85. El día anhelado
- ¿Crees que se ha despertado?
- Aún no, y ella no es muy madrugadora.
Chris dejó atrás a Dani y fue a la habitación de Rose con una caja en la mano. Abrió la puerta con cuidado y vio que estaba en la cama, bien tapada por la manta. Fue a dejar la caja en la mesita de noche al lado de su cama y antes de irse se acercó para darle un beso en el rostro y se alejó.
Rose se despertó sobresaltada. Había tenido una pesadilla. Era el día antes de la boda y estaban actuando Romeo y Julieta, pero esa vez Chris ya no se despertaba. Se desesperó y se arrepintió de convencerle para actuar de nuevo en la obra. Intentaba asimilar que había sido un sueño y que Chris estaba vivo y se casarían, pero sentía unas ganas tremendas de verle en ese momento y saber que estaba bien. Entonces sintió unos brazos envolverla y escuchó su voz:
- ¿Qué ocurre?
- Chris...
Le contó su pesadilla y él la abrazó con ternura.
- Ya estoy aquí... y a partir de ahora me tendrás cerca cuando tengas pesadillas. Aunque espero que conmigo aquí no las tengas- bromeó.
Rose sonrió y se acurrucó entre sus brazos, descansando la cabeza en el pecho de Chris. Le alegraba mucho que estuviera ahí. Vio de reojo la caja en la mesita de noche y se dio cuenta de que Chris había ido a darle otra sorpresa. Seguramente era para que la viera sola, por lo que no dijo nada al respecto.
- Voy a prepararme, quiero llegar pronto. La novia tiene la suerte de poder llegar más tarde- le guiñó un ojo-. Como la realeza.
- Yo tengo que desayunar y prepararme, pero seguro que tardo más que tú- se rio Rose-. Gracias por estar aquí, las pesadillas a veces parecen tan reales...
Chris le dio un beso en la cabeza y se despidió hasta unas horas más tarde. Ambos tenían una sonrisa de enamorados en el rostro. Estaban entusiasmados por ese día, y algo nerviosos, pero sobre todo les transmitía una sensación inigualable pensar que al fin serían un matrimonio. Seguramente recordarían ese día como el mejor de su vida.
Rose desayunó con Dani y Raquel, que había venido el día anterior para ser dama de honor. Más tarde vería a Celia, a Lisa y a Helen, cada cual con su vestido de dama de honor y su pareja. Lisa y Sebastian habían congeniado bastante bien, pero tardaron bastante en decidirse por una relación y luego cortaron y volvieron varias veces. Sus personalidades chocaban, pero al igual que Chris y Rose, no podían vivir el uno sin el otro y mientras aprendían a soportarse y maduraban, empezaron a pensar en una relación estable, oficial. Rose le había mandado una carta contándole su historia y eso la hizo ver que no debía tener miedo a la relación, siempre habría problemas, pero lo importante era resolverlos juntos.
Raquel ayudó a Rose a prepararse y poco después llegó Helen, lo cual las tomó por sorpresa.
- No voy a dejar que salgas de cualquier manera en tu día más importante, te arreglaré el pelo para que sea digno de esa tiara con tan buen gusto que te compró Chris. A cambio me la tienes que prestar para mi boda- negoció Helen.
- No hay problema, Chris quiere que lleve otra una vez hechos los juramentos, dice que me convierto en su reina y... merezco una corona apropiada... - empezó a sonrojarse más y más a medida que pronunciaba dichas palabras.
- Hay que ver, te has llevado un buen partido, eres afortunada- dijo Helen, a lo cual Rose asintió cabizbaja, intentando ocultar su rubor-. Pero tú no lo digas mucho, que se le sube a la cabeza- bromeó-. Tiene que pensar que él es el afortunado. Bueno, y lo es... pero yo dándote cumplidos no será costumbre, pero como hoy eres la novia... haré una excepción, es tu día.
Rose le agradeció sus palabras, sabiendo que en el fondo Helen la apreciaba, a pesar de su forma tan característica de demostrarlo. Sonrió y la dejó hacerle el peinado mientras Raquel miraba curiosa. Le gustaba ver cómo se trabajaba con el pelo, quizá podía dedicarse a ello y practicar en el salón de belleza y peluquería que llevaba Helen. Una vez terminado el peinado, Helen le colocó la tiara y el velo a Rose y dio su trabajo por concluido.
