Capítulo 1
(Año 841)
El sol comenzaba a asomarse por detrás de la muralla Rose, cuyos imponentes cincuenta metros de alto impedían que la luz bañara las calles por completo hasta la mitad de la mañana. La escasa iluminación no le era un impedimento para escribir en la pequeña libreta que sostenía con una sola mano, usando su palma como apoyo. La costumbre hacía que se sintiera cómoda.
Caminaba con calma entre la escasa gente madrugadora del distrito Trost y los pocos niños que salían a la escuela temprano, con sus grandes ojos café fijos en las páginas, pero atenta a su alrededor.
Conocía perfectamente las calles de la ciudad, cada hoyo en la calle y de qué esquina saldría un perro para ladrarle. Vivir ahí era como estar en una jaula. Sabía de la gente que vivía en el campo del interior de las tres murallas y que solo veían el bosque o el cielo, y los envidiaba. Ella solo podía ver la muralla a cualquier lado al que girara.
Odio esta ciudad. Es sucia, peligrosa y hay mucha gente. Me gustaría irme a una aldea en la muralla María. Obviamente ellos no me van a dejar ir.
Sus padres insistían en que estudiara para no dejarse engañar, "ser alguien en la vida", y llevar en algún momento la pequeña panadería que tenían, si no se casaba antes. Solo tenía trece años y ya pensaban en lo que debía hacer cuando creciera. Algunas conocidas se habían casado a los dieciséis, pero a ella le parecía muy pronto para todo eso.
¿A caso esto me sirve de algo? Ya puedo escribir mejor que los demás, y no creo que necesite más de las matemáticas que mis padres me han enseñado ya. Es una pérdida de tiempo y dinero.
Si se quieren deshacer de mí casándome, mejor mándenme al ejército. Ahí sería más útil.
Ya tenía la edad para enlistarse, aunque solía criticar a los chicos que entraban al ejército a esa edad. No eran lo suficientemente maduros para afrontar todo lo que significaba ser un soldado. La mayoría de reclutas solo querían entrar a la Policía Militar para resguardarse en la Muralla Shina, evitando al verdadero enemigo que se encontraba al sur de allí, pero casi todos terminaban en la Guarnición como soldados ebrios.
Solo la Legión de reconocimiento merece respeto. Los demás son borrachos y corruptos. La mayoría de personas solo piensa en esconder la cabeza en un lugar seguro sin preguntarse qué hay más allá de los muros.
Se guardó la libreta y la pluma en su mochila cuando sintió que estaba cerca a la escuela. A lo lejos veía algunos chicos que corrían como si los llevara el demonio con prisas para no llegar tarde. El maestro empezó a tocar la campana, y sin más opción, se acercó a la fila de niñas. A pesar de que no los dividían como antes, esa formalidad continuaba.
Con una libreta en la mano, el hombre de cabello negro comenzó a pasar la lista. Esperando a que la llamaran empezó a revolver en su mochila buscando la libreta que acababa de guardar. Quería escribir lo estúpido que le parecía tomar asistencia si podía verles las caras y saber quién estaba y quién no, pero cuando por fin consiguió sacar el pequeño cuaderno, una mano tras de ella se lo arrebató.
—Veremos qué es lo que tanto escribes, Ilse —La chica le lanzó el cuaderno a un muchacho que estaba al fondo de la fila de varones, que se la guardó en la mochila frente a su rostro de horror.
—Flegel, hijo de p...
—Langnar —llamó el profesor.
—...Presente —Se mordió la lengua para evitarse un castigo. Necesitaba pensar en cómo quitarles la libreta, no quedarse castigada.
La fila comenzó a moverse para entrar al aula. Se dejó llevar por la gente mientras mantenía su vista en el muchacho de cabello rojizo que tenía su cuaderno. Ese chico era un poco mayor y llevaba en la escuela desde antes que ella entrara, pero no parecía haber avanzado mucho. Por fortuna para ella, se sentaba a un pupitre de distancia del suyo, pero las mesas eran compartidas por tres personas. Ella estaba en el borde, junto al pasillo, y ese chico estaba entre sus dos compañeros. Al ubicarse en la parte de atrás del aula, sería un poco más sencillo recuperar su cuaderno.
