28
Lana se inclinó sobre la computadora antigua, sus dedos recorriendo la pantalla mientras estudiaba las lunas de Korriban con una precisión que solo alguien de su experiencia podía manejar. El mapa del sistema y las posiciones orbitales estaban trazados de forma clara, resaltando la ubicación y características de cada una de las lunas. Lana frunció el ceño, concentrada en una en particular: Alpha.
—Alpha parece ser la opción más lógica, —comentó en voz alta, aunque sus ojos permanecían fijos en la pantalla—. Es lo suficientemente grande como para esconder una base entera, pero también está en una órbita que la hace discreta. Ni demasiado cerca de Korriban para llamar la atención, ni demasiado lejos de la luna Hip, lo que significa que sería difícil de detectar desde las rutas comerciales o de patrullaje.
Kira, que estaba a su lado, asintió lentamente mientras intentaba procesar toda la información. —Tiene sentido, —murmuró—. Malakar es meticuloso, y buscaría un lugar donde poder reunir sus fuerzas sin atraer demasiada atención. Además, esa luna debe tener áreas llenas de energía oscura; algo que probablemente está aprovechando para aumentar su poder.
Yoran observaba en silencio, analizando cada detalle. Su experiencia como Jedi le decía que Alpha, efectivamente, sería el lugar perfecto para alguien como Malakar. Allí podría estar protegido y, al mismo tiempo, mantener sus planes en marcha sin ser interrumpido.
—Alpha no solo es perfecta para esconderse, —dijo Yoran, pensativo—. Si Malakar tiene algún conocimiento de la historia Sith, sabrá que esa luna es un lugar de leyendas. Hace siglos, fue un sitio donde algunos de los Sith más poderosos realizaban rituales prohibidos. Incluso los antiguos Jedi evitaban acercarse a ese lugar, pues su energía es volátil y corrupta. Si él ha estado buscando un lugar donde el Lado Oscuro tenga más poder, no cabe duda de que Alpha sería su elección.
Rolan, que había estado escuchando atentamente, entrecruzó los brazos y miró a Lana. —Entonces, ¿cómo llegamos ahí sin ser detectados? Si es cierto que Malakar está en Alpha, probablemente habrá defensas en el perímetro, o al menos algunos centinelas vigilando.
Lana sonrió con esa expresión de confianza que siempre usaba antes de una misión complicada. —Tengo algunos trucos bajo la manga, —respondió—. Si queremos entrar sin llamar la atención, utilizaremos una vieja táctica que algunos cazarrecompensas conocemos: disimular nuestra señal bajo la interferencia electromagnética de Korriban y sus lunas cercanas. Será arriesgado, porque nuestros sistemas de comunicación y navegación podrían fallar durante un tiempo, pero nos permitirá acercarnos sin levantar sospechas.
Kira miró a sus amigos, una mezcla de tensión y emoción creciendo en su interior. Sabía que esta sería su última oportunidad para detener a Malakar, y su determinación se fortalecía a cada segundo. Era consciente de los riesgos, de lo peligroso que sería enfrentarse a alguien tan poderoso en el Lado Oscuro. Pero también sabía que ya no estaba sola. Había llegado hasta aquí no solo gracias a su entrenamiento, sino por la confianza que sus amigos habían depositado en ella.
—Entonces, vamos a Alpha, —dijo Kira, su voz firme y decidida.
El grupo comenzó a preparar la nave para el viaje. Lana se encargó de recalibrar los sistemas de navegación para seguir la interferencia, mientras Rolan revisaba las armas y los sistemas de defensa, y Yoran meditaba en silencio, recargando sus energías para la batalla que se avecinaba. Kira, por su parte, revisó el sable de luz que una vez perteneció a Dorin, sintiendo la fuerza y la paz de su maestro resonando a través de la empuñadura. Este sería el último enfrentamiento, y estaba lista para lo que fuera.
Finalmente, la nave despegó de su escondite en la casa franca y se adentró en el espacio que rodeaba a Korriban. Al acercarse a Alpha, las sombras de la luna comenzaron a cubrir la nave, y la atmósfera se volvió pesada, como si el propio espacio estuviera impregnado de una energía densa y oscura. Lana mantuvo la nave en una ruta cuidadosa, rodeando los puntos más visibles y evitando los sensores que Malakar probablemente había desplegado.
Cuando finalmente aterrizaron en la superficie de Alpha, el entorno era escalofriante. La luna parecía un desierto, con paisajes rocosos y montañas afiladas que sobresalían bajo una neblina oscura. El suelo estaba cubierto de grietas y cristales oscuros que brillaban con un resplandor tenue, como si absorbieran la luz en lugar de reflejarla.
—Este lugar da escalofríos, —murmuró Rolan, mirando alrededor con cautela—. Definitivamente, es un lugar que cualquier ser racional evitaría.
—Pero no nosotros, —respondió Kira, encendiendo su sable de luz. La luz azul iluminó el camino frente a ellos, y sintió cómo su conexión con la Fuerza se intensificaba. Sabía que aquí, más que nunca, necesitaría cada pizca de su entrenamiento.
Lana dirigió el camino, revisando su dispositivo de rastreo en busca de señales de energía anormales. —Nuestros sensores están detectando una estructura subterránea más adelante. Probablemente es donde Malakar y sus seguidores están ocultos. Debemos proceder con cautela.
El grupo avanzó lentamente, adentrándose en las profundidades de la luna Alpha. A medida que se acercaban, comenzaron a ver signos de actividad: estructuras metálicas semienterradas, rastros de tecnología Sith antigua y runas inscritas en el suelo que emitían un resplandor inquietante.
Finalmente, llegaron a una entrada oscura, un enorme arco de piedra tallado en la montaña, adornado con símbolos que parecían latir con energía oscura. Era evidente que estaban ante el refugio de Malakar.
Kira tomó una profunda bocanada de aire y se volvió hacia sus amigos. —Aquí estamos. Este es el final del camino. Sea lo que sea que encontremos ahí dentro, debemos permanecer juntos y no dejar que la oscuridad nos consuma.
Yoran, con calma, posó una mano en su hombro. —Recuerda, Kira. La verdadera batalla es en tu interior. Confía en la Fuerza y en ti misma.
Sin más preámbulos, el grupo cruzó la entrada, adentrándose en la oscuridad que los esperaba en las profundidades de la base de Malakar. Sabían que no había vuelta atrás y que el destino de la galaxia dependía de lo que hicieran allí dentro.
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