Capítulo 4
(Año 844)
Hay cosas que permanecen tal cual las recuerdo. Las calles están igual de abarrotadas. Yo juraba que no volvería, y aquí estoy, tres años después, ocupando el lugar de esa mujer que le gritaba a todos que quería ver el...
—¿Qué tanto escribes, Ilse? —La pelirroja le arrancó la libreta de las manos y comenzó a correr entre el gentío para evitarla.
—¡Joder! ¡P-Petra, devuélvemela!
—¿Cuántas has gastado este año, Langnar? ¿Tres?
—¡C-cuatro! ¡Te voy a matar si no me la regresas, Ral!
Corrió tras ella, esquivando a varios reclutas que miraban divertidos la pequeña pelea. Tenían órdenes de llegar hasta el cuartel general. Hacerlo ordenadamente no estaba entre sus instrucciones precisamente.
Petra miraba hacia atrás, vigilando sus movimientos. Estaban tan metidas en su discusión que no se fijaron en quién tenían en frente. Sin querer, la ladrona se estrelló con uno de sus compañeros, que se mordió la lengua por el impacto. Con esa pequeña distracción y sin importarle un comino la ya destrozada lengua de su compañero, agarró el cuaderno de las manos de la chica y salió corriendo en otra dirección. Recuperando el aliento lejos de Petra, retomó sus ideas.
...mundo exterior.
Creo que hemos hecho un escándalo similar esta vez (Maldita seas, Petra)
¿por qué las graduaciones se hacen en Trost?
A pesar de los años lejos, seguía sintiéndose confiada para sumergirse en sus pensamientos mientras los plasmaba en el papel, tal y como hacía en el campo de entrenamiento. Sus piernas se guiaban solas, y sin querer, terminó en la plaza principal.
Levantó la vista hacia la punta del obelisco. Varias palomas se posaban en él. Recorrió la estructura con la mirada, fijándose en los niños que comenzaban a jugar alrededor, los vendedores que atendían sus puestos, algunos soldados de la Guarnición bebiendo licor y una pareja muy conocida que caminaba por la plaza hacia ella con la vista fija en un papel.
El corazón le latió desbocado, retrocedió con un poco de torpeza y se giró antes de que pudieran verle la cara. Corrió como llevada por el demonio a través de varios callejones, evitando chocar con otras personas, cajas y basura, hasta llegar a una pequeña descampada, en la que había un pequeño edificio de una sola planta con un pequeño jardín. Varios niños seguían saliendo de las aulas de su vieja escuela, retrasados por un tema que no habían entendido o porque no habían acabado la actividad de la clase.
Se recostó en la pared para recuperar la respiración ante esa sorpresa.
Es raro volver a verlo todo.
Ya habíamos venido, pero de paso hacia Shiganshina para entrenar. Petra solía pedir permiso para venir y enviaba cartas a su padre. A pesar de todo, me hubiera gustado tener una buena relación con ellos.
—¿Está perdida, cadete? —preguntó un hombre que se acercaba a ella desde la puerta del edificio.
Su voz se le hizo tan familiar, que no pudo evitar sonreírle a su maestro cuando despegó la vista de la libreta. No había cambiado nada en tres años. Los mismos ojos cafés llenos de paciencia para con sus alumnos y un montón de información sorprendente, ahora la miraba como si no creyera la aparición que tenía ante sí.
—¡Miren nada más! ¡Ilse Langnar! —exclamó mientras le extendía la mano.
—Buenas tardes, profesor —Guardó la libreta en el bolsillo del pecho de su chaqueta y le estrechó la mano.
—¡Cuánto tiempo! ¿Ya pasaron tres años?
—Si. Hoy es la graduación de mi tropa.
—Bien hecho.
—Gracias. Se supone que me esperan en el cuartel.
—¿Tienen permiso para salir a la ciudad? —preguntó con una sonrisa—. Hay un asunto que me gustaría hablar, si no te importa.
—C-creo que sí. Tendría que reportarme primero, pero creo que estamos libres hasta la noche.
—De acuerdo. Te espero en el obelisco a las dos de la tarde ¿te parece?
—Está bien.
