70. Sorpresas inesperadas
Rose escuchaba a sus padres ensayar para el baile enmascarado. Les habían pedido que tocasen algo juntos, en memoria de aquel concierto tres años atrás. Le encantaba verles tocar el piano y el violín. El que más le llamaba la atención era el violín. Su padre realmente sabía traerlo a la vida y sacar de él las notas más melodiosas. Cuando James se detuvo, se fijó en lo atenta que estaba su hija y se acercó a ella, entregándole el violín.
- ¿Quieres probar?
Rose tomó el instrumento y James le enseñó la posición y las notas. Rose fue probando y empezó a hacer las escalas para aprender bien dónde estaba cada nota. La música no le era del todo desconocida, de pequeña había aprendido las notas en el piano pero no dedicó tiempo a aprender. Quizá no era el instrumento adecuado para ella, no porque no pudiera gustarle la música. Cuando entendió cómo funcionaba el violín, empezó a improvisar y se dio cuenta de lo divertido que le parecía. James la miraba satisfecho, no esperando menos de su hija. Sofia empezaba a hacerse ilusiones de tocar juntas en el próximo concierto.
A partir de ese día, Rose empezó a practicar por las tardes con sus padres y a Dani empezaron a entrarle ganas de unirse y se preguntó qué instrumento podría tocar él. Un día llegó con una guitarra acústica, dejando a los demás sorprendidos y se les unió. Aprendió los acordes y algunos trucos, más los que se inventaba al paso. James le compró a Rose su propio violín y de esa forma tocaban todos juntos. En numerosas ocasiones improvisaban ritmos alegres para divertirse después de ensayar otras melodías más profesionales y no tan improvisadas.
Se acercaban las navidades y Rose ya se había aprendido algunas canciones para tocar con sus padres, por lo que decidió participar del pequeño concierto. Dani solo quiso acompañarles en un villancico, ya que el resto de canciones prefería escuchar solo piano y violín. En el villancico él y Sofia cantarían y animarían a los invitados a unirse a ellos. Los demás decidieron meter un solo de guitarra por sorpresa y no le dijeron nada al respecto. Sabían que Raquel vendría y querían darle la sorpresa. Por supuesto, sus padres Sara y Max acudirían como invitados, al igual que los padres de Sofia y Dani.
Lo que no avanzaba tanto era la relación entre Chris y Rose, ya que él estaba cada vez más ocupado y comer un día en un restaurante en vez de en el trabajo empezó a parecer más lejano, ya que Chris redujo la hora de comer para irse antes. Rose podía aprovecharla, pero se quedaba sola cuando él se iba y no le gustaba mucho. Dos días antes de navidad Chris tuvo su último examen del año. Rose le esperó a la salida del campus para darle una sorpresa. En cuanto la vio ahí en la puerta saludando, Chris no pudo evitar sonreír y fue a alzarla por la cintura y luego la abrazó.
- No esperaba verte aquí.
- Quería felicitarte por terminar los exámenes hasta enero- sonrió Rose.
- ¿Quieres celebrarlo? Te invito a cenar a esa cafetería que te gusta.
- ¿De verdad?
Rose sentía como si la alegría inundara su pecho y por un momento tuvo la impresión de que todo estaba bien entre ellos. Se le notaba el brillo en los ojos a pesar de que ya había anochecido y Chris tuvo que contenerse de plantarle un beso en los labios delante de los estudiantes que pasaban por su lado. Algunos saludaban y otros solo miraban curiosos. Estaba feliz de verla ahí y nada más le importaba.
Le daban ganas de besarla y cogerla en brazos y llevársela a casa o echarle una carrera en el parque hasta cogerla y volver a abrazarla riendo y divirtiéndose, por el simple hecho de tener un rato para estar juntos. Simplemente se sentía feliz y necesitaba descargar esa energía que le proporcionaba el subidón de la sorpresa y el alivio de terminar el examen. Al final se limitó a cogerla de la mano y llevársela al coche con paso rápido. Cuando llegaron a la cafetería la ayudó a salir dándole la mano y luego se la besó. Rose estaba sonrojada, ya que no se lo esperaba. Se notaba que Chris estaba de buen humor y se preguntaba si eso era buena señal para su petición de tener una cita en navidades.
Mientras cenaban, Rose hizo una observación en cuanto al buen ambiente con respecto a la última vez que habían ido a comer a ese restaurante. Chris no se lo negó, él también sentía que el ambiente había mejorado, pero ese nunca fue el verdadero problema. Sabía que tenían química y que no había otra con la que prefiriera estar, pero lo que necesitaba recuperar era la confianza, quizá con el tiempo o quizá cuando surgiera la oportunidad de que Rose le demostrara que tenía las cosas claras.
Al regresar, se quedaron un poco en el coche antes de que Rose saliera para ir a su casa. Sentían como si hubiera algo más que decirse que solo se podía en momentos como ese.
- Chris...
- Rose...
Lo dijeron a la vez, por lo que se callaron y dejaron que el otro hablara primero.
- Tú primero- dijo Chris-. Por favor.
- Me preguntaba si... te gustaría tener esa cita conmigo...- dijo Rose mirándose los pies.
- Claro que me gustaría- respondió Chris cogiendo su barbilla y girándole la cara para mirarla a los ojos-. No ha cambiado cómo me siento contigo, creo que lo sabes aunque no te lo he dicho. Ya sabes cuál es el problema en realidad.
- Yo... te prometo que no volverá a suceder, puedes estar tranquilo- le aseguró Rose.
- Ya incumpliste en una ocasión, ¿cómo sé que no volverás a hacerlo?
- Porque ya aprendí mi lección, he visto las consecuencias y por nada del mundo volvería a arriesgar perderte- dijo Rose con lágrimas en los ojos-. Ha sido muy doloroso... a veces sigue siéndolo aunque nos llevemos mejor.
Chris suspiró y se quitó el cinturón del asiento para abrazarla.
- Ay, mi Rose... Créeme que quiero confiar ciegamente en ti pero... eso lleva tiempo.
- Lo sé, solo quiero que me des la oportunidad.
- Me preguntaba... si lo hiciera, ¿cómo sabría que puedo confiar?
- En primer lugar... No puedo romperte el corazón sin que el mío lo haga también, y además, a saber qué venganza se te ocurriría.
Chris se apartó un poco para mirarla y enarcó una ceja con una sonrisa maliciosa.
- Ten por seguro que te darían por desaparecida, nadie te sacaría de tu mazmorra, esa que solo he usado contigo desde donde no se oye nada. Y bueno, se me ocurren varios castigos para ti y el desafortunado...- dijo Chris haciendo que Rose sintiera un escalofrío-. Pero sé que eres chica lista y no cometerías ese error.
- ¿Eso significa que podemos volver a salir juntos?- preguntó Rose con las manos en el pecho, nerviosa por conocer la respuesta.
Chris miró el anillo en el dedo anular de Rose. Le cogió la mano y antes de que se diera cuenta, se lo quitó.
- Esto me lo quedo yo. No tiene sentido que todos piensen que estamos comprometidos si no es cierto.
- Pero tengo derecho a tenerlo...- protestó Rose.
- Ya te lo devolveré, a su debido tiempo.
- Entonces...
- Lo siento, Rose, pero no volveremos a la relación que teníamos.
- Pues a una mejor...- intentó Rose.
- No vamos a volver a ser novios, tenlo por seguro. ¿Está claro?
Rose intentó reprimir las lágrimas. No entendía por qué Chris le daba falsas esperanzas para luego golpearla con la dura realidad.
- Haberlo dicho desde el principio en vez de hacerme pensar que con el tiempo podría arreglarse...- murmuró Rose, dejando caer un par de lágrimas.
Chris se las secó, algo triste al verla tan desamparada, sin entender lo que pretendía con ella. Por otra parte, le aliviaba que no se hubiera dado cuenta de que ser novios no era su única opción. Él lo había dicho como una indirecta, sabiendo y esperando que no la captara.
- Te quiero, Rose, eso no va a cambiar, no llores- le dijo con ternura mientras le acariciaba la mejilla.
- ¿Y de qué me sirve si no puedo estar contigo?
- Estás conmigo cada día- bromeó Chris.
- No me refiero a eso... No me basta con trabajar contigo...
- ¿Y qué más quieres? Dime.
- Solíamos tener citas, besarnos, cogernos de la mano...
- Nadie nos lo impide.
Le cogió las manos entre las suyas y la besó, sintiendo el sabor salado de sus lágrimas que habían alcanzado los labios. Rose estaba algo sorprendida, por lo que dejó de llorar. No sabía cómo reaccionar. Chris se apartó un poco.
- ¿Quieres más?- le preguntó.
Al ver que Rose asentía, volvió a acercar sus labios y compartieron unos minutos de besos ininterrumpidos, lentos, pero cada vez más intensos. Lo habían echado de menos. Al recordar cómo se sentía, no quisieron volver a pasar tanto tiempo sin experimentar ese placentero sentimiento. Era como una adicción, cuanto más lo hacían más querían.
- Quiero estar contigo...- susurró Rose al cabo de unos minutos, con su rostro aún cerca de Chris.
- Estás conmigo- respondió Chris dándole un beso corto mientras le acariciaba la cabeza.
- Pero ¿qué será de nosotros? ¿Hasta cuándo estaremos en la incertidumbre? Esto no me basta...
- Ni a mí... Pero el tiempo lo dirá, ¿vale?
- Vale...
Chris juntó su frente con la de Rose y entrecruzaron los dedos. Estuvieron unos segundos con los ojos cerrados, sintiendo el contacto.
- ¿De verdad me quieres?- preguntó Rose abriendo los ojos.
- Sí, de verdad. No he dejado de quererte aunque fueras una niña traviesa- dijo Chris frotando su nariz con la de Rose.
Ella supo que la había perdonado y ya no se lo reprochaba, sino que la regañaba con cariño. Sonrió como una niña pequeña y le devolvió el beso esquimal.
- Te vas a portar bien de ahora en adelante, ¿verdad?- le dijo Chris cogiéndole el rostro entre las manos, mirándola a los ojos.
- Para unas cosas sí, para otras quizá no- bromeó Rose sacando la lengua.
- Sabes lo que le voy a hacer a esa lengua... Contéstame a lo que quiero saber.
- Me portaré bien... con quien sea mi pareja. Sin compromiso no hay exigencias ni obligaciones- replicó Rose.
- Te crees muy lista, pero ya sabes a quién te enfrentas- le dio un beso en la frente, otro en la punta de la nariz y otro en los labios, con sus manos aún abarcando su rostro.
Rose le sonrió y Chris la correspondió. No se iba a tomar en serio aquello, cuando llegara el momento se demostraría si Rose hablaba en serio o no. Aunque su conciencia le decía que podía quedarse tranquilo, Rose tenía un objetivo y nada la apartaría de él. La abrazó una vez más y la dejó salir del coche para ir a casa. La última mirada que se dirigieron fue una mezcla entre volver a enamorarse, echarse de menos y la confusión de la incertidumbre. La pregunta de Rose era acertada: ¿qué sería de ellos? Mientras Chris volvía a casa y subía las escaleras hacia el segundo piso, pensó que no había mejor respuesta: el tiempo lo diría.
Y también le había dejado otra indirecta, cuando Rose dijo que eso no le bastaba, respondió que a él tampoco. Era algo que dejó a Rose pensativa, aunque hubo un detalle que se le escapó a Chris. Rose no le dijo qué sentía por él. Lo había dado por hecho ya que insistía en volver con él, pero Chris no había preguntado ni ella se lo había dicho. Solo por no quedarse con la duda, decidió preguntárselo en algún momento. ¿Había dejado ella de quererle cuando estuvo fuera? No estaba seguro de querer oír la respuesta, ya que fue ella quien cortó con él. ¿Y si estaba dando por hecho cosas que no eran?
De pronto, sintió la imperiosa necesidad de escuchar de los labios de Rose esas dulces palabras que se había desacostumbrado a oír, y se dio cuenta de que las echaba de menos. Tampoco él las había mencionado hasta esa noche, ya que le hacían sentir vulnerable, expresión que quería ver en Rose también para sentir que estaban en el mismo nivel. Además, mostrar vulnerabilidad mutua era un paso más hacia una relación más íntima. Implicaba un aumento de confianza, algo que había empezado a recuperar un poco, dado que le confesó a Rose lo que sentía a pesar de que le hacía perder ventaja. La distancia entre ellos se estaba reduciendo cada vez más.
Chris se quitó la chaqueta y cogió el anillo de Rose del bolsillo, sujetándolo en la mano cerrada.
- Ya solo es cuestión de tiempo de que vuelvas a ser mía, mi pequeña y traviesa Rose.
Sonrió al recordar lo sucedido en el coche. Se quedó un rato en la cama pensativo sin poder dormir. Sus labios eran adictivos. Su dulce rostro era adictivo. Sus suaves manos eran adictivas. Su pequeño y hermoso cuerpo era adictivo. Su cabello sedoso no lo era menos. Y esos ojos dorados que le miraban con curiosidad esperando su aprobación al entregarle las copias en el despacho, los mismos que le miraban interrogantes cuando sus rostros estaban cerca, esperando la señal para cerrarse y dejar que el tacto tomara prioridad sensorial. Crecer solo la había hecho más hermosa e inteligente, pero sus características esenciales que llevaba teniendo desde pequeña no habían cambiado. Entre ellos siempre serían como niños a veces y como adultos otras. Pero esa era su parte favorita, ya que no tenía que renunciar a ninguna. Solo tenían que ser como siempre y seguir creciendo juntos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro