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82. Preparativos

Esa semana Rose había estado pensando y apuntando ideas para decoraciones y otras cosas que quería para la boda. Intentaba hacerse a la idea, pero aún le costaba. Mientras ella pensaba que Chris no quería volver a comprometerse, él estaba planeando la boda por sorpresa. Debió confiar más en él. Se sonrojaba al pensar que empezarían a vivir juntos y todo lo que ello conllevaba, por lo que intentaba mantenerse ocupada y no pensar tanto en ello. Era mejor verlo cuando llegara el momento. Cada día a la hora de comer, iba a ver a Chris al trabajo y él le contaba cómo iban las cosas y el buen trabajo que hacía Dani.

- Creo que sería mejor director que yo- bromeaba, aunque no descartaba la opción de dejarle al mando si hiciera falta.

Por las tardes, mientras Chris estaba en clase, Rose iba a la pastelería a aprender trabajando. Cada día aprendía a hacer varios postres y el pastelero estaba tan impresionado con ella que intentó convencerla para que conociera a su hijo.

- Ya le conozco, es un bailarín muy bueno y una persona con mucha energía y perseverancia- le había respondido ella.

Para dejarle clara su decisión, le pidió que le enseñara a hacer una tarta para la boda que se realizaría en una semana. El pastelero comprendió, pero no podía evitar seguir hablando de su hijo, alabándole. Al día siguiente le llevó unos pastelitos a Chris que ella misma había inventado. Al verla llegar, los demás la miraban curiosos y ella se sintió algo incómoda, preguntándose por qué la miraban así. Chris la vio dirigiéndose a su despacho al salir de la cafetería y en el pasillo la sorprendió por detrás.

- Ma belle petite pâtissière- le dijo al oído, provocándole un cosquilleo en la tripa-. Déjame verte.

Ella se dio cuenta de que llevaba el uniforme de pastelera y el delantal llevaba bordada la marca. Ya entendía por qué la miraban. Le daba vergüenza. Incluso llevaba el pelo recogido en una coleta alta para que no la molestara al trabajar. Se giró para que Chris pudiera verla y él la hizo girar, sosteniéndole la mano en alto, como si fuera un paso de baile.

- Es la primera vez que te veo con el uniforme, te queda muy bien. Pero cuando tengas tu propia pastelería espero que te diseñes uno mejor aún- le guiñó un ojo.

- Supongo que puedo inspirarme en los diseños de Lyon...- se sonrojó Rose.

- Te puedo dar algunas ideas- dijo Chris, acercándola a él por la cintura-. Por ejemplo, esta parte, podría ir más abajo del hombro- sugirió mientras le bajaba las mangas por los hombros en una suave caricia que le puso la piel de gallina a Rose-. Y algo en el cuello para compensar el escote... o unos tirantes cruzados delante- con cada palabra Chris iba deslizando sus dedos por donde proponía los cambios. Finalmente los subió hasta debajo de su barbilla y se acercó mientras ella cerraba los ojos-. Aunque tú te ves bien con todo- y la besó. Luego reparó en algo-. ¿Traes algo?

- Sí, hice unos pastelitos y...

- Vamos al despacho- la cogió de la mano y caminaron por el pasillo en dirección a la penúltima puerta al fondo.

Saludaron a Dani y Chris cerró la puerta entre ellos y la del pasillo, lo que hizo que Rose tuviera un escalofrío repentino. ¿Qué planeaba Chris? Aunque, fuera lo que fuera, no podía ser malo. Quería averiguarlo. Él le quitó la cesta de las manos y la puso en la mesa mientras se sentaba atrayéndola hacia él y haciendo que se sentara encima. El rubor subió a las mejillas de Rose.

- ¿Me das un aperitivo antes?- le pidió Chris, estrechándola aún más contra sí.

Rose miró a otro lado y con mucha vergüenza asintió, escapándosele una sonrisa. Cuando se acercó a sus labios, se detuvo un momento.

- ¿No te resultará inconveniente en tu horario de trabajo?

- Calla y bésame.

Dicho lo cual le cogió la cara y presionó sus labios contra los de Rose, provocando un cosquilleo en el interior de ambos. Rose rodeó su cuello con los brazos y se dejó llevar. Tenía su gracia hacer ese tipo de cosas también en sitios no adecuados para ello. Después de algunos besos largos e intensos, Chris la miró de nuevo antes de seguir.

- Que quede claro, es mi empresa, yo no trabajo para nadie y yo decido los horarios. No ha terminado la hora de comer hasta que yo lo diga.

Rose soltó una risilla y le dio un beso corto, sorprendiéndole gratamente. En ese momento, sonó el teléfono y Rose se lo pasó para que respondiera.

- Quizá los clientes también deciden tu horario- bromeó Rose sacándole la lengua.

- Ahora verás- amenazó Chris mientras descolgaba y respondía.

Una vez resuelto el problema, colgó y le dirigió una mirada felina. Rose sintió mariposas en la tripa justo antes de que la tumbara en su mesa y la acorralara entre sus brazos, inclinado sobre ella. Podía ver cómo el pecho de Rose subía y bajaba con la respiración acelerada, acorde con la suya propia.

- El festín está servido- dijo Chris con una sonrisa peligrosa.

Rose se estremeció. Chris realmente sabía cómo hacerla sentir de todo, aún más con lo que vino después. Le cubrió la boca mientras le atacaba el cuello con sus labios y su lengua, bajando hasta su escote y regresando a su rostro con una mirada que le daba escalofríos. Le destapó la boca y antes de que pudiera sacar algún sonido la devoró con apetito. Rose se sentía en la quinta luna y descubrió unas peligrosas ganas de seguir con ello más y más, pero no era el momento ni el lugar. Finalizaron con un beso largo, el más largo hasta el momento y luego se miraron con deseo y complicidad. Sus sentimientos estaban sincronizados y se sintieron más conectados que nunca.

- Espero con ansias nuestra luna de miel- le susurró Chris mientras la ayudaba a sentarse y le dio un beso en el cuello.

Otro escalofrío y le dejó la piel de gallina de nuevo.

- Yo tam...- murmuró Rose de forma apenas audible.

Chris acercó su oído para escucharla mejor.

- ¿Cómo dices?

- Yo también- susurró ella confesando con timidez.

Chris la miró sorprendido y vio que su rostro estaba rojo, probablemente no mucho más que el suyo. No esperaba oírla decir aquello. Le acarició la mejilla con la palma de la mano, abarcando su rostro y la miró con amor y seriedad.

- No te arrepentirás de casarte conmigo. Voy a hacerte feliz.

- Me arrepentiría más de no hacerlo- respondió ella con una dulce sonrisa en sus labios-. Chris, tu ya me haces feliz. Y yo también quiero hacerte feliz.

- Tú eres mi felicidad, amor.

Rose se sonrojó. Echaba de menos escucharle decir eso y le transmitía mucha calidez. Le abrazó y aplastó sus labios contra los de Chris con fuerza. Cuando se apartó, le dijo:

- Te quiero mucho, mucho, mucho.

- Bonita- sonrió Chris enternecido mientras frotaba la nariz con la suya.

- Ahora el postre- dijo Rose cogiendo la cesta y poniéndola en el regazo, aún sentada en el borde de la mesa. Chris se acercó y Rose le puso los dedos en los labios, riendo-. Los pastelitos... que los hice con cariño, quiero que los pruebes.

- Si el cariño el ingrediente principal seguro que están deliciosos- replicó él recibiendo entre los labios el pastelito que Rose le acercaba. Hizo una mueca sin poder evitarlo-. Debí comerlo antes, después de tus besos no sabe igual de dulce- intentó él arreglarlo.

Rose probó uno y también hizo una mueca.

- Vaya, creo que puse demasiada sal... ayer cuando lo probé no se había disuelto del todo y puse un poco más.

- ¿Un poco? ¿O se te fue la mano?- la chichó Chris.

- Bueno, quizá un poco más que una cucharadita...

- El diseño es muy bonito y original, solo tienes que hacerlos de nuevo con un cuarto de la sal que has usado y estarán listos para vender.

- ¿Y para ti?

- Yo quiero ser el primero en probar tus invenciones. Seré tu conejillo de indias- le guiñó un ojo.

- ¿Y si te pasa algo?

- Tú siempre lo pruebas antes, así que solo compartiré tu destino. Sabes lo que dicen cuando te casas, para lo bueno y para lo malo... Estaremos juntos en todo.

- Te lo estás tomando demasiado en serio para ser solo pastelitos- se rio Rose.

- Te tomo en serio a ti. Si es importante para ti, para mí también.

- Entonces mañana te traeré de nuevo, y me aseguraré de que estén deliciosos- dijo Rose animada, bajando de la mesa y poniéndose en pie.

- Y si fallas, serás el reemplazo de tus pastelitos- le advirtió Chris rozando los labios de Rose con su pulgar mientras le sostenía la barbilla.

- Entendido. Esta vez me saldrán bien- respondió ella rápidamente mientras se apartaba y recogía todo. Chris ya había visto bastante de su cara sonrojada ese día, no quería mostrarle más.

- Espera- le giró la cara hacia él y sonrió, al averiguar lo que quería-. Ya te puedes ir.

Ella se puso de morros, fingiendo disgusto, aunque asomaba una ligera sonrisa. Chris la abrazó.

- Gracias por venir a traerme los pastelitos. Te espero mañana también y... no tengo clase, así que vayamos a ver los vestidos de novia, ¿te parece?

Ella asintió escondiendo su sonrisa entre sus brazos y se despidieron con un dulce beso. No habían tenido tiempo de practicar juntos con los instrumentos, pero era uno de sus propósitos después de la luna de miel. A pesar de que Chris aún tenía que ir a clases, se había pedido más asignaturas otros años para mantenerse ocupado cuando Rose no estaba y el semestre anterior también tuvo más, de forma que ya no estaría tan ocupado ese semestre y ya solo le quedaba un año en el que cada vez tenía menos clases, ya que adelantó las prácticas al verano anterior y el proyecto final lo estaba terminando con su propia empresa como base. Se felicitaba a sí mismo por haberse quitado tantas cosas de en medio pronto para poder dedicarle más tiempo a Rose después.

Su idea inicial era terminar cuanto antes para mudarse donde estaba ella estudiando o poder visitarla siempre que quisiera. La vida había tomado giros inesperados, pero su plan se había mantenido en pie, a prueba de lo que pudiera surgir. Incluso cuando surgió algo completamente inesperado que cambiaría gran parte de lo que tenían pensado, Chris pudo adaptarlo a su plan, pero la decisión debía ser de Rose. ¿Se quedaría o se iría?

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