Antes de irse, se despidió del hombre con el saludo militar ante sus ojos llenos de orgullo, y volvió sobre sus pasos hasta la calle principal. Al llegar, el instructor la reprendió por tardar. Ella se excusó con que se había separado del grupo y se había desviado sin querer, esperando que el hombre no recordara que era oriunda de esa ciudad. Al día siguiente tendría que limpiar otros cinco cañones de la muralla.
Entró al comedor esperando que todavía quedara comida para ella, y tras conseguir su ración, se sentó en la mesa en la que estaba Petra junto a Auruo.
—¡Ilse! ¿Dónde te metiste? —preguntó Petra cuando se sentó—. Bueno, no importa ¿A qué rama te vas a unir?
—¿A-a qué viene la pregunta?
—¡Vamos! Es mera curiosidad.
—Esto... a la Legión de reconocimiento
Auruo se dejó caer en la mesa con un gesto de decepción, mientras Petra se erguía orgullosa de... algo.
—¿Q-qué demonios les pasa? —preguntó.
—Apostamos —dijo Petra mientras se reía—. Y yo he ganado.
—Juraba que ibas a ir a la Policía Militar —señaló Auruo mientras se levantaba.
—¿Por qué lo pensarías? —cuestionó Petra.
—Se esforzaba mucho por mejorar. Pensé que lo hacía por las calificaciones —confesó con un tono triste en su voz.
—¡Se la pasa hablando del mundo exterior! ¿Cómo pudiste pensarlo? —se burló su compañera.
—¡Cállate! No me hagas sentir más tonto.
Ambas se rieron de su compañero un buen rato mientras comían. Cada tanto hablaban de quiénes más escogerían la Legión de reconocimiento. Desde un principio le había quedado claro que las dos personas sentadas en su mesa también se unirían a la "rama de los suicidas".
—¿Qué opina tu padre, Petra?
—No le gusta la idea —respondió mientras terminaba de masticar un trozo de patata—. Cuando regrese de la primera expedición, seguro va a confiar más en mí.
—¿Y tus padres, Auruo?
—Seguro prefieren que me una a la Policía Militar, pero no creo que me cuestionen demasiado ¿Qué hay de ti?
—Es vedad, Ilse. Jamás hablas de ellos.
—Yo... no creo que ellos sepan que estoy en el ejército.
—¡¿Te escapaste?! —exclamaron ambos con sorpresa.
—Este... sí.
—¿por qué?
—Yo... no sentía que me escucharan. Jamás supieron lo que quería hacer porque no preguntaban. No... no creo que mi elección los haga precisamente felices, pero es lo que yo quiero.
—Cualquiera pensaría que te escapaste para buscar una vida mejor en Shina. —intervino Auruo.
—Me escapé para ver el mundo, en realidad.
El comedor empezaba a vaciarse al igual que sus platos. Ese cuartel reunía a los miembros de todas las ramas que estaban en Trost, y ahora con los cadetes, estaban más que apretados. En ese momento, varios miembros de la Legión entraron para recibir sus alimentos en grupo sin saturar por completo el comedor, ocupado antes por los miembros de la Guarnición y los cadetes.
—¿Tienes planes esta tarde? —le preguntó Petra
—Voy a encontrarme con alguien.
—Yo voy a ver a mi padre. Saldré con Auruo, que vive cerca. Nos vemos esta noche.
—De acuerdo.
Un rato después de que ellos salieran, regresó su plato vacío a la cocina y sacó la libreta.
¿Qué querrá hablar conmigo? ¿A caso recuperó el libro? ¿Tiene nueva información?
Fuera de su mente, una mujer de cabello castaño comenzó a gritarle a uno de sus compañeros en la mesa, poniéndose de pie y gesticulando con las manos de manera exagerada para que entendieran su punto. Todos en el comedor se giraron hacia ellos, curiosos por saber el motivo de tanto alboroto. No hizo falta que se acercara, ya que hablaban muy fuerte y todos guardaban silencio.
—¡¿Por qué no lo crees?!
—Hange, sé que eres fuerte, pero no creo que puedas patear la cabeza de un titán así...
—¡Por eso mismo! ¡Es jodida y asombrosamente ligera! ¡No es normal! ¡Te digo que medía tres metros! ¡Y salió a volar como si nada! ¡¿Y si intentamos con uno de siete metros?!