- ¿Cuánto...?- iba a preguntar Rose.
- Considéralo regalo de bodas. Mi único cobro será tu reacción ante el espejo y la de Chris cuando te vea.
Rose fue a verse en el espejo y Helen le dio unos suaves toques de colorete en el rostro, a pesar de la insistencia de Rose de que no quería llevar nada en la cara. Quería presentarse ante Chris tal y como era, pues esa era la Rose con la que él se quería casar.
- Vaya, realmente se te da bien- dijo ella mirándose al espejo-. Me siento... como una princesa- se sonrojó-. Espero que a Chris le guste tanto como a mí...
- O más. No lo dudes. Estás increíble- dijo Raquel, impresionada-. Helen, creo que te necesitaré en mi boda.
- Pues claro que me necesitarás- respondió ella, accediendo.
Rose dio algunas vueltas con el vestido, riendo de felicidad. Ardía en ganas de ver a Chris y su reacción. Salió al coche mientras Helen y Raquel la ayudaban con la cola del vestido. La ayudaron a meter el vestido en el coche y fueron al restaurante. Rose salió y admiró lo precioso que estaba el jardín, lo bien que olían las flores y el buen tiempo que hacía ese día. Las decoraciones eran ideales, se complementaban muy bien con el entorno natural. Lisa y Celia la esperaban vestidas de damas de honor y fueron a abrazarla.
- Estás increíble.
- ¡Bellísisisísima!
Rose se rio ante esa exageración, pero veía la ilusión en sus ojos. James fue a recibir a su hija y retuvo las lágrimas, ofreciéndole el brazo.
- ¿Quieres entregarme a Chris?
- Bueno, no. Quizá sea mejor que vayas sola a partir de la entrada, así tendrás toda la atención. Hoy es tu día.
- Nuestro...
- No me hagas arrepentirme de dejar ir a mi preciosa hija con un granuja.
- Papi...
James soltó una risilla y le dio un beso en la frente. La acompañó hasta la entrada, un arco de flores, donde las damas de honor y los caballeros de honor cruzaban hasta llegar a los primeros asientos y el suelo quedó cubierto de pétalos de rosa. Todos se giraron para ver a la novia y James regresó junto a Sofia, tomándole la mano enguantada y llevándosela a los labios para darle un beso.
- Rose te hace competencia- bromeó.
- Es nuestra hija, no podía ser menos- rio ella-. Está preciosa.
Chris se miraba las manos, frotándoselas con nerviosismo. Quería que todo fuera perfecto y no quería quedarse en blanco al verla, quería reaccionar debidamente, como se merecía. Pero no le fue necesario pensar demasiado, en cuanto sintió que todos se levantaban, alzó la mirada y vio una criatura mágica como en las historias representadas en su auditorio acercándose a él. ¿Era un ángel? ¿Un hada? ¿Habían sido las novias siempre tan deslumbrantes en su blanco vestido o era porque le tocaba a él casarse con una? Su cara debía de decirlo todo, pues Rose contuvo la risa con una dulce expresión. Llevaba un ramo de bellas rosas blancas en la mano, pero para él ella era la rosa más hermosa. No podía quitarle los ojos de encima, incluso más que antes. Le tendió la mano y ella le dio la suya, acercándose a él. Su expresión de embelesamiento fue dando lugar a una amplia sonrisa, mostrando esos hoyuelos que tanto le gustaban a Rose.
- No tengo palabras...- dijo en bajo mientras empezaba la ceremonia y se sentaron.
- Tu mirada lo dice todo- sonrió Rose de forma dulce y tierna.
- En realidad eres una princesa de un reino mágico y no me lo habías dicho- dijo Chris fingiendo ofensa, seguida de una sonrisa.
- Qué pena que no nos cruzáramos ahí, ¿no? Me hubieras invitado a tu palacio, mi príncipe- se sonrojó-. Te queda muy bien este traje.
Chris se sonrojó un poco y reprimió las ganas de besarla, por lo que besó su mano. Se les pasó el tiempo enseguida mientras cada invitado que tenía su parte en la programación iba a decirles unas palabras, cantarles algo o incluso dedicarles una poesía. Pronto llegó el tan esperado momento de los sí quiero, donde James y Sofia se acercaron con un cojín de terciopelo y la corona que Chris había escogido para Rose. Sofia llevaba el cojín y James cogió la corona y se la colocó en la cabeza a Rose mientras ella hacía una leve reverencia.
