8. Pasa el tiempo
Rose despertó junto a Chris, tratando de recordar qué había pasado la noche anterior. Estaban haciendo tarea y se quedó dormida. Tenía una manta sobre los hombros mientras que su cabeza estaba apoyada en la mesa, encima de los brazos cruzados. Chris estaba dormido a su lado en la misma posición, sobre la mesa. Ya era de mañana. Sus padres debían de estar muy enfadados por haber pasado la noche en casa de Chris. Iba a levantarse, pero sintió la mano de Chris que agarraba la suya. Se sorprendió al ver que seguía dormido.
- ¿Chris?
Este despertó y la miró con dificultad, entreabriendo los ojos. Entonces se dio cuenta de que sostenía su mano y la retiró.
- ¿Qué hora es?- preguntó él aún medio dormido.
- Deja que vea... Las siete.
- Ahh...
Volvió a dejar la cabeza sobre la mesa, con ganas de seguir durmiendo.
- ¿Qué pasó?- preguntó ella.
- No sé... déjame dormir...
- Pero ¿me cubriste tú con la manta?
- ¿Qué? ¿Una manta? Trae, que tengo frío...
Chris tiró de la manta en su lado para cubrirse sin abrir los ojos ni levantar la cabeza de la mesa. Era una mesa bajita, por lo que estaban sentados en la alfombra cerca de la chimenea ya apagada. Rose no quiso dejar que se llevara la manta y tiró también de ella, haciendo que Chris cayera de lado con la cabeza en su regazo y siguió durmiendo. Rose estaba roja de vergüenza, pero ¿qué podía hacer si Chris actuaba medio dormido? No podía echarle la culpa. Al final decidió cubrirle bien con la manta que compartían y le dejó estar así un rato, mientras le miraba y le tocaba el pelo.
- Qué suave- murmuró ella.
Al verle así durmiendo tranquilamente parecía un niño adorable. Chris era muy atractivo de cara y su cabello dorado lo enfatizaba. Si tan solo estuviera siempre así de tranquilo... incluso podría gustarle. Rose sacudió esos pensamientos, pues no podía tomar decisiones en cuanto a él solo porque durmiendo solo se le notaba su hermoso rostro y no su desagradable personalidad. Después de unos minutos, quiso levantarse, pero Chris la rodeó con los brazos como a una almohada y no quiso soltarla.
- Bueno, supongo que durmiendo también puedes molestar- protestó Rose.
Finalmente se rindió y apoyó la cabeza de nuevo en la mesa, empezando a dormirse. Entonces, alguien llamó a la puerta y al no recibir respuesta, esta se abrió.
- ¡Rose!
Ambos se sobresaltaron. Rose levantó la cabeza de la mesa, tratando de darse cuenta de lo que estaba pasando y Chris se dio con la cabeza contra la mesa al tratar de incorporarse. Estaba aturdido. Vieron a James y Carl en la puerta y se levantaron, poniéndose de pie. Había sido como una ducha de agua fría. Cada uno recibió una mirada fulminante de su respectivo padre y tragaron saliva. Por un momento temieron recibir una bofetada.
- No es lo que parece, nos quedamos dormidos haciendo la tarea y Chris medio dormido cayó hacia mí y...
- Al coche. Ahora- dijo James.
Rose recogió sus cosas y pasó por delante de su padre temiendo alguna reacción. Se dirigió deprisa hacia el coche escuchando cómo le decía a Carl que esa era la última vez. Carl se disculpó con él y le dijo a su hijo que ya hablarían. Lo mismo que James le dijo a ella.
- Pero papi, es verdad lo que dije, nos quedamos dormidos en la mesa y él se cayó porque tiré de la manta y estaba dormido...
- No quiero oír nada.
Rose se dio cuenta de que lo mejor era dejar que a su padre se le pasara el enfado y luego hablar con él. A casa solo se quedó para desayunar, pues tuvo que volver a marcharse al instituto. Mientras, James habló con Sofia sobre lo ocurrido. Lo que vio y lo que Rose le dijo al justificarse. Sofia sabía que James no atendería a razones en ese momento, por lo que le habló con dulzura para calmarle y le invitó a salir a dar una vuelta con los caballos. Eso le sentó bastante bien a James para poner en orden sus ideas y tranquilizarse. El frío viento en su rostro le refrescaba la sangre caliente.
- ¿Creerás a tu hija?- le preguntó Sofia.
- No me queda otra alternativa, ¿verdad?
Sofia sonrió. No podían juzgar solo con eso. Carl había llamado la noche anterior avisando de que estaban dormidos y que recogieran a Rose al día siguiente, por lo que James quería creer que de verdad no ocurrió nada. Su hija era demasiado joven para aventuras. Y menos con Chris. No quería que ese desdichado se aprovechara de su hija. Mientras regresaban a casa, iban charlando.
- Pero eso sí, no volverá a su casa.
- ¿Les prohibirás verse?- le preguntó Sofia.
