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El último día

"Si recibes este mensaje, la Comunidad Aurora te ha juzgado como Individuo no apto para incorporación a la Sociedad. Debido a esto se le solicita su presencia en el Centro Comunitario para llevar a cabo la Ceremonia Final. Agradecemos el esfuerzo que hizo por ser aceptado y esperamos que disfrute su último día de vida, no olvide que..."

-Esto debe ser una broma. -grita el chico de cabello oscuro, arrojando aquel cubo holográfico contra la pared más cerca, interrumpiendo el mensaje que se reproduce. No necesita escuchar más.

-Te juro que queríamos decírtelo, cariño, pero...-la voz temblorosa de su madre solo confirmaba su sospecha.

-¿Lo sabías? ¿Y lo aceptaste así sin más? -los ojos del chico de doce años se ven rojos, puede sentir las lágrimas amenazando con salir, aun así se mantiene firme ante sus padres, quienes no dejan de verle con compasión. -¡Son mi familia! ¿No les importa que muera?

Los segundos que tardan en responder serían los más dolorosos de su corta vida. El rostro afligido de su madre y la expresión molesta de su padre son la respuesta que jamás espero tener.

-Ya basta, Leif. -la decepción que se escucha en la voz del hombre solo es superada por el golpe de su mano sobre la mesa. -Si la Comunidad decidió que no eres suficiente para unirte a nosotros, no hay nada que podamos hacer. Es más, deberías preguntarte ¿qué fue lo que hiciste para que tomarán esa decisión?

Incapaz de decir algo, el chico observa brevemente a sus padres, abriendo una y otra vez la boca en un intento fallido por decir algo, lo que fuera, pero, nada sale de sus labios. Su mente esta en blanco, aun que quiera decir algo inteligente que pruebe que se equivocan o la primer tontería que pudiera aliviar el momento. Solo hay espacio en sus pensamientos para una pregunta.

-¿Me extrañarán?

Contiene el aliento y traga saliva al ver como ambos adultos se miran, como poniéndose de acuerdo en la respuesta. El dolor en su pecho crece mientras los segundos pasan y la respuesta no llega.

-Si. -una simple respuesta por parte de su padre.

Dos letras que dichas de otra forma podrían haber sido un momento de alivio y amor, pero que en su voz sonaba automática y dicha solo por que sí, porque se supone que eso diría un buen padre. Y eso es lo que siempre fueron Dara e Ivan Moretti, padres ejemplares y modelos de la Comunidad, una verdadera vergüenza que el pequeño Leif no fuese igual a ellos. Los vecinos no sé sorprenderán al ver la Ceremonia final la mañana siguiente, jamás fue igual a otros niños y al llegar a la adolescencia parecía claro que no sería capaz de integrarse; las únicas opciones que le quedan son la Ceremonia final o una Reprogramación, obviamente, sus padres escogieron la primera.

-Siéntate, hijo. -finalmente habla la mujer, apartando un mechón de cabello de su cabello dorado, intentando que su sonrisa luciera natural y despreocupada. -Tenemos mucho de que hablar, vamos a planear nuestro último día en familia.

Es lo último que escucha Leif antes de salir corriendo, con las lágrimas cayendo de sus. No le importo haber tirado el plato de lo que sería su último desayuno, ni los gritos de sus padres llamándole, solo corrió tan lejos como sus piernas le permitieron. Inconscientemente llega a su sitio preferido: una pequeña área verde a pocas cuadras de su casa; a pesar de ser un lugar tranquilo y agradable, casi nunca recibe visitantes. Con la mirada nublada, Leif consigue saltar un arbusto bajo y acurrucarse junto a este.

"Una infracción más a la lista." Es lo único que puede pensar mientras se coloca unos viejos audífonos que siempre lleva en el bolsillo de su chamarra, conectándolos con dificultad a un reproductor que recién pudo reparar, selecciona una canción de la cual desconoce el nombre, antes de cerrar los ojos y apoyar su cabeza sobre sus brazos y rodillas. Si este será su último día, por lo menos disfrutará de su pasatiempo prohibido, además, ¿de quién fue la idea de prohibir la música? Seguro fue algún idiota del Consejo.

-Pss...

-¿Qué? -alza la vista rápidamente, viendo por todas partes sin encontrar el origen de la voz. Soltando un suspiro cierra los ojos, probablemente su mente le está jugando alguna broma.

-Pss...-otra vez ese sonido, aunque esta vez parece provenir del arbusto frente a él.

-Genial, ahora un arbusto me hace Pss. -murmura con sarcasmo, antes de patear con fuerza el arbusto.

-¿Qué te sucede? ¿Tu madre no te enseño a no patear plantas? -grita un chico molesto, que sale de detrás del arbusto, con una marca roja en la frente y su mano sobando su gran nariz. -Grandioso, por tu culpa tendré que comprar otros anteojos. -con su mano libre recoge un armazón redondo en color negro, partido a la mitad con un cristal quebrado en el borde.

Rodando los ojos, Leif se pone de pie y arrebata los lentes de las manos del otro chico, no sin antes rasgar la manga de su propia camisa para obtener una tira de tela delgada. Disimuladamente toma nota del contrario, un joven un poco más grande que él, de ojos grandes y azules, cabello de un rubio casi blanco, bien vestido como para una cita de negocios aunque unos tenis en un rojo brillante contrasta completamente el estilo.

El joven a su lado permanece con la boca abierta y un dedo apuntándole, como si quisiera remarcar que esta loco o simplemente le sorprendió la brusca acción del contrario.

-Listo, ahora deja de espiar moribundos por el bien de tu nariz. -la molestia es evidente en su voz, y el otro chico lo sabe.

-Gracias. -responde con timidez, mirando con curiosidad la unión improvisada pero funcional. -Soy Zero, pertenezco a la brigada de voluntarios "El último día".

Leif solo ve sorprendido como Zero le tiende la mano, sonriendo ampliamente como si no tuviera un moretón en el rostro por su culpa. Estrecha su mano con cierto desgane.

-Leif Moretti, ¿podrías...?

-Lo sé, te estaba buscando antes del atentado a mi arbusto. -Leif se da la vuelta y comienza a caminar hacia el lado contrario. -Espera, ¿no te gustaría tener el mejor día de tu vida?

Sin estar seguro de si se esta burlando o realmente es tan ingenuo para preguntar eso, el chico de cabello azabache le dedica una mirada de molestia antes de hablar tan tranquilo como su voz tras el llanto le permite.

-Mira, se que es tu trabajo y estoy seguro eres excelente en ello, pero ¿qué podrías decir que valga la pena? Deberías ir a buscar otro idiota con problemas, créeme, no desperdicies tu tarde y me ahorras una conversación que simplemente no voy a oír.

-Perfecto, vamos. -ignorándole completamente, toma su mano y lo arrastra fuera de aquella zona. -Tenemos mucho que hacer y poco tiempo.

Aquel día, las calles de la Comunidad Aurora, escandalizaron a sus pobladores con los gritos y todo tipo de amenazas que lanzaba el niño Moretti, en un intento fallido de soltarse del agarre ajeno.

No se detienen hasta encontrarse lo más cerca del final de la Comunidad que se les es permitido. Zero llama a una enorme puerta de metal en una clase de casa pequeña, con un letrero mal escrito a mano en letra roja "Boluntarioz, guarida secreta"; Leif no pudo evitar el impulso de golpear su frente con la palma de la mano al ver esto, ¿en serio se puede ser tan tonto o solo fingen para no hacerle sentir mal? Por increíble que parezca, prefería la primera opción.

-¿Contraseña? -una voz infantil y femenina suena desde el interior de aquella construcción. Después de un "disimulado" golpeteo rítmico en el metal por parte del rubio, la puerta se abre con rapidez, revelando a una niña de coletas rubias y vestido blanco. -¡Regresaste! No vuelvas a irte. -recrimina a Zero, antes de rodear sus piernas con sus bracitos, el mayor acaricia su cabeza antes de cargarla y hacer una seña a Leif para que pasará.

El interior de aquella casa no era lo que esperaba, no porque fuera hermosa y hogareña o por que resultará estar abarrotada de lujo y buen gusto, si no que se ve incluso peor que el desgastado exterior. El letrero afuera parece tener más presupuesto que la mayor parte de lo que hay en el interior. Haciendo el mayor esfuerzo de su vida, Leif sonríe e intenta ignorar el terrible aroma que se encierra en estas cuatro paredes.

Zero camina despreocupadamente hacia otra habitación, sin voltear a asegurarse de que su acompañante no se había desmayado de la impresión. No muy seguro de querer quedarse solo en aquel lugar luego de chocar su cabeza con una rata muerta colgada en el techo, prácticamente corre hasta quedar a pocos centímetros del otro chico quien solo sonríe murmurando un "Siempre funciona" que hace a Leif rodar los ojos, sintiendo un leve calor en sus mejillas por la vergüenza.

-Entonces, Leif, bienvenido al último día de tu vida. -comenta el rubio, dejando a la niña en el suelo y extendiendo los brazos dramáticamente al llegar a una habitación sucia y vacía, con una única computadora en el medio de todo.

-De saber que sería así, me hubiera quedado en casa.

-Eso hubiéramos hecho todos, -la sonrisa se extiende por el rostro de Alois, a pesar de no faltar en ningún momento se torna visiblemente tensa. -Pero aquí estas, casos como el tuyo los llamamos "Fallas", son personas que, aun si cumplen todas las normas, son simplemente incompatibles con el sistema de la Comunidad, ya sea su personalidad o en otros casos, por ser notoriamente diferentes al resto. -explica, evitando verle directamente, caminando de un lado al otro del diminuto cuarto.

"¿Eso era todo? Vaya que bien, por un segundo creí que merecía morir por irresponsable, es un alivio que solo sea por ser una falla. Ahora sí, puedo morir en paz."

Continúa observando a los dos chicos con curiosidad. La niña toma algunos objetos que guarda en una mochila pequeña de colores, mientras que Zero teclea algunas cosas con demasiado entusiasmo; los dos claramente saben lo que hacen, lo han hecho más de una vez.

-Bien, todo listo. -termina Zero, tronando sus dedos al estirarse. -¿Todo empacado, Milly?

-Si, capitán. -responde la niña entregándole la mochila antes de hacer un saludo militar, Leif no puede evitar sonreír al ver a la pequeña.

-Entonces, nos vamos. Cierras todo, no abras sin contraseña, ya sabes que hacer hasta que vuelva. -La niña asiente con la cabeza muy rápido, empujando al pelinegro fuera de la casa, balbuceando algunos "váyanse, no pierdan el tiempo" y un "sí que estas pesado" que solo hice que Leif ponga mucha más resistencia en moverse. -Nos vemos en la noche, no te desveles leyendo.

La niña detiene el empuje para cruzarse de brazos, por lo que Leif por poco cae al suelo. Zero comienza a reír, antes de tomar del brazo al chico y jalarle hasta que ambos están fuera de la casa.

-¿Milly? -un nombre que no puede creer que se le ocurriera al mismo padre que odia lo suficiente a su hijo para ponerle "Zero".

-Million, mi hermana, pero Milly suena más bonito. -responde tranquilo, como si aquella no fuera la primera ni última vez que tendría que explicarlo. -Ahora vamos, tengo el lugar perfecto para tú último día.

-¿Qué? -al no recibir respuesta, comienza a buscar al rubio para darse cuenta de que éste ya ha avanzado bastante. "Si que es rápido" piensa antes de correr tras él. -¿A dónde se supone que iremos?

Zero sonríe ampliamente, dándole una palmadita en la espalda y rodea con un brazo el hombro, tomándo demasiada confianza para el gusto de Leif. La caminata dura un poco más de lo que al azabache le hubiera gustado. Mucho más, casi una hora antes de detenerse frente a lo que pareciera ser una central abandona de trenes.

"Genial, seguro es un asesino psicópata caníbal. Con razón quería venir a la mitad de la nada." Mientras que Leif ya se esta viendo muerto, devorado y enterrado en aquel paraje, Zero se dirige una cabina que parece estar en desuso y golpea con fuerza el cristal opaco.

-¿Qué yo qué...? -se escucha una voz aguada, el vidrio se mueve un poco dejando ver a un hombre arrugado, de cabello inexistente y los ojos prácticamente cerrados. -Ah, eres tú, ¿uno nuevo o falla?

-Falla...es decir, este es mi amigo Leif. -ignorando el "apenas te conozco" de Leif, Zero continúa explicando algunas cosas a aquel anciano antes de agregar, -Y necesito un viaje al Campo de Estrellas.

El anciano solo gruñe anotando algunas cosas en su libreta, entrega un par de boletos al chico rubio. No es como si los fuese a necesitar, pero la ley es la ley, aun en una estación desolada. Aquel hombre sale del pequeño cubículo en el que estaba para guiarles a un tren viejo, con vagones de madera gastada y algunas manchas que delatan que antes fueron de color azul.

Ambos jóvenes suben a uno de los vagones a mitad del tren, encontrando en su interior lo que alguna vez habría sido un vagón de equipaje de un circo, repleto de paja, algunas jaulas enormes y carteles hablando sobre un tal "Strómboli, el magnífico", aquel espacio no esta tan mal. Leif solo ignora la breve conversación entre los otros dos, ¿realmente importa si confirma que es un asesino caníbal? De cualquier forma morirá, claro que prefiere morir sin dolor pero la alternativa es hacerlo frente a la Comunidad...esta bien, prefiere al caníbal.

El sonido del silbado anuncia el inicio del viaje.

-Lamento el golpe de hace rato. -comenta Leif después de unos minutos, nervioso por tanto silencio. El chico rubio le mira incrédulo por un instante, antes de asentir con la cabeza.

-Bueno, gracias a ti jamás volveré a hacer "Pss" desde un arbusto. -bromea un poco antes de adentrarse más en el vagón, dejando la puerta corrediza abierta. -Por cierto, gracias por reparar los lentes, no te imaginas el desastre que hubiera sido tener un guía miope.

Leif muerde su labio, dispuesto a no reírse de los malos chistes del chico con lentes.

-No es nada, no es la primera vez que rompo algo. -comenta, un tanto desanimado al recordar la cantidad de veces que llego a romper jarrones, masetas, ventanas, máquinas y un par de narices, por accidente. -Fue por eso ¿no? -al ver que el otro chico parece no entenderle, Leif continua, -por eso decidieron que no pertenezco a la Comunidad Aurora.

-Para nada, ser torpe e impulsivo no es delito...-ambos chicos consideran lo dicho por Zero por un segundo, antes de decir al mismo tiempo: -Aun.

-¿Quien diría que así sería el final? -comenta Leif, caminando hasta el borde del vagón, sujetándose con fuerza del marco de la puerta antes de sacar parte de su cuerpo hacia el exterior.

-Ni se te ocurra saltar del tren, -le regaña Zero, por algún motivo en su voz se escucha más desconfianza que preocupación porque en verdad llegará a saltar, -si te mueres, te mato. No necesito llenar todos los papeles de suicidio.

-Descuida, de haber querido morir te aseguro que no lo hubiera logrado tan bien como lo hice.

Zero suelta un suspiro, antes de mirar hacia el exterior. Si bien, aun falta tiempo para llegar a su destino, la vista es bastante hermosa: estando apartados de la zona habitable de Aurora, los campos vacíos se encuentran teñidos de un brillante color dorado, del cual no sobresale ninguna flor pero fácilmente puedes disfrutar de la nada. No importa cuantas veces haga este viaje, siempre pareciera mejor que la última vez.

Desviando la vista hacia el pelinegro, nota lo cansado que luce y aun así no parece dispuesto a descansar, ¿quién lo haría? Zero definitivamente no. Tomando demasiado aire, y valor, imita la acción de Leif, asomándose hacia el exterior. La brisa golpea su rostro y no puede evitar reír por los nervios, aun así debe admitir que es un sentimiento indescriptible y maravilloso; el estar a un paso de morir, resulta tan extraña la sensación de calma aún si está misma le obliga a aferrarse de algo como si su vida dependiera de ello, en este caso literalmente.

-¿Sabes? Siempre soñé con ser inventor cuando creciera. -suelta Leif volviendo al interior del vagón, aun con la fría sensación del aire en sus mejillas. Solo en ese instante, Zero pudo notar como los ojos del chico están rojos y algunas lágrimas resbalan por su rostro, el rubio imita su acción. -Al final no hice nada, ni por mi ni por nadie. Jamás hice algo útil, aún si otros se alegraban por una ocasional reparación o unas palabras de apoyo, ¿qué importa? eso pudo hacerlo cualquiera.

El de lentes entiende lo que sucede, por lo que guarda silencio.

