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54. Sirviente por un día

Chris salió de la habitación de Sofia y James. Había terminado de disculparse con ellos y arreglar cuentas con Dani y Thoma previamente. Con algunos moratones y herido en su orgullo, aún le quedaba enfrentarse al castigo de Rose. Llamó a la puerta de su habitación y recibió permiso para pasar. Después de lo ocurrido ese día, no le quedaban muchas energías para actuar de la forma que solía gustarle con Rose. Solo quería acabar con ello lo antes posible y regresar a la normalidad, o todo lo normal que pudiera.

- Me debes explicaciones- exigió Rose con los brazos cruzados-. Pero antes, te recuerdo que me debías un día como mi sirviente personal.

- Ah, por lo de aquella vez... bueno supongo que es justo. Estoy a tu servicio- dijo con una reverencia.

- Un día es un día. Hasta mañana a estas horas. No puedes quejarte, yo estuve a tu disposición mucho más tiempo.

- Está bien, como desees.

Chris no estaba seguro de qué esperar, pero estaba tentado a tomarse las órdenes a su manera y quizá sacar provecho de la situación.

- Me gustaría algo de té con galletas- dijo Rose.

- Entendido- dijo Chris mientras salía y volvía un rato más tarde con té.

- ¿Y las galletas?- enarcó Rose una ceja.

- No encontré.

- No, las tienes que hacer tú.

- ¿Disculpa?- Chris casi derramó el té al verterlo en la taza.

- Venga.

- Pero si no tengo ni la menor idea de por dónde empezar.

- Te daré las instrucciones y vas a hacerlas- dijo Rose mientras le entregaba una hoja con la receta.

Chris fue a la cocina mirando la hoja, convencido de que Rose solo quería divertirse a su costa al verle fracasar torpemente, ya que fue con él también para observar. Intentó juntar los ingredientes, pero tuvo que buscarlos por la cocina. Estaba confundido sobre dónde estaba cada cosa. Miró varias veces en los mismos sitios pero seguía sin encontrar algunos ingredientes.

- Mira más al fondo, detrás de lo primero que ves- aconsejó Rose.

- Eso no vale, están escondidas- se quejó Chris encontrando por fin la harina, aunque al intentar cogerla del estante alto, se le cayó encima en un despiste.

- Ahora la masa.

Partió un huevo estrellándolo contra la mesa.

- ¿Cómo lo uso ahora?- preguntó completamente desconcertado.

- Tienes que romperlo un poco y que caiga por encima del tazón- le instruyó Rose tratando de contener la risa.

Chris hizo varios intentos fallidos hasta que logró aprender. Rose le dijo que luego le cobraría por el desperdicio que estaba haciendo. Chris acabó lleno de todo tipo de sustancias hasta el pelo, pero al fin logró meter las galletas al horno. Rose le trajo un espejo y él se sobresaltó al verse. Entonces decidió empezar a tomarse las cosas a su manera.

- Gracias por enseñarme, quiero agradecértelo con un abrazo- dijo él mientras Rose se alejaba negando con la cabeza, pero la persiguió por la cocina hasta que la cogió y la abrazó, dejándola llena de harina, azúcar y huevo.

- Tengo azúcar hasta en la cara ahora- se quejó ella.

- A ver- le dio un repentino beso en los labios y dijo-. Es verdad, están más dulces.

Rose enrojeció hasta las orejas y sintió un cosquilleo recorrerla entera. No sabía cómo reaccionar. Se alegró de haber "reservado" la cocina para ellos un par de horas, era preferible que nadie más les viera.

- ¿Qué ocurre, mi señorita?- le preguntó Chris mientras le apartaba un mechón de la cara y lo llevaba detrás de su oreja resultando a la vez en una caricia. Había notado el color de sus mejillas y no podía evitar pensar que era adorable-. Por cierto, me encantan tus reacciones- le susurró al oído.

- Ve... ve a mirar las galletas...- dijo Rose intentando recuperar la compostura.

- Está bien, está bien- sonrió Chris.

Sin embargo, al abrir el horno, una oleada de humo le impactó en la cara y empezó a toser. Quiso sacar las galletas, pero olvidó que la bandeja quemaba y se le cayó al suelo con todas las galletas quemadas. Rose le miraba algo sorprendida de lo torpe que era, pero quizá él también se distrajo con el beso como ella. Quizá no eran tan diferentes. Fue a abrir la ventana y le dio un paño húmedo y frío a Chris para aliviar las quemaduras de sus manos.

- Esto es un desastre, tendrás que hacerlas de nuevo- dijo ella.

- ¿Otra vez?

- Pedí galletas, ¿no? Sigo esperándolas.

Chris suspiró y se puso de nuevo manos a la obra, ya sabiendo qué hacer y tardó poco en volver a meter otra bandeja al horno. Antes de sacarla, Rose le recordó que agarrara la bandeja con un trapo.

- Huelen bien. Veamos cómo están- dijo ella probando una.

Chris la miró expectante, curioso por saber si había servido para algo todo ese esfuerzo. Rose le miró. El sabor de las galletas le representaban, la hacía recordar su esfuerzo, sabiendo que él mismo las preparó con sus manos y lo hizo por ella. No era solo por la orden, se notaba que quería complacerla y a la vez disculparse.

- Me encantan- dijo sonriendo-. Es la primera vez que puedo probar algo hecho por ti.

Chris comprendió. Sabía cómo se sentía él al comer las galletas de Rose y pensó que ella debía de estar experimentando lo mismo. Tenía curiosidad de probar, pero como Rose le dijo una vez, estaban dirigidas a una persona y solo ella podía probarlas, no sería lo mismo para él, quizá ni le gustaban.

- Hagamos unas juntos y las comemos los dos- le propuso Rose.

- Me interesa esa idea.

Se pusieron manos a la obra, aunque a veces se manchaban entre ellos y jugaban mientras preparaban la masa. Chris al fin veía a Rose en acción en la cocina y se sorprendió con su agilidad para romper huevos y batir todo. Cuando metieron la bandeja en el horno, Chris la abrazó desde atrás y le dijo al oído:

- Estás guapa hasta preparando galletas.

Ella se ruborizó de nuevo. El castigo no estaba resultando nada previsible, pero no le importaba que tomara desvíos, lo hacía más interesante. Se quedó entre sus brazos sin decir nada hasta que se hicieron las galletas. Las probaron y sonrieron mirándose a los ojos.

- Deberíamos hacer esto más a menudo- comentó Rose.

- Me gustan las galletas pero...- le dio un beso corto que la tomó desprevenida-. Así están más buenas.

- Pues ahora por listo limpias toda la cocina- decidió Rose tratando de ocultar sus sentimientos.

- ¿En serioooo?- se quejó Chris.

- Eres mi sirviente hoy, no te quejes. Yo me voy a lavarme y cuando termine espero ver en mi mesa té caliente y las galletas.

- Sus deseos son órdenes, mi señorita...- Chris la miró de una forma que le dio escalofríos a Rose.

¿Qué estaría tramando? Temía esa mirada, no podía significar nada bueno. Chris planeaba cobrarse a su manera ese "abuso de poder". Y sabía que esa mirada y ese tono eran todo lo que hacía falta para que Rose temblara de una forma que la haría tener también curiosidad y la dejaría indefensa ante él, por mucho que ese día fuera su sirviente. Había otras maneras de "complacer" a su ama, a la vez que él también disfrutaba de su trabajo.

- No sé si me das más miedo como amo o como sirviente- murmuró ella saliendo de la cocina.

Chris la escuchó y sonrió para sus adentros. Decidió limpiar lo antes posible para ir a su habitación y ver qué más tenía Rose en mente para él, además, con suerte volvía a pillarla saliendo del baño con la toalla enrollada alrededor del cuerpo como la otra vez. No hubo mejor incentivo para que terminara en un santiamén y se dio prisa por llevar el té caliente de nuevo y una bandejita de galletas. Al entrar, no vio a Rose, por lo que supuso que aún se estaba bañando. Le dieron muchas ganas de probar a abrir la puerta, pero se contuvo llamando a la puerta antes.

- Mi señorita, ya están su té y sus galletas.

- Ya salgo- avisó ella.

Chris esperó con ansias a verla salir, pero para su decepción, salió vestida y con el cabello medio secado por la toalla. Estaba limpia y olía bien. Se inclinó un poco sobre ella y acercó la cara a su cuello mientras le desabrochaba los primeros botones.

- ¿Qué haces?- se alteró ella, nerviosa.

- Hueles bien- dijo metiendo su cara entre los bordes desabotonados de la camisa.

- O... Oye...- quiso protestar Rose al sentir los labios de Chris en su piel.

- ¿Mmm?- murmuró Chris a modo de respuesta mientras seguía besando su cuello y bajando hacia la parte superior de su pecho donde terminaba el cuello. Se apartó un poco para mirarla.

- Ve ahora mismo a bañarte.

Chris le hizo caso sin reprochar, había obtenido un pequeño capricho y había aumentado la temperatura mientras veía en la cara de Rose una expresión que le excitaba: ella trataba de ocultar el placer que sentía pero se le notaba demasiado. Rose fue a darle una toalla y le dijo que fuera bañándose mientras llamaba a casa de Chris para que trajeran inmediatamente ropa de cambio. Beth la envió enseguida, pero no llegó antes de que Chris terminara de bañarse, por lo que Rose puso en marcha otra parte de su plan. Llamó a la puerta del baño y Chris le dijo que podía pasar si quería, pero a Rose le daba mucha vergüenza. Solo entreabrió un poco la puerta para pasarle la ropa de cambio sin mirar. Sintió que una mano la agarraba por la muñeca y la puerta se abrió más. Creyó que se le iba a detener el corazón, pero Chris tenía la toalla alrededor de la cintura. Aun así, a Rose la ponía muy nerviosa verle solo con la toalla tapando solo lo justo y se preguntó cómo se sintió Chris cuando la vio a ella solo con la toalla aquella vez.

- ¿Tienes fiebre? Estás roja y caliente- observó Chris tocando su frente y su mejilla, aunque tenía una sonrisa pícara en el rostro.

- Vístete- le pidió Rose, evitando mirarle, aunque en el fondo era muy atractivo y hubiera mirado si no fuera por lo nerviosa que la ponía.

- Ah sí, en cuanto a eso, ¿qué es esta ropa?- le mostró un vestido de sirvienta ajustable de la colección de Lyon.

- La ropa que llevarás hasta que llegue la tuya.

- Esta me la guardo- dijo Chris mirando sin querer el escote de Rose que estaba aún al descubierto-. ¿Aún no te has abrochado la camisa? ¿Quieres que siga?

- ¿Qué? Lo había olvidado- enrojeció Rose.

- Bueno, no es como si me impidiera algo que estén o no abrochados, pero me da la impresión de que me invitas- bromeó con una mirada traviesa.

- Idiota- se molestó Rose empujándole al baño y cerrando la puerta-. Vístete ya.

Se miró los botones y empezó a abrocharlos, pero una parte de ella recordaba esos besos y quería volver a experimentar ese sentimiento. Quizá era lo mejor marcharse a estudiar al extranjero, enfriaría su cabeza y podría pensar con más claridad y cuando regresara tendría más madurez para decidir qué hacer con Chris, si aún sentían lo mismo. Al final dejó dos sin abotonar y fue a sentarse a la mesa a tomar el té. Estaba en su punto y las galletas deliciosas. Chris salió del baño algo sonrojado, no le hacía gracia ir vestido de esa forma. Lo más extraño eran los pantalones cortos de volantes que hacían las veces de ropa interior.

- Esto deberías ponértelo tú, te quedaría mejor- dijo.

Rose cometió el error de mirar cuando tomaba té y le escupió encima al no poder evitar reirse a carcajadas.

- Genial, voy a quitarme el vestido, está manchado- dijo Chris sin ganas.

- Espera un poco a que traigan tu ropa- dijo Rose entre risas-. Acompáñame a tomar el té.

Incluso llevaba puesto un volantito en la cabeza que completaba el conjunto. Tuvo curiosidad y le levantó la falda antes de que se sentara. Los pantalones de volantes le quedaban muy graciosos. Chris enrojeció y se bajó la falda.

- Creo que ya os entiendo a las chicas, con ropa así, para no tener vergüenza...

Se sentó y tomó un poco de té, apenas alzando los ojos. Rose le miraba divertida.

- Ya está, no me mires más. A partir de ahora si quieres que siga con esto del sirviente te voy a vendar los ojos.

- Vaya no es justo- protestó ella.

Chris le tapó los ojos con un pañuelo y Rose le dio una palmada en los glúteos, a modo de castigo por hacerle eso.

- Creo que te estás aprovechando más de lo que yo hice contigo- le dijo Chris al oído desde atrás después de atar el pañuelo-. Tú sigue aprovechándote, ya veremos quién ríe el último.

- Claro que me aprovecharé, tú siempre lo haces, esta es una oportunidad única para mí y no puedes vengarte luego porque esto es por todo lo que me hiciste pasar.

- Es correcto lo que dices, pero cuando esto acabe, volveré a ser dueño de mis acciones y no te aseguro nada. No es venganza, mi señorita, sino parte de mi personalidad- le susurró dejando la piel de gallina a Rose.

- Lo harás igualmente así que no me vas a convencer para que no aproveche ahora- dijo ella tratando de no dejarse intimidar.

- Advertida quedas.

Poco después, llegó la ropa de Chris y pudo cambiarse, pero no dejó a Rose que se quitara el pañuelo de los ojos todavía.

- