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Mientras el grupo finalizaba los detalles del plan, la atmósfera en la casa franca estaba cargada de tensión. Sabían que cada decisión, por pequeña que fuera, podría marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso. Lana y Rolan revisaban las armas, ajustando cada pieza con precisión, mientras Yoran meditaba en silencio, concentrado en la Fuerza, buscando claridad para lo que estaba por venir. Kira, aunque más tranquila que en otros momentos, no dejaba de pensar en las coordenadas del mapa revelado por la piedra Xink y en cómo llevar a cabo su misión sin errores.
De repente, alguien llamó a la puerta. El sonido rompió el silencio y todos, por reflejo, llevaron las manos a sus armas, listos para lo peor. Pero antes de que pudieran reaccionar, Lana levantó una mano para tranquilizarlos.
—Tranquilos, es un amigo, —dijo Lana con una leve sonrisa.
La puerta se deslizó lentamente y un hombre alto, cubierto con una capa oscura y con el aire rudo de los cazarrecompensas, entró cargando una caja grande. Su rostro mostraba las marcas de un veterano de muchos conflictos, pero también una confianza relajada que indicaba que estaba en terreno seguro.
—Lena, como siempre, en los lugares más raros, —dijo el hombre con un tono burlón mientras dejaba la caja en el suelo—. Tengo lo que pediste.
El cazarrecompensas abrió la caja y dentro reveló una computadora antigua, similar a la que habían encontrado en las ruinas del templo Sith. El aparato estaba oxidado en los bordes, con cables y conexiones antiguas, pero su estructura era reconocible. Claramente, había sido modificada, con piezas nuevas y ajustes tecnológicos que la hacían funcional para la misión que tenían por delante.
—Hice unos arreglos y ajustes, —dijo el cazarrecompensas mientras activaba la máquina. Con un zumbido y unos pocos parpadeos, la pantalla cobró vida—. Ya está, —dijo finalmente—. Ya puedes poner la piedra Jedi esa que tiene Kira y repasar los mapas con más detalle. No queremos que nada salga mal.
Kira, sorprendida por la habilidad del cazarrecompensas, se acercó lentamente, sacando la piedra Xink de su bolsillo. Al acercarse al dispositivo, no pudo evitar preguntar, incrédula:
—¿De dónde sacaste esta antigualla?
Lana, observando la escena, sonrió con complicidad. —Una que tiene recursos, —respondió con una sonrisa pícara mientras cruzaba los brazos.
El cazarrecompensas se encogió de hombros, manteniendo un aire de misterio. —Digamos que tengo mis fuentes. Las viejas máquinas como esta todavía tienen valor, especialmente para los que saben cómo usarlas.
Kira asintió, aún impresionada. A pesar de las dudas que le generaba la reliquia, confiaba en que sería útil. Colocó con cuidado la piedra Xink en el compartimento del dispositivo, exactamente en el mismo lugar donde, en el templo Sith, había revelado el mapa. Al hacerlo, la computadora emitió un leve resplandor, y una serie de mapas y esquemas holográficos se proyectaron en el aire frente a ellos.
Lo que apareció ante sus ojos fue una versión mucho más detallada del mapa que habían visto anteriormente. No solo mostraba las ubicaciones de los seguidores de Malakar, sino también caminos ocultos, rutas de escape y zonas estratégicas que antes no habían considerado. Las coordenadas brillaban con una claridad que no habían visto antes, revelando más información sobre la geografía del planeta y las posibles ubicaciones donde Malakar podría estar oculto.
—Impresionante, —murmuró Rolan, acercándose al holograma—. Esto nos da una ventaja táctica enorme. Con estos detalles, podemos prever sus movimientos y adelantarnos.
Lana, mirando los mapas, asintió. —Esto es más de lo que esperaba. Con esta información, podemos trazar una ruta hacia la Torre del Vigía y tomarla antes de que Malakar tenga la oportunidad de reaccionar. Además, —añadió señalando unos puntos en el mapa—, estas rutas nos permiten evitar la mayor parte de sus patrullas.
Yoran, siempre el más sabio y cauteloso, observó el holograma con interés. —Es un arma poderosa, pero no debemos confiarnos. Malakar es astuto, y podría estar preparado para una emboscada.
Kira, que había estado observando el holograma en silencio, sintió una creciente responsabilidad. Había llegado hasta ese punto gracias a sus amigos y al entrenamiento de Yoran, pero la batalla final dependería de su capacidad para liderar y tomar decisiones en el momento crucial.
—Este mapa nos da una oportunidad, —dijo Kira con determinación—, pero también nos muestra los riesgos. Si queremos llegar a la Torre del Vigía antes que Malakar, no podemos fallar en ningún detalle.
El grupo asintió en acuerdo, sabiendo que el momento decisivo se acercaba. Con la información detallada que ahora tenían, comenzaron a trazar los últimos detalles del plan. Discutieron las rutas, los posibles encuentros con las fuerzas de Malakar, y las tácticas que usarían para infiltrarse en la Torre del Vigía sin ser detectados.
Lana, quien ya estaba pensando en el disfraz que usarían para no levantar sospechas, revisó su equipo de transformación. —Podremos pasar desapercibidos por las zonas más vigiladas si usamos estas, —dijo mostrando el aparato que transformaba los rostros de forma temporal. Todos recordaban cómo habían logrado escapar de situaciones antes gracias a esa tecnología.
Rolan, por su parte, se encargaba de las defensas y preparaba las armas. —No sabemos con cuántos enemigos nos encontraremos, así que es mejor estar preparados para lo peor.
Finalmente, con todo el equipo listo y la ruta decidida, Kira se acercó a Yoran. —¿Crees que estamos listos? —le preguntó, buscando una última confirmación en su maestro.
Yoran, siempre sereno, sonrió levemente. —La Fuerza te ha guiado hasta aquí, Kira. El destino está en tus manos ahora. Confía en lo que has aprendido. Confía en ti misma.
Con esas palabras de aliento resonando en su mente, Kira se volvió hacia el grupo. —Es hora de actuar. Vamos a la Torre del Vigía.
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