-Zero, ¿sirvió de algo estar vivo? Siempre fue como si aunque estuviera presente en realidad no estaba aquí. Siempre había alguien más para ver, alguien con más talento, con más habilidad, más carisma, ¿y qué hay de mi? No es que deseara una multitud aclamando mi nombre pero, un "bien hecho" de alguien más que no fuera mi mamá parece justo ¿No? ¿Ni siquiera eso merecía? Y ahora, que el final realmente tiene fecha y hora, ¿Qué se supone que haga? Finalmente creí que estaba haciendo las cosas bien pero lo arruiné,... como siempre.

Leif solo se tira al suelo incapaz de contener el llanto por más tiempo, abrazándose a sí mismo con fuerza, como si intentará confirmar que es real. Que sigue aquí.

-Bien, ya te desahogaste. Ahora, escúchame. -la voz de Zero es dura, aunque no hay ni una pizca de molestia en ella. -No es culpa tuya, no eres una falla aún si otros lo afirman. Tal vez ahora parece que tu vida paso de largo y te dejo atrás, lo sé, no siempre es fácil aceptar las pruebas que se empeñan en mostrar cuan vulnerables somos, -viendo que el pelinegro abre la boca para decir algo, el de lentes pone la mano en su hombro, -pero tú, Leif Moretti, debes comenzar a aceptar quién eres y todo aquello que hizo que tu vida fuera solo tuya. Si cuando llegue el momento en que las estrellas que iluminan tu vida se apaguen, logras mirar hacía tras sin arrepentirte, sabrás que valió la pena haber vivido.

Sin pensarlo dos veces, lo abraza. En ese abrazo iba entredicho todo aquello que las palabras no pueden expresar.

Los minutos pasaron en silencio una vez que se separaron, los dos apoyados contra la pared del vagón. Aún así, él trayecto es tranquilo, algunas pláticas entre ambos sin extenderse demasiado.

Leif comenta sobre la música y algunos de sus experimentos exitosos, Zero comentaba sobre algún lugar apartado que había llegado a conocer en estos viajes. Montañas, plazas, museos y algún que otro campo abierto, todo pareciera un mejor plan que sentarse a llorar.

-¿Será doloroso? -pregunta nervioso el pelinegro, mirando hacia el exterior.

-¿La desconexión? No, ninguno de los que he visto sufrieron al final. -comenta Zero, con algo de vergüenza. -Sucede en un segundo, tan rápido que ni se dieron cuenta. Es algo intimo, solitario, -Leif no lo entiende, ¿no era una ejecución publica? El rubio, adivinando lo que debía cruzar por su mente, continua -durante un instante el Alcalde en turno apaga los brazaletes de todos en la habitación.

-Los duerme. -Zero asiente ante la afirmación de Leif, -por eso nadie recuerda como es.

-Así es, si la gente supiera que sus vidas pueden terminar al presionar un botón en una cosa tan absurda como esta, -señala el objeto metálico que se envuelve en la muñeca del contrario, -¿qué pasa si alguien lo decide?, su corazón dejará de latir...

No había que decir nada más. El resto quedaba implícito: nadie estaría tan ansioso de ver morir a otros si es que ellos mismos podrían morir en cualquier momento sin previo aviso, ¿Cuántas muertes realmente fueron por causa natural? ¿abra habido algún asesinato que nadie podría notar?

El silbato del tren se escucha unos instantes antes de detenerse, con la luz del día descendiendo hacia la noche, el panorama frente a ellos sorprende a Leif: un bello campo completamente verde, bañado de rocío y una fina niebla cubriéndolo. "Es como estar en las nubes" piensa el pelinegro, bajando rápidamente del vagón de tren. Al pisar el césped da la sensación de estar pisando un suave colchón; incapaz de contener su curiosidad, se agacha y palpa un poco, notando el tacto suave y cálido tan diferente a los de la Comunidad Aurora.

-Bonito ¿No? -llama la atención Zero, quien está limpiando sus ropas tras haber caído de bruces al bajar del tren. Sus gafas más torcidas de lo que Leif recordaba que estaban.-Los Voluntarios lo llamamos Campo de Estrellas.

-¿Por qué? -pregunta verdaderamente interesado el chico, rogando por no oír un...

-Ya lo verás. -...y lo dijo.

Cruzándose de brazos, continúa andando un poco, sin querer perder de vista nada. Si bien, el área no es un sitio plagado de árboles y flores, la niebla a su alrededor le da un toque casi mágico a todo aquello que no se puede ver a través de ella. Instantes después llega Zero, con una gran caja de madera entre sus brazos y el anciano conductor regresa a su asiento para dormir una siesta.

-¿Y eso? ¿Tendremos un día de campo o qué?

-Para nada. -dice el rubio, bajando la caja con cuidado antes de abrirla. La emoción de Leif por el contenido, termina en el momento en que las botellas de vidrio de colores vacías se asoman desde el interior. -Un regalo, de mi para ti.

La sonrisa en el rostro del chico le hace cuestionarse si se trata de una broma; toma una con cuidado, viéndola como si en ella se encontrará el secreto del origen del universo.

-¿Gracias? -comenta Leif, recibiendo una risa del otro niño, quien toma una botella y la estrella con fuerza contra el suelo gritando. -¿Estas bien? -la preocupación es evidente en su voz.

-Inténtalo, te ayudará. -vuelve a gritar y arroja a su próxima victima.

Aun sin estar del todo seguro de lo que hace, esta dispuesto a intentarlo. Cerrando los ojos y tomando aire, piensa en todo aquello que hay en su mente y que no ha dejado de dar vueltas todo el día: su fracasos, las caídas, los problemas en casa, las veces que dejo de hacer lo que quiere por hacer lo que debe, los momentos en que se quedo callado y en los que dijo lo que no debía, incluso aquellas ocasiones en que anhelo una oportunidad en la cual mostraría quien realmente es, esperando que hubiera alguien, quien fuera, que pudiera compartir con él sus logros, la mirada de sus padres aquella mañana...

Sin pensarlo arroja la botella y suelta un grito con el cual sus lagrimas brotan sin control. Un grito de dolor, de odio, de cansancio, de enojo contra el mundo, contra él, ¿Qué importa contra quien? Solo quiere que todo lo que hay en su interior salga y sea escuchado; nunca pensó que un desconocido sería a quien confiaría tal momento de vulnerabilidad, pero aquí esta, rompiendo botella tras botella hasta que no queda más que fragmentos de vidrio en el césped y con ello, una sensación de calma llega a él.

-¿Por qué vinimos aquí? -pregunta más tranquilo el pelinegro. Zero toma su mano y lo lleva un poco más adentro del campo, buscando un sitio libre de cristales, antes de tomar asiento e invitarle a hacer lo mismo.

-Cada persona es diferente y reacciona distinto a la llegada de la muerte. Algunos lloran y buscan estar con sus seres queridos, otros incluso se emocionan ante la llegada de un final, -apretando un poco la mano del chico de cabello oscuro, el rubio continua -tu necesitabas desahogarte, y créeme, no fue la patada ninja lo que me lo dijo.

Apenado, Leif rasca su nuca y sonríe con torpeza, disculpándose en un murmuro antes de que el otro chico continúe hablando restando importancia a aquel golpe.

-Este sitio esta apartado de todo y de todos. Los mitos decían que más allá de esta niebla un mundo aterrador se encuentra, por lo que la Comunidad lo dejo abandonado antes de pensar en construir aquí. -ambos chicos observan como de a poco el sol va ocultándose para dar paso a un hermoso cielo nocturno. -Casi nunca vengo aquí, pero es un lugar ideal para hacer las paces contigo mismo.

-Si.

-Sabes, cuando era más pequeño soñaba con explorar lo que hay más allá de la niebla. Supongo que siempre he podido hacerlo, podría tomar mis cosas e irme.

-¿Pero?

-Tengo miedo, ¿y si no es lo que imagino? o peor aún, ¿si lo es?

-Si se espera a estar preparado para hacer lo que queremos, esperaremos por el resto de nuestras vida.

Es todo lo que dice, antes de que el silencio llegue. Esta vez no resulta incomodo, ni siquiera siente la necesidad de hacer algo diferente a ver los pequeños puntos que aparecen en el cielo, es como si todo el enojo y ansiedad que había sentido desde que recibió aquel cubo en la mañana, hubiera desaparecido, dejando solo la clara idea de que incluso si el final esta cerca, no dejaría algún sueño sin cumplirse.

-Gracias. -dice finalmente Leif, soltando la mano de Zero. -Por estar aquí, por este día, por ser el único que me escucho.

-Para eso estamos los amigos, ¿no? -responde sonriente el otro niño, antes de ponerse de pie y tocar la cabeza del pelinegro. -Te toque, corres.

Dicho esto hecha a correr. Leif tarda un segundo antes de entender, levantándose con una sonrisa en sus labios y comienza a perseguirle; ambos chicos continúan corriendo entre una niebla cada vez más espesa y clara, riendo cada que esta a punto de atraparle. Con el movimiento que provocan, los arbustos se agitan y de ellos, miles de luciérnagas salen volando y revolotean por el lugar, destellando con fuerza entre toda la niebla.

La vista que tienen ante ellos resulta encantadora y mágica. Leif no puede evitar sentirse como si estuviera jugando en el cielo, rodeado de nubes de algodón y las estrellas centellando para iluminar el mundo. Los pedazos de cristales coloridos proyectan colores vivos y alegres sobre las nubes y el suelo. Si pudiera detener el tiempo, en ese precioso instante, podría conservar por siempre aquella imagen, aquella sensación de paz y plenitud que la noche entre estrellas le da. La risa de Zero resuena en su mente, sus pies se mueven en automático, queriendo alcanzarle y no permitir que se vaya, casi como si temiera que aquel maravilloso instante desaparecería si él también se iba.

Todos siempre se van.

Finalmente lo alcanza, tropezando con su propio pie y empujando al chico en el acto. Ambos caen en el pasto, riendo a carcajadas, disfrutando de aquel trozo de cielo que por una noche, solo pertenece a ellos.

-Desearía quedarme aquí para siempre.

-Desearía estar aquí una vez más.

Ambos chicos hablan al mismo tiempo, con un triste anhelo. Un simple deseo que saben no podrá ser.

-Si pudiera, te daría todo el tiempo del mundo. -comenta Zero, sentándose, su voz es tranquila aunque claramente se escucha un toque de melancolía en ella -Nadie merece irse antes de tiempo, no esta bien.

Leif se sienta a su lado, sintiendo la última pizca de enojo en su ser. No necesita que nadie se lo recuerde, entonces ¿Porqué insiste en hablar de ello?

-¡¿Qué sabrá del bien y el mal?! ¡Nada es suficiente para ellos! Todo lo que sea diferente es malo y ni siquiera pueden decir porque...-los gritos de Leif cesan al ver la expresión triste del chico. Aún si no se arrepiente de decirlo, definitivamente no era él con quién estaba enojado. -Yo...lo siento.

La incomodidad se puede sentir en el aire, cada uno está sumido en sus pensamientos. Incluso la mágica atmósfera que habían creado parece volverse sombría y triste, las luciérnagas se han ido y solo queda aquel manto de niebla que moja levemente sus ropas. Leif suelta un suspiro, Zero hace lo mismo tras unos segundos.

-¿Cómo eras? -rompe el silencio, mirando a Zero con curiosidad. El otro chico voltea su rostro al lado contrario, abrazando sus piernas con fuerza y cerrando los ojos.

-Siempre he sido igual. -aún cuando intenta sonar alegre, su voz se quiebra. Leif se acerca al rubio, colocando su mano en su hombro. -¿Te diste cuenta?

-Lo imaginaba. -respondió con la voz más tranquila que puede, señalando el brazalete apagado en su muñeca, el rubio solo la cubre con su manga.

El silencio se establece una vez más; aún cuando el tiempo es lo que menos le sobra a Leif está dispuesto a regalarle a Zero los minutos que necesite para hablar. Mirando el cielo estrellado sobre sus cabezas, se pregunto por primera vez si acaso existe algo más, si tal vez después de la muerte habría luz o si podría convertirse en una estrella más en aquel firmamento.

-Alois Caruso, -Leif le mira por un instante, sin saber que decir. Había creído que tardaría más -así me llamaba.

-Alois. -repite, con una sonrisa tímida en el rostro.

-Mi padre se fue un día, en ese momento no sabía porque, -hizo una pausa en la cual limpia disimuladamente su nariz -unos días después llegó el cubo holográfico y no supe cómo reaccionar. Milly aún era pequeña y no quedaría nadie para ella una vez que me fuera, -para este punto las lágrimas ya caían por sus mejillas, su nariz luchaba por obtener algo de aire en medio de los jadeos del llanto ahogado, Leif acaricia su espalda intentando tranquilizarle -tome la segunda opción.

-Reprogramación. -concluye el pelinegro, comenzando a entender lo que el otro intenta decir.

-Es así como le dicen, -limpia sus ojos con la manga del suéter, antes de retirar las enormes gafas de su rostro-nosotros nos hacemos llamar "Voluntarios" así nadie cuestiona la Ceremonia Final. Elegir reprogramación implica que formas parte de la Comunidad, aún si tienes que cambiar lo que eres. -la risa que suelta está cargada del dolor que hasta ahora no había soltado. -Si algún día quieres ver a quienes de verdad su vida no sirvió de nada, ve a los Voluntarios. El Consejo siempre a mentido en algo, los "Reprogramados" son los únicos que mantienen el recuerdo de ellos mismos.

-¿Quiere decir qué...? -la presión en el pecho del pelinegro se incrementa de imaginar esa situación, ¿De qué sirve vivir otra vida si todos a los que amas se olvidarán de ti? Por un instante, incluso intenta recordar si tal vez ya se conocían de antes.

-Conocí al viejo Tucker el día antes de mi Ceremonia, él fue quien me trajo aquí junto a Milly. Su hija había sido desconectada hacía poco y me convenció de tomar la segunda opción, -se detiene un momento, tomando bocanadas de aire entrecortadas por el llanto, -ella se quedaría aquí hasta que la Ceremonia pasará, sino ella también me olvidaría...como todos lo hicieron.

La mirada de Alois esta nublada, sin aquel brillo tan característico en ella. El corazón de Leif se siente pesado al verle así. Si en la mañana alguien hubiera dicho que aquel chico sería quien requería apoyo, hubiera pensado que era una broma cruel. Y es que, aunque lo niegue, Leif había aceptado que este es el último día que tendría y a pesar de lo que pensaba en un inicio, viendo su vida hacia atrás no se arrepiente de haber vivido siendo él. Aún así, aún queda una pregunta que no ha salido de su mente desde que recibió aquel cubo.

-¿Qué hiciste para ser considerado una falla?

-Parece que ser extremadamente entusiasta es un crimen. -intenta bromear Alois, dirigiéndole la mirada por primera vez en la conversación, aunque después de un segundo suelta una risa cansada y corta antes de mirar al cielo. -Me enamoré de la persona equivocada.

Silencio. No hacía falta decir nada más, ambos entendían lo que quería decir pues los dos estaban en esta situación por la misma razón. Siempre supieron que eran diferentes, Leif era alguien curioso y con ideas por crear, Alois era más calmado pero con tantas cosas que contar.

Ambos fueron niños que amaban a su familia, buscaban la aprobación y cariño de otros, claramente no la encontraron. Alois no supo que aquella tarde los verían, así como Leif no supo que había una vecina entrometida que les delataría. No hacían nada malo, un simple beso entre dos hombres bastaría para No ser aptos de integración a la Comunidad.

-Tal vez podrías unirte. -comenta en voz baja Alois, desviando la mirada hacia el cielo. -Podría ser una segunda oportunidad.

-Si, una oportunidad... -murmura Leif, realmente pensando en lo que el otro menciona. No tendría que morir, ya es un avance ¿No? - pero no quiero hacerlo.

-¿Qué? Toda la mañana te quejaste por tener cosas pendientes y ahora rechazas vivir, ¡¿Quién te entiende?! -Leif no puede evitar reír al ver cómo el rubio se cruza de brazos de forma dramática y termina haciendo un puchero con los labios.

-Lo sé, pero...-aguarda un instante, buscando las palabras, finalmente suelta una risa corta antes de mirar el cielo igual que su amigo -no quiero que otros decidan por mi. Esta mañana habría dado cualquier cosa por un día más, por ser igual a los demás, pero ahora no puedo aceptarlo. No viviría por mi, ni siquiera sería yo.

Alois solo sonríe con algo de tristeza.

-Vamos, mañana tienes que llegar temprano. -comenta poniéndose de pie, su ropa mojada debido a la niebla y los lentes empañados resbalando hasta la punta de su nariz. -A menos que quieras crear tu última gran escena.

-No gracias, tuve bastante con la de esta mañana. -ríe, recordando todas las cosas que le gritó al chico, algunas de ellas ni siquiera está seguro de lo que significaban. Ruega a las estrellas que por lo menos fueran malas palabras.

El camino de regreso pareció tan corto para ambos, fue silencioso y tranquilo. No hubo un gran espectáculo en el cielo, no ocurrió alguna aparición de el medio de la nada, no hubo una llamada inoportuna que dijera que todo había sido un error y este no sería el último día, ni siquiera tuvieron un beso como despedida a la luz de luna. Solo silencio, cada uno sumido en su mundo de ideas, pensamientos y sueños.

La despedida fue corta, sin palabras, solo un rápido abrazo antes de que Leif ingresara en su hogar por última vez y Alois diera vuelta para irse.

El pelinegro entra y encuentra a sus padres, ambos sentados en la sala con tazas de café caliente entre sus manos. Su madre casi arroja su taza sobre su esposo, antes de correr hacia su hijo, abrazándolo y llorando, murmurando palabras de consuelo que poco o nada cambiarían pero que de alguna forma alivian su corazón. Su padre es más reservado, no sé arroja en un abrazo conmovedor, solo camina con calma y abraza a ambos, dejando un beso en la coronilla de cada uno. Aquella noche no hubieron más quejas ni reclamos, solo los tres viendo alguna cinta de vídeo antigua que a la mañana siguiente olvidarían, pero al menos Leif podría decir que no estuvo solo. Está vez no.

El golpe en la puerta los despierta y sobresalta a los tres, quienes habían quedado dormidos en los sillones. La mujer rápidamente acomoda un poco su ropa y su cabello, antes de levantarse y abrir la puerta. De pie al otro lado está Alois junto a otros dos hombres bastante extraños, como si no estuvieran realmente consientes de sus acciones. "Nuevos reprogramados" piensa Leif, sintiendo tristeza al imaginar a Alois con esa mirada perdida en la nada.

-Buenos días, mi nombre es Zero y soy Voluntario de la Comunidad, vinimos a escoltarles a la Ceremonia Final de Leif Moretti.

-Por supuesto, en un momento estamos listos. -responde cansada la mujer, aún así contiene las ganas de llorar y correr a aquel chico rubio de gafas rotas, ¿Sería ilegal patear a alguien con lentes?

La preparación fue rápida, una Ceremonia así es sencilla no un festejo, por lo que la vestimenta siempre consiste en las prendas blancas reglamentarias, salvó por los Fallos, a quienes se les da la oportunidad de escoger las prendas más cómodas que tengan. Aún recuerda a una chica que murió con un pijama de unicornio y mechas de todos los colores en el pelo. "Una acción deplorable" anunciaban los periódicos, "Una heroína" pensaba Leif. Claro, a pesar de todo no escogería su pijama de dinosaurio para su Ceremonia, no estaba tan ansioso de decepcionar a sus padres una última vez, por el contrario optó por la misma ropa había llevado el día anterior, incluidos los audífonos. Una declaración de individualidad más sutil que ser un unicornio.

Las miradas indiscretas y comentarios no faltan, aún así nadie interfiere. Solo avanzan hasta su lugar en aquel Centro, nunca lo admitirían pero esperaban con ansias una ocasión así, fuera de la rutina.

De pie, en el estrado al centro de la habitación redonda, Leif no puede evitar imaginarse en cualquier otra situación, ¿Cómo hubiera sido si estuviera ahí para recibir un premio? ¿O si aquel fuese el día de su boda? Sonríe con algo de diversión, imaginando el escándalo que hubiera sido un matrimonio con otro chico, uno al que no es capaz de poner nombre y rostro.

-Queridos pobladores, miembros honorables de la Comunidad Aurora. -el discurso ceremonial del Alcalde en turno comienza, Leif detiene la serie de pensamientos positivos que llegan a su mente, increíblemente interesado en saber que sería lo que dirían de todo esto. -Estamos aquí, para celebrar la vida, compartir los logros y despedirnos de un amado miembro de nuestra familia.

"Creo que me equivoqué de ceremonia" piensa el pelinegro con todo el sarcasmo que puede, intentado con todas sus fuerzas no voltear los ojos o cruzarse de brazos.

-Nuestro querido Leif Moretti fue juzgado ante nuestros más importantes habitantes, desafortunadamente se le consideró poco apto para la integración a nuestra sociedad. -el murmullo dolido de la multitud no coincide con las miradas aburridas y expresiones desinteresadas. -Por lo que tenemos que decirle adiós.

Un fuerte aplauso inunda el recinto, mientras de un cubo holográfico enorme se proyectan imágenes de un recorrido por la verdad de Leif Moretti. El chico no pudo evitar mirar con interés aquella proyección ¿Cómo no recordaba todo aquello? Su primer cumpleaños, las buenas notas que mantenía, sus horribles dibujos colgados en el refrigerador, el primer premio en una feria de ciencias, su discurso escolar, la primera vez que se enamoró de alguien, su primer proyecto exitoso, encontrar la música que tanto ama, incluso mirar las estrellas cada cumpleaños junto a su madre. Tal vez no fuera tanto, ni siquiera una gloriosa vida, pero fue la suya y no cambiaría nada de ella, si al final estaría junto a aquellos que estuvieron a su lado en los buenos y malos momentos.

-Breve pero hermoso, -un poco de ironía en la voz del gobernador es evidente -y con esto, brindamos nuestro respeto y agradecemos su vida. -el silencio en la habitación llama la atención del niño, quien voltea para encontrar a todos los miembros de la Comunidad dormidos. -Bien chico, esta es la última oportunidad para decidir tu destino ¿escogerás la Ceremonia Final o prefieres unirte a los Voluntarios? -La voz, antes calmada y suave del Alcalde, ahora es fría y arrogante.