- Ahora sí, eres mi reina- dijo Chris cogiéndole las manos.
- Os declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia- dijo el oficiante y apenas acabó de decirlo cuando dejaron de reprimir sus ganas y se besaron con dulzura y pasión, aunque no lo alargaron mucho debido a que estaban en público.
No solían besarse delante de otros, por lo que estaban algo sonrojados. Se miraron a los ojos, transmitiéndose ese maravilloso sentimiento que era el amor en su estado puro. No era un amor egoísta, impaciente o pasional, sino un amor lleno de todo lo bueno que podían sentir y ofrecer, bondadoso, servicial, altruista, dispuesto a darlo todo por la felicidad de la otra persona, aunque a veces no fuera tan razonable, como en Romeo y Julieta. Pero lo que más querían era no volver a separarse. Por muchas discusiones que pudieran volver a surgir, sabían que eso no cambiaría.
Todos aplaudía mientras bajaron a la mesa donde iban a firmar los documentos para legalizar su matrimonio.
- ¿Qué apellido escogéis?
Chris miró a Rose e hizo una mueca.
- Sinceramente no me gusta mucho cómo suena mi nombre con mi apellido, prefiero el tuyo, es más elegante... y entre tú y yo, quiero pasar a tu familia- le dijo al oído.
- A mí tampoco me convence Rose Cat, suena a gato rosa...- bromeó ella.
- Decidido, Christian y Rose Wishingwell.
Firmaron y se miraron con una sonrisa cómplice. Compartiendo apellido se sentían aún más unidos, ya empezando una nueva familia. Rose se colocó en el centro del pasillo preparada para lanzar el ramo y todos estaban detrás, ansiosos. Las damas de honor estaban en posición prioritaria, con más probabilidades de atraparlo. Rose lo lanzó y quien lo atrapó fue Raquel, que casi se lanzó a por él. Se rió un poco nerviosa y miró a Dani, que sonrió y se acercó a ella.
- No iba a cambiar de opinión sobre casarnos, ¿lo sabías?- bromeó.
Ella se sonrojó y Dani le dio un beso en la mejilla. Todos se les quedaron mirando, dejando a ambos ruborizados. Rose y Chris les lanzaban miradas pícaras, dando a entender muchas cosas a través de la mirada. Hicieron algunas fotos en el jardín y hablaron unos con otros, se turnaban para saludar y felicitar a los novios y los niños de algunos de los presentes jugaban al pilla pilla o al escondite entre los arbustos y los edificios que componían el restaurante. La cocina estaba puesta aparte y un pasillo cubierto la unía con el salón de bodas.
- Ahora hay mucha gente, pero luego nos escapamos un rato tú y yo y paseamos por el jardín a solas- le dijo Chris al oído a Rose.
Ella asintió. El jardín era precioso y quería disfrutarlo a solas con él. Lo que no sabían era que alguien tenía su propio plan. Pronto sería hora de robar a la novia. Una vez estuvieron todos en las mesas, Chris y Rose alzaron las copas para iniciar la cena con un brindis.
- ¡Por los novios!- gritó alguien.
- ¡Por que no peleen demasiado!
- ¡Por que no se cansen uno del otro!
- ¡Por...!
- Sí, sí, por todo eso, y por que acabemos el brindis antes de que se enfríe la comida- dijo Chris riendo y se oyeron risas y tintineos de copas.
Los novios entrelazaron brazos y tomaron el uno de la copa del otro. Se sentaron a comer mientras charlaban y comentaban los apetitivos y los platos. Todo estaba exquisito y la presentación de los platos era inmejorable y apetitosa. Entre plato y plato había algunos juegos y gente que se ofrecía a entretener a los invitados. Incluso hubo un monólogo cómico en el cual todos se rieron. Rose tardaba un poco más en pillarlo pero se reía igualmente. Chris se daba cuenta y se reía más por su cara que por los chistes. De vez en cuando le daba algún beso en la mejilla o un pico en los labios. En el juego de las sillas también participaron, pero cuando terminó, de repente se apagaron las luces y cuando volvieron a encenderse, descubrieron que la novia no estaba.
- ¡Han robado a la novia!- exclamaron algunos invitados, creando un ambiente dramático.
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