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Capítulo 5

Mismo lugar, mismas personas y un propósito distinto. Los pormenores de la ceremonia les habían sido explicados previamente para no hacer el ridículo: La legión de reconocimiento trataba de reclutar miembros con un discurso motivador frente a todos los reclutas, y solo quienes elegían esa rama, es decir, los suicidas, se quedarían en el patio principal, en el comedor llamarían a los mejores cadetes para su ingreso a la Policía Militar si no habían elegido la Legión, y el resto sería enviado a la Guarnición.

—Mi nombre es Keith Shadis, comandante de la Legión de Reconocimiento—anunció el hombre alto de cabello castaño y piel morena que se encontraba en la tarima. Una figura imponente que había llevado a la muerte a muchos de sus soldados—. Ante mí no se encuentran mocosos cobardes, sino personas especiales que pueden elegir o no sacrificar su vida por el progreso y la gloria de la humanidad. Estos hombre y mujeres han elegido el camino del servicio a nuestra raza, y espero que puedan servir y morir a nuestro lado en el campo de batalla, como valientes soldados enfrentando cara a cara al enemigo —hizo una pausa en la que el lugar permaneció en silencio. En ese momento, todos ya tenían su elección hecha— Quienes elijan otra rama, por favor abandonen esta estancia.

La marea de gente que se movilizó fuera resultaba abrumadora, pero todos en la Legión estaban acostumbrados a la escases de miembros.

—Les agradezco que entreguen sus vidas, su futuro y su lucha a esta causa. Así que ¡Entreguen sus corazones!

La veintena de cadetes realizó el saludo militar al unísono que su nuevo comandante, con un grito lo suficientemente potente para demostrar que esa guerra no estaba perdida, mientras aún hubiera soldados dispuestos a pelearla.

Esa no fue la única decisión que Ilse tomó esa noche. Después de entregar su expediente al comandante, regresaron al comedor con los demás. El grupo fue marginado de manera discreta junto a los demás miembros de la Legión, quienes aprovecharon la celebración para cumplir con la tradición de emborrachar a los nuevos reclutas. Ella se negó a beber, y después de comer subió a la habitación que le habían asignado. El día siguiente debía estar mínimamente presentable.

No pudo dormir correctamente por los nervios. El resultado de lo que haría mañana era impredecible. Dio varias vueltas en la cama hasta el amanecer. Esa mañana les entregarían sus nuevos uniformes, después del almuerzo se haría la asignación de los equipos y tendrían el resto del día libre. Al día siguiente se irían a la sede de la Legión en el interior de la Muralla Rose para preparar la siguiente expedición, que sería en tres meses.

Algunos reclutas con resaca regresaron a sus habitaciones en cuanto les entregaron sus uniformes para volver a dormir hasta el mediodía y recomponerse de la noche de tragos. Ilse subió rápido a cambiarse.

Por fin había conseguido sus alas. Quería mostrar lo lejos que podía volar con ellas.

Después de cumplir sus obligaciones, salió del cuartel y bajó por la calle principal, exhibiendo su uniforme con orgullo. Los comentarios le venían sin cuidado. Sería una suicida, pero al menos era libre.

La distancia entre su pasado y ella se iba acortando a cada paso. El olor a pan cada vez se hacía cada vez más fuerte, y con él los nervios. Tenía miedo a su reacción, pero sea cual sea el resultado, seguiría orgullosa de su elección.

Recordaba la rutina de su hogar. Su padre trabajaba todo el día y su madre se encargaba de la casa. Seguramente estaría dentro. Omitió la puerta del pequeño establecimiento y pasó por una callejuela a la entrada de la casa, en la parte de atrás de la panadería. Con cada escalón que subía, sentía que sus botas se hacían más pesadas.

Finalmente, ante el umbral, solo pudo tentar a su suerte. Dio tres golpes a la puerta y esperó que atendieran.