Sin pensarlo mucho, toma una fuerte bocanada de aire antes de responder.

-Agradezco su ofrecimiento, pero me quedo con la Ceremonia Final. -afirma, antes de dirigir su mirada a su ejecutor, quien va entrando con la mirada clavada en el suelo. -Si me lo permite, quisiera despedirme de alguien más antes de partir.

El Alcalde, sin mucho interés asiente; Leif se da la vuelta y corre hacia el joven rubio que ingresa en la sala, antes de envolverle en un abrazo. Alois solo se aferra aun más en dicho abrazo, murmurando repetidas veces "lo siento, lo siento mucho", en un intento de frenar la enorme culpa que siente en su pecho al saber que será él quien apagará la luz de su amigo.

-Sabes, deberías revisar más seguido ese vagón de tren. -Suelta de la nada Leif, separándose del otro chico, con una sonrisa tranquila y cálida. -Tiene cosas muy interesantes.

Asintiendo, ambos chicos se miran por un instante antes de que el Alcalde indique a Zero terminar el trabajo. Los dos niños se sientan en el suelo, como ayer mirando hacia el techo abierto del Centro, sobre sus cabezas no hay estrellas pero el brillo del sol pareciera más adecuado para un adiós.

Un segundo.

Fue todo lo que tomo para que el corazón de Leif se detuviera.

No hubo tiempo de nada, de pensar en algo o de sentir cualquier cosa, simplemente termino. Alois se niega a mirar hacia su lado, cerrando los ojos con fuerza y sintiendo un fuerte dolor en el pecho, se pone de pie para salir del Centro, tal vez más rápido de lo debido. No importa, una vez llegando al exterior hace lo que tanto anhelaba hacer: llora.

Llora. Llora sintiendo la culpa de terminar con otra vida inocente. Llora de la impotencia, al saber que no puede desobedecer por su hermana. Llora por perder a un amigo. Otra vez.

Caminando sin rumbo real, termina llegando a la estación del anciano. Por la hora, sabe que esta perdidamente dormido; aun así se niega a ir a casa, nunca es lo bastante fuerte para llegar con Million y decir "Mate a alguien, ¿Qué vamos a comer?" Se dirige al vagón en el que viajaron el día anterior, con la curiosidad y una fuerte necesidad de cumplir aquel último deseo.

Realmente no había mucho ahí, nada diferente a otras ocasiones. Entrar a aquel sitio solo se siente mal, incorrecto, aun así no puede evitar sonreír al voltear a ver el punto junto a la puerta en el que estuvieron sentados, más aún al encontrar ahí lo único que había cambiado.

Un reproductor de música fabricado, unos viejos audífonos y un cubo. Lo último que tendría alguna vez de su amigo. Dejando de lado los objetos, toma asiento y manipula un poco el cubo, hasta que el mensaje se proyecta.

Las palabras dichas, permanecerían en su mente incluso después de irse de aquel lugar. Tal vez Leif había olvidado el tiempo que estuvieron juntos, pero las memorias que ambos compartieron incluso antes de alejarse, permanecerían intactas en la mente del voluntario.

"Al,

No se quien eres, ni siquiera puedo recordar si en algún momento nos conocimos, lo único que tengo claro es que no cambiaría este último día a tu lado. Si alguna vez fuimos amigos, conocidos, amantes o simplemente fue la primera vez que nos vimos, no importa; lo único importante es que estuviste conmigo.

Me recordaste el porque viví realmente, gracias a ti finalmente pude aceptar quién soy. Por eso, ahora te toca escucharme a mi. Alois Caruso, no es tu culpa. Se que ahora debes sentirte como el peor ser humano de la Tierra, claramente sin mi estás perdido, aun así, tenías razón en algo y es lo último que quiero que conserves de mi:

Vive. Comienza a creer en ti, acepta quien eres y atesora aquello que hace que tu vida sea solamente tuya. Vive por ti. No permitas que la vida se escape frente a ti, tengas miles de errores o seas la persona más afortunada del mundo, no dejes de avanzar. Llegarán momentos de dolor, momentos en los que todo tu universo se derrumbará, incluso habrá algunos donde estés seguro de que no podrás más...es en esos momentos donde sabrás que estas realmente aquí. Si cuando llegué el momento en que las estrellas de tu vida se apaguen, espero que logres mirar atrás sin arrepentirte, quiero que vivas y que continúes siendo tú, incluso si yo no estoy aquí para admirar un poco de tu grandeza."

-...ya sabes que hacer. -dice Alois, dejando a Milly en la entrada de la casa de una pareja, quienes miran con ternura al par de hermanos despidiéndose. -Nos veremos pronto.

La niña abraza una vez más a su hermano, entregándole su mochila de colores en la que aun permanecen los mismos objetos que hace un par de días llevó a aquel campo: una libreta, un lápiz y un peluche viejo. Alois sonríe, sabiendo que aquella era la forma de la pequeña de decir que estaría con él incluso si no están juntos.

Despidiéndose con la mano, el chico se aleja tranquilamente hasta llegar a la estación de trenes. El anciano esta preparado para partir hacia el Campo de Estrellas. Aquel día esta dispuesto a cumplir sus sueños. Esta preparado para vivir hasta el momento en que reciba su último mensaje:

"Agracemos el esfuerzo que hizo por ser aceptado y esperamos que disfrute su último día de vida"

¡Y hasta aquí llegamos! Gracias si llegaste hasta aquí ✨

Los maravillosos gráficos fueron hechos por la gran Chicaideas

Espero que les gustará. Nos leemos en otra historia ¡CHAU!

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