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68. Avanzando

- ¿Rose? Ya es la hora.

Ella no respondió. Estaba profundamente dormida. Chris decidió no despertarla, por lo que la tumbó en el sofá en el que estaban sentados y la cubrió con una manta. Fue a cambiarse de ropa y se arregló. Llamó al sirviente para que trajera el desayuno y le dijo que retiraba la orden de la noche anterior, pero que tuvieran discreción, sobre todo cuando Rose volviera a visitar. El sirviente comprendió y asintió. Mientras Chris desayunaba, miraba a Rose cada dos por tres. La luz que entraba por la ventana empezó a molestarla y se frotó los ojos. Quiso estirarse, pero acabó cayéndose del sofá. Miró a todas partes, confusa.

- ¿Qué haces?- se rio Chris.

Rose le miró y pareció darse cuenta de dónde estaba y recordó lo ocurrido durante la noche. Se sonrojó sin remedio.

- Buenos días- dijo ella levantándose y comenzando a doblar la manta.

- Buenos días- respondió Chris invitándola a desayunar, señalando la bandeja que había frente al asiento vacío.

Rose se sentó para desayunar. Observó que Chris se había cambiado y se dio cuenta de que ella también debía.

- ¿Vienes conmigo al trabajo o te tomas tu tiempo y vienes luego?

- Prefiero ir contigo.

- Entonces tienes 5 minutos para cambiarte en cuanto termine de desayunar. No te espero más.

Rose soltó el tenedor y fue corriendo a por el maletín, tras lo cual entró al baño y se cambió de ropa lo antes posible. Se arregló un poco el pelo y salió, viendo a Chris dirigirse hacia la puerta.

- ¿Ya has terminado?- se sorprendió ella.

- Mira qué hora es.

Rose miró el desayuno a medias, lo miró a él y al reloj. Hubiera querido comer más.

- ¿Me dejarías llegar más tarde?

- Aprecio la puntualidad en una secretaria que quiere mantener su puesto de trabajo- dijo Chris con una sonrisa irónica, saliendo por la puerta.

Rose se apresuró a alcanzarle y cuando entraron en el coche, sacó un bollo que Chris no había visto que tenía.

- No me ensucies el coche.

Ella asintió y puso un pañuelo debajo para recoger las migas. Cuando Chris aparcó en el garaje, Rose recogió el pañuelo con cuidado y lo sustuvo en la mano, lista para salir. Chris le cogió la barbilla un momento para mirarle la cara y le apartó un par de migas de la comisura con el pulgar.

- Vamos, hay mucho que hacer hoy.

Salió y fue a abrirle la puerta a Rose, extendiéndole la mano para ayudarla a salir. Rose estaba un poco sorprendida de que Chris aún recordara la caballerosidad, pues hacía tiempo que no le veía siendo tan galante, quizá desde el último baile, en navidad tres años atrás. Echaba un poco de menos esos tiempos. Mientras subían las escaleras de camino al despacho del director y secretaría, Chris recordó un detalle que se le había escapado.

- Por cierto... ¿no me debías algo?

- ¿Cómo?- se detuvo Rose en el pasillo, confusa.

- Prometiste hacerlo en cualquier momento.

- Pero no en cualquier lugar- se sonrojó al recordarlo-. Dije a solas...

- Estamos solos. Los demás vendrán en una hora- sonrió Chris, acorralándola contra la pared.

- Pero dijiste que había mucho que hacer- trató de razonar ella, sonrojada.

- Puede esperar un minuto. Venga, no me hagas perder el tiempo, te lo descontaré de la hora de comer.

- ¿En serio?- protestó ella.

- Sabes que soy capaz. Ahora... quiero ver esa lengüita fuera- le dijo en voz baja con el rostro cerca del de ella.

Rose miró a otro lado varias veces, sin atreverse.

- Bien que te atreviste esa vez. Venga, ya sabes lo que sucede cuando me sacas la lengua. ¿Cuándo te lo he dejado pasar desde que me conoces?

Rose recordó lo que solía suceder y enrojeció más aún.

- No recuerdo bien...

- Te lo haré recordar ahora. La lengua fuera, ya.

Rose acabó haciéndolo y cerró los ojos cuando Chris la atrapó entre sus labios, sintiendo un cosquilleo. Él tiró un poco de ella como si quisiera comérsela, provocando que sus labios quedaron presionados unos contra otros mientras le rozaba la lengua con la suya. Rose sintió que le flaqueaban las rodillas. Hacía años que no sentía el tacto de sus labios. ¿Realmente habían vuelto atrás en el tiempo?

- Te volveré a quitar la lengua como me la vuelvas a sacar y me la llevaré- dijo Chris en tono pícaro, separando los labios de la lengua de Rose.

Aún podía sentirle y no se le pasaría pronto.

- ¿Vamos a seguir volviendo atrás a como era antes?- preguntó Rose sonrojada, mirando los ojos de Chris que aún estaban a poca distancia de los suyos.

- A veces- respondió él tocándole la punta de la nariz-. Venga, a trabajar.

Se apartó y se dirigió hacia el despacho, abriendo la puerta con la llave. Rose le seguía, esperando para entrar. Mientras iba a su escritorio a sentarse, Chris miró a Rose de reojo, viéndola entrar a su propio despacho.

- Rose...

- ¿Sí?- se detuvo en el umbral de la puerta, sacando la cabeza.

- Perdona por decirte eso ayer. No es lo que pienso de ti.

- Lo sé- sonrió ella volviendo a entrar y se sentó delante de la máquina de escribir, con varios documentos a mano delante que debía pasar a limpio.

Chris sonrió también y comenzó a organizarse. Comparó fechas, horarios, presupuesto, inscripciones, estadísticas... La publicidad había empezado a ponerse en marcha y algunos colegios e institutos ya habían empezado a hacer las reservas para los musicales. Empezó a delegar el trabajo de recibir las llamadas a Rose, ya que ella podía explicar mejor con vocabulario más apropiado de ese ámbito. Para asuntos administrativos respondía él.

- Rose, ¿puedes venir un momento?

- Voy.

Le mostró unos papeles que requerían cálculos y ella se los resolvió ahí mismo, apoyada sobre su escritorio. Le gustaba verla concentrada haciendo cálculos. Hacía algunos gestos sin darse cuenta que le parecían atractivos, como ponerse el pelo detrás de la oreja, llevarse el lápiz a los labios cuando se detenía a pensar o morderse el labio inferior cuando cometía algún error. Decidió no reprimirse tanto como antes cuando le apeteciera hacerle algo, después de lo ocurrido ya no sería tan raro. Había mejorado el ambiente entre ellos y daba lugar a que acortaran las distancias y aumentaran los gestos románticos. O al menos, no había ya necesidad de contener tanto las ganas hasta para el gesto más simple. Fue por ello que llevó la mano a la mejilla de Rose para acariciarla mientras terminaba los cálculos. Ella se detuvo un instante y se sonrojó.

- ¿Tan rápido te desconcentras?- la molestó Chris, sonriendo.

- Es que ya no estaba acostumbrada...

Trató de pensar en la caricia como algo que la relajaba pero no por ello bloqueara su mente. Recuperó la concentración poco a poco y terminó.

- Cuatro ojos ven mejor que dos, será mejor que lo revises- dijo ella.

Chris lo fue revisando mientras seguía acariciando la mejilla de Rose, apoyando el codo en la mesa. Cuando levantó la mirada, vio que tenía los ojos cerrados, con cara de estar disfrutando. Deslizó los dedos hasta debajo de su barbilla, acariciando mientras ella reaccionaba acercando un poco más la cara a su mano sin darse cuenta.

- Gatita...- la llamó Chris con voz suave, haciendo que Rose abriera los ojos y se sonrojara-. Está todo correcto, gracias. Puedes volver a tu escritorio.

Apartó la mano para dejar que se levantara y sonrió mientras volvía a mirar los papeles, apuntando los resultados y comparando con el mes anterior.

- Espera- la detuvo-. Necesito que llames a estas personas y confirmar su colaboración y que provean un reemplazo en caso de no acudir ese día.

Rose tomó la lista y fue a hacer las llamadas. De vez en cuando Chris se quedaba escuchando la dulce voz de Rose hablando con amabilidad y cortesía a los receptores al otro lado de la línea. Quería escuchar esa voz susurrarle en el oído cosas que se había imaginado en más de una ocasión y que probablemente ella solo le dijera si él se lo pedía o la convencía para ello, no la veía teniendo la iniciativa. Además, no esperaba que adivinara lo que pensaba. Ese experimento sería lo siguiente en su lista.

A la hora de comer, se quedaron en el despacho con los platos delante mientras terminaban de arreglar un asunto relacionado con el próximo evento.

- El profesor decía que para este tipo de situaciones lo mejor es tener un plan B y una forma de contactar gente con la que se pueda contar a avisando con poca antelación.

- ¿Qué profesor?- preguntó Chris enarcando una ceja.

- Denis.

- Ya sé a nombre de quién mandar a la mafia- bromeó él, aunque estaba serio, lo que hizo dudar a Rose.

- Mi padre tiene contactos- le sugirió.

- Y yo que pensaba que le defenderías- se sorprendió Chris.

- Sé lo que me conviene- bromeó Rose-. Y me conviene estar en tu bando.

- ¿No cambiarás de opinion si encuentras a otro más listo que sepa matemáticas?- dijo Chris con una sonrisa irónica.

- ¿Que sepa matemáticas?- rio Rose-. Para eso ya estoy yo, déjame serte útil.

- Bueno, pues mejor que yo en cualquier cosa, o en general.

Entonces Rose recordó lo que Dani le contó sobre lo que les gustaba escuchar a los chicos, y esa era una de esas cosas. ¿Sería ese un buen momento para decírselo a Chris y ganar terreno o se le subiría a la cabeza? Aunque Dani lo recomendaba para casos de corazón roto y baja autoestima, síntomas que había visto en Chris. Le dio vergüenza decirlo en alto, por lo que se levantó y se acercó para decírselo al oído. Chris la vio venir y tuvo curiosidad, ya que ella no solía tener esas iniciativas. Esperaba que no se atreviera a nada raro. Sin embargo, ella se inclinó un poco hacia su oído y él prestó atención, preguntándose qué intenciones tenía. Más le valía responder a su pregunta.

- Para mí no hay otro mejor que tú... ni lo habrá- le dijo suavemente con timidez.

Chris sintió un cosquilleo. Así que eso era lo que se sentía cuando ella le susurraba algo que le gustaba oír pero no esperaba que se lo dijera. Rose debía de sentir algo parecido cuando él se lo hacía tantas veces. Lo haría más a menudo. Y también se aseguraría de volver a experimentarlo. Se sonrojó un poco y Rose creyó percibirlo. Iba a volver a su asiento cuando Chris se giró hacia ella y le pidió que lo repitiera.

- Quiero asegurarme de que he oído bien- se justificó.

Rose se acercó de nuevo y se lo repitió. Chris no pudo evitar sonreír y Rose pensó que quizá le había aumentado la autoestima más de lo necesario.

- ¿De verdad puedo creerte?- preguntó Chris mirándola a los ojos.

- Bueno, si no contamos a mi padre, sí, lo confirmo.

- Jajaja... Es cierto, James es un caso aparte. Yo también le admiro, la verdad. Quién mejor que su hija- insinuó, acercándola a él por la cintura y haciendo que se sentara en su regazo-. Si me dices estas cosas no puedo dejar que te vayas- le dijo al oído.

Rose se ruborizó hasta las orejas. Cuando estaba con Chris, no podía dejar de sonrojarse y sentir cosas. Su corazón no dejaba de latir con fuerza y solo se tranquilizaba cuando dormía, pues el resto del día seguía acordándose de él. Su metabolismo funcionaba continuamente, lo bueno era que no se preocupaba por lo que comía, ya que no la acumulaba. El estómago de Rose protestó y Chris dejó que regresara a su asiento y comiera, pues apenas le había dado tiempo a empezar. Estaba contento por haber contratado a Rose como secretaria, no se imaginaba a nadie mejor que ella para el puesto. Le motivaba ir a trabajar cada día sabiendo que ella estaría ahí y que sería otra mañana interesante. Ya no se imaginaba que algo pudiera suceder para interponerse entre ellos. Quizá volverían a pelear, ya que era algo innato en ellos, pero nada tan grave como para no querer volver a verse. Lo peor había pasado.

Pasaron los días y comenzaron los musicales. La publicidad había sido un éxito y hubo que programar más para cubrir las entradas extra que vendían. Chris cogió en brazos a Rose y empezó a girar, celebrando lo bien que había salido su idea. Rose se sorprendió cuando entró a su despacho y la cogió de repente, pero sonrió y se alegró al conocer la noticia.

- ¡Hemos vendido hasta navidades, Rose! ¡Cada fin de semana! Y eso hasta hoy, prepárate para recibir más llamadas.

Cuando la dejó en el suelo, la besó por impulso.

- Eres un genio- dijo abrazándola.

Rose no había visto a Chris tan emocionado desde... ni podía recordarlo. Intentó no plantearse muchas preguntas sobre el beso, ya que lo asoció a la reacción que tuvo por la alegría. Al fin y al cabo, si Chris quisiera volver a tener una relación, diría algo. Él no era precisamente tímido para esas cosas. Rose no había preguntado ni sacado el tema, sino que esperó pacientemente a que el tiempo curara la desconfianza que se había originado. Cada vez parecía estar más cerca y se conformaba con verle cada día, esos pequeños juegos que surgían entre ellos a veces y evitar que Chris volviera a mirarla con frialdad.

Un día, Rose fue al despacho de Chris antes de marcharse una vez concluidas sus horas de trabajo. Se quedó de pie delante de él, esperando que la mirara mientras pensaba en cómo formular la petición. Chris levantó los ojos de los papeles que quería revisar una vez más antes de irse a clases.

- ¿Quieres algo?

- Sí... Me preguntaba... ya que va tan bien todo... si fuera posible, claro, no hay ninguna obligación...

- Ve al grano, Rose, hoy voy justo de tiempo y tengo que terminar esto.

- Mejor otro día- opinó ella, dirigiéndose a la puerta sin atreverse a decirle nada si no le pillaba de buen humor.

- Mañana me lo dices a la hora de comer.

- De acuerdo.

Era diciembre y se acercaban las navidades. Rose quería pasarlas con Chris organizando algo... como un baile enmascarado, ya que hacía tiempo que no acudía a uno. Pero no estaba segura de si Chris aceptaría, ya que probablemente las navidades eran la época que más vendería y estaría ocupado. Pero ella lo organizaría de todas formas, ya acudiera él o no. Se lo había propuesto y no quería volver atrás.

El problema era que, según el contrato, ella debía estar disponible siempre, y no sabía si le daría el día libre o si la tendría trabajando. Por ello, necesitaba pedírselo. Temía que a Chris no le hiciera gracia la navidad, le recordaba a la última vez que se vieron antes de que se marchara. Y no solo eso, quizá no se tomaría bien que quisiera dejarle todo el trabajo a él e irse en medio de todo, que era una de las cosas que Chris le había dicho que no quería que sucediera, por ello puso la letra pequeña. No lo tendría fácil, pero debía intentarlo. Quizá unas galletas caseras endulzaran el trato.

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