La puerta se abrió, y la misma mujer que la había traído al mundo se quedó petrificada al verla, y al fijarse en el emblema que llevaba en el pecho. De inmediato, los ojos de ambas empezaron a llenarse de lágrimas hasta no contenerlas, y sin decir nada, se abrazaron. No hicieron falta palabras para saber que la habían extrañado. Permanecieron así unos minutos que parecieron eternos, hasta que su madre la separó, la tomó por las mejillas, limpiado las lágrimas que todavía caían. En sus ojos, Ilse pudo ver comprensión ante todo ¿Finalmente la entendían? ¿Comprendían todo lo que había soñado?

—Tu padre se va a alegrar —dijo con un hilo de voz—. Seguramente tiene muchas preguntas, pero... se va a alegrar.

Esas palabras terminaron por quebrarla. Se lanzó hacia ella, llorando como nunca antes, igual que una niña pequeña. La hizo pasar, y se sentaron a la mesa, en silencio. La mujer seguramente estaba esperando a que su esposo llegara para hacer las preguntas que ella no se atrevía a plantear. Conociendo el horario, no lo vería hasta la cena.

Cada tanto le acariciaba las mejillas, la cabeza, tocaba su uniforme y le recordaba lo mucho que había crecido. La joven respondía que ella no había cambiado nada en esos años.

Pasaron un par de horas, y el ruido en la trastienda en a que preparaban el pan delataba que estaba cerrando la panadería. El corazón le empezó a latir desbocado. La reacción de su padre podría ser tan impredecible como la de su madre. No pudo retardar lo inevitable para preparase.

La mujer se levantó y encontró a su esposo antes de que cruzara la puerta hacia el hogar. Le susurró algo como "a que no adivinas quién vino", y acto seguido ambos regresaron. Abrió los ojos como platos, sin creer que ella realmente estaba ahí. Se levantó para encontrase con su padre, y el solo resolvió tocar su cara para asegurarse que no era un fantasma. Cuando la tuvo entre sus brazos, el hombre duro e inquebrantable que había sido se derrumbó en un mar de lágrimas, que se extendieron al resto de la familia, en un abrazo que no habían compartido en años.

Tras un buen rato de llanto y abrazos, se sentaron nuevamente a la mesa.

—Así que en serio estabas en el ejército —habló su padre

—Si... ¿Ya lo sabían?

—Era... una conjetura ¿Escogiste la Legión? —señaló el emblema de su uniforme

—Si. Realmente era la única forma de cumplir mi sueño.

—¿Ese no era escribir?

—Entonces... si lo sabían...

—Debimos darnos cuenta antes. Te la pasabas escribiendo, incluso en la calle —suspiró y sonrió con tristeza, recordando aquellas viejas mañas de su pequeña niña— Te acababas las libretas en un parpadeo. Siempre... nos preguntamos qué tanto escribías. Me lastima saber que matamos ese talento que tenías.

—¿Ustedes... Leyeron algo?

—Lo dejaste todo.

Ella soltó una risita mientras se ponía roja. Había dejado todo. Pensamientos, ideas, las peleas que tenían, sus deseos de libertad, y lo que más tiempo le tomaba: historias. Generalmente escribía basándose en cosas que veía, pero en las libretas más recientes, había historias sobre el mundo exterior desde el momento en el que empezó a formar algunas teorías, como que había un abismo en algún punto de la lejanía. Puras fantasías. Si hubiera seguido con eso después de la plática con su profesor, aquellos cuentos serían más apegados a la realidad.

—Nunca te escuchamos lo que de verdad querías. Pensamos que una vida segura te haría feliz, pero solo era enjaularte.

—Bueno... Yo era demasiado terca. Tal vez pudimos haber llegado a un punto medio, pero estoy feliz con esto. Espero que me perdonen, pero siento que ahora tengo un propósito mayor.

—Conocer el mundo.

—Si...

Se quedaron en silencio. No pretendía que fuera fácil. Era duro asimilar que el sueño de una hija era luchar contra monstruos para ver el mundo entero, y no le importaba morir en el intento. Parecían entender que no estaría dispuesta a abandonarlo.

—Tengo... una propuesta —dijo ella después de un rato—. Vendré seguido, pero no voy a dejar de luchar. Yo no... no me voy a rendir.

—Por favor... Ilse—suplicó su madre entre lágrimas—. Si vas a hacerlo... Vuelve con vida.

—Lo juro.

Se levantó, hizo el saludo militar y empezó a llorar de nuevo. Volvieron a abrazarse, y terminó cenando nuevamente en su casa, con su familia.

—Tu profesor lo sabía ¿cierto? —cuestionó la mujer. Es difícil esconderle cosas a una madre.

—Esto... sí. Pero fue él quien me alentó a venir —dijo rápidamente con la intención de que no lo culparan por todo.

—Es un buen hombre. Con todo y que tu padre casi le rompe la cara sigue preocupándose por sus alumnos.

—No lo golpeé tan fuerte, mujer —refutó su padre—. Aunque no debería meterles ideas raras a los niños —Miró acusatoriamente a Ilse, pero la sonrisa que tenía en el rostro dejaba claro que no estaba molesto.

—¡Pero fui yo quien le preguntó! —se defendió riendo

No hacían falta más explicaciones para saber que todo estaba perdonado. La cena pasó entre risas, anécdotas de sus años de entrenamiento, historias, chismes de la ciudad y recuerdos del pasado. Regresó al cuartel esa noche renovada, con fe en que no estaría sola en esta lucha.

Las puertas de la Muralla María les dieron la bienvenida a los sobrevivientes tres meses después. Volvía montada en su caballo, galopando junto a la carreta que llevaba a dos de sus compañeros, quienes escondían la evidencia del miedo que habían vivido cubriendo sus piernas con las capas de color verde junto a los que estaban heridos.

Cruzó la muralla mientras pensaba en qué había ocurrido. En primer lugar, estaba casi intacta

y solo con unos cuantos rasguños. Había matado a su primer titán ella sola, y había visto el

mundo exterior.

Era un sentimiento agridulce, ya que varios de sus compañeros no corrieron la misma suerte

que ella, y, aun así, estaba contenta.

—Esto... Petra, tengo que hablar algo con el jefe de equipo. Nos vemos luego.

Aceleró el paso para encontrarse con su superior. El hombre le había simpatizado por el cariño

que le tenía a su yegua y el curioso pañuelo que ocultaba las travesuras de Shalotte. Era alguien en quien sabía que podía confiar en el campo.

—Jefe Ness ¿tenemos permiso para visitar a nuestras familias?

—Primero hay que presentar el reporte en el cuartel —dijo con una sonrisa—. Para los cadetes no

es muy tardado. Todo lo pesado nos cae a los viejos. Ya tenemos las bajas, solo falta el reporte de los titanes eliminados y llevar los caballos al establo ¿Mataste algún titán?

—Uno

—¿Hiciste alguna asistencia?

—Tres, señor.

—Entonces deja el caballo y ve a tu casa. Seguro estarán felices de verte.

Asintió y siguió el camino detrás de su jefe de equipo. A lo lejos, vio la figura del comandante,

con la cabeza gacha al haber perdido a todo su equipo de nuevo. Sacó lo libreta y con cuidado fue escribiendo. Estaba acostumbrada escribir mientras caminaba, pero hacerlo en un caballo era una nueva experiencia, pero no se había atrevido a hacerlo en el campo, donde debía estar atenta a todo.

Pobre hombre. Lleva mucho perdiendo soldados y casi no ha mostrado avances. Las familias

seguro lo odian, pero en sí, la culpa es de los titanes, no del comandante. Tal vez deba descansar y pasarle el mando a alguien más. Cargar con tantas muertes no debe ser sencillo.

Cerca al comandante, vio a un hombre de cabello rubio, cuyo equipo estaba completo.

El capitán Smith sería una buena opción.

Estoy contenta de haberlo logrado. Al final... si ha valido la pena. Los titanes son aterradores, y algunos parecen humanos de una manera un poco inquietante. Creo que todos quedamos impactados al ver uno por primera vez. Suerte que encontramos pocos anormales, o habría sido un problema mayor.

En cuanto al exterior, las cercanías no son tan distintas a los campos interiores, con la diferencia de que hay más bosques. Algo que pude notar es que el aire es... distinto. Como si fiera más puro. Es cielo casi parece infinito cuando pasamos por una planicie. Las montañas que se veían a lo lejos seguramente son inmensas. Me pregunto en qué dirección está el mar...

