16
Yoran guió a Kira por las escarpadas montañas de Endor, un paisaje inhóspito y lleno de peligros ocultos entre la espesa vegetación. El cielo estaba cubierto de nubes oscuras, y el viento gélido hacía que el camino hacia las cuevas del Drako se sintiera aún más desafiante. El silencio entre ambos solo se interrumpía por el sonido de sus pisadas y el crujir de las ramas bajo sus pies. Kira sabía que esta última prueba no sería fácil, y la mención del huevo blanco perla despertaba más preguntas que respuestas.
Cuando llegaron a la entrada de la cueva, Yoran se detuvo. El lugar parecía imponente, una enorme grieta en la montaña de la que salía un aire caliente y sulfurado. La leyenda del Drako era conocida en Endor, una bestia temible, mitad reptil, mitad criatura mítica, que protegía sus huevos con feroz intensidad. Solo unos pocos lo habían enfrentado y sobrevivido.
—Esta es tu última prueba, Kira, —dijo Yoran con una expresión seria—. El Drako es una criatura de poder, fuerza bruta y astucia. Tendrás que enfrentarlo con todo lo que has aprendido hasta ahora, pero sobre todo, con tu mente y tu corazón. No basta con la fuerza, Kira. Necesitarás ser inteligente y rápida. El huevo blanco perla es un objeto de gran valor, pero su verdadero propósito no es el tesoro, sino lo que simboliza. El control. El equilibrio.
Kira lo miró, sintiendo el peso de la responsabilidad. —¿Por qué el huevo blanco? —preguntó, frunciendo el ceño.
Yoran suspiró y miró hacia el oscuro interior de la cueva. —El huevo blanco perla no es solo un huevo. Es el símbolo del equilibrio de la vida del Drako. No tiene cría dentro, es una manifestación pura de su poder. Al recuperarlo, demostrarás que puedes enfrentarte a tus propios temores, y que puedes dominar la Fuerza, incluso en situaciones extremas.
Kira asintió, apretando el sable de luz de Dorin en su mano. —¿Y cómo sabré cuál es?
—El Drako pone tres huevos, —explicó Yoran—, dos son crías, pero el tercero, el que parece una perla gigante, es el que buscas. Tiene un brillo característico, como si tuviera luz propia. Pero ten cuidado, el Drako protegerá su nido a toda costa.
Kira tragó saliva, sintiendo la adrenalina correr por sus venas. A pesar de las semanas de entrenamiento, no se sentía del todo preparada para enfrentarse a una bestia tan formidable. Sin embargo, sabía que no había otra opción. Esta prueba era su último paso hacia convertirse en una verdadera Jedi.
—Ve, Kira, —dijo Yoran con un gesto hacia la cueva—, y recuerda, no solo es una prueba de fuerza. Es una prueba de ingenio y paciencia. Que la Fuerza te acompañe.
Dentro de la Cueva del Drako
La cueva era más oscura de lo que Kira había imaginado. El aire denso y cargado de azufre le dificultaba la respiración, y las paredes estaban cubiertas de líquenes luminosos que emitían un tenue resplandor verdoso, pero eso no era suficiente para ver con claridad. Encendió su sable de luz, y el destello azul iluminó parcialmente el camino delante de ella. El suelo era irregular y resbaladizo, con grandes rocas afiladas y charcos de agua que reflejaban la luz del sable.
A medida que avanzaba, el sonido de un rugido lejano la sacudió. El Drako estaba cerca. Cada paso que daba la acercaba más al corazón de la cueva, donde, según las historias, la bestia mantenía su nido.
Kira sintió cómo su corazón comenzaba a latir con fuerza. Intentaba controlar su respiración, calmando su mente como Yoran le había enseñado. "Confía en la Fuerza," se repetía a sí misma una y otra vez.
Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, llegó a una cámara enorme dentro de la montaña. El calor era intenso, y en el centro de la sala, rodeado de rocas volcánicas y riachuelos de lava, estaba el nido del Drako. Y allí, tal como Yoran le había dicho, estaban los tres huevos. Dos eran oscuros, grandes, con una superficie rugosa, mientras que el tercero brillaba con una luz suave, blanca y perlada. El huevo blanco perla.
Kira sintió una mezcla de alivio y miedo al verlo. "Ahí está," pensó. Pero antes de que pudiera dar un paso más, un rugido ensordecedor sacudió la cueva.
Del fondo de la sala, emergió el Drako. Era una criatura imponente, más grande de lo que Kira había imaginado, con escamas brillantes que relucían bajo la luz de la lava. Su lengua larga y bifurcada chasqueaba en el aire, y sus ojos ambarinos la miraban con una mezcla de ira y desafío. Sus colmillos goteaban veneno, y de su garganta salía un resplandor, indicando que estaba listo para escupir fuego en cualquier momento.
"Cálmate, confía en la Fuerza," pensó Kira, cerrando los ojos por un momento y respirando profundamente. Sintió cómo la energía de la Fuerza fluía a través de ella, calmando sus nervios y enfocando su mente. No podía luchar contra una criatura tan grande directamente, no con su limitada experiencia con el sable de luz. Necesitaba otra estrategia.
Observó al Drako con atención, notando cómo sus movimientos eran lentos pero precisos. A pesar de su tamaño, la criatura era ágil y letal. Kira supo en ese momento que el combate directo sería su perdición. Debía confiar en su agilidad, en los movimientos rápidos que Yoran le había enseñado.
Con un rápido giro, Kira esquivó el primer ataque del Drako, una llamarada de fuego azul y rojo que abrasó el suelo donde había estado de pie solo un segundo antes. Rodó hacia un lado, manteniendo su vista fija en el huevo blanco. Cada vez que el Drako lanzaba una embestida, Kira utilizaba su velocidad y la Fuerza para esquivar, manteniéndose fuera de su alcance.
Finalmente, vio su oportunidad. El Drako giró su enorme cuerpo, lanzando su cola hacia ella. Kira saltó sobre la cola y corrió hacia el nido, utilizando la Fuerza para impulsarse hacia el huevo. Con un rápido movimiento, lo agarró. El huevo era sorprendentemente ligero, irradiando una suave calidez que se sentía casi reconfortante.
Pero el Drako no se quedaría quieto. Rugiendo con furia, giró hacia ella, sus ojos brillando con ira. Kira sabía que no tenía mucho tiempo.
Corriendo hacia la salida de la cueva, Kira sintió cómo el Drako la perseguía, cada paso de la bestia retumbaba como un terremoto. Justo cuando estaba a punto de ser alcanzada, Kira se lanzó por una pequeña abertura en la pared de la cueva, lo suficientemente grande para ella pero demasiado estrecha para el Drako. La criatura lanzó un rugido final antes de retroceder, derrotada.
Al salir de la cueva, con el huevo blanco perla en sus manos, Kira sintió una sensación de logro que nunca antes había experimentado. El aire frío de la montaña la golpeó en la cara, pero fue un alivio después del calor abrasador del interior. Yoran la estaba esperando en la entrada.
—Lo lograste, —dijo Yoran con una leve sonrisa de aprobación.
Kira, exhausta pero victoriosa, asintió. —Sí. Lo logré.
Sabía que esta prueba no solo había sido sobre el huevo, sino sobre su propia capacidad para confiar en la Fuerza y en sí misma. Ahora, más que nunca, sentía que estaba lista para lo que venía.
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