Prologo
Frío
Ese sería el pensamiento de muchas personas en ese momento, las calles y techos cubiertos con el color puro de la nieve, ese tono blanco que llamaba a la inocencia, pero tan frio y peligroso como afiladas puntas del más duro metal; causaba gracia como algunas personas usaban la hermosura del páramo helado para conquistar a la dueña de sus profundos pensamientos, amor, que ironía, para él la nieve representaba más que el amor, el amor era cálido y reconfortante, pero... ¿y la nieve? No era más que soledad, una fría y cruel soledad disfrazada en colores hermosos.
Kiryuu Zero odiaba el invierno, odiaba la inocente y despiadada nieve, el frío, la soledad, había tantas cosas que detestaba, y para su desgracia el invierno parecía ser eterno para él, instalado en su corazón, en su subconsciente, incluso en su misma alma, ¿Por cuánto tiempo tendría que soportar este despiadado invierno? Ni siquiera lo sabía, se había acostumbrado tanto, la costumbre estaba tan arraigada a él que nadie parecía notarlo, nadie se atrevió a caminar por ese frío manto nevado para extenderle su mano.
Esperó, los años pasaban tan rápido, tan efímeros, la crueldad y dolor que su alma soportó solo empeoraban la nieve, sus manos pálidas se volvieron azules, su ropa quedo cubierta del hermoso manto helado, abrazando una cabellera platinada como gotas caídas de la misma luna, sus ojos, preciosas amatistas pálidas carecían del brillo de la esperanza, ya no había nadie que pudiera salvarlo de esa condena.
Pero estaba bien, no era tan malo, su corazón estaba congelado y el mismo estaba cubierto de gruesos muros metálicos que no volvería a abrir, ya le había dado al mundo muchas oportunidades, abrió su corazón y en cambio solo le pagaron con oscuridad, había querido, añorado y amado como un joven normal cuando su condición no se lo permitía, se permitió recuperar un poco de aquellos cálidos sentimientos que predominaban aún en su caótica infancia, pero el resultado fue el mismo.
Una leve risa irrumpió en ese lugar solitario en donde solo predominaba la soledad y la nieve, era tan divertido, había sido un estúpido, estúpido por confiar en personas que no se lo merecían, estúpido por creer en seres que nunca dejarían de ser lo que son, seres hipócritas que solo veían por ellos mismos y por nadie más, un completo estúpido por creer que al abrir su corazón conseguiría que al menos las ruedas del destino le dieran un descanso a su insignificante existencia, en todo había sido un estúpido, si dañaba un poco más sus pensamientos incluso podría asegurar que su estupidez había decepcionado a sus padres.
Iluso
Tonto
Traidor
Traidor
Traidor
Traidor
Eso es lo que era, el traidor del clan Kiryuu, si nadie en su familia había sido feliz, ¿Entonces quién era él para serlo? No tenía ese derecho, aunque sabía que aun intentándolo no conseguiría esa anhelante felicidad, tampoco debió buscarla, debió quedarse callado, apartado y solitario, solo así no hubiera sufrido tanto y solo así podría traer paz a las almas errantes de los suyos.
Zero miró ese paisaje helado que siempre lo acompañaba, y aun cuando el frío calaba sus huesos camino con tranquilidad, las botas de cuero que buscaban mantener sus pies calientes se hundían pesadamente en la gruesa alfombra blanquecina y su gabardina era ondeada por el fuerte viento de lo que parecía ser una tormenta. El tiempo pasaba, y nada aparecía frente a él, ningún atisbo de vida, humana o animal, y aun en soledad no dejo de caminar, para al cabo de varias horas observar la enorme edificación que se alzaba frente a sus ojos.
Un enorme castillo de piedra gris se alzaba entre la tormenta; pese a mostrar los claros signos de abandono no se inmutaba ante los fuertes vientos, se alzaba con toda su gloria, mostrándose con orgullo como el mismo día en que fue construido, posiblemente hace muchos milenios, tantos que cualquier sangre pura tendría una mirada de sorpresa en sus asquerosamente perfectas facciones por la historia gravada en la fría piedra.
