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78. Año nuevo

El ruso estaba encantado de que Rose fuera a felicitarle, aún sostenía su flor cuando ella le hizo la invitación. Chris les dejó un poco de espacio (medio metro) y hacía como que no estaba muy pendiente de su conversación, para no intimidarle antes de tiempo. El ruso besó la mano a Rose y se despidió. Ella se volvió hacia Chris y le hizo un gesto de aprobación con la mano. Él sonrió, pero tenía un tono inquietante, como si se preparara para darle una lección al bailarín si se pasaba de la raya (de acercarse más de medio metro a Rose). Luego fueron a darles un ramo de flores a cada uno de la pareja de la carroza. Ellos cogieron una flor de cada ramillete y se lo pusieron en el ramo de rosas de Rose, alegando que se merecía ese detalle por su actuación en verano. Al verles, el ruso llegó enseguida de nuevo y quiso darle uno de los grandes ramos que había recibido, pero Chris se interpuso y le mandó de regreso, conteniéndose de darle una bofetada con su propio ramo. El ruso le guiñó un ojo a Rose y se despidió mandándole un beso, mientras ella se limitó a aguantar la risa y agitar la mano.

- Ese batracio me agobia- resopló Chris llevándose a Rose fuera-. La que me espera... o mejor dicho la que le espera a él cuando vengan por nuestro teatro y te vea de nuevo.

- ¿Batracio? ¿No lo dirás por el cuento?

- Pero este es del que se cree que se convertirá en príncipe pero solo puede ser un sapo.

Rose le miró con una expresión extrañada y divertida.

- No me pongas esa cara porque tú propusiste lo de la mosca.

Se miraron unos segundos y estallaron en carcajadas. Habían bajado las escaleras y estaban caminando por la calle, buscando un sitio para comer. Pronto entraron a uno y probaron los platos locales. Eran deliciosos y llenaban. Cuando salieron, Rose le preguntó a Chris adónde irían. Este se encogió de hombros, pasándole el turno.

- ¿Adónde te gustaría? ¿Hay algo que quieras hacer?

- Puede sonar extravagante y está un poco lejos pero... ir a la montaña, vi publicidad de un palacio de hielo y...

- ¿Y no es mejor ir mañana por la mañana? Así tendremos más tiempo.

- Tienes razón- accedió Rose.

- ¿Y qué tal un parque? Podemos dar un paseo.

- Me parece bien.

A Rose le extrañó un poco que Chris no pareciera saber qué quería hacer o qué lugares ver, era como si estuviera improvisando. ¿Sería ese su plan? En navidades habían improvisado y había salido bien, pero para un viaje imaginaba que Chris aprovecharía. A decir verdad, tampoco ella se había intentado informar. Era más interesante ir descubriendo qué había. Desde el momento en el que entraron al parque, Rose se quedó maravillada. ¿Era un parque o un jardín? A pesar de estar cubierto de nieve, no era menos impresionante cómo estaba diseñado y decorado para las fiestas. Mientras paseaban para llegar al centro empezaba a oscurecer y poco a poco las luces iluminaban más. Supieron que el centro estaba cerca al ver a otra gente reunida alrededor de un gigante y magnífico árbol decorado. Debajo había un puesto de dulces de horno y bebidas calientes. Rose no tardó en dirigirle una mirada a Chris y antes de que dijera nada, él ya había ido a pedir una taza de chocolate caliente.

- ¿Tú no quieres una?- preguntó Rose.

- La compartiremos- sonrió él.

- Pero...

- Si no te basta, pedimos otra, pero lo dudo- señaló a alguien que tenía una taza descomunal entre sus manos.

- Así debería ser en todas partes- dijo Rose ilusionada a más no poder.

Cuando les dieron la taza, se iban turnando para sostenerla, pues pesaba más de lo que parecía. Cuando se fue vaciando, a Rose se le hizo más fácil sostenerla y la tenía más tiempo, colocándola bajo su cara para sentir el calor que desprendía aún el chocolate líquido. Entonces, vio algo flotar y caer en la taza. Más allá, otro. Y otro.

- ¡Está nevando!- dijeron a la vez, y no fueron los únicos.

Eran unos copos grandes pero caían lentamente, con tranquilidad. Aunque debían ser blancos, la única luz que recibían era de las luces de decoración, por lo que reflejaban diversos colores. Era un espectáculo ver copos coloridos caer en la noche. Tanto Rose como Chris disfrutaban el momento, maravillados. Los niños empezaron a saltar, a correr y a jugar, tratando de coger copos con la lengua. Rose retó a Chris a hacer lo mismo y él sacó la lengua, notando los fríos copos de nieve atrapándolos en su boca. Rose se reía y Chris le sonrió, mirándola como si esperara que ella también lo hiciera. Rose sacó la lengua, pero los copos caían sobre sus mejillas, su nariz o un centímetro más allá de su barbilla.

- Sujétame esto- dijo Rose dándole la taza, poniéndose seria, aunque riendo-. Voy a atrapar más de tres sí o sí.

Chris se reía viéndola moverse, persiguiendo copos de nieve. Finalmente cerró la boca, dándose por satisfecha.

- Logré ocho.

- Once- corrigió Chris.

- ¿Los contaste?- se sorprendió ella.

- No me fío de tu atención al detalle- bromeó él-. Eso es cosa mía.

- Yo también puedo...

Chris la molestó un poco más hasta que escucharon un violín y se giraron para ver de dónde venía. Se acercaron a la persona que tocaba mientras los demás entonaban en voz baja el villancico, pero poco a poco se animaron a cantar más alto. Cuando acabó, preguntó si alguien se sabía algún villancico con el violín y Chris se lo tradujo a Rose.

- ¿Quieres tocar?

- Pero así tan de repente...

- Venga- la animó-. Toca para mí por lo menos. Quiero escucharte.

Rose se sonrojó mientras la empujaba con suavidad hacia el centro y le dijo al hombre que ella sabía tocar. El violinista le cedió el preciado instrumento a Rose y ella lo tomó, comenzando a tocar. Se sorprendió de lo bien que sonaba, debía de ser un violín caro. Cuanto terminó aplaudieron y el hombre la felicitó, proponiendo que tocara otra. Los demás también querían, por lo que Rose siguió un rato más hasta que sintió que ya no podía mover más los dedos por el frío. Temblaba un poco y Chris, temiendo que se resfriara, le propuso regresar al hotel. Rose quiso quedarse un poco más escuchando al músico y cantando, por lo que Chris le concedió un cuarto de hora más hasta la hora punta y luego se irían. Le sostuvo las manos entre las suyas, rodeándola desde atrás para darle calor. Cuando dieron las ocho, Chris avisó a Rose para irse. En ese momento el cielo se iluminó sobre sus cabezas con fuegos artificiales y se quedaron hasta que terminaron. La nieve no dejaba de caer y reflejaba las luces.

- Ha sido precioso- dijo Rose mientras caminaba de la mano de Chris en dirección a la salida del parque, por el lado opuesto. No dejaba de mirar a su alrededor, le llamaban la atención las luces y el parque en sí, era muy bonito.

- Debí haber alquilado un coche- dijo Chris pensativo.

- Chris...

- Te escucho, tienes razón, es muy bonito. Es el encanto de la improvisación, encuentras cosas que no esperas. Aunque he disfrutado esta tarde, ahora me preocupa encontrar un taxi, no quiero que te enfermes con este frío. No me desagrada que tengas las mejillas rojas, pero si te vuelves azul también ya el frío no hace gracia.

- ¿Azul?- se asustó Rose.

- Es un decir, en verdad sería más palidez. Pero mira, ya tienes el pelo cubierto de nieve y se derrite en tu piel, te moja y te hielas.

- No será para tanto... Tengo algo de frío pero si nos tocara andar hasta el hotel, caminando entramos en calor.

- Si llegas a sudar ahí seguro que te resfrías- se preocupó Chris.

- ¿Y tú cómo te sientes?

- Estoy bien, no soy friolero.

- ¿No será que vienes del polo norte y no lo sé?- bromeó Rose.

- Quién sabe, a lo mejor si vamos a Siberia tengo primos perdidos.

Rose se rio un poco y luego estornudó tres veces seguidas. Chris apretó el paso para salir del parque. De noche el frío era peor y no quería quedarse fuera con ella así ni un minuto más. Al salir vieron pasar un taxi y agitaron la mano, pero no les vieron. Siguieron caminando y vieron uno aparcado, pero no había nadie. Chris cada vez estaba más desesperado por encontrar un taxi, viendo que Rose cada vez caminaba más lento y seguía temblando. La estrechó contra sí para caminar lo más juntos posible e incluso desabrochó el abrigo para envolverla con una parte.

- ¿Rose?- la llamó él, viendo que empezaba a cerrar los ojos.

- Tengo algo de sueño, estoy cansada.

- Por lo que más quieras, debes mantenerte despierta- le dijo Chris con tono serio.

- Lo intento...

Chris la subió a su espalda y la llevó a caballito durante un rato hasta que al fin vio un taxi. La dejó en un banco y fue a llamarlo. El conductor paró y Chris trajo a Rose para meterla en el coche. Luego entró con ella y le dio la dirección al taxista. En unos minutos llegaron. Rose estaba un poco mejor, pero seguía sintiéndose cansada. Y se estaba durmiendo. Chris la zarandeó un poco para que despertara y saliera del coche. Ella lo hizo con dificultad y entró con Chris al hotel. Al ver las escaleras delante creyó que iba a quedarse durmiendo en ellas antes de subirlas. El frío le daba sueño, pero estar por fin en un lugar más cálido también la relajaba. Subió unos escalones, cada cual más despacio, hasta que se tropezó con uno y cayó sobre la escalera de morros. Chris suspiró y la llevó en brazos hasta su habitación.

- Eres como una niña pequeña, donde te pilla el sueño te duermes...- le dijo mientras la dejaba en el suelo para abrir la puerta.

- No sé qué me pasa ahora...- murmuró.

Chris la ayudó a ir al dormitorio y desvestirse hasta quedarse en ropa en la que podía dormir. Rose se tumbó en la cama casi desplomándose en ella y él la cubrió con la manta. Le tocó la frente por si acaso y notó que tenía un poco de fiebre.

- Descansa hasta que haga falta, ¿vale?  No te preocupes por madrugar, iremos a la montaña en cuanto se pueda.

Chris le acarició un poco la cabeza y la dejó dormir. No estaba seguro de si Rose le había escuchado, por lo que aprovechó para decir algo más:

-  Feliz año nuevo, mi amor.

Hacía varios meses que no podía decirle palabras de cariño como cuando eran novios y no estaba seguro de que decirlo por escrito en cartas esos tres años valía. Decírselo en voz alta era diferente, sobre todo por su situación actual. No se atrevía a mencionarlo delante de ella sin que hubiera consecuencias. Empezaría de nuevo la discusión de la relación. Al final no pudo hablar con ella sobre aquello, y no era buena idea estropear el día siguiente, por lo que sería tras el viaje. Pero cuanto antes se lo dijera, mejor.

Fue al salón y se quedó delante de la chimenea, planeando el día posterior. Hizo una llamada y aseguró el coche de alquiler para el día siguiente. Por suerte, era un servicio de 24 horas. El tiempo pasó deprisa mientras seguía pensando en unas cosas y otras. Cuando se dio cuenta, ya eran las doce. Sonaron las campanadas en todo el hotel. Al fin y al cabo, marcaban el año nuevo. Se imaginaba un poco diferente pasar esa noche con Rose. No tenía nada planeado específicamente, pero algo tipo darle un beso por cada campanada no hubiera estado mal. Tomar algo juntos y quedarse hablando o lo que surgiera delante de la chimenea hasta que les entrara el sueño, como esa vez. Y si dormían juntos tampoco se quejaba. Pero trató de pensar en positivo y recordar el buen día que pasaron juntos y las risas. Habría más días para momentos románticos. Además, Rose seguramente no estaba de humor para eso, debía preocuparse más de que no enfermara, no le gustaría tener que regresar por urgencia.

Oyó la puerta de la habitación de Rose, que al parecer había oído las campanadas y se encontraba un poco mejor. Al menos podía caminar sin caer del sueño. La vio acercarse al sofá con una sonrisa.

