30
Al otro lado de la puerta, el ambiente estaba cargado de una densa energía oscura que casi se podía palpar. Los acólitos de Malakar, vestidos en capas negras y con miradas de odio inquebrantable, aguardaban con sables de luz rojos y negros, sus armas chisporroteando en la penumbra. Los guerreros con los sables de luz negros destacaban entre ellos: sus movimientos eran calculados y fríos, y la intensidad en sus ojos reflejaba una sed de poder y devoción total hacia su maestro oscuro.
Kira miró a Yoran un instante, y ambos supieron que estaban frente a un desafío formidable. Con una rápida señal, Kira indicó a Lana y Rolan que se dividieran y buscaran otra vía, tanto para hallar una salida como para flanquear a los acólitos. Sabía que cualquier ventaja táctica podría hacer la diferencia.
—¡Vamos, no dejen que nos rodeen! —gritó Kira mientras encendía su sable de luz con un destello azul brillante.
Yoran desenvainó el suyo, cuya luz verde resplandeciente cortaba la oscuridad. Apenas iniciaron su ofensiva, los acólitos los rodearon en una serie de ataques coordinados. Kira se lanzó hacia adelante, bloqueando golpes de sables con movimientos precisos y rápidos, pero la presión era abrumadora. Cada vez que derribaba a un enemigo, otro tomaba su lugar.
Luchaban con todas sus fuerzas, y cada paso que daban parecía rodearlos aún más. A pesar de los movimientos maestros de Yoran y la habilidad creciente de Kira, los acólitos parecían ser inagotables. Sin embargo, en medio de la batalla, algo profundo y antiguo empezó a resonar en el interior de Kira. Una chispa encendió su ser, una conexión con la Fuerza tan intensa y pura que todo pareció ralentizarse. Sintió una calma absoluta, un flujo de energía que recorría su cuerpo, guiando cada movimiento de forma perfecta y precisa.
Kira comenzó a moverse con una velocidad y destreza que la sorprendieron incluso a ella. Sus ataques eran fluidos y letales, sus defensas impenetrables. Por un instante, se sintió como si su cuerpo y la Fuerza fueran uno solo, guiándola con una intuición sobrenatural. Yoran, al verla en ese estado, sonrió ligeramente, comprendiendo que Kira había alcanzado un nivel superior de conexión con la Fuerza. La joven guerrera era ahora un torbellino de luz azul, esquivando, atacando, y desarmando a los acólitos con una precisión perfecta.
Mientras tanto, en el otro extremo de la sala, Lana y Rolan enfrentaban su propio desafío. Luchaban a capa y espada contra los acólitos que intentaban cercarlos, abriéndose paso hacia una salida, pero cuando parecía que estaban a punto de romper las líneas enemigas, una presencia oscura y poderosa irrumpió en la sala.
Malakar, imponente y frío, alzó una mano, y con un simple movimiento de muñeca, los levantó en el aire como si fueran muñecos de trapo. Lana y Rolan se debatían, pero la presión invisible de la Fuerza los inmovilizaba, dejándolos a merced del poder oscuro del Sith. Malakar sonreía, disfrutando de la impotencia de los dos.
Con un control absoluto, Malakar hizo que Lana y Rolan levitaran hasta el centro de la sala, donde Kira y Yoran acababan de derrotar a los últimos acólitos. Kira y Yoran, aún con la respiración agitada por el esfuerzo, vieron con horror cómo sus amigos flotaban en el aire, indefensos y a merced del Sith. La sonrisa de Malakar se ensanchó cuando cerró el puño, y Lana y Rolan cayeron al suelo, impactando con un golpe seco y pesado.
—Así que esta es la famosa Kira, la supuesta amenaza para mis planes —dijo Malakar, con un tono de burla—. ¿Creíste que podrías enfrentarte a mí con esa patética destreza que apenas has comenzado a dominar?
Kira apretó el sable con fuerza, sus ojos ardiendo de furia. Yoran la observó de reojo, tratando de calmarla con una mirada. Sabía que si se dejaba llevar por la ira, estaría jugando directamente en las manos de Malakar.
—Tu arrogancia es tu mayor debilidad, Malakar, —dijo Yoran, con una voz calmada pero firme—. La verdadera fuerza no está en el poder que impones sobre otros, sino en el equilibrio y la compasión.
Malakar rió, un sonido frío y escalofriante que resonó en las paredes de piedra. Alzó su sable de luz, un arma oscura y retorcida que parecía absorber la luz a su alrededor. La intensidad de su aura era abrumadora, y su sola presencia hacía que el aire se volviera más denso y pesado.
—Hablas como un típico Jedi, aferrado a esa ilusión de equilibrio, —respondió Malakar con desprecio—. No puedes entender el verdadero potencial del Lado Oscuro, el poder absoluto de la Fuerza. Pronto, todos ustedes verán que la paz y el equilibrio no son más que mentiras.
Kira sintió la tentación de replicar, de lanzarse en un ataque ciego, pero recordó las palabras de Yoran sobre el autocontrol y el poder del corazón. Con un esfuerzo, mantuvo la calma, dejando que la Fuerza la guiara.
Malakar avanzó, y la batalla comenzó. Cada choque de sables resonaba con un estruendo poderoso, un duelo entre la luz y la oscuridad en su forma más pura. Kira y Yoran luchaban codo a codo, sus movimientos perfectamente sincronizados, pero Malakar parecía anticipar cada ataque, desarmándolos con un aura de oscuridad que contrarrestaba la luz de sus sables.
En un instante, Malakar concentró toda su energía en un poderoso empujón de Fuerza, lanzando a Kira y Yoran contra la pared, dejándolos aturdidos y vulnerables. La risa de Malakar llenó la sala mientras se acercaba, preparándose para acabar con ellos.
Pero en ese momento, algo cambió. Kira sintió una profunda conexión con la Fuerza, más fuerte que nunca. Con la última energía que le quedaba, se levantó, su cuerpo y espíritu ardiendo con una luz que parecía provenir de un lugar más allá de ella misma. Miró a Malakar, ya no con miedo, sino con una determinación inquebrantable.
—Esto… no ha terminado, Malakar, —murmuró, con una fuerza en su voz que resonó en toda la sala.
Malakar se detuvo, sorprendido por la intensidad de Kira. Sabía que enfrentarse a ella sería más difícil de lo que había anticipado, pero estaba decidido a demostrar el poder del Lado Oscuro. Los dos guerreros se miraron, preparándose para lo que sería la batalla definitiva entre la luz y la oscuridad.
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