Chris y Rose corrían hacia el tren mientras este emprendía la marcha lentamente. Lograron subirse al saliente del último vagón y desde ahí entraron y se acomodaron en los asientos de la ventana, uno frente al otro. Mientras recuperaban la respiración, se miraban divertidos, empezando a reir de forma entrecortada según cogían aire.
- ¿Te quedaste dormido porque estabas cómodo?- insinuó Rose.
- Ah, aprendiendo del maestro, ¿eh?
Ella sacó la lengua con un gesto rápido y le siguió una risilla traviesa.
- Pequeña ardillita- Chris le pellizcó la mejilla sin mucha fuerza-. Aunque el sofá sea cómodo, esa postura toda la noche no tanto, me duele la espalda por tu culpa- bromeó para molestarla.
- Oye, no te creas que eres el único...
- Entonces a la próxima nos tumbamos, ¿sí?
- ¿Próxima?- se sonrojó Rose.
Chris le sonrió con picardía y luego miró por la ventana. La montaña estaba más cerca de lo que creía. Rose observaba a Chris, más interesada en él que en la montaña. Cuando él la miró de reojo, apartó la mirada y se fijó por fin en la montaña. El paisaje era precioso. Le recordaba a los viajes en tren del tour, sobre todo en el de ida y vuelta, cuando se despedía y se reencontraba con Denis. Pero luego también recordó el último viaje de vuelta en el que regresaba a casa triste, sin saber qué sería de su carrera y de su relación con Chris. Al menos ya tenía trabajo... pero sentía que le hubiera gustado terminar la universidad. Quizá unas clases de repostería no estarían mal... La expresión de su rostro atrajo la atención de Chris. Se preguntó qué la hacía pensar el tren o el paisaje. ¿Quizá su tour? ¿Sus años en la universidad lejos de casa? ¿O quizá...?
- Me gustaría... que alguna vez si voy a algún sitio sola me vinieras a recoger a la estación o al aeropuerto- expresó ella mirando por la ventana, pensativa.
- Preferiría ir contigo que dejarte ir sola.
- Aun así...
- ¿Hay alguna razón por la que quieres esto?
- Bueno...- Rose le miró-. Me parece bonito el momento del reencuentro cuando dos personas llevan un tiempo sin verse y se abrazan en la estación, me gustaría vivirlo contigo...- se sonrojó.
- ¿Te esperaba alguien cuando fuiste al tour?
Rose no respondió. Siguió mirando por la ventana y se dio cuenta de que habían llegado.
- Ya estamos aquí- dijo tratando de aparentar ilusión.
Chris no insistió en el tema, pero pensaba volver a hablar con ella más tarde sobre el asunto. Bajaron y se quedaron quietos mirando el páramo nevado a su alrededor. Ciertamente estaban en la montaña y se veía un poco de relieve, pero era un desierto blanco. Ni la estación tenía un edificio en condiciones. Una vez el tren se marchó, miraron al otro lado y cruzaron, hechizados por el resplandor azulado de las torres de hielo alzándose a lo lejos. Se pusieron los guantes y se cogieron de la mano, corriendo hacia el castillo de hielo para entrar en calor. Conforme se acercaban y este se hacía más grande, agradecían que no hubiera mucho sol o les cegaría. De hecho, cuando mejor pudieron verlo fue cuando una nube se interpuso entre el sol y ellos. Fueron reduciendo el ritmo y caminaron más lento, dándose tiempo para admirar aquella belleza.
- ¿Cómo se construye un palacio de hielo?- se asombró Rose.
- En primer lugar, aprende la diferencia entre palacio y castillo.
- Lo que sea- dijo Rose poniéndose de morros e hinchando los carillos un poco sin darse cuenta.
- Ardillita- confirmó Chris agarrándole la mejilla y moviéndola un poco.
- Ya... éja...e...
- ¿Qué?- se rio Chris.
- Éja...eee...
Rose le apartó la mano y se frotó la mejilla, que se le había puesto un poco roja por el agarre. Chris se reía.
