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63. El contrato

La semana siguiente, Rose recibió la carta que la citaba para que fuera a conocer el resultado de la entrevista, si la contrataba o no. Se la enseñó a sus padres y a Dani en el desayuno.

- ¿Y dudas de que Chris te contrate?- se rio James.

- Pues... Un poco, sí- respondió ella con sinceridad.

- Muy mal se te tuvo que dar, como no le hayas hecho enfadar mucho...- dijo Sofia, conteniendo la risa.

Dani también se reía por lo bajo, girando la cabeza a otro lado para tratar de disimular. Rose les miraba extrañada.

- Os reís porque no sabéis lo que ha pasado...

- No exactamente- se le escapó a Dani.

- Cariño, si Chris estuviera enfadado contigo, preferiría tenerte cerca para vengarse- bromeó Sofia-. Es como piensan los genios malvados.

Todos estallaron en risas sin poder evitarlo. Nadie consideraba a Chris un genio malvado, pero sí se correspondía demasiado al comportamiento de Carl y James en el pasado, era la forma en la que ellos pensarían. Aunque James se dio por aludido, no le molestó. Al contrario, era un halago. Rose les miraba como quien ve un monólogo sin sonido. No entendía por qué se reían. Si acaso, se sonrojó un poco pensando que sabían algo de lo que Chris había hecho en el pasado. A pesar de conocer la historia de sus padres, no se le pasó por la cabeza que el asunto pudiera tratarse de otro que no fuera Chris.

- ¿De verdad lo creéis? Tenerme cerca para vengarse se aleja un poco de mis objetivos...

- Me gustaría decirte que no te preocupes, pero creo que ya sabemos cómo suelen acabar estas cosas- insinuó James guiñándole un ojo a Sofia.

- Preocuparse no sirve- se encogió Sofia de hombros-. Cualquier cosa que hagas tratando de evitar lo inevitable solo lo acelera o empeora. No queda más remedio que seguirle la corriente para que acabe cuanto antes.

- Una muerte rápida es mejor que una lenta- dijo Dani fingiendo repentina seriedad poniendo una mano sobre el hombro de Rose y mirándola a los ojos.

- ¿Queeeeeeeeeeé?

La cara de pánico y confusión de Rose era un poema. Los demás volvieron a estallar en carcajadas sin poder evitarlo hasta que se les saltaron las lágrimas. Rose se puso de morros y terminó su desayuno, tras lo cual fue a terminar de asearse. Cuando volvió a pasar por el comedor, la miraban con una sonrisa, tratando de no reirse.

- Que tengas buen día en el trabajo- le deseó Sofia.

- Suerte- dijo Dani.

- Si te preocupas es porque aún no sabes quién soy- "bromeó" James-. Y de qué soy capaz.

- Aún no sabe ni de lo que es capaz Chris- dijo Dani y volvieron a reirse.

- Cada vez os entiendo menos. Antes tan preocupados de que estuviera con Chris y ahora os reís de todo- protestó Rose.

- Mejor malo conocido que bueno por conocer- comentó Sofia mientras seguían riendo.

Rose no pudo evitar contagiarse un poco y se rio. Quizá tenían razón, se preocupaba por cosas que no podía controlar y sin saber adónde llevarían cuando podría tomárselo con humor y recordar que su madre lo tuvo más complicado y ahí estaban, riendo en familia aunque pasaron tan cerca de la muerte en el pasado. Pero la dejó pensativa eso de que para vengarse era mejor tenerla cerca y que no sabía de qué era capaz Chris. En verdad, ya sabía todo eso. Y sabía que Chris había sido capaz de muchas cosas, no debía subestimarle, sobre todo porque, con la edad, su mente había desarrollado una tecnología especializada en maquinar planes. Una persona cualquiera no hubiera empezado a tener beneficios desde el segundo mes desde la inauguración de su empresa. Y ahí estaba ella prometiendo aportar al éxito en la entrevista cuando Chris ya lo estaba teniendo él solo. Deseaba tener su propio proyecto que llevar al éxito. Quizá trabajando y obteniendo esa experiencia le ayudaría a averiguar cómo lograrlo.

Aquello la llevaba a plantearse de nuevo lo que mencionaron sobre la venganza. Si Chris no la necesitaba para alcanzar el éxito... ¿porqué le ofreció el trabajo? Había muchas cosas que no sabía de él y con tanto tiempo que habían pasado lejos uno del otro, tendría que volver a conocerle. A saber qué sorpresas la aguardaban. Mientras ella se debatía entre el teatro y su relación, Chris estaba estudiando, dirigiendo su empresa y aprendiendo a dominar un instrumento todo a la vez. No quería quedarse atrás. Se dio cuenta de que podría estar haciendo mucho más de lo que hacía y hasta entonces había perdido el tiempo en muchos sentidos. En el fondo, admiraba a Chris más de lo que se atrevía a admitir, sobre todo en voz alta, sobre todo a él.

Llegó al edificio y entró. Se encontró algunas mujeres bajando las escaleras con una sonrisa. Venían de conocer su resultado, pero ¿por qué sonreían? Solo una pudo haberlo conseguido, ¿no? Pasó por su lado y saludó con una sonrisa confusa, tras lo cual subió las escaleras. La puerta del despacho estaba abierta, por lo que iba a entrar cuando vio a una señorita bastante guapa estrechar la mano de Chris y darle las gracias, contenta. Tuvo la impresión de que era mejor darse la vuelta y marcharse, el puesto parecía haber sido ocupado. La chica se marchó y la saludó con una sonrisa, aunque percibió una mirada furtiva no muy agradable una vez doblaba la esquina. Se le pusieron los pelos de punta. ¿Qué había sido eso?