¿Qué está diciendo? ¿Qué la cabeza de un titán es lo suficientemente ligera para mandarla a volar? ¿En serio es posible?
—¿Eso es lo que nos encontramos en la Legión? —cuestionó Auruo. Al parecer la pelea los había retenido en el comedor un rato de más—. Bastardos suicidas y Locos por los titanes.
—Se te olvidan los Curiosos por el exterior —finalizó ella con una sonrisa.
Los tres salieron juntos, siendo advertidos por el instructor que ni se atrevieran a llegar tarde esa noche, o los colgaría a todos del muro. Con esa advertencia en mente, se despidieron.
El cuartel se encontraba en lo alto de una colina, desde la cual se podía bajar por diferentes caminos, incluyendo uno hacia la plaza principal.
Veo a mis compañeros y envidio el apoyo que tienen. Todo se ve más fácil cuando tienes a alguien que te comprende y te apoya. Estar solo en una lucha por un sueño es complicado.
Bajaba con calma por la pendiente, ya que tenía tiempo de sobra. Aprovechó para fijarse en algunos pequeños detalles que si habían cambiado. Algunas calles habían sido reparadas por completo, un árbol en el que se trepaba de pequeña había sido talado y ahora había un templo de adoración de los muros en una esquina cerca del centro. Era la misma ciudad, pero había cambiado un poco.
Por la posición del sol, supuso que había llegado un poco antes, así que solo se sentó en la piedra caliente del obelisco a esperar en la pequeña sombra que empezaba a dejar la construcción. Varios soldados de la guarnición estaban borrachos en el mismo lugar.
Bueno, no es como que tengan mucho que hacer, después de todo, en casi cien años no han roto el muro ¡Y esto es Rose! Sería casi imposible que llegaran hasta aquí.
Ellos de seguro querían ir a la Policía Militar, pero sus notas no fueron suficientes. Qué horror.
Se sobrevalora demasiado esa rama. Antes era obvio que quienes entraban lo hacían con deseo de servir al rey y por vocación, pero ahora pareciera que solo quieren salvarse el trasero y mudarse a la muralla Shina.
Según estadísticas, hay al menos 200 policías en cada distrito, no solo en Shina. Debe ser frustrante elegir esa rama para llegar al interior y ser asignado a Shiganshina. También esforzarse tanto y no entrar en los diez mejores de la clase.
La humanidad tiene en mal concepto a la Legión de reconocimiento por querer salir y buscar información o expandir el territorio, pero esos soldados son mil veces más eficientes que toda la Policía militar y la Guarnición juntas.
Bueno, en general, el ejército es decepcionante para la gente del común. Se podría resumir en corruptos, borrachos y suicidas.
—¿En qué categoría entras tú?
Pegó un brinco al escuchar a su maestro ¿cuándo había llegado? ¿Había leído todo lo que había escrito?
—En... los suicidas curiosos, creo.
—¿Hay sub categorías en los suicidas?
—Por supuesto. También están los locos por los titanes y suicidas a secas.
El hombre rió a carcajadas por el comentario. Ella guardó la libreta nuevamente en el bolsillo.
—Creo que usaré eso para la clase de mañana —dijo limpiándose unas pocas lagrimas—. Seguramente hicieron un gran alboroto de nuevo.
—Seguro que si —Recordó con una sonrisa la pelea con Petra esa mañana— ¿Cree que le van a preguntar?
—Siempre lo hacen. Quién sabe cuántos de ellos dejen la escuela y se unan a los suicidas.
—¿Alguien más de mi clase lo hizo?
—No. Algunos solo dejaron la escuela para empezar a trabajar, pero nadie fue al ejército. Reeves ahora trabaja con su padre.
—Ese maldito... ¿Alguien sabe que me uní al ejército?
—Quizá lo supongan. Yo no le dije ni siquiera a tus padres.
—¿Ellos le preguntaron algo? —dijo aterrada.
—Un día después de que te fueras me buscaron en la escuela.
—¿Era de eso que quería hablarme? —Él asintió—¿Qué dijeron?