La lección de ese día era de historia. El maestro desenrolló un viejo cartel en el que se veía una ilustración de las murallas, y la colgó en la pizarra para que todos la pudieran ver: María, la exterior, seguida por Rose, donde ellos vivían, y Shina, la muralla interior. Aprovechó a que todos tenían la vista al frente, y con lentitud se estiró para alcanzar la mochila de su compañero. El muy idiota la dejaba colgando en el borde para que no le estorbara en el espaldar del asiento. La mochila tenía un único bolsillo, y seguramente estaba tan vacía como la cabeza de su dueño.
El profesor estaba hablando cuando por fin alcanzó la hebilla. Ya sentía la mano sobre el delgado lomo del cuaderno, pero se había inclinado demasiado sin ningún soporte. Cerró la mano sobre su presa antes de desplomarse entre los pupitres.
La carcajada general no se hizo esperar, llamando la atención del maestro, que no solo se encontró con una tremenda risotada de toda la clase, sino a una alumna tirada de cara en el suelo y a otro tratando de arrebatarle lo que tenía en la mano, empujando al compañero que se sentaba entre ellos.
—A ver, a ver. Explíquenme qué está pasando —preguntó mientras le quitaba de las manos la libreta a Ilse.
—¡Lagnar me robó eso!
—¡Él me lo quitó en la fila! ¡Esa libreta es mía!
Los ojos cafés del profesor recorrieron las líneas de la libreta con detenimiento. La niña se levantó del suelo con la cara roja hasta las pecas, no solo por la reciente caída, sino porque el profesor estaba leyendo todos sus pensamientos sobre la escuela, las peleas con sus padres e ideas personales. Empezó a jugar de manera nerviosa con un mechón de su cabello castaño.
—Reeves, defíneme "resiliencia"
El muchacho se quedó en silencio mientras trataba de recordar alguna lección de lengua en la que el maestro haya usado esa palabra. Se rascó la cabeza como si así pudiera encontrar una respuesta que no resultara en una babosada.
—Profesor ¿está seguro que vimos esto en clase? Además... estamos en clase de historia ¿no? – el chico terminó su intento de defensa con una risa nerviosa, mientras otras varias risas calladas de los demás compañeros llenaban el salón.
—Langnar
—Esto... adaptarse frente a la adversidad.
El maestro asintió con la cabeza, y de inmediato le regresó la libreta. Desde un principio ya había supuesto que la libreta era de la chica. Su caligrafía y vocabulario solo podían ser de alguien que leía demasiado y escribía constantemente, y obviamente el joven Reeves no era esa clase de persona.
—Bien, como iba diciendo, hace cien años la humanidad se vio forzada a refugiarse entre las murallas para evitar a los titanes. Debido a esto, se perdieron los registros de la historia anterior a este suceso, descripciones del terreno e información sobre la vida antes de la aparición de los titanes.
Algo en lo que había dicho encendió una chispa en su interior. Podía decir que era similar a lo que sentía cuando oía un ruido en la calle y quería saber qué es, o cuando un grupo de alumnos se juntaban en círculo en el patio, pero era mucho más intenso. De esas situaciones podía suponer lo que pasaba, pero en ese caso, ni siquiera sabía cómo se veía el cielo más allá de la muralla. De inmediato y casi involuntariamente levantó la mano. El profesor le concedió la palabra, satisfecho porque la niña por fin mostraba interés en algo que no fueran sus propios pensamientos.
—¿Qué hay más allá de los muros...
—Boba, hay titanes —respondió Flegel en voz baja.
—... además de titanes?
—Bueno, Langnar, más allá de la muralla María está el mundo entero—enunció con entusiasmo—. No sabemos exactamente hasta dónde se extiende, ni cómo es. La Legión de Reconocimiento ha logrado cartografiar zonas aledañas a la muralla y algunas regiones más lejanas, pero esos mapas se reservan para el uso militar. Según el ejército, cerca de los muros, no es muy diferente al interior: Hay bosques, lagos, montañas, valles...
—...Y titanes —bufó Flegel en voz baja, así que el maestro no lo escuchó.
—Contradictoriamente, la zona de la que más se tiene conocimiento es al sur de Shiganshina, ya que las actividades de la Legión son mayores ahí ¿Alguien entiende porqué es una contradicción?
