El viento susurraba suavemente entre las ruinas del antiguo templo Jedi en Tython, ahora en proceso de restauración bajo la atenta mirada de Kira. Años atrás, esta misma joven había llegado como una simple exploradora, guiada por su curiosidad y fascinación por las leyendas Jedi. Hoy, de pie frente a los vastos campos del templo, sabía que su destino había cambiado para siempre.

Kira había vivido una odisea que la llevó a descubrir no solo la historia de los Jedi y los secretos de la Fuerza, sino también el poder que existía dentro de ella. Su enfrentamiento con Malakar fue el último desafío en un camino de pruebas que había forjado en ella una voluntad de acero y un entendimiento profundo de la responsabilidad que ahora cargaba. Kira ya no era solo una cazadora de tesoros, sino la Guardiana de Tython, la protectora de un legado ancestral que había jurado mantener vivo.

El templo se convertiría en un lugar de aprendizaje, donde las nuevas generaciones podrían entrenarse bajo la guía de Kira y, en ocasiones, de Yoran, quien, a pesar de sus propios deberes en otro planeta, nunca dejó de estar en contacto. Su sabiduría continuaba guiándola, recordándole que el verdadero poder no se encontraba solo en el sable de luz ni en la Fuerza, sino en el equilibrio y el autocontrol.

Mientras tanto, Lana seguía recorriendo la galaxia, aceptando encargos como cazarrecompensas, aunque nunca dejaba de regresar a Tython para visitar a su amiga. Sus caminos, aunque distintos, seguían unidos por el respeto y la lealtad que habían forjado juntos en tiempos de guerra y paz. Rolan, quien había encontrado su propósito como fiel aliado de Kira, permanecía en Tython, siendo su compañero en cada misión y su confidente en cada duda. Su presencia era un ancla, recordándole de dónde venía y el valor de los amigos que la acompañaron hasta el final.

Con el tiempo, el templo volvió a cobrar vida, y Kira comenzó a entrenar a jóvenes sensibles a la Fuerza, guiándolos hacia el equilibrio y la paz. De vez en cuando, levantaba la vista al cielo nocturno, recordando los momentos más oscuros de su aventura y la promesa que le hizo a Dorin de honrar el legado de los Jedi.

La galaxia estaba en paz, al menos por ahora. Pero Kira sabía que, mientras existiera la oscuridad, siempre habría una amenaza acechando en las sombras. Y en cada batalla futura, ya fuera en cuerpo o en espíritu, ella estaría allí, recordando que la verdadera lucha, la que importa, siempre comienza y termina en el corazón de cada uno.