15
Esa noche, mientras las estrellas de Endor brillaban a lo lejos y la luna proyectaba una suave luz sobre el campamento improvisado, Yoran, Lana, Rolan y Kira se sentaron alrededor de una pequeña fogata. El fuego chisporroteaba suavemente, llenando el aire con un calor acogedor que contrastaba con el frío de la noche. Después de semanas de entrenamiento y con el enfrentamiento contra Malakar acercándose, la tensión entre ellos se había suavizado un poco, aunque todos sabían que el peligro aún acechaba.
Yoran, quien siempre había sido reservado, se quedó en silencio durante un buen rato, mirando las llamas con un aire de contemplación. Sabía que, aunque su papel como mentor para Kira era crucial, estos momentos de calma eran igual de importantes. Y había algo que sentía que debía compartir con ellos. De repente, respiró hondo y rompió el silencio.
—Creo que ha llegado el momento de contarles mi historia, —dijo Yoran, su voz tranquila pero cargada de un peso emocional—. Han sido muy pacientes, y es hora de que sepan quién soy realmente.
Lana y Rolan se miraron entre sí, sorprendidos. Ambos habían aceptado la presencia de Yoran como un aliado poderoso y confiable, pero nunca habían preguntado mucho sobre su pasado. Kira, por su parte, lo observaba con atención, sabiendo que había mucho más en su maestro de lo que él había dejado ver.
—Hace muchos años, —comenzó Yoran—, yo también fui un Jedi, como lo fue Dorin. Era joven, arrogante, convencido de que la luz siempre prevalecería sobre la oscuridad. Pero aprendí de la peor manera posible que la oscuridad no siempre se muestra de forma obvia, y que las mayores batallas no siempre son aquellas que libramos con sables de luz.
Yoran hizo una pausa, su mirada perdida en el pasado.
—Pertenecía a un pequeño grupo de Jedi asignados a proteger un sistema remoto en la frontera del Borde Exterior. Durante años, vivimos en relativa paz, enfrentando solo pequeños disturbios y conflictos menores. Pero entonces llegó la guerra. —Yoran bajó la mirada, con el rostro sombrío—. Una secta oscura, seguidores de un Sith olvidado como lo es ahora Malakar, llegó a nuestro sistema buscando antiguos artefactos. No estábamos preparados. Mi maestro murió en los primeros días del conflicto, y yo asumí el liderazgo de nuestras fuerzas. Pero cometí errores. Errores que me persiguen hasta el día de hoy.
Lana, siempre directa, interrumpió suavemente: —¿Qué tipo de errores?
Yoran respiró hondo, visiblemente afectado por el recuerdo. —Confié en las personas equivocadas. Tomé decisiones que pusieron en peligro a aquellos que se suponía debía proteger. La secta oscura corrompió a algunos de los nuestros, y cuando finalmente me di cuenta, ya era demasiado tarde. La batalla final terminó con la destrucción de nuestro templo y con la muerte de muchos. Sobreviví, pero cargué con la culpa. Durante años, me aparté del camino Jedi, vagando por la galaxia, intentando expiar mis errores. Fue entonces cuando escuché sobre Malakar y la amenaza que representaba para el equilibrio de la Fuerza. Fue entonces cuando me crucé en sus caminos.
Kira, que había estado en silencio, finalmente habló: —¿Crees que puedes redimirte ayudándonos?
Yoran la miró fijamente, sus ojos reflejando el dolor y la sabiduría acumulada a lo largo de los años. —No lo hago por redención, Kira. Ya no creo en eso para mí. Lo hago porque ahora veo la importancia de evitar que otros cometan los mismos errores que yo. He aprendido que, al final, lo único que importa es lo que hacemos hoy para proteger el futuro. Y ahora mi misión es ayudarte a ti, a todos ustedes, a detener a Malakar antes de que sea demasiado tarde.
La fogata crujió suavemente mientras el grupo asimilaba lo que Yoran había compartido. Las palabras de Yoran resonaban en cada uno de ellos de una manera distinta: Lana pensaba en sus propias pérdidas y en cómo se había endurecido para protegerse; Rolan reflexionaba sobre sus propias decisiones de abandonar el Imperio y si realmente había redimido su pasado. Kira, sin embargo, sentía algo más: la presión de convertirse en algo más grande de lo que jamás había imaginado. Dorin había creído en ella, y ahora Yoran también lo hacía.
Al Amanecer: El Entrenamiento con el Sable de Luz
Al día siguiente, Yoran y Kira se levantaron temprano, antes del amanecer. Sabían que el tiempo era esencial, y Yoran había decidido que era hora de que Kira aprendiera a manejar el sable de luz de manera efectiva. Había visto su instinto natural con la Fuerza, pero ahora necesitaba enseñarle los fundamentos del combate Jedi, la agilidad y precisión que diferenciaban a un verdadero guerrero de uno inexperto.
—Kira, —dijo Yoran mientras ambos se preparaban para comenzar el entrenamiento—, el sable de luz no es solo una herramienta de destrucción. Es una extensión de ti. Si lo empuñas con miedo o con ira, será pesado, torpe. Pero si aprendes a usarlo con confianza y control, se convertirá en parte de ti, fluirá contigo. Hoy, aprenderemos sobre el movimiento. La agilidad es la clave para cualquier buen guerrero.
Desenvainando su propio sable de luz, Yoran encendió la hoja azul brillante y se colocó en posición defensiva. —Antes de atacar, debes saber cómo moverte. El combate Jedi es como una danza, cada paso está conectado con el siguiente. Agilidad, fluidez, eso es lo que vamos a trabajar.
Kira asintió y activó el sable de Dorin. La luz azul llenó el espacio entre ellos, y aunque al principio se sintió pesada en sus manos, recordaba las palabras de Yoran sobre el control.
—Vamos a empezar con lo básico, —dijo Yoran, haciendo un gesto para que ella lo siguiera—. Imagina que el suelo es agua y que cada movimiento que hagas debe ser ligero, sin salpicar. No es una cuestión de velocidad, sino de precisión. Cada paso debe fluir con el siguiente.
Yoran comenzó a moverse en un patrón, dando pasos precisos y calculados, girando su sable con elegancia mientras esquivaba ataques imaginarios. Kira trató de imitar sus movimientos, pero al principio sus pasos eran torpes y su manejo del sable, demasiado rígido.
—Relájate, Kira, —le recordó Yoran, sin dejar de moverse—. Confía en ti misma. Siente la Fuerza. Deja que guíe tus pasos.
Con el tiempo, Kira empezó a sentir el ritmo de sus movimientos. El sable de luz ya no se sentía tan pesado, y sus pasos comenzaron a fluir mejor, a medida que se conectaba con la Fuerza. Yoran la observaba de cerca, corrigiendo su postura de vez en cuando, pero con satisfacción creciente. Kira estaba aprendiendo rápidamente.
Después de varias horas de práctica, Yoran finalmente detuvo el entrenamiento. —Estás mejorando, Kira. Tu manejo del sable es más fluido, y tu conexión con la Fuerza se fortalece con cada movimiento. Pero recuerda, no es solo cuestión de agilidad física. La verdadera agilidad viene de tu mente. Mantén siempre tu centro, y estarás preparada para cualquier cosa.
Kira apagó el sable de luz, sintiendo el sudor en su frente y el cansancio en sus músculos, pero también una sensación de logro. Había dado un gran paso adelante, y aunque sabía que aún tenía mucho por aprender, sentía que, bajo la guía de Yoran, estaba más cerca de estar lista para enfrentar el desafío que representaba Malakar.
—Gracias, Yoran, —dijo ella, mirando a su maestro—. Siento que por primera vez estoy entendiendo lo que significa ser una Jedi.
—Aún queda mucho por aprender, Kira, —respondió Yoran con una leve sonrisa—, pero sí, estás en el camino correcto. Y cuando llegue el momento, estarás preparada.
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