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17

Con el huevo blanco perla en sus manos y la prueba final superada, Kira sintió una calma que no había experimentado antes. Sabía que su entrenamiento con Yoran había llegado a su fin. Ahora, cada paso que diera, cada decisión que tomara, dependería de ella misma. Los días en Endor, entrenando y enfrentando desafíos físicos y mentales, la habían transformado. Ya no era la misma exploradora insegura, obsesionada con las leyendas Jedi. Ahora era una guerrera, alguien capaz de usar la Fuerza y empuñar el sable de luz de Dorin con destreza.

De pie junto a Yoran en lo alto de la colina, mirando el horizonte boscoso de Endor, Kira sintió un profundo respeto por su maestro. Sabía que todo lo que él había hecho hasta ese momento había sido para prepararla, para convertirla en una líder capaz de enfrentarse a la oscuridad que se avecinaba.

—Has crecido más de lo que podrías imaginar, Kira, —dijo Yoran con una voz serena, mirando el huevo en sus manos—. Pero recuerda, la verdadera batalla no se libra con la Fuerza ni con un sable de luz. Se libra en el corazón, en las decisiones que tomes y en el control que tengas sobre ti misma. No dejes que la oscuridad te consuma.

Kira asintió, comprendiendo el peso de sus palabras. El conflicto que estaba por venir sería más grande que cualquier prueba individual. Malakar y sus guerreros oscuros no solo eran una amenaza física, sino una prueba de su resistencia interna, de su capacidad para resistir la tentación de la oscuridad.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Lana, que junto a Rolan se acercaba tras haber observado el entrenamiento a lo lejos.

Yoran miró a Kira por un largo momento antes de responder. —Ahora estamos listos para enfrentar a Malakar. Ya no hay más pruebas. La confrontación final está cerca, y no podemos esperar. Kira ha demostrado que está preparada, y todos debemos estar listos para lo que viene.

Lana y Rolan asintieron, aunque ambos sabían que el camino no sería fácil. Lana, con su astucia y habilidad como cazarrecompensas, había estado recolectando información durante su tiempo en Endor. Sabía que Malakar y sus guerreros oscuros no eran un enemigo común. Eran fanáticos, seguidores de una antigua filosofía Sith que no buscaba simplemente poder, sino la total dominación de la galaxia. La clave, como siempre, estaba en el control de la Fuerza y los antiguos artefactos Jedi, que habían estado buscando durante tanto tiempo.

—Tenemos que movernos rápido, —dijo Lana—. Mis contactos me han informado de movimientos extraños en los sistemas exteriores. Malakar está reuniendo a sus seguidores. Está preparando algo grande, y no podemos dejar que tenga la ventaja.

—Malakar busca algo más que poder, —dijo Yoran con seriedad—. Él quiere resucitar los antiguos tiempos de los Sith, imponiendo una era de caos y destrucción. Pero más que nada, quiere el control total sobre la Fuerza. Debemos detenerlo antes de que obtenga lo que busca.

—¿Y dónde será la confrontación? —preguntó Rolan, siempre directo y enfocado en la estrategia.

Kira miró el huevo en sus manos y recordó la visión que el holocrón les había mostrado en el enclave. La Torre del Vigía. Esa misteriosa frase había aparecido en sus mentes, y ahora entendía su significado. —La Torre del Vigía, —dijo Kira—. Malakar está allí. Eso fue lo que la visión nos mostró. Todo converge en ese lugar.

Yoran asintió. —Así es. La Torre del Vigía en el sistema Endor fue, en tiempos antiguos, un lugar de vigilancia Jedi, pero también de gran poder. Es un punto focal en la Fuerza, un lugar donde el equilibrio entre el bien y el mal es más tenue. Si Malakar logra hacerse con el control de ese lugar, podría inclinar la balanza hacia la oscuridad para siempre.

—Entonces no tenemos otra opción, —dijo Lana, ajustando las correas de sus armas—. Vamos a la Torre del Vigía.

Hacia la Torre del Vigía

El grupo dejó Endor a bordo de su nave, un carguero ligero que habían utilizado en sus viajes anteriores. La atmósfera en la cabina era tensa. Aunque habían enfrentado peligros antes, esta vez era diferente. Sabían que la batalla contra Malakar sería decisiva, y la posibilidad de no regresar estaba presente en las mentes de todos.

Kira pasó gran parte del viaje en silencio, meditando y preparándose mentalmente. Sabía que, como Yoran había dicho, todo dependía ahora de ella. No solo en lo que respectaba a su habilidad en combate, sino también en su capacidad para resistir la oscuridad. El poder de Malakar no solo residía en su dominio de la Fuerza, sino en su habilidad para corromper las mentes y los corazones de quienes se le oponían.

Rolan, por su parte, revisaba el equipo y las armas con meticulosidad. Como exsoldado imperial, había aprendido a no subestimar a un enemigo. Aunque no era sensible a la Fuerza, entendía que su papel sería proteger a Kira y a Lana, manteniendo a los guerreros oscuros de Malakar a raya mientras ellas enfrentaban a la verdadera amenaza.

Lana, siempre pragmática, estaba en contacto con sus contactos a través de canales de comunicación seguros, tratando de obtener cualquier ventaja de inteligencia que pudieran usar contra Malakar. Aunque era una cazarrecompensas, su lealtad a Kira y el equipo era incuestionable. Sabía que si Malakar ganaba, no habría lugar en la galaxia donde esconderse.

Finalmente, después de horas de vuelo, llegaron al sistema Endor, y desde la órbita, pudieron ver la imponente Torre del Vigía. Un edificio antiguo y desmoronado, pero aún imponente, se alzaba sobre un acantilado rocoso, envuelto en niebla. Parecía abandonado, pero el instinto de Kira le decía que no lo estaba.

—Ahí es, —dijo Yoran, mirando hacia la estructura desde la cabina—. Es ahí donde terminaremos esto.

El Enfrentamiento Final

Descendieron a la superficie y avanzaron cautelosamente hacia la Torre del Vigía. A medida que se acercaban, Kira sentía una creciente tensión en el aire. La Fuerza vibraba de manera inquietante, y sabía que Malakar estaba cerca.

De repente, las sombras comenzaron a moverse a su alrededor, y de entre las rocas y las ruinas, emergieron los seguidores de Malakar. Sombrías figuras portando sables de luz oscuros y emanando una energía maligna que Kira podía sentir en su propia piel. Eran muchos, más de los que habían anticipado.

Lana y Rolan inmediatamente se pusieron en acción, disparando y atacando con precisión letal. Pero Kira sabía que este no era el verdadero enfrentamiento. Malakar estaba esperando en lo alto de la Torre, y ella tenía que enfrentarlo.

—Ve, Kira, —gritó Yoran—. Nosotros nos encargaremos de ellos. Tú debes enfrentarte a Malakar.

Kira asintió y, con un salto ágil, comenzó a ascender por la Torre. Sabía que el destino de la galaxia dependía de lo que ocurriera en esa batalla final.

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