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Con la amenaza de Lord Malakar acechando en cada rincón de la galaxia, Kira, Lana y Rolan sabían que el tiempo jugaba en su contra. La Torre del Vigía había sido solo una advertencia de lo que estaba por venir, y Kira, aunque había demostrado tener un poder inmenso, también se dio cuenta de que no estaba preparada para lo que se avecinaba. Su breve conexión con la Fuerza, que había desatado durante el encuentro con los guerreros espectrales, había sido abrumadora. A pesar de haberlos destruido con un solo gesto, el precio fue su total agotamiento, y comprendía que sin entrenamiento no podría sobrevivir la próxima vez.

Fue entonces cuando Yoran, el misterioso Jedi que había aparecido en su momento de necesidad, propuso entrenarla. No había tiempo para la tradicional formación que un Jedi recibiría, pero Yoran tenía la experiencia de años, el conocimiento de las antiguas enseñanzas y una conexión profunda con la Fuerza que le permitiría instruir a Kira de manera eficiente y rápida. Kira aceptó, reconociendo que no podía depender solo de su instinto. Necesitaba control, disciplina y comprensión.

El Primer Paso: Sentir la Fuerza

Yoran condujo al grupo a un rincón remoto de Endor, lejos de la Torre del Vigía y sus perturbaciones oscuras. Era un claro silencioso, rodeado de altos árboles que parecían antiguos testigos de la historia del planeta. Allí, el silencio de la naturaleza solo se interrumpía por el suave murmullo del viento entre las hojas, creando un ambiente de paz que parecía diseñado para la meditación.

—Kira, —dijo Yoran, mientras ambos se sentaban en el suelo, cruzando las piernas—. El primer paso para dominar la Fuerza no es mover objetos ni lanzar rayos de poder. Es aprender a escuchar. La Fuerza está en todo, pero pocos la escuchan realmente. Hoy, vas a aprender a escucharla.

Kira, todavía algo escéptica pero decidida, cerró los ojos. El sonido del viento y los ecos distantes de la naturaleza llenaban sus oídos, pero nada más. No sentía esa conexión con la Fuerza de la que hablaba Yoran. A su lado, Lana y Rolan observaban, manteniéndose cerca pero sabiendo que este era un viaje personal que solo Kira podía emprender.

—Relájate, —susurró Yoran—. No lo fuerces. Deja que la Fuerza te encuentre.

Kira inhaló profundamente, dejando que el aire fresco de Endor llenara sus pulmones. Intentó vaciar su mente de preocupaciones, de la amenaza de Malakar, de sus inseguridades. Y entonces, lentamente, algo comenzó a cambiar. Al principio, fue como una brisa suave, una sensación en la piel, una corriente invisible que la envolvía. Pero pronto, esa brisa se convirtió en una presencia más palpable, más intensa. La Fuerza, tal como Yoran había dicho, estaba a su alrededor. Y no solo a su alrededor, sino también dentro de ella.

—La sientes, ¿verdad? —preguntó Yoran con una leve sonrisa.

Kira asintió con la cabeza, sin abrir los ojos. —Es… diferente a lo que esperaba. Es como… una calma, pero también energía. Es como si todo estuviera conectado.

—Exactamente. Esa es la Fuerza, Kira. Es calma y caos. Vida y muerte. Luz y oscuridad. Ahora que has comenzado a sentirla, tu siguiente tarea es aprender a controlarla.

Los Ejercicios de Control

Los días pasaron, y Yoran sometió a Kira a una serie de rigurosos ejercicios diseñados para desarrollar su control sobre la Fuerza. El primer ejercicio fue uno de concentración pura. Kira tenía que mover pequeñas rocas, algo aparentemente sencillo, pero que requería una sintonización precisa con la Fuerza. Cada roca representaba un desafío, pero con cada intento, Kira comenzó a perfeccionar su habilidad. Al principio, solo podía levantar una a la vez, pero con el tiempo, pudo manipular varias simultáneamente, equilibrando su concentración y energía.

—No es solo cuestión de fuerza bruta, Kira, —le decía Yoran mientras la observaba practicar—. Es cuestión de equilibrio. La Fuerza no es algo que debas controlar con violencia. Es una corriente que debes seguir y guiar con precisión.

Pero el verdadero reto vino cuando Yoran la obligó a enfrentarse a sus propios miedos.

—La Fuerza puede amplificar tus emociones, —le explicó Yoran—. Y esas emociones, si no las controlas, pueden llevarte a la oscuridad. Hoy, aprenderás a confrontar lo que más temes.

Kira se encontraba en un claro del bosque, sola, con los ojos vendados. Yoran la había dejado ahí, diciéndole que debía enfrentarse a la oscuridad dentro de ella. Al principio, todo estaba en silencio, pero entonces, comenzó a escuchar susurros, voces que evocaban sus inseguridades, su miedo a fracasar, su culpa por la muerte de Dorin. Las voces parecían rodearla, cada vez más fuertes, más agresivas. Kira sintió el impulso de huir, de gritar, pero recordó las enseñanzas de Yoran. Cerró los ojos con más fuerza, inhaló profundamente, y en lugar de luchar contra el miedo, lo aceptó.

La Fuerza se agitaba a su alrededor, pero Kira se mantuvo firme. Poco a poco, las voces se desvanecieron, dejando solo un silencio profundo.

Cuando abrió los ojos, Yoran estaba frente a ella. —Has dado un gran paso, Kira. Ahora sabes cómo resistir la tentación de la oscuridad.

El Desafío Final

Finalmente, después de semanas de entrenamiento, Yoran decidió que era hora de que Kira enfrentara un desafío más real. La llevó a las ruinas de un antiguo templo Jedi en Endor, un lugar que había sido asaltado por los Sith hacía siglos y que ahora estaba impregnado de energías oscuras.

—Este lugar está corrompido, —le explicó Yoran—. Aquí, sentirás la verdadera presión de la oscuridad. Si puedes mantener tu control en este lugar, estarás lista para enfrentarte a Malakar.

El templo era frío y oscuro, y desde el momento en que entraron, Kira sintió una presencia opresiva. Las sombras parecían moverse por sí solas, y la sensación de peligro era constante. Mientras caminaban más profundo en las ruinas, Kira comenzó a escuchar los ecos de antiguos enfrentamientos entre Jedi y Sith, como si las paredes mismas contaran la historia de la batalla.

De repente, sin previo aviso, sombras surgieron de las esquinas del templo, manifestaciones de la oscuridad que allí residía. Se abalanzaron sobre Kira, y esta vez, sin dudarlo, encendió el sable de luz que Lana le había entregado. Con un solo movimiento fluido, desvió los ataques, permitiendo que la Fuerza guiara sus acciones. Su entrenamiento estaba dando frutos.

Yoran observaba desde la distancia, satisfecho. "Kira ha encontrado su lugar en la Fuerza," pensó. "Pero su verdadero reto está por venir."

Cuando Kira derrotó a las sombras, apagó su sable y respiró profundamente. Sabía que, aunque había ganado esta pequeña batalla, la verdadera guerra estaba a punto de comenzar. Malakar no esperaría mucho más tiempo. Estaba lista, o al menos lo estaría, para enfrentarse a él.

El destino de la galaxia descansaba ahora en sus manos.

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