- Adelante- oyó a Chris decir-. Cierra la puerta. Siéntate.

Ella lo hizo y aguardó a conocer su respuesta. Le miró, nerviosa. Seguramente le diría algo del estilo...

- Gracias por venir.

Lo sabía. Era lo primero que decían antes de dar una mala noticia.

- La verdad, me preguntaba si llegarías hasta aquí después de ver la cara de las demás.

- Yo también me lo planteaba- respondió Rose.

- Era una prueba. A pesar de cómo pinta la situación, es importante para una secretaria no tomar conclusiones precipitadas, sino llegar al fondo del asunto y preguntar a quien corresponde para asegurarse antes de actuar.

- ¿Una prueba?

Sí, no debía subestimar a Chris. Se había vuelto más y más astuto con el paso de los años. Le pareció bastante atractivo esa parte de él, ya que nunca sabría cuál sería su siguiente ocurrencia y eso lo hacía más interesante.

- Les dije a cada una que salieran sonriendo para que pensaran que se llevó el puesto y de esa forma averiguar cuántas quedaban.

- ¿Entonces quién tendrá el puesto?

Chris le puso el contrato delante y le dio una pluma estilográfica. Su sonrisa era un poco inquietante, por lo que Rose prefirió leerlo primero.

- ¿No te fías de mí?- preguntó Chris enarcando una ceja.

- No mucho.

- Si eliges trabajar para alguien en quien no confías es un poco contradictorio, ¿no?

- ¿Te fías tú de mí?

- Eso tendrás que ganártelo.

- ¿Contratas a alguien en quien no confías? Un poco contradictorio, ¿no?

Chris la miró con interés. Rose estaba a la altura y no era la primera vez que se lo demostraba.

- Bien dicho. Serás una buena secretaria que no se deje engañar- sonrió con picardía, como si planeara seguir poniéndola a prueba.

Rose sintió un escalofrío y siguió leyendo el contrato. Todo parecía en orden. Pidiéndole discreción en cuanto a la información que salía de la empresa, que no trabajara en otro sitio mientras tanto, que estuviera disponible en cualquier momento por si surgía alguna emergencia aparte de su horario laboral, las horas extras cobraba el doble, se quedaría más tiempo si llegaba tarde y si algo debía terminarse en un plazo límite las horas extras eran obligatorias. Las órdenes sólo vendrían del director y de nadie más, se haría responsable si se filtraba información o sucedía algo y no se lo informaba al director, debía estar a disposición del director en todo momento en su horario laboral, etc.

- Entonces... ¿Firmo esto y estoy contratada?

- Así es- Chris seguía sin ocultar esa sonrisa que inquietaba a Rose, lo que la hizo preguntarse si se le estaba pasando algo por alto.

Firmó donde le indicaba y Chris tomó el contrato.

- Espero que leyeras la letra pequeña.

- ¿Qué letra pequeña?

Chris le mostró unas lineas al final de la última página, más abajo de la firma. ¿Cómo se le había pasado? Las leyó y al fin entendió la sonrisa de Chris. No podía dimitir. La única forma en la que se invalidaría el contrato era si el contratador decidía que ya no requería de sus servicios. Si dejaba de ir al trabajo sin el consentimiento del contratador, se tomarían las medidas necesarias para compensar la pérdida de horas, ingresos o los incidentes que pudiera causar su ausencia.

- Es injusto que no pueda dimitir- se quejó ella.

- Tú portate mal, que yo te despido sin problemas- insinuó Chris.

- No es que quiera dejar el trabajo...

- No puedes dimitir porque yo decidiré si ese es buen momento para ello o si se necesita de tus servicios para completar un proyecto. No me conviene que un día por capricho decidas dejar de venir y dejar todo a medias, sería un caos.

- Ya entiendo. Entonces, si tuviera que dejar de trabajar aquí y lo hablara antes contigo, ¿podríamos llegar a un acuerdo?- preguntó ella.

- Claro, ni que fueras mi prisionera- replicó él en un tono que la hacía dudar sobre si lo decía en serio o con un segundo sentido-. Bueno, felicidades, estás contratada. Bienvenida a la empresa- le tendió la mano y Rose se la dio, completando el trato.

- Empiezas mañana, no llegues tarde.

- Entendido.

Rose se despidió y regresó a casa. No parecía que Chris estuviera ya tan enfadado y frío como antes, quizá se había preocupado demasiado. O quizá estaba interpretando su propio papel de director en la entrevista y poco a poco iría mostrando más caras. Una cosa era segura, lo último que percibía en él era genuidad. Chris sabía que debía mostrarse calmado hasta que Rose firmara el contrato o de lo contrario la asustaría y su plan se echaría a perder. Sin embargo, todo fue como la seda y ya la tenía en sus manos. Podía dejar la faceta de director comprensivo y dispuesto a ceder ante las inconveniencias de su nueva empleada. Rose ya se podía ir preparando, porque aquello acababa de empezar, y con la letra pequeña como ancla, no podría escapar a lo que estaba por llegar.

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