- No... Pero si pasa algo, que sea delante de mis narices, solo podrán verse en mi casa. De todas formas, no importa dónde esté, le daré su merecido. Espero que lo tenga claro. Quizá debería darle una advertencia...
- Creo que no hará falta por esta vez, pero si da motivos para sospechar, te apoyaré en tu decisión- dijo Sofia.
Iban cabalgando lado a lado y se dieron la mano un momento, luego siguieron agarrando las riendas hasta dejar los caballos en el establo.
- Creo que deberíamos volver a mandarla con tus padres- le dijo James, cerrando la puerta del establo.
- Deja que termine el trimestre e iremos todos ahí a pasar la navidad y ya podrá quedarse ahí- le pidió Sofia, cogiéndole la mano.
James le acarició la cara y le dio un beso.
- Está bien. Quieres que vaya al cumpleaños de Thoma, ¿no es así? Pero hay que avisarla para que tenga en cuenta si va a empezar una relación o no.
- Sí, es cierto que en cuanto a Thoma el pobre...
- O le decimos a Carl que mande a su hijo a otro sitio. Por mí que no vuelva. Estaba todo tranquilo ese mes que no estuvo y Rose estaba feliz visitando a Thoma- contestó James.
- Cómo eres...- sonrió Sofia dándole un beso en la mejilla.
James se encogió de hombros y le devolvió la sonrisa. Regresaban a casa a la vez que Rose y les vio de la mano. Se preguntó si eso era buena señal.
- Papi...
- Rose, deja tus cosas en la habitación, quiero... queremos hablar contigo en el salón.
Rose así lo hizo con algo de miedo. En el instituto Chris y ella no se hablaron ni se miraron y al regresar de clases no coincidieron. Estaban algo chocados por lo de esa mañana. Chris temía haber perdido la oportunidad de descubrir más sobre el secreto de sus padres y por otra parte sería aburrido no poder molestar más a Rose. De todas formas ya se había propuesto encontrar otro pasatiempo, ya que Rose acabaría saliendo con Thoma, estaba seguro. Al salir de clase, cogió a la primera chica mona que le miraba con ojos de enamorada y apoyó el brazo en la pared para arrinconarla. La cogió de la barbilla y la besó con las ganas que se quedó la noche anterior de hacerlo con Rose por alguna extraña atracción de su cuerpo que se lo pedía. Al fin podía calmar esos inexplicables deseos. Cuando se dio por satisfecho, le pidió salir a la chica y ella estaba tan embobada que dijo algo parecido a un sí, aunque Chris no estaba muy seguro de lo que escuchó, pero bien sabía que las chicas no se le resistían y un sí era la única respuesta posible.
No tardó en aburrirse de ella, puesto que realmente no le llamaba la atención, sino que solo necesitaba alguien con quien desahogar las hormonas alteradas de la adolescencia. Decidió poner fin a la relación tras unos días, ya que no le apetecía mantenerla y estar teniendo citas con alguien que no le interesaba. Finalmente acabó por convertirse en costumbre liarse con quien le apeteciera en ese momento y se convirtió en un juego del que nunca quedaba satisfecho y que le acababa aburriendo pero volvía a retomar. Empezó a cansarse de ello y cada vez lo hizo menos. Dejó de estar interesado en chicas ya que había probado de todo y solo le aburría. Pero lo que no se le quitó fue esa personalidad de mujeriego que adquirió al tratar con cualquier chica. Cada vez que quería algo con alguien, lo conseguía fácilmente. Incluso llegó a meterse en peleas con los novios de algunas. Lejos de hacerle abandonar esa mala costumbre, empezó a usar las peleas para desahogarse de su rabia porque nada le satisfacía. Ya ni sabía lo que quería.
Había pasado un año desde que había dejado de ver a Rose, puesto que sus padres la mandaron con sus abuelos y ya no supo nada de ella. En el cumpleaños de Thoma, ella se despidió de él disculpándose por no poder tener una relación y no era justo pedirle que esperara. A Chris no le dijo nada, se enteró cuando vio que había dejado de ir a clases. Por su parte, Carl se había hartado de que su hijo fuera un mujeriego que se metía en peleas y, temiendo que acabara metiéndose en alguna banda o teniendo algún lío con ellas, tuvo que hacer algo al respecto. Algo por lo que Sofia y James le odiarían, pero era la única opción. Le mandó con su padre a la casa que tenía en la ciudad natal de Sofia para que terminara el curso ahí y se quedara durante el verano. Rose y Chris ya tenían casi 16 años. Ambos cumplían años en mayo, por lo que si todo iba bien, se encontrarían ahí todos para celebrar sus cumpleaños. Entonces inevitablemente Sofia y James se enterarían de que Carl había mandado a su hijo ahí para el tercer trimestre. Su hijo disponía de un mes para mejorar su comportamiento. Mientras, ese año y tres meses ahí sin Chris fue lleno de sucesos para Rose, muchas cosas habían sucedido...
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