—¡Ilse!

Buscó en la multitud quién era quien la llamaba, pero ya lo sospechaba cuando encontró los ojos

cafés de su profesor. Se alejó de la procesión para acercarse a la multitud de civiles y se detuvo frente al hombre con una sonrisa.

—Pase por la panadería. Tenemos algo de qué hablar.

.

(Año 845)

La Muralla María cayó.

No puedo creerlo, es... nos han alejado del sueño de conocer el mundo exterior. El nuevo comandante tiene un plan para retomar el muro, y todos confiamos en sus estrategias por lo bien que han funcionado antes.

Es triste, no pude verlo todo. Seguiré peleando para lograr ver el desierto, el continente de hielo

y el mar. Antes debemos recuperar el territorio. Juro que no me rendiré.

.

(Año 849)

Las puertas de Trost les dieron la bienvenida a los sobrevivientes. La legión se vio diezmada por un ataque inesperado. Varios titanes arrasaron el ala izquierda. Sin comunicación con el equipo de rastreo para seguir avanzando, decidieron regresar.

Los rostros de decepción de los civiles los recibieron. Algunos se preguntaban qué habían conseguido en esos cuatro años además de muertes, otros, cuánto más tardarían en retomar la muralla.

En la pequeña panadería lejos de la calle principal, la pareja esperaba a que su hija regresara. Ya hacía cinco años que ella había conocido el mundo, y les había compartido con lujo de detalles todo lo que había visto, al igual que a su antiguo maestro, el cual fue bienvenido en la casa a partir de ese momento.

Sintieron que esa esperanza se apagaba cuando la Muralla María fue atacada, pero la chica insistía en que la retomarían. Solo era un paso más para recorrer el mundo entero. Se habían alejado, pero recuperarían el camino que los titanes habían tomado.

La noche cayó, y ella no llegó.

—Seguro le pidieron que se quedara en el cuartel —se decían con un poco de esperanza.

Cuando pasaron dos días sin noticias, empezaron a pensar que estaba herida y no podría volver en un tiempo, hasta que una chica pelirroja les informó lo peor que podían esperar. Desde entonces siempre tenían un pequeño florero para recordarla. Como muchos soldados, no había quedado un cuerpo que enterrar, así que tuvieron que hacerle un homenaje con lo que tenían: las flores que más le gustaban.

Un año después, fue otra soldado con el mismo uniforme quién llegó a su puerta, sin mucha explicación, les entregó una capa cuyo dueño ya suponían, cubierta de sangre seca. Al verla, la mujer rompió en llanto. Por un momento pensaron que podría ser de cualquier otro soldado que les habían dado en compensación, pero al ver que del bolsillo de su chaqueta sacaba un pequeño cuaderno, sus dudas se disiparon. Habían encontrado a su hija.

Haber leído todas las ideas de su hija por los tres años de ausencia les permitió reconocer su caligrafía. Esta vez los trazos eran acelerados, inconstantes, erráticos y desesperados. Ni siquiera habían leído el contenido, pero ver su letra de esa manera les entristecía. La chica siempre había sido muy detallista en sus descripciones, y por más que las últimas líneas se vieron interrumpidas abruptamente, la información que detalló les permitió visualizar su final.

Al menos tenían eso ¿Cuántos padres no sabían qué había sido de sus hijos? Muchos cuerpos eran imposibles de recuperar, y tenían que conformarse con saber que no volverían. Ellos vivieron así un año, y por lo menos, ahora tenían su memoria.

—No llegué a conocer a Ilse personalmente —dijo la mujer de anteojos—, pero se ve que era una mujer brillante. Los datos que recopiló serán de ayuda para la Legión. Hice una transcripción de sus escritos para futuras investigaciones. Espero que no les moleste.

No podían hacer menos que sentir orgullo. Ella había luchado por su sueño, había conseguido libertad para volar, había visto el mundo y los había perdonado por fallarle. Estaban orgullosos que ella, a pasar de todo, había cumplido sus promesas y había luchado hasta el final.

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