—Al norte no hay titanes —habló Flegel sin pedir permiso, pero el maestro no dijo nada—. Es más fácil salir al norte, pero no lo hacen. Solo quieren matar titanes.
—La actividad de titanes en el norte es mucho menor, por lo cual se piensa que vienen del sur. Es por eso que la Legión se enfoca en el sur. Su principal función es investigar a los titanes, buscar formas de vencerlos y expandir el territorio humano en el proceso.
A medida que la clase seguía, Ilse se ilusionaba más y más con la idea del mundo exterior ¿por qué tenían que vivir encerrados? ¿Qué había más allá de los muros? ¿Por qué los ancianos no tenían información? Realmente necesitaba saber más.
Después de otra clase de lengua, que le vino sin cuidado, para repasar la palabra "resiliencia", el maestro terminó la jornada y pudo volver a casa. Con una sonrisa en el rostro, libreta y pluma en mano, corrió por las conocidas calles de Trost mientras anotaba lo visto en clase y la ilusión que le hacía conocer el mundo exterior.
¿Qué tan grande es el mundo? ¿Todo es tierra y ríos? ¿Es plano? ¿termina en un acantilado o en otra muralla? ¿Acaso tiene un final?
Es increíble todo lo que no sabemos de nuestro propio mundo. En realidad, ni siquiera podemos estar seguros de que seamos la única población humana hasta encontrar pruebas de ello. Dicen que como no hemos visto ninguna, entonces no existe. Es como decir que el aire no existe porque no lo vemos.
¿De dónde vienen los titanes? ¿por qué comen humanos?
No entiendo cómo la gente se puede conformar con vivir de esta manera, sin saber nada.
Guardó la libreta y dejó sus pensamientos para después, bajando el ritmo de sus pasos. La calle principal era muy grande y concurrida a esas horas, por lo que debía permanecer atenta a todo lo que sucedía. De vez en cuando pasaban carrozas a toda velocidad, o se hacían revueltas a pocos metros de donde uno estaba parado. Una ciudad horrible y peligrosa.
Esta vez no sucedía eso. La novedad era un grupo de reclutas pasando por la ciudad hacia el cuartel general. Se detuvo cerca de un puesto de verduras a observar la procesión.
—¿Van a hacer entrenamiento contra titanes en la ciudad? —decía un hombre a su espalda.
—Deberían dejar de gastar nuestros impuestos en eso ¡Jamás van a romper la muralla! —respondió el vendedor
—No, esta vez no. Ellos ya se están graduando —corrigió una mujer a la vez que analizaba con detenimiento unos tomates—. El sobrino de la señora Smith se unirá a la Legión de reconocimiento, según tengo entendido.
—No deberían desperdiciar su vida en eso...
Recuperó su libreta y escribió con un poco de furia. Obviamente las personas cobardes solo podían maldecir la valentía de otros.
...Por este tipo de gente, la humanidad no ha progresado en cien años.
Tenía la intención de seguir escribiendo lo idiotas que le parecían esas personas que solo se preocupaban por vivir un día más, pero una conversación entre tres reclutas le llamó la atención. Quien hablaba con más entusiasmo era una chica que llevaba unas gruesas gafas con correas rodeándole la cabeza, a su lado iba un muchacho rubio y otro muy, muy alto.
—¡Te digo que existe! ¡Ya verás cuando salgamos! El mar, la playa, desiertos ¡Un jodido continente de hielo!
—Lo veremos si no nos comen primero —le replicó el más alto.
—No sé en donde lo leíste, pero no podemos estar seguros hasta verlo. —El chico rubio le alborotó el cabello a su amiga.
El grupo se alejó siguiendo el camino de los demás. Algo anonadada por lo que había escuchado, se acercó más a la tienda para escribir aquella conversación lejos del tumulto y los peligros.
¿Qué es todo eso? ¿mar? ¿desiertos? ¿un "jodido" continente de hielo? ¿eso es lo que hay al otro lado de la muralla? ¿Cómo es que ella lo sabe?
—Hey, mocosa —dijo el hombre que parecía ser el dueño del puesto—. Si no vas a comprar nada, lárgate de una vez.
—Señor... ¿usted sabe qué es el mar?
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