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67. La conversación

Despertó al notar la tenue luz de unas lamparitas de pared que no molestaban pero daban ambiente. No se usaban para estudiar de noche, pero sí eran útiles para no tropezarse en la oscuridad con los muebles hasta que fuera hora de ir a dormir. Rose notó el olor de la almohada intensificarse por un momento y giró la cara sin abrir los ojos para meter la nariz en la almohada, pero no venía de ahí el olor. Abrió los ojos, temiendo lo que estaba a punto de ver.

- ¿Huele bien?- preguntó Chris al ver su reacción con la almohada.

Rose se sonrojó y se incorporó de golpe, dándose con la cabeza en la de Chris y ambos se pusieron la mano en la frente, apretando los ojos de dolor.

- Al final sí que voy a necesitar el botiquín, menos mal que lo traje- comentó ella.

- ¿Que has traído qué?

Chris la miró de reojo, incrédulo.

- El... el botiquín... Por si acaso...

- Ahora sí que te voy a dar razones para usarlo- replicó Chris, frotándose el chichón y acercándose a ella para ver si también lo tenía. Le apartó la mano de la frente y la tocó-. Que conste, que esto es culpa tuya. Aún no te he hecho nada.

- Lo sé, perdón- protestó ella bajando de la cama.

- Veo que te has puesto cómoda mientras yo no estaba- dijo Chris siguiéndola al sofá, donde se sentaron cada uno en un extremo, dejando menos de medio metro entre ellos.

Poco después llamó a un sirviente para que trajera un poco de hielo. Le mandó avisar que nadie interrumpiera sin importar lo que escucharan y que quería los pasillos vacíos hasta que volviera a llamarle. Cuando el sirviente se fue, ambos se pusieron el hielo envuelto en una bolsita de tela en la frente. Rose no percibía peligro en el ambiente por el momento, ya que verle con la bolsita en la frente no imponía mucho respeto. Pero no dejaba de recordar lo que le ordenó al sirviente.

- ¿Por qué le dijiste al sirviente eso?

- Para que no te abstengas de gritar. No puedes evitar reaccionar con estruendo, así que es mejor que no tengas que preocuparte del ruido que vas a montar- sonrió Chris de forma inquietante.

- Lo dices como si fueras a darme motivos para ello...- comentó Rose y arrepintiéndose al instante.

- Te daré todos los motivos que quieras...- dijo Chris inclinándose hacia su oído-. Para que te asustes, corras, caigas, grites, llores, gimas y todo lo que te apetezca hacer.

Un escalofrío, dos y tres recorrieron a Rose cada vez que volvían a resonar en su mente esas palabras.

- ¿Crees que haré alguna de esas cosas?- dijo ella sin poder evitarlo.

- O todas.

De nuevo el escalofrío. De hecho, ya le daban ganas de hacer todo eso. Estaba asustada y quería salir corriendo mientras gritaba y lloraba. Era posible que se cayera y gimiera de dolor al golpearse algo. O quizá Chris tenía otras cosas en mente que pudieran provocarle todas esas reacciones.

- Estás pálida- observó Chris-. Recuerda respirar, ¿o te lo recuerdo yo?- dijo mientras el rostro de Rose enrojecía-. Ah, olvídalo, me lo parecía.

Definitivamente estaba jugando con ella. Habían dejado las bolsitas sobre una bandeja en la mesa y Rose esperaba el interrogatorio.

- Veamos...

Ni Chris estaba seguro de cómo empezar. Era la primera vez que hablarían de ello. Hacerle preguntas indicaba que le importaba y no estaba seguro de querer mostrar sus sentimientos. Se llevó los dedos a la frente, masajeándosela un poco, ya que empezaba a darle dolor de cabeza el simple hecho de tener que enfrentarse a ese tema sin explotar de celos y rabia. Aunque no por nada mandó que no interrumpieran sin importar lo que oyesen. Quizá también era hora de que él se desahogara.

- ¿Se puede saber en qué estabas pensando?- soltó, mostrando su enfado retenido todo ese tiempo. Se levantó y empezó a caminar por la habitación-. ¿En qué momento te pareció una buena idea la maldita actuación en partes románticas con descarados que solo piensan en ellos mismos cuando tenías aquí un novio que solo pensaba en ti esperando el momento de volver a hacer todo eso contigo? ¿Crees que yo no echaba de menos el contacto físico? ¿Crees que no fui tentado?- le dirigió una mirada furiosa desde el otro lado de la mesilla-. Pero me consolaba pensando que tú estarías pasando por lo mismo que yo. Fui un idiota al creer en ti. Un idiota enamorado. Confié en ti y te dejaste arrastrar por ellos hasta las profundidades del abismo del que salen esas criaturas.

Cada vez había alzado más el tono, tratando de no soltar todos los insultos que se le pasaban por la cabeza. Apretó los puños. Más que querer escucharla, quería desahogarse, que supiera cómo se sentía y la invadiera la culpa. Quería verla llorar pidiendo perdón. Por muy rastrero que pudiera sonar, así era como se había sentido desde que se marchó en ese taxi. No tardó en cumplirse su deseo, solo que él nunca lo supo, pues Rose no había contado a nadie lo que sucedió después. Ella, por su parte, al fin podía ver la verdadera personalidad de Chris, soltando lo que llevaba dentro, sincerándose y abriéndose a ella. A pesar de que le dolía, era mejor eso que ver su actitud fría, como si lo hubiera superado y ya no sentía nada por ella. Finalmente, Chris regresó al sofá y se inclinó sobre ella, apoyando las manos en el respaldo a los lados de la cabeza de Rose con un movimiento brusco. El sonido del golpe intimidó un poco más a Rose.

- ¿Qué tienes que decir en tu defensa?

- Luché mucho tiempo con el debate mental sobre si realmente tenía el deber como actriz de hacer esas cosas o si era una infidelidad... Pero el profesor me convenció de que yo era el personaje, no yo, y debía ser profesional al respecto.

- Encima era el profesor...- dijo Chris entre dientes, imaginándose la paliza que tenía ganas de darle.

- En el tour...

Rose le contó lo sucedido mientras Chris se quedaba de pie con los brazos cruzados delante de ella. Le contó sobre el trato con el profesor y cómo acabó renunciando a la relación al regresar, pensando que debía dar prioridad a su carrera en ese momento.

- Todo lo que sucedió después con el profesor era tras cortar. Creí que habrías recibido antes la carta. No tenía intenciones de entrar en ningún romance, pero cuando empezamos a ensayar las escenas de Lolita, me di cuenta de que no era capaz de separar mis sentimientos del personaje. No me sentí mejor después de mandarte esa carta... Al no vernos todo ese tiempo, nada había cambiado por tomar esa decisión, solo cuando viniste a verme pude darme cuenta realmente de lo que significaba perderte. Lloré muchos días hasta que el profesor me dijo que regresara y se disculpaba por haberme corrompido por sus intereses. Entonces me di cuenta de que tenías razón sobre él.

- ¿Hubieras regresado si no te lo decía?- preguntó Chris.

- Quizá no con la misma convicción de que realmente aquel ambiente era malo para mí, pero sí, ya lo llevaba pensando un tiempo y vi que no era para mí.

- Tardaste mucho en darte cuenta.

- Es porque estabas lejos y...

- Porque me pediste que no nos viéramos hasta que terminaras tus estudios- le reprochó Chris.

- Pues tú accediste y debiste pensar que no podía funcionar- se defendió Rose, levantándose.

- ¿Y eso te daba derecho a ir besándote con todos y a saber qué más como si fueras una...?

Chris no pudo terminar la frase, pues resonó contra su mejilla la bofetada que Rose no pudo contenerse de proporcionarle.

- No me compares con...- empezó a protestar ella cuando la mirada fulminante de Chris la calló en un instante.

Entonces hizo lo único que se le ocurrió, salir disparada hacia la puerta y correr por el pasillo con la esperanza de alcanzar la entrada de la casa antes de que la pillara, pero, se tropezó y se cayó con el último escalón del recibidor. Chris no tardó en llegar junto a Rose, dándose menos prisa que la que llevaba ella.

- Volviendo a las viejas costumbres, ¿eh?- dijo Chris en tono siniestro, cogiéndole la muñeca-. Yo también puedo volver a las viejas costumbres.

- ¡Déjame!- gritó ella, tratando de soltarse sin lograrlo.

Mientras la llevaba casi a rastras por los pasillos y las escaleras, Rose temió que la historia se volviera a repetir como esa vez cuando tenían trece años y Chris dejó de permitirle que le golpeara cuando se enfadaba con él, como cuando eran niños. Cada vez tenía más claro que ese era el camino hacia las mazmorras. La hizo pasar al interior de una de ellas con brusquedad, soltándola para cerrar la puerta. Rose se aplastó contra la pared, asustada.

- Creí haberte advertido sobre no volver a levantarme la mano, Rose...- dijo Chris acercándose mientras se desabrochaba el cinturón.

- ¿Qué... qué me vas a hacer?- preguntó ella con voz temblorosa.

- ¿Recuerdas nuestro trato sobre castigarnos cuando fuera merecido? Ese que hicimos en el otro instituto...

- Pero te lo merecías- intentó Rose negociar.

- ¿Quién se merece más un castigo, quien peca o quien nombra el pecado?

Rose no respondió. Supo que había perdido el control al golpearle, que era lo contrario a lo que le había aconsejado Dani, pero no quería recibir el castigo pactado desde su adolescencia. Chris le ató las manos con el cinturón, sujetándole los brazos en alto desde una anilla de hierro que había en la pared a la que hizo un nudo. Rose se encontraba de cara a la pared, sintiendo a Chris a su espalda y oyendo su voz en el oído.

- Querías regresar a como eran las cosas en ese tiempo... Pues regresemos- le susurró mientras apoyaba una mano en la pared, al lado de la cabeza de Rose.

- Chris, por favor, cualquier cosa menos esto... Me da mucha vergüenza, ya soy mayor para esto...

- Resulta, Rose, que entre nosotros nunca es demasiado tarde para nada.

Rose estaba roja antes de sentir la primera palmada. Quiso preguntar a qué se refería, pues sonaba a algo con doble sentido, pero lo que emitió fue un sonido de reacción que trató de reprimir, pero acabó por rendirse ante la imposible tarea de callárselo. Con cada cachetada, aumentaba un grado más la temperatura entre ambos y más que un castigo, era una tortura. Para Rose la vergüenza y para Chris el abstenerse de tocarla más de la cuenta. Notó que ella se había sonrojado  hasta las orejas y siguió aumentando la intensidad cada cierto tiempo, poniendo a prueba los límites de Rose.

- Ya te dije que te asustarías, correrías, caerías, gritarías y gemirías- le dijo Chris al oído, haciendo que Rose sintiera un cosquilleo y tratara de contenerse de nuevo para no sacar ningún sonido, pero le era difícil-. Ya te dije que no tenías que reprimirte, por algo di la orden a los sirvientes de ignorar todo lo que oyeran. Y por mí no te preocupes, sabes que... me gusta oírte.

Cuando dijo aquello último, la barrera se rompió. Chris dio por terminado el castigo. De lo que tenía ganas era de otra cosa, por lo que se apartó un poco y trató de respirar para tranquilizarse y no perder el control. Rose miraba a la pared con los ojos como platos. Acababa de pasar algo, pero no estaba segura de qué. Sentía como si realmente hubiera regresado atrás en el tiempo por un momento. Si se giraba, ¿vería al Chris travieso que se metía en líos y la cogía desprevenida para hacerla sentir cosas o vería al Chris decepcionado por la ruptura? Ambos eran el Chris que buscaba vengarse haciéndola pasar vergüenza, pero uno quería estar con ella y el otro...

Chris le desató las manos y volvió a colocarse el cinturón. Rose aún seguía de espaldas a él, sin atreverse a darse la vuelta. Él la hizo girarse, sin importarle que le viera. También estaba sonrojado. Le alzó la barbilla y ambos se miraron, observando el color de las mejillas de cada uno.

- ¿Salimos un rato al jardín a que nos dé el aire?- propuso Chris.

Rose accedió. Tenían calor y no podrían continuar la conversación en condiciones si se dejaban llevar. Chris la cogió de la mano y la llevó al jardín. Hacía fresco, pero aún no era tan baja la temperatura como para no poder estar fuera un rato. Caminaron un poco hasta que se levantó un viento que se metía entre la ropa y les dejó helados en un instante. Chris captó un rayo a lo lejos por el rabillo del ojo.

- Oye, Rose... ¿cómo llevas tu fobia a las tormentas?

- Mejor, no me gustan, procuro no estar fuera cuando hay alguna, pero miedo como tal ya no...

De pronto se oyó un trueno que retumbó en el cielo e hizo vibrar la tierra. Rose tuvo un escalofrío e instintivamente agarró la manga de la chaqueta de Chris.

- ¿Qué ibas a decir? ¿Que ya no tienes miedo?- le preguntó él, con una sonrisa irónica.

De pronto, un rayo partió un árbol justo delante de ellos y Rose gritó por el susto, dando un respingo. El corazón le latía a mil. Fue un impacto hasta para Chris, que también recordó ese momento cuando tuvo que apartar a Rose y no la aplastara el árbol seis años atrás. La apartó de ahí por si acaso y con las primeras gotas la rodeó con el brazo y la llevó adentro de la casa. Una vez en la habitación, Rose miró el árbol carbonizado por la ventana mientras Chris traía té caliente. Cerró la cortina para que Rose dejara de mirarlo.

- Y pensar que si caía un metro más atrás esos podíamos ser nosotros- dijo estremeciéndose.

- Los árboles son pararrayos naturales... pienso que no nos hubiera alcanzado- la animó Chris.

Otro trueno retumbó y se quedaron a oscuras. Rose tenía los ojos cerrados con las manos en el corazón, tratando de calmarlo. Al verla, Chris no se lo pensó dos veces y la abrazó. Era la primera vez en años. Rose sintió esa calidez que había echado de menos y agradeció a la tormenta esa oportunidad. Comenzó a llorar en silencio. Chris la estrechó aun más contra sí mientras Rose le rodeaba con los brazos y agarraba su camisa.

- Al final también tuve razón en lo de que llorarías- bromeó Chris, haciendo que Rose escondiera más su rostro en el pecho de él.

Lloraba porque le había echado de menos, por alivio al sentir de nuevo su calor, su olor, sus brazos rodeándola con ternura, porque seguía sintiendo la culpa y la sensación de que no volverían a como eran antes a pesar de empezar a derretir la frialdad del ambiente y porque aún quedaba camino por recorrer y tiempo de sanación. Además, aún quedaban cosas por hablar. Cuando volvieron a separarse y se sentaron en el sofá, Chris recordó algo interesante.

- ¿Te acuerdas de ese día en el hospital, en la habitación de Thoma, practicando una escena de Romeo y Julieta?

- Sí. Recuerdo que intentabas convencerme para hacer la escena del beso diciéndome que era el personaje no yo.

- ¿Y sabes también qué me respondiste?

- No exactamente, pero no quería.

- Dijiste: "recuérdame que no me case con alguien que piense que por disfrazarse puede ser infiel". Y al final invertimos los papeles, yo empecé a pensar como tú y tú como yo. Qué ironía.

- Eso fue antes, cuando tenía dudas- se apresuró a aclarar Rose.

- ¿Ya no las tienes?- enarcó una ceja Chris.

- Claro que no. Renuncié a mi carrera después de todo. ¿No es una buena prueba de ello?

Cogieron cada uno una taza de té y lo tomaron para entrar en calor después de haber estado fuera. También era una excusa para no decir nada y pensar.

- No es prueba suficiente- dijo finalmente Chris-. Aunque es un comienzo.

- Porque hice que perdieras la confianza en mí... Y eso difícilmente se recupera- Rose trató de reprimir las lágrimas mientras dejaba la taza en el plato.

Chris suspiró y dejó la taza sobre la mesa, tras lo cual se estiró un poco.

- ¿Quieres otro?- preguntó mientras abría los brazos.

Rose no consiguió retener las lágrimas y mientras se acercaba un poco a él en el sofá, secándose la cara con las manos, pudo por fin decir eso que tanto le había costado pero necesitaba decir:

- Perdóname, Chris... Aunque parezcan solo palabras te prometo que me he arrepentido todos los días por dejarme engañar de esa forma, creyendo que era lo correcto, pensando más en mí que en ti... Mientras tú hiciste lo contrario, me esperaste pacientemente y yo... Yo... No me lo merezco pero es lo único que puedo hacer ahora mismo, pedirte perdón. Nunca jamás lo volvería a hacer aunque no me perdonaras porque me di cuenta de que no era correcto y no quiero volver a hacer algo así y arrepentirme de eso nunca más. Por favor, creéme...

Chris la abrazó. Había esperado ese momento y al fin había llegado. ¿De verdad podía volver a confiar en ella? Sabía que Rose era sincera y si se lo proponía lo conseguiría. Pero aún necesitaba un poco de tiempo para curarse.

- Te creo.

- ¿Me perdonas?- alzó ella la mirada enlagrimada.

Chris no dijo nada. Apoyó su cabeza en la de ella por unos instantes. Cerró los ojos para sentir la calidez del abrazo y el momento.

- Te perdono, pero en cuanto a la confianza... esa se gana.

- Lo entiendo- dijo ella volviendo a apoyar la cabeza en su pecho-. Por ahora te agradezco que me hayas perdonado. Me pregunto si contarte mi versión de la historia haya ayudado en algo...

- Solo la parte en la que dices que estuviste llorando muchos días.

- Fue cuando vi tus cartas que se habían quedado en el buzón desde el verano. Nunca supe que me invitaste a la inauguración. Seguramente hubiera ido y quizá no hubiera acabado de esta manera...

- Justo ese día fue cuando recibí tu carta diciendo de dejar la relación.

- No me puedo creer lo mal que ha podido salir todo- se lamentó Rose.

- Era una lección que hemos aprendido por las malas.

- ¿Qué has aprendido tú?- preguntó Rose, curiosa.

- Que una relación no se puede dar por hecho ni descuidarla ni un momento, pensando que todo está bien. Y que nunca más tendré una relación a distancia.

- Te doy la razón.

El abrazo duró un rato más en silencio. Ambos estaban pensando en lo que habían hablado y preguntándose cuál era el siguiente paso. El reloj dio las cinco y ambos se quedaron atónitos. No podían creer que la noche se hubiera pasado tan rápido. Chris tenía razón con lo de pasar la noche.

- Aún nos queda una hora para dormir- bromeó Chris.

- Yo tengo sueño- bostezó Rose, cubriéndose la boca.

- Te daré otro castigo. No te permito dormir.

- Chris...- protestó Rose.

- Pero puedes apoyar tu cabeza en mi hombro si quieres. No miraré si tienes los ojos cerrados o no.

Rose así lo hizo, con una sonrisa en sus labios. Se sentía tranquila, como si se hubiera quitado un peso de encima. En cuanto a Chris, su plan iba avanzando según lo previsto. Habían pasado la fase de hablar del tema. Por fin. Empezaba a amanecer y debía despertar a Rose, pero la dejó unos minutos más. La luz que se filtraba por la ventana parecía un buen augurio de que la tormenta había pasado y poco a poco el sol volvería a brillar para ellos. Siempre habían sido así. Necesitaban pelear para resolver los problemas y estar bien de nuevo. Tratar de hablar las cosas como adultos no funcionaba. Poco a poco aprenderían, juntos.

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