66. Noche decisiva
Rose estaba nerviosa pensando en aquella noche. Tropezó dos veces, se le cayeron tres cosas de las cuales una taza que se rompió a los pies de Chris y tuvo que repetir algunos párrafos porque fallaba cada vez que se distraía un poco. Sentía que estaba causando más trabajo del que estaba haciendo. Chris se dio cuenta y no dijo nada, tan solo seguía con sus tareas mientras observaba de reojo la torpeza de Rose y cómo trataba de disimular o arreglar lo que hacía mal. Cuando se cayó la taza fue porque al recogerla del escritorio, vio a Chris ir hacia ella y decirle a qué hora podía ir a su casa.
- ¿Seguro que no quieres que vaya a recogerte?
- No... yo...
Rose se echó un paso hacia atrás, dándose con el escritorio y soltando la taza, que se rompió entre los pies de ambos.
- Iré... No te preocupes- dijo agachándose para recoger la taza.
Chris le sujetó la muñeca y la apartó de los trozos rotos.
- No he contratado al personal de limpieza para que te cortes la mano con una taza. La necesitas para tu trabajo. Vuelve a tu sitio y termina de escribir. A este paso no terminas hoy.
Le indicó el asiento y hasta que no la vio sentarse, no fue a llamar al personal de limpieza por el teléfono interno de la empresa. Aquello no había ayudado a quitar su nerviosismo. Chris no tenía interés en tranquilizarla, sino que se entretenía viendo el efecto que causaba en ella saber que estaría a solas con él en su casa, tratando temas incómodos. Aunque hablar de ello iba a ser el menor de sus problemas. Chris sabía que no había vuelta atrás. A partir de ese día las cosas cambiarían hacia otro rumbo. Era un punto decisivo que les llevaría a mejorar o empeorar el ambiente entre ellos. Esa noche, descubriría la verdad. Seguramente no le gustaría, pero tenía la esperanza de que hubiera algo positivo, ya que debió de haber algo de bueno en las decisiones de Rose que la hicieran regresar. Pero hasta entonces, no se daba prisa, le bastaba con verla luchar contra su nerviosismo. De hecho, quería averiguar hasta qué punto podía hacer que lo estuviera más aún.
A la hora de comer, no bajaron a la cafetería de la empresa, sino que Chris le dijo que se quedara con él en su despacho. Mandó que alguien les trajera la comida y se sentaron cada uno en un lado del escritorio de Chris.
- Rose.
Ella levantó la mirada de su plato, sintiendo un escalofrío. Oír a Chris mencionar su nombre solamente y en ese tono serio la hacía estremecer desde que empezó a hacerlo hacía más de seis años. Era el tono que requería mirarle o habría consecuencias. Pero en esos momentos le costaba mantener la mirada.
- ¿Sí?- respondió ella.
- No llegues tarde hoy.
Ella asintió y volvió a mirar su plato, empezando a comer al ver que él hacía lo mismo.
- ¿Tienes frío?- Chris puso su mano sobre la de Rose, notando cierto temblor. Entonces la miró a los ojos-. ¿O es miedo?
Rose apartó la mano y siguió comiendo, aunque pensó que podría sentarle mal la comida con esos nervios.
- No te preocupes, es normal- siguió Chris-. Al fin y al cabo me conoces...
Rose se paró un momento para mirarle y al ver que estaba sonriendo de forma siniestra, sintió la necesidad de tomar un poco de agua para conseguir tragar.
- ... Y sabes que tienes motivos para sentir miedo.
En cuanto lo dijo, levantó un pañuelo a modo de escudo justo cuando Rose escupió el agua que estaba tomando, atragantándose. Empezó a toser y a darse golpes en el pecho. Chris se levantó para acercarse a ella, lo cual la asustó y se levantó de la silla para echarse hacia atrás, pero con las prisas perdió el equilibrio y cayó hacia atrás. Chris la sujetó a mitad de la distancia hasta el suelo. Antes de ayudarla a levantarse, le quitó un grano de arroz de la comisura y lo puso en los labios de Rose, presionando un poco para que entrara.
- Come bien, necesitarás la energía esta noche. Cenarás algo diferente a lo que acostumbras... Y no será comestible precisamente.
La dejó ponerse en pie, mientras le miraba aterrada. Chris no hacía más que darle motivos para tener miedo, como si su mirada fría y sonrisa siniestra no fuera suficiente.
- ¿A qué te refieres?- preguntó siguiéndole lentamente de regreso a la silla.
Chris se giró un momento para mirarla y Rose vio en su rostro la expresión más aterradora que había visto en su vida. Cualquiera pensaría que fue Chris quien tomó lecciones de teatro, no ella. La sonrisa de Chris le heló la sangre en las venas.
- Algo que dicen que se sirve en un plato frío, Rose.
Dicho aquello volvió a sentarse y siguió comiendo tranquilamente mientras Rose se había quedado helada en el mismo sitio que oyó esas palabras. Creyó que si Chris tenía algo en mente, ya lo hubiera aplicado. No esperaba que dejara pasar los días, quizá para prepararse o para maquinar el plan. Algo le decía que aquello acababa de empezar. Su madre tenía razón sobre el motivo de Chris de quererla cerca. Tragó saliva y regresó a su asiento, aunque había perdido el apetito y solo podía mirar la comida moviendo el tenedor sin coger nada con él e imaginándose qué terribles torturas la esperaban esa noche. ¿No habría alguna forma de escaquearse y no ir?
- Ni se te ocurra faltar a nuestra "cita"- le advirtió Chris-. A menos que prefieras tener la "conversación" aquí mañana. Desearías haber estado a solas donde nadie pueda oírnos. No cometas ese error si no quieres que esto salga a la luz y la gente hable. ¿Y bien? ¿Vendrás?- preguntó Chris terminando de comer y levantándose para llevar el plato y dejar a Rose un rato para que lo asimilara.
Ella asintió al notar que estaba parado de pie al pasar por su lado. Estaba cabizbaja, sujetando el tenedor con la mano temblorosa.
- Buena decisión- le dijo Chris al oído y luego señaló el plato-. Si no vas a comer más te lo llevo.
Rose dejó el tenedor en el plato y bajó las manos al regazo, dejando que Chris se lo llevara. Cuando regresó, la vio supuestamente concentrada en su trabajo con la máquina de escribir. Le sorprendió que hubiera regresado ya al trabajo si aún le quedaba media hora libre. Un rato más tarde lo entendió. Rose se marchaba antes. Al despedirse, procuró mirar a Chris a los ojos.
- Quiero encontrarte esperando en mi habitación cuando regrese de las clases- le dijo Chris-. Quiero que te leas algo para que vayas pensando en cómo responder hasta que llegue.
- Entendido- respondió ella marchándose deprisa.
- Ah, y otra cosa.
Rose se detuvo antes de cerrar la puerta.
- Será mejor que traigas cambio de ropa.
Rose tragó saliva y asintió con la cabeza, tras lo cual cerró la puerta. En casa, sintió como si se estuviera preparando para ir a la guerra. En un maletín puso pijama, aunque dudaba que tuviera alguna necesidad de ello, ropa de cambio, algunos artículos de aseo personal y un botiquín, por si acaso. Dani llamó a la puerta y entró al no escuchar respuesta, pues Rose estaba demasiado distraída en sus pensamientos como para darse cuenta de su llegada.
- ¿Adónde vas?- le preguntó.
- A casa de Chris- respondió ella-. Quiere hablar.
- ¿Y crees que necesitarás todo eso? Ni que fueras a la guerra.
- ¿Cuál es la diferencia?
- Bueno pues... El botiquín...- Dani se detuvo a pensar un poco-. ¿Llevas desinfectante?
- Sí. Creo. Voy a mirar de nuevo- dijo Rose abriéndolo.
Dani se rio y se sentó a su lado, abrazándola.
- Era broma, Rose. Chris puede tener ideas muy raras, pero si no te resistes no creo que necesites el botiquín. La mayor parte de veces que acabábais haciéndoos daño era porque te resistías y le pegabas o intentabas librarte de él y caías mal o...
- ¿Y sugieres que me quede de brazos cruzados?
- ¿Acaso hacer algo va a impedirle hacer lo que se propone o quizá lo empeore?
- Más bien lo segundo.
- Realmente no creo que Chris te vaya a hacer algo tan malo si no te pones a la defensiva, provocándole. Deberías al menos darle la oportunidad de mostrar sus intenciones. Seguro que más de la mitad de las veces le habías malentendido.
- Puede ser que sucediera...- admitió ella.
- Además, un depredador se lanza a por su presa más ferozmente si esta se lo pone difícil que si estuviera quieta y no supusiera ningún reto.
- ¿Quieres decir que si no echo leña al fuego acabará por apagarse?
- Algo así. Pero mi metáfora es más épica- bromeó Dani.
- Pero es inevitable, el simple hecho de responder a sus preguntas o contarle lo que ha pasado va a encenderle, Dani- se lamentó Rose.
- Pero el tono en el que lo dices importa. Y la forma. Y el momento. Por ejemplo, si ves que empieza a molestarse añade algún punto positivo, como que te arrepientes o que nunca debiste o que nadie se le compara. Eso suele gustarnos, saber que no habéis encontrado a otro mejor. Pero eso si se lo dices en otro momento podría subírsele a la cabeza, es mejor reservarlo para estas situaciones.
- ¿Crees que Chris necesita oírme decir que los otros no son mejores que él?
- Si Chris estuviera con otra, ¿no te preguntarías qué tiene ella que tú no?
- Pero a él le sobra la autoestima.
- Los chicos no somos insensibles, o al menos la mayoría. Somos humanos de carne y hueso, cuando queremos a alguien somos vulnerables y es fácil rompernos el corazón y bajar nuestra autoestima. La diferencia entre vosotras y nosotros quizá sea la forma en la que lo expresamos, solemos recurrir más a la frialdad. Bueno, al menos yo te hablo de mi experiencia y de la gente que conozco.
- ¿Y se puede romper ese escudo que os ponéis?
- Romper... no... Pero derretir quizá, poco a poco.
- Gracias, Dani. Me siento un poco mejor.
- Eso no quita lo que tenga planeado- bromeó Dani.
- Eso me ayuda mucho- le reprochó Rose.
- No te mentiré, te tocará aguantarle si le provocas. Si yo estuviera en su lugar probablemente ni me tomaría las molestias, sería un adiós definitivo. Así que si quieres arreglarlo con él, tendrás que aguantarle. Dices que solo es esta noche, ¿no?
- Bueno, eso espero...
- Yo no tendría tantas esperanzas, Rose. Te lo digo para que luego no te decepciones. Esto no se arregla de la noche a la mañana.
- Lo entiendo- Rose cerró el maletín y se levantó-. Ya es hora de irme. Si espero más no me atreveré.
Dani la acompañó en el coche hasta la casa de Chris y cuando volvió a entrar, dejándola en la puerta, le volvió a recordar:
- Ten paciencia y no le provoques. Sabes que le gusta ponerte a prueba.
Rose le aseguró que se esforzaría por hacer caso de su consejo y entró. Carl salió a recibirla y se disculpó por no poder acompañarla a la habitación de Chris, pues tenía un asunto urgente y se marchó enseguida. Cuando se quedó sola, caminó lentamente hasta la habitación de Chris y entró. Fue a dejar el maletín junto al asiento de la ventana y se quedó ahí, esperando a Chris. De pronto recordó que le había dicho que leyera algo. Miró a su alrededor y vio un papel sobre la almohada de la cama. Fue a cogerlo y se sentó en el borde para leer. Eran algunas preguntas que Chris se había hecho con respecto a ella, su vida ahí y su relación con los demás actores. Algunas preguntas eran un tanto incómodas y se dio cuenta de que eran las cosas que habían preocupado a Chris mientras ella estaba en la universidad.
Notó que había oscurecido pronto y era porque las nubes cubrían el cielo, ocultando el atardecer. Aún quedaba una hora para que Chris regresara. Su mirada se desvió a la almohada y, al no haber nadie cerca para juzgarla, se echó sobre ella para olerla y abrazarla, recordando a su dueño. Olía a él. La hacía remontarse a tiempos en los que su relación era extraña pero había romance entre ellos, y luego cuando empezaron a ser novios de forma oficial. En ese entonces incluso llegó a pensar que Chris podía ser normal. Se acostó sobre el borde de la cama con la cara medio metida en la almohada y cerró los ojos, pensando que solo sería un momento, pero acabó por dormirse.
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