, al darse cuenta de que la pelirroja no lo mira; entonces, se pierde en lo mismo que ella ve, intentando encontrarle sentido.

Nerys está petrificada. Su visión nublada, mientras lágrimas silenciosas se deslizan por sus mejillas. Su padre, toma asiento en uno de los muebles de apariencia pesada, con expresión derrotada; pasa sus manos por aquella barba canosa —en sus tiempos pelirroja — pensativo, mientras su mirada se concentra en unos cuantos pergaminos de apariencia antigua, protegidos por alguna especie de plástico. Fergus lee y relee, como si de alguna forma pudiese cambiar lo que está escrito.

Su madre, con la tristeza marcada en sus expresiones, se sienta a su lado; colocando una mano sobre el hombre de su marido, la estrecha con fuerza.

—Al final, mi amor —dice Bethia en ese dulce tono que cala en el corazón de la pelirroja —, solo retrasamos lo inevitable, y esta es la prueba de ello.

La conversación se desarrolla en gaélico.

Fergus levanta la vista de los escritos y su mirada se centra unos segundos en su esposa, hasta finalmente posarse en la tercera figura que en un rincón de la habitación mantiene una postura apacible.

—¿Estás seguro... que estas cartas las encontraste en el castillo?

Entonces la figura se acerca hasta la chimenea y sus rastros son más definidos; al corazón de Nerys se le escapa un latido.

Errol —o al menos quien parece ser él — observa a sus padres a través de unos pesados anteojos con cristal de botella; hasta finalmente asentir.

—Estaban entre las paredes, escondidas. Datan de 1615 y están escritas por Rae.

—Doctor Duncan... ¿cómo es esto posible?

—Creo, me parece, señora, que la misma Rae lo explica en las cartas —responde, el aparente investigador en voz baja — . Les ruega que dejen atrás este peso, antes de que sea demasiado tarde; les pide, que entiendan que esto fue lo que ella y Nerys nacieron para hacer, y que tarde o temprano, esa carga tendrán que afrontarlo.

''Escribo con la esperanza de que algún día lo leas, papá, y entiendas, que agradezco en el alma todo lo que hiciste por nosotras, y que te amo. Pero ya es suficiente, deben detenerse.'' —la voz de Bethia Besset se corta al leer el final de la primera carta.

—Rae nos pide que las dejemos ir... pero ... ¿Cómo puedo? —se queja Fergus entre sollozos — ¿Pasé toda la vida protegiéndolas de algo que ya han vivido y más de una vez? ¿Qué clase de juego enfermizo es este?

—Nerys... ¿Qué está sucediendo? —pregunta la voz rasposa de Kendrick a su lado y es cuando la joven nota que los brazos del guerrero rodean su cintura, y que sus piernas no le responden. Había estado a punto de desmayarse y él la sostuvo.

Por un par de segundos, los únicos sonidos que salen de la pelirroja que no deja de ver la escena desarrollándose frente a ella, son sonidos incoherentes.

Hasta que finalmente en algún acto de valentía, y con el tono más firme que pudo encontrar, aunque aún sin mirarlo, cuestiona:

— ¿Me creerías si te dijera... que nací en 1996?

Los brazos de Kendrick alrededor de su cintura se tensan, sin embargo, no hace ningún movimiento brusco.

—Desde que vos y vuestra hermana llegaste, todo ha sido un completo desvarío. Y aún así, esto que dices... es lo único que parece tener algo de lógica.

Nerys se atreve entonces a sonreírle al pelinegro, con una extraña sensación de regocijo en el pecho; experimentando alguna especie de calma momentánea, que no ha sentido en años.

Pero entonces el sonido de un jadeo en la conversación paralela, los hace volver la atención hacia la escena. El doctor Duncan se ha sentado en otro mueble cercano y observa con una sonrisa un tanto desconcertante como Fergus niega bruscamente con la cabeza; tiene entre sus manos temblorosas, un pergamino diferente al anterior.

En la mesa, un teléfono titila; uno que Nerys reconoce como el de su madre. La pantalla, con una foto de los cuatro en las últimas vacaciones que tomaron juntos como fondo, indica que es diciembre 17 del 2021. Dos días ante de su muerte.

Su abuela, Megan, les comentó a Rae y a ella que no creía que la muerte de sus padres hubiese sido un accidente. Es más, después de que Rae le habló de sus interacciones con las apariciones en las ruinas y el hecho de que el auto se les hubiese dañado vía a Clirthorm, afianzan más esta idea. No es coincidencia.

—¿Qué dice, Fergus? —pregunta Bethia con la voz cargada de temor.

—Esta no era para nosotros, era más un recordatorio. Entiendo ahora que las colocó en diferentes lados, con la esperanza de encontrarlas en el siguiente intento.... —Fergus masculla ante la impotencia — ''No confíes en ella, Rae, no ahora no nunca. Katherine estuvo siempre cerca, y fuimos muy estúpidas para verlo. Freya, Rae, Freya. Por favor, no lo olvides''

Y ahora sí, Nerys se desploma sobre los brazos de Kendrick; quien la llama con preocupación. Pero su voz, es un eco distante entre el pitido estridente en sus oídos.

Freya.

Katherine.

Pero la puta madre.





NA: ¡HOLAAA! c: ¿Cómo están? Pues que el comentario en realidad sería Que capítulo tan pesado... ¿no? JAJAJA.

Realmente espero que estén disfrutando la historia y que todo se vaya entiendo bien hasta acá :) a partir del próximo capítulo ya entramos la parte más ROMÁNTICA de toda esta historia.

¡Muchas gracias por leer! Significa un mundo para mí :)

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