Ojos amatistas recorrieron algunas piedras que con el paso de tiempo se habían destruido, escalando por los altos pilares hasta notar el distintivo escudo del clan Kiryuu. El clan de cazadores Kiryuu, un clan tan poderoso y antiguo que daba con cada generación increíbles cazadores que hasta los sangre puras temían, ese sin dudad fue, en su momento, el mayor orgullo de los suyos, y dicho orgullo permanecía enterrado ahí, tras esas enormes paredes que en el pasado era la casa destinada a la rama principal, donde se harían las reuniones y donde se estudiaría la brujería e historia que todo Kiryuu necesitaría para su futuro como cazador.
Todo eso eran recuerdos vacíos de una gloria ya olvidada.
La gran biblioteca con libros históricos llenos de conocimiento que ahora estaban casi hechos polvo.
La sala de reuniones, cuyas sillas estaban repletas de polvo.
Los manteles destruidos.
Los adornos en plata corroídos.
Y aquello que aún no fue alcanzado por la corrosión seguro estaría congelado.
Era cuestión de tiempo antes de que fueran olvidados, él lo sabía mejor que nadie, ese castillo existía, pero ni siquiera sabía su ubicación real, esa imponente fortaleza que se alzaba frente a él, no era más que un recuerdo en su sangre, el recuerdo de su familia, de hombres, mujeres, ancianos y niños cazadores que deseaban ser recordados por él, el imponente castillo Kiryuu, en su tormentoso corazón era el mausoleo de su preciada familia, adentro descansaban los Kiryuu, si él entrara, seguramente vería las tumbas de sus padres y la reciente tumba de su querido gemelo Ichiru, si alguien más entrara vería una tumba reluciente y hermosa descansando bajo un árbol, completamente vacía y esperando al último Kiryuu.
Era una broma cruel y de mal gusto, una sola vez llego a mirar en el interior, y en cuanto vio la tumba destinada para él, solo pudo maldecir hasta los mil infiernos, ya estaba preparado su ataúd, ese lugar solo esperaba que el ultimo Kiryuu dejara de sufrir y pudiera descansar por toda la eternidad, rodeado de familiares y de esa fría calma que no sería interrumpida por ningún sucio chupasangre.
Pero aún no, se negaba rotundamente, no se permitiría morir, era demasiado humillante la simple idea de suicidarse para descansar, y era demasiado cobarde la idea de dejarse matar por aquello que perseguía a su familia, esa maldición que jodia sin parar a cada miembro, llevándolos al estado en que estaban ahora, si tenía que morir, entonces prefería que fuera o en el campo de batalla como todo un cazador, o luego de cargarse a cada chupasangre que le jodio la existencia, y ya sabía quiénes serían los primeros. Pero si podía evitar por todos los medios la muerte, en ese caso...haría lo que fuera por sobrevivir.
Te dije la forma en que podías evitarla
Zero ignoro completamente aquella tétrica voz, deseando en lo profundo de su corazón que se callara, simplemente aparentando que no la había escuchado.
Si me escucharas este sitio no estaría tan congelado
—No me interesa— fue lo único que pronuncio el cazador, un tono frío y de advertencia plasmado en sus palabras, su ceño frunciéndose más cuando aquella voz se río.
Eres demasiado terco, igual que todos los Kiryuu antes de ti
— ¡No hables de ellos! ¡Si no fuera por ti, ellos seguirían vivos!
No es mi culpa que su incompetencia los haya condenado, debieron intentarlo más
Abrió la boca para intentar reclamarle, pero simplemente suspiró, ese no era un lugar donde pudiera molestarse, gritar solo significaría interrumpir aquella calma, y eso era algo que nunca iba a permitirse.
Sabes que el tiempo se acaba, ¿no crees que fue suficiente? Solo ríndete
Esos ojos carentes de vida y aun así tan hermosos dejaron de mirar sombras pasadas corriendo por los pasillos de los altos torreones, seguramente listos para ir a su siguiente clase, sombras jóvenes y desafortunadas que aún no eran conscientes de que ya no existían en el plano físico.