- ¿Estás mejor?- le preguntó Chris.

Ella asintió y se sentó en su regazo, ante el asombro de Chris. Le dio un beso en la mejilla y le deseó feliz año nuevo, tras lo cual se levantó de nuevo y se dispuso a regresar al dormitorio, no porque se diera prisa por ir a dormir, sino porque le daba vergüenza haber hecho aquello y no quería preguntas. Sin embargo, Chris no iba a dejarla irse así tan fácil. La abrazó por detrás, reteniéndola.

- ¿Me oíste antes de salir de tu habitación?

- No sé cuándo saliste, me quedé dormida en cuanto me tumbé.

Chris le dio un beso en la mejilla y la hizo darse la vuelta para mirarla.

- Feliz año nuevo, Rose.

Ambos sonreían. Chris volvió a sentarse en el sofá y la hizo sentarse de nuevo en su regazo. Ella subió los pies al sofá y apoyó la cabeza en su pecho, rodeada por sus brazos. Le tocó la frente para ver si realmente se encontraba mejor.

- Aún no te ha bajado del todo.

- Seguro que contigo se me pasa- dijo Rose sonrojándose, no muy segura de por qué lo dijo en voz alta.

- ¿No es mejor irte a la cama?

- Quiero quedarme aquí contigo...

Chris la hizo bajarse y ella se quedó algo contrariada, preguntándose si realmente Chris no quería. Pero al verle volver del dormitorio con una manta en brazos, se sonrojó y sonrió. Chris se sentó en el sofá de lado, con los pies en alto y apoyando la espalda en un cojín. Le señaló a Rose que se acomodara entre sus piernas y ella se tumbó mitad sobre el sofá y mitad apoyada en él, con la cabeza en su pecho. Chris puso la manta encima para cubrirlos a ambos y le acarició la cabeza con una mano mientras la rodeaba con la otra. Rose sentía como si estuviera descansando en el mejor lugar del mundo, respirando el olor de Chris y notando su tacto.

- Si te molestan los botones los puedes desabrochar- le dijo Chris.

Rose no tardó en hacerlo. Le gustaba más sentir la piel de Chris en su mejilla que su camisa. De esa forma sentía más su calor, que le era muy agradable. Si esa noche no tenía sueños bonitos nunca los tendría. A Chris también le agradaba el aroma de Rose. Le deshizo la trenza para que no la molestara mientras dormía y estar más cómodos, deslizando sus dedos entre sus largos y rizados cabellos negros. Le dio un beso en la cabeza, aplacando su deseo de dárselo en los labios. No se entendía a sí mismo, tenía tantas ganas de besarla pero no lo hacía cuando tenía la oportunidad. Sentía que el ambiente no era adecuado, aunque si fuera por él la besaría en cualquier momento, estando triste, enfadado, contento, relajado, cansado, cualquier momento era bueno, para disfrutar o desahogarse. Quería ver qué haría Rose y ya vio bastante. ¿Entonces por qué? Por alguna razón no se atrevía. Además, la veía tan relajada y cómoda entre sus brazos que no quería molestarla. Aunque era una excusa, ya que había estado teniendo reparos todo el día además de la semana.

- Quizá mañana- murmuró para sí.

- ¿Hmm?- Rose estaba ya medio dormida.

- Quizá mañana pruebe mi postre favorito- insinuó él.

- Mmm... Dame...

- Te daré cuanto quieras- respondió Chris, divertido ante las respuestas inconscientes de Rose, más dormida que despierta-. Te haré probar el mejor postre que hay. Y lo mejor es que no se acaba.

Rose ya estaba dormida y Chris tardó un poco más, imaginándose la reacción de Rose cuando supiera a qué se refería, si recordaba la conversación. Estaba decidido, tendría esos dulces labios aunque se durmiera y tuviera que robarle un beso. Al día siguiente ya no se libraría, quería empezar el año al menos con un beso de su flor de la suerte que le traería un año de fortuna y felicidad, ninguna era posible sin ella. Mientras su amada Rose estuviera con él, no necesitaba nada más.

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