- Déjame he dicho.
Fueron a ver el precio de la entrada y una vez pagaron, se abrieron las puertas para dejarles entrar. El interior era una maravilla. Arcos, bóvedas y columnas, todos tallados con decoraciones, no solo eso, sino además también muebles de hielo con objetos de cristal. Las escaleras no eran del todo lisas, sino que tenían formas talladas para que fuera más fácil pisar sin resbalarse. Una alfombra azul claro les guiaba a través del castillo. Decidieron hacer una excepción en los pasillos y deslizarse por ellos. Era muy divertido y no dejaban de reir y sonreír. La expresión por excelencia era la de asombro mezclado con entusiasmo.
- Chris, ¿es eso lo que creo que es?
- Eso haría que fuera uno de los mejores viajes que he hecho.
Entraron a la gran sala y sus sospechas se confirmaron. Era una pista de hielo y apenas había algunas personas patinando, mientras los niños y no tan niños se tiraban por los toboganes de hielo que salían de más arriba y aterrizaban en una piscina de nieve no muy profunda. Lo primero que hicieron fue correr a los toboganes y luego fueron a coger patines. Al parecer también había opción a compra.
- ¿Qué opinas?- le preguntó Chris.
- Son preciosos y elegantes, me recuerdan al castillo. Pero preferiría decidir tras probarlos.
Chris estuvo de acuerdo y le dijo al encargado que los pagaría luego y le dejó una señal para que se quedara tranquilo. Rose al principio necesitó la ayuda de Chris, pero pronto recuperó el ritmo de la vez anterior y pudo patinar sola. Chris la miraba viendo cómo mejoraba e iba ganando velocidad. Fue a practicar un rato hasta que la vio intentando alcanzarle. Le tendió la mano, animándola a ir más rápido para agarrársela y Rose se esforzó para lograrlo. Cuando le cogió la mano, notó cómo aumentó la velocidad al llevarla Chris. Le gustaba, ya que había aprendido a llevar mejor el equilibrio. Después de dar algunas vueltas juntos, Chris le enseñó a girar y a patinar de espaldas. Solo practicando eso y aprendiendo a tomar curvas se pasó la mañana volando.
- Has mejorado mucho- le dijo Chris acercándola a el de la mano hasta que se quedaron pegados-. Seguiremos otro día, ¿prometido?
- Prometido- sonrió Rose-. Me está gustando bastante patinar y aprender todos estos trucos de ti.
Chris le acarició la cabeza y fueron a quitarse los patines. Funcionaban a la perfección, por lo que acabaron comprándolos. Los asientos estaban cubiertos por mantas para que pudieran sentarse con más comodidad. Para comer había una sala construida con aislante térmico para que no entrara el frío ni saliera el calor, dispuesta con largas mesas y bancos y una barra donde pedir el menú. Al fin podían quitarse los guantes, las bufandas, los gorros y los abrigos, dejándolos a un lado para disfrutar de la comida caliente. Lo primero fue una sopa humeante que olía de maravilla y les ayudó a entrar en calor. Era como una recompensa después de un largo rato de gastar energías. Cuando terminaron de comer, siguieron visitando el castillo, planta por planta, saliendo a los balcones hasta que llegaron a la escalinata de una de las torres y subieron hasta la cima. Las vistas eran impresionantes y a lo lejos se veía una aldea en el valle.
- Me gustaría subir a cada torre- dijo Rose entusiasmada.
- Recuerda que tenemos que volver al hotel y luego madrugamos para coger el avión y llegar al trabajo...
- Dormiré en el tren y en el hotel y en el avión y en el escritorio del despacho- bromeó Rose, corriendo a subir la siguiente escalera de caracol.
Después de dos torres Chris le dijo que la esperaba abajo, no le apetecía seguir subiendo cuando le parecía todo igual. Rose subió sola a las otras dos, pero buscaba a Chris con la mirada en el puente entre las torres y saludaba. Este le devolvía el saludo con la mano y volía a introducirla en el bolsillo. Sonreía viendo lo entusiasmada que estaba, aunque se sentía un poco cansado y le preocupaba que Rose volviera a enfermar. Miró el reloj. Aún quedaban un par de horas para el siguiente tren. Cuando Rose bajó, Chris le propuso una bebida caliente y luego volver a la estación. Rose accedió y así lo hicieron. Mientras se alejaban del castillo, se volvieron para mirarlo una vez más.
- Ha sido precioso- dijo Rose.
- Hiciste bien en recomendarlo- sonrió Chris.
Llegaron a la estación y como tenían que esperar un rato para que el tren llegara, a Chris se le ocurrió sorprender a Rose con una bola de nieve en la cara. Ella tomó venganza alejándose un poco y empezando a tirarle varias bolas. Chris empezó a correr tras ella en el andén y al acercarse más la llamó y le tiró la bola de nieve. Rose se detuvo para coger más nieve, pero Chris la tiró en el blanco y frío colchón, impidiendo que siguiera su tarea. Rodaron por la nieve, cada cual intentando tirar al otro y desequilibrarse mutuamente. Oyeron que el tren se acercaba y se levantaron, sacudiéndose la nieve.
- ¿Te ayudo?- preguntó Chris, empezando a sacudir la ropa de Rose, pero le daba a ella también.
- Ay, no, déjalo, que hace daño. No, ahí no, ya lo hago yo...
Chris le había sacudido a palmadas el abrigo desde atrás, pero al llegar más abajo Rose se apartó enseguida. Al ver a Chris intentando hacerse lo mismo, ella fue a vengarse.
- Espera, que yo también te ayudo- dijo dándole palmadas con un poco más de fuerza, ya que el abrigo amortiguaba.
- Oye, lo estás haciendo aposta- se rio Chris, aunque aprovechó un descuido de Rose para devolverle la cachetada.
Ella puso las manos detrás, a la defensiva, pero miraba a Chris pensando si seguir intentando darle.
- Ya está, vamos a subir- dijo Chris cogiéndola de la mano y subiendo al tren, que se había detenido.
Rose hizo un intento de volver a darle, pero él la cogió por la cintura y la levantó, dejándola en un asiento del tren y él se sentó delante.
- Ya basta de travesuras- le indicó con el dedo índice y le tocó la nariz.
- ¡Los patines!- exclamó Rose.
Chris salió del tren y fue a por las bolsas, que habían dejado en el andén para jugar con la nieve. El tren se puso en marcha y Rose pensó que el conductor lo hacía a propósito, pues cualquiera se daba cuenta de que Chris quería volver a entrar. Corrió y entró al tren de un salto, tras lo cual cerró la puerta y volvió con Rose. Ella extendió la mano para coger su bolsa, pero él quiso algo a cambio.
- No más travesuras por hoy.
- Vale.
- Y algo a cambio.
Rose se sonrojó y le dio un beso en la mejilla, cerca de la comisura de sus labios. Chris también se sonrojó un poco aunque le hubiera gustado que el beso fuera en otro sitio. Al parecer, Rose no era capaz de tanto aunque él no le diera tanta atención y fuera ella quien tomara más la iniciativa. Pero que el beso fuera tan cerca de los labios también producía efecto, pues le dejaba con las ganas. Quizá Rose sí sabía lo que hacía. ¿La dejaba un poco más? Ella lo miraba, preguntándose en qué pensaría. Cuando quedaba poco para llegar, Chris se decidió al fin a preguntar aquello.
- Rose, respóndeme a la pregunta de antes, en el trayecto de ida.
- Ahh... Sí... había alguien...
- ¿Denis?
Rose asintió en silencio, mirando a otro lado.
- ¿Y por qué quieres hacer eso conmigo? No voy a sustituirle, por mucho que puedas reprocharme que él sí tendría una relación contigo.
- No era por reprocharte- respondió ella, aunque la ponía triste recordarlo.
- Pero no esperes nada- aclaró él.
Rose no dijo nada. Se quedó mirando por la ventana, recordando esos años cuando era Chris quien quería estar con ella y no dejaba de hacérselo saber, pero tuvo que ir ella y estropearlo, sin pensar en las consecuencias de romper una relación. Era injusto esperar volver a rehacerla, no era un puzzle que se hacía, deshacía y rehacía todas las veces que hiciera falta hasta que faltara una o más piezas... quizá los problemas sí se asemejaban más a ese ejemplo, pero mientras el puzzle siguiera entero, podía rehacerse. Si las piezas estaban juntas, había solución. No estaba segura de si se le había ocurrido el mejor ejemplo, pero el caso era que un corazón tenía más dificultad para curarse y era la persona la que decidía si arriesgarlo de nuevo a pesar de las heridas abiertas o las cicatrices.
Si hubiera estado ella en su lugar, ¿qué haría? Seguramente, a pesar de su corazón roto, si con el tiempo Chris le demostraba que solo la quería a ella y no volvería a cometer ese error, no podría resistirse. Su vínculo con Chris era muy difícil de romper, novios o no. Al final no podían dejar de quererse. Quería confiar en que Chris sentía lo mismo. No quería ni imaginarse un futuro sin él, mientras acababan por distanciarse. No era posible... Reprimió las lágrimas, desde que bajaron del tren hasta que subieron al coche. Chris conducía y ella se sentó detrás para que no la viera si se le escapaban las lágrimas o esas caras que ponía intentando no llorar.
No dijeron nada en el coche. Chris miraba por el retrovisor de vez en cuando, pero un mechón le cubría el rostro y no podía ver bien la cara de Rose. Aun así, sabía que no estaba bien. Aunque no quería ponerla aún más triste, prefería decirle en ese momento lo que tenía que tratar con ella desde el principio y no tener que volver al tema y estropear el ambiente en otro momento.
- Rose, quiero que me prometas algo.
- ¿Sí?- reaccionó ella, curiosa.
- No vuelvas a mencionar el tema del noviazgo.
La mirada de Rose se apagó y Chris presenció el momento en el que sucedió. Se veía con claridad.
- Toda la semana frío... el finde no tanto pero... después de esa noche creí que serías más... bueno... cercano... y ahora me dices esto...
- Prométemelo.
- Está bien... como quieras.
La voz de Rose se entrecortó, sin poder reprimir las lágrimas. Miró a Chris por el retrovisor de reojo y al ver que no la miraba, se secó las lágrimas con el dorso de las manos. Llegaron al hotel y Chris aparcó. Apagó el motor y se giró hacia ella tras desabrocharse el cinturón. La miró mientras Rose se dio cuenta de que no podía apartar sus ojos de él. Era una mirada intensa que la cautivaba. Una mirada con intenciones, y quería saber cuáles. Lo que no esperaba era que él dijera...
- Bésame.
Ella se lo quedó mirando, atónita y sonrojada. Sentía un cosquilleo en la tripa que resultó en mariposas en la tripa cuando se vio atraída hacia él y acercó su rostro a la mano de Chris, dejándole tomar la iniciativa. Esas mariposas se intensificaron cuando los dedos de Chris se cerraron alrededor de su mentón y le acercó los labios para besarlos. Eran besos lentos, sensuales, sin prisa por que se acabaran, sino queriendo disfrutar ese momento en el que el tiempo se detenía para ellos. Por alguna razón, esa era una de las veces en las que Rose más sentía sus mariposas crecer. Había esperado tanto volver a besarle, ver interés y atracción por parte de Chris, tantas ganas de volver a sentirse así con él... una semana se le había hecho eterna. Cuando se separaron un poco, calmando la respiración, Chris le acarició el rostro con suavidad y su mirada mostraba deseo reprimido. Rose le miraba preguntándose si eso significaba que estaban bien, con una mezcla entre preocupada y embobada.
- Si te mantienes en silencio, sin preguntas ni comentarios, podemos seguir.
Rose asintió y continuaron otro rato, tras lo cual Chris la llevó de la mano al hotel, cargando cada uno con las bolsas hasta llegar a la habitación. Ahí, dejaron las bolsas en el suelo y Chris la cogió en brazos, llevándosela a su cama.
- Espera, ¿no dijiste que si me pillabas aquí...?- recordó Rose.
- Recuerda el trato, sin palabras- dijo Chris poniéndole un dedo sobre los labios-. ¿Sí?
Ella asintió, olvidándose de todo y solo se centró en Chris. Habían dejado las luces apagadas. Poco a poco se fueron quitando los abrigos, el calzado, las bufandas, los guantes, la ropa gruesa... solo quedaron en ropa interior y Chris aprovechó que había más piel expuesta para cubrirla de besos. Rose se daba cuenta vagamente de lo que estaba sucediendo y en el fondo algo le decía que no bajara la guardia, mientras otra parte le decía que dejara de preocuparse, tenía la atención de Chris y eso era lo que quería, ¿no? No... no era suficiente. Algunas lágrimas volvieron a resbalar por sus mejillas mientras su subconsciente seguía sintiendo que no todo iba bien. Chris la acarició, tratando de calmarla y le susurró:
- ¿Confías en mí?
Ella asintió.
- ¿Me quieres?
Asintió de nuevo.
- ¿Crees que te quiero hacer feliz?
Rose comenzó a sollozar y le abrazó. Chris se dio cuenta de que no era justo seguir así, Rose merecía que se hicieran las cosas bien. Trajo el pijama y la vistió mientras él también se puso el suyo.
- ¿Estás más tranquila?
Rose no dijo nada, tan solo hundía la cara entre sus brazos, acurrucándose.
- No iba a hacerte nada... de hecho, iba a preguntarte antes de tocarte la tripa.
- No es eso... no puedo hablar de ello.
Chris suspiró. Sabía muy bien lo que ocurría. La abrazó con ternura, apoyando su cabeza en la de Rose. No se lo merecía. A pesar de lo que pudo haber hecho, nunca fue a propósito como lo estaba haciendo él. Tenía que mantenerse a raya sin dejar de mostrarle cariño, manteniendo un equilibrio en el que no se pusiera triste por falta de atención o demasiada sensualidad sin compromiso.
- Perdóname, Rose. No debí hacerte pasar por eso.
- Sigo sin entender por qué...
- Porque fue demasiado para una noche y no quería que las cosas se descontrolaran... quizá te hartabas y...
- Yo pensaba que ya no te atraía, que quizá otra cosa o persona había empezado a atraerte más...- confesó Rose con la voz apagada por los brazos de Chris.
- No hay nada que pueda quitarte la prioridad.
Le dio un beso en la cabeza y la apartó un poco para ver su rostro. Vio que sonreía y volvía a esconder su rostro enlagrimado entre sus brazos. Rose era adorable y en sus ojos no había criatura más bella y tierna. No volvería a dudar de ella. Rose solo tenía ojos para él y se sentía completamente correspondido. Quería tenerla entre sus brazos cada noche y al despertar que su rostro fuera lo primero que vieran sus ojos al abrirse.
- Quiero seguir peleando y jugando contigo como hoy- dijo Rose.
- Quiero seguir descubriendo el mundo a tu lado.
Rose no pudo resistirse y sorprendió a Chris con un beso en los labios. Se metieron bajo la manta y los besos continuaron unos minutos más.
- Recuerda que te dije que si te pillaba en mi cama ya no saldrías- dijo él.
La estrechó contra sí por la espalda y le hizo cosquillas con la lengua en el cuello mientras Rose se reía y se movía, sin lograr soltarse. Finalmente giró su rostro y recibió un par de besos más de buenas noches. Chris sabía que aún quedaba algo de tiempo para que aquello se volviera más frecuente, pero al menos sabía que esa noche dormiría con ella entre sus brazos.
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