Si dejaba de mirar aquella increíble fortalezasolo vería el páramo blanco, no había nadie acompañándolo, solo aquella risaconstante, cruel y burlona, risa que no combinaba con el "tono amable" que esacosa empleaba al hablarle.
Ya conocía de antemano los objetivos ocultos tras ese tipo de voces tan amables. Había llegado un punto en que de verdad estaba cansado, por lo que solo suspiro y camino con tranquilidad hacia el interior de la fortaleza, acostándose a un lado del que sería su ataúd, entrecerrando los ojos por esa calma que lo arrullaba, odiaba el frío, pero en esos momentos era de verdad un alivio, sobre todo cuando aquella voz simplemente desapareció.
Cerrando los ojos se sumió en un profundo sueño, descansando su mente y corazón, aunque fuera por pocos minutos.
Unos ojos amatistas observaron sin expresión el techo de su habitación, nuevamente había tenido el mismo sueño.
Sentándose con lentitud en la cama bostezó, normalmente luego de ese tipo de sueños, aunque su cuerpo se sintiera congelado siempre despertaba completamente descansado, muy diferente a sus noches de insomnio cuando no soñaba nada, era por mucho más molesto.
Se levantó con pereza para observar el reloj que marcaba las 9:00 am no era una hora tan mala, no había dormido en tres días, así que estas horas de sueño le venía muy bien; con la misma calma y sin importarle el llegar tarde a sus clases se dirigió al baño para una ducha rápida y relajante.
Un año había pasado luego de los acontecimientos con Rido Kuran; la que en su momento había sido su amiga resulto ser una vampiresa sangre pura, y solo por ella, ese vampiro atacó la academia, Cross Yuuki o, mejor dicho, Yuuki Kuran la hermana y prometida de Kuran Kaname, vaya que lo tenían bien oculto, nadie lo notó, ni siquiera él hasta que la misma chica se lo confirmó.
Hasta el final la protegió, lo cual solo resaltaba su tremenda estupidez, ¿para qué defenderla? tenía sus motivos para detestar a la chica, y aún más, para aborrecer al Kuran mayor, aún se reía cuando el director intento detenerlo de largarse de la academia, ¿Esperaba que permaneciera en ella luego de todo? no sabía quién era más estúpido, si él o Kaien.
Incluso despidió a la chica luego de que la Academia quedara hecha ruina, gracias a eso las clases se retrasaron ese año, y él tuvo la excusa perfecta para irse, recibiendo el completo apoyo de Yagari.
—Hoy no iré a clases, maestro, tengo cosas que hacer— la ropa caía mientras Zero hablaba por su celular.
—No, no es algo relacionado con la Asociación ni con ningún vampiro— Los ojos amatista observaron el tatuaje en su cuello, sus cabellos platinados cubriendo las opacas joyas— Cuando sea el momento te explicaré, lo prometo.
Sonrió muy pequeño.
—Gracias, Yagari-sensei— El sonido de cuando una llamada finaliza le indicó que ya podía dejar de lado el aparato para meterse en la ducha, suspirando al sentir como su rígido cuerpo frío como un tempano de hielo se relajaba por completo.
Puede que muchas cosas hayan pasado, pero a esas alturas no le interesaba nada, ni la Academia, ni Kaien, ni los hermanos Kuran, al menos, no en un sentido emocional.
Al salir del baño observo su bloody rose encima de la mesita de noche, la tomó para terminar de vestirse y observar la puerta que daba al exterior, un rastro común de adrenalina surcando su cuerpo. Ah...seguro todos vivían una vida maravillosa a excepción de él; subió su mano, y dejándola en su rostro no contuvo su risa.
Estaba tan impaciente por lo que vendría a continuación.
En aquella habitación lo último que se escucho fue el sonido de la puerta al cerrarse, el dueño de la misma desapareciendo entre las concurridas calles.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro