21
Antes de que el grupo descendiera de la nave en Korriban, Lana, siempre precavida y astuta, decidió que debían tomar precauciones adicionales. Sabía que Malakar y sus seguidores tendrían ojos por todo el planeta, y cualquier paso en falso podría alertarlos antes de que tuvieran la oportunidad de actuar.
—Antes de que bajemos, quiero que todos se preparen, —dijo Lana, sacando un pequeño aparato de su equipo. Tenía la forma de un cilindro alargado, lleno de un líquido azul claro que emitía un leve brillo. —Voy a usar esto para camuflarnos. Pasaremos desapercibidos entre los locales o cualquier patrullero que esté al servicio de Malakar.
Kira observó con curiosidad mientras Lana se inyectaba el líquido justo en el cuello, sin dudarlo. Unos segundos después, la cara de Lana comenzó a cambiar. Primero fueron pequeñas deformaciones sutiles, pero rápidamente se convirtió en un proceso completo. Su nariz cambió de forma, sus pómulos se hicieron más prominentes, y su piel adoptó un tono ligeramente más pálido. En cuestión de segundos, Lana parecía una persona completamente diferente, irreconocible incluso para sus amigos.
Kira se acercó, observando con sorpresa. —¿Qué es eso?
—Es una tecnología que adquirí en uno de mis viajes, —respondió Lana, con una sonrisa apenas visible en su nueva apariencia—. Este líquido cambia tu rostro por completo durante 24 horas. Es indoloro y no deja rastros. Es como una careta hiperrealista, pero sin los inconvenientes de una máscara física. Es lo mejor para evitar problemas en lugares como este.
—Genial, —dijo Rolan, visiblemente impresionado—. Eso nos dará ventaja. No necesitamos ser reconocidos como los que estamos buscando a Malakar.
—Exactamente, —respondió Lana mientras le tendía el aparato a Kira—. Es tu turno.
Kira, aunque intrigada, vaciló un momento antes de aceptar el dispositivo. Siempre había confiado en su intuición y en sus habilidades físicas, pero entendía que necesitaban todas las herramientas posibles para esta misión. Se llevó el aparato al cuello, inyectando el líquido. Sintió una leve sensación de hormigueo, pero nada doloroso. Al instante, su rostro comenzó a cambiar también. Sus ojos se volvieron más rasgados, su piel se oscureció, y su cabello adoptó un tono rojizo. En cuestión de segundos, Kira ya no se reconocía en el reflejo de la superficie metálica de la nave.
—Es... extraño, —dijo, tocándose el rostro—. Parece tan real.
—Lo es, —respondió Lana—. Nadie te reconocerá. Esto nos dará al menos algo de tiempo antes de que Malakar o sus seguidores nos localicen.
Rolan fue el siguiente en usar el aparato, y pronto su rostro también cambió. Ahora parecía un hombre más mayor, con el cabello canoso y la mandíbula más ancha. Cuando terminó, el grupo se observó mutuamente. Aunque eran los mismos por dentro, sus apariencias eran completamente distintas.
—Esto debería darnos una buena ventaja, —comentó Yoran, quien observaba todo el proceso con calma—. Pero recuerden, aunque nuestras caras estén ocultas, la Fuerza sigue siendo un lazo entre nosotros. Malakar podría sentirnos si no somos cuidadosos.
Kira, Lana y Rolan asintieron ante la advertencia. A pesar de su camuflaje físico, sabían que enfrentarse a un Sith no era solo cuestión de esconderse entre las sombras. Malakar era poderoso, y la confrontación final dependería tanto de su habilidad para ocultarse como de su control sobre la Fuerza.
Con sus nuevos rostros listos, el grupo descendió de la nave, adentrándose en el árido paisaje de Korriban. Las montañas oscuras y los valles profundos se extendían frente a ellos, cada rincón impregnado de una energía ominosa. El aire era pesado, y la atmósfera parecía cargada de maldad, como si el mismo planeta guardara un rencor ancestral hacia cualquiera que se atreviera a pisarlo.
Lana lideró el grupo, con su experiencia en infiltraciones guiándolos a través de los terrenos más desolados de Korriban. Sabían que debían moverse rápido, pero sin llamar la atención. Mientras avanzaban, comenzaron a ver los signos de la presencia de Malakar. Pequeñas patrullas de seguidores oscuros, vestigios de antiguos templos Sith, y símbolos de adoración a la oscuridad marcaban su ruta.
—Malakar está cerca, —dijo Yoran en voz baja—. Puedo sentirlo.
Kira sintió el mismo estremecimiento en la Fuerza, una presencia oscura que parecía observarlos desde las sombras. Aunque no podían ver a Malakar aún, sabían que se acercaban a la confrontación inevitable.
—Recuerden, debemos evitar que recupere el control de los artefactos Sith, —dijo Yoran con voz firme—. Si lo logra, su poder se multiplicará, y será casi imposible detenerlo.
Avanzaron por los caminos polvorientos y entre las ruinas hasta llegar a un gran templo en ruinas. Era un lugar que irradiaba poder, y Kira sintió cómo la Fuerza se volvía más densa a medida que se acercaban. Sabía que este lugar no era como ningún otro que hubieran visitado antes.
—Este debe ser el centro de su operación, —susurró Lana, observando el lugar con cuidado.
—Entonces, será mejor que entremos, —respondió Rolan, con la mano lista sobre su bláster.
Kira respiró hondo, con su sable de luz de Dorin listo en su cinturón. Sabía que, aunque sus rostros estuvieran ocultos, su verdadera prueba aún estaba por comenzar.
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