—Que habían discutido y no habías vuelto. Preguntaron si asististe a la escuela y si yo sabía algo. Les respondí que no habías ido, y que no sabía exactamente dónde estabas. Insistieron en que les dijera qué había pasado, así que les dije que habías hablado conmigo de irte de tu casa porque no estabas conforme con la situación.
—¡¿En serio les dijo eso?! —exclamó escandalizada.
—En parte verdad ¿no? —dijo encogiendo los hombros— Hubo una pequeña discusión sobre la autoridad de cada quien para decir qué era lo mejor para ti, la mala influencia que son los maestros en las familias, y bueno, terminé con un golpe en la cara. Tu padre es algo impulsivo.
—Si... cuanto lo siento.
—Tu no me diste el golpe —Hizo una pausa y suspiró antes de hablar—. Al día siguiente se disculpó y me pidió que les informara si sabía algo de ti.
Abrió los ojos como platos. De cierta manera se habían preocupado por ella. No pensó que después de la pelea y lo que les había dicho ellos se interesaran por su paradero, sobre todo tras haberse escapado.
—¿Les ha dicho algo?
—Todavía no. Espero que tú seas quien hable con ellos.
—¿Por qué no les dijo que estaba en el ejército si ya lo sabía?
—Nada bueno saldría si les hubiera dicho eso. Esperaba que regresaras a solucionarlo por tu cuenta ¿No lo habías pensado?
—Esto... sí. Cuando hablamos hace años. Quería volver y que se sientan orgullosos de que soy una buena soldado, pero...
—¿Estás esperando algo?
—Primero pensé en regresar cuando ya formara parte de la Legión, pero me pareció muy cruel para ellos aparecer y que después algo salga mal en mi primera expedición.
—¿Piensas que vas a morir?
—Nunca se sabe. Yo no tengo ningún talento especial, solo soy profundamente curiosa. La curiosidad no me va a salvar de los titanes en el campo, así que...
—No quieres regresar para volverte a ir enseguida. —completó.
Asintió. Sabía que sus decisiones hasta el momento habían sido egoístas, y que seguramente les había hecho daño con ellas, pero no quería lastimarlos más de lo que ya lo había hecho. Meditó por un momento en sus posibilidades. En la vida no había nada seguro.
—¿Puedo pedirle un favor? —Él asintió, pero su cara decía "depende"— Si muero... Dígales todo. En caso de que sobreviva, seré yo quien hable con ellos.
—Respeto tu elección, pero reconsidéralo. Tal vez te sorprenda su reacción.
—Lo estaré pensando, pero... es seguro que hablaré con ellos después de unirme a la Legión. Antes sería tirar a la basura todo lo que he hecho hasta ahora.
—Bien, entonces apresúrate y busca tus alas, Ilse.
—Gracias de nuevo... por todo.
—No hay de qué. A mí también me hubiera gustado ver el mundo exterior —suspiró con pesar, tal vez recordando una idea similar a la que ella tuvo hace tres años— Cuando regreses tendrás que contármelo todo. Espero que la vida de un soldado no sea tan ocupada para conversar con un viejo profesor.
—Juro que lo haré.
—Adiós, Ilse. Buena suerte.
Permaneció un rato ella sola, aun sentada en la piedra que poco a poco se enfriaba a medida que el sol bajaba escondido tras la muralla. Nuevamente tenía que decidirse, así que como hace tres años, meditó sobre los pros y contras de cada opción en su fiel libreta.
Si hablo con ellos antes, pueden estar tanto orgullosos como decepcionados, nada es seguro. El mismo resultado se puede dar si hablo después de la primera expedición, pero si "espero" a morir, no sabré que piensan.
¿Podría morir con eso? Ellos se preocuparon por saber dónde estaba. Puede que se hayan arrepentido.
En unas horas es la graduación, y mañana debo escoger mi división. Tendré que pensarlo más.
La oscuridad se iba apoderando de la ciudad, así que empezó a caminar hacia el cuartel antes que darle la oportunidad al instructor para colgarla de la muralla. Se dio prisa para tener tiempo de llegar con calma y no llamar la atención corriendo como loca. Se agrupó con los demás en el patio interior, y unos minutos más tarde, el escuadrón de entrenamiento número 98 fue disuelto.
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