8
La oscuridad de la biblioteca antigua se envolvía alrededor del grupo mientras la figura del guardián Jedi se desvanecía lentamente, dejando tras de sí el eco de sus últimas palabras. Las luces de sus lámparas titilaban, proyectando sombras inquietantes en las paredes de piedra. Kira, aún sosteniendo el holocron, sentía el peso de las responsabilidades acumulándose sobre ella. El mensaje del guardián era claro: lo que buscaban estaba más allá del conocimiento común, y la verdadera prueba estaba por venir.
Lana, que había permanecido en silencio hasta ese momento, dio un paso adelante. Se había mantenido pragmática durante toda la misión, pero en ese instante, había algo en su mirada, un brillo que Kira no había visto antes. Sin decir palabra, Lana sacó un objeto envuelto en un paño grueso que llevaba guardado en su cinturón. Kira, confundida, observó mientras Lana desenvolvía el objeto y revelaba el sable de luz de Dorin.
—Creo que necesitarás esto —dijo Lana, con un tono que intentaba ser despreocupado, aunque no del todo—. Viendo cómo haces esas cosas de la Fuerza y demás, creo que te será más útil a ti que a mí.
Kira se quedó helada, no solo por el frío del planeta, sino por la emoción que la embargó. El sable de luz de Dorin, el arma que había usado en su última batalla, era mucho más que un simple instrumento de combate. Era el símbolo de su legado, de todo lo que había representado como Jedi. Y ahora, Lana se lo estaba entregando a ella.
—¿Lo cogiste del templo? —preguntó Kira, su voz apenas un susurro mientras sus ojos recorrían la empuñadura del sable de luz, reconociendo las marcas de batalla y los grabados que lo adornaban.
—Sí —respondió Lana con un encogimiento de hombros—. Antes de que enterráramos su cuerpo. Pensé que no debía dejarlo ahí, a merced de cualquiera que lo encontrara. No quería que su arma terminara en manos equivocadas. Pero no soy yo quien debería llevarlo. Dorin te eligió a ti, Kira. Y creo que, de alguna manera, él hubiera querido que lo tuvieras.
Kira tomó el sable de luz con ambas manos, sintiendo el peso familiar pero a la vez desconocido. Al hacerlo, sintió una conexión profunda con la Fuerza, como si la presencia de Dorin la rodeara una vez más. El sable emitía una energía tranquila pero poderosa, recordándole todo lo que había aprendido bajo la tutela de Dorin, aunque su tiempo juntos había sido breve.
—No sé si estoy lista para esto —admitió Kira, mirando a Lana y a Rolan—. Nunca fui una Jedi, solo una exploradora. Dorin... él me enseñó mucho, pero no sé si puedo...
—Kira —la interrumpió Rolan, que hasta ese momento había permanecido en la retaguardia, observando el intercambio—. Nadie está completamente listo para algo así. Ni siquiera los Jedi lo estaban. Pero ya no se trata de lo que crees que puedes hacer. Se trata de lo que debes hacer. Todos tenemos un papel en esto. Tú llevas el holocron, y ahora, llevas el sable de luz de Dorin. Eso no es una coincidencia.
Kira bajó la mirada hacia el sable, pensando en todo lo que había vivido desde que había encontrado el holocron en las ruinas. Nunca se había imaginado que llegaría tan lejos, ni que estaría en una misión tan trascendental. Pero ahora estaba aquí, con el sable de un Jedi en sus manos y una misión que podía cambiar el destino de la galaxia.
—Tienes razón —dijo finalmente, con una determinación renovada en su voz—. No soy una Jedi, pero Dorin creyó en mí. Y no puedo dejar que su sacrificio sea en vano. Si este sable puede ayudarme a completar esta misión, lo usaré. Por él... y por todos los que luchan por lo correcto.
Lana asintió, satisfecha. —Buena elección. No lo olvides: en el momento crítico, puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.
Con el sable de luz ahora asegurado en su cinturón, Kira sintió un cambio. No era simplemente el peso del arma; era la responsabilidad y el legado que ahora llevaba. Mientras el grupo seguía avanzando por los pasillos oscuros de la biblioteca Jedi, ella sabía que, aunque aún quedaban muchos desafíos por delante, tenía la fuerza para enfrentarlos.
A medida que avanzaban, la energía de la Fuerza en el lugar se hacía más intensa. Kira lo sentía en cada paso que daba, como si algo profundo y antiguo los estuviera observando. Las paredes de piedra estaban cubiertas de inscripciones que apenas se podían leer, símbolos Jedi que hablaban de tiempos pasados, de conocimiento y poder.
Rolan, que caminaba al frente, de repente se detuvo. —Esto no es solo una biblioteca. Hay algo más aquí. Lo siento en el aire. Este lugar... es diferente a cualquier otro que hayamos visto.
Kira asintió. La Fuerza le hablaba de la misma manera. Este lugar no era simplemente un refugio para libros y artefactos. Era un santuario, un lugar de gran poder, y probablemente uno de los últimos bastiones de la Orden Jedi antes de caer en el olvido. Aquí podría estar el secreto que Dorin les había señalado.
—El guardián dijo que solo aquellos con el corazón puro podrían encontrar el verdadero secreto —recordó Kira, con la mirada fija en los símbolos que los rodeaban—. Creo que estamos cerca de descubrirlo.
De repente, el suelo bajo sus pies comenzó a vibrar. La piedra temblaba ligeramente, como si algo en el subsuelo se moviera. Las luces que portaban parpadearon, y el aire alrededor de ellos se volvió más denso, como si una fuerza invisible estuviera acumulándose.
—Algo se aproxima —advirtió Lana, sacando su bláster y poniéndose en guardia.
Kira apretó los dientes y descolgó el sable de luz de Dorin. No lo había activado desde que lo había recibido, pero ahora era el momento. Con un suave movimiento, encendió el sable, y la brillante hoja azul se desplegó con un zumbido familiar, llenando el pasillo con una luz resplandeciente.
—Prepárense —dijo Kira, con la hoja del sable iluminando sus rostros—. Sea lo que sea, está a punto de comenzar.
Mientras el sonido de algo inmenso resonaba desde las profundidades de la biblioteca, Kira sabía que la batalla que se avecinaba no sería solo física. Sería una prueba de todo lo que había aprendido, y del legado que ahora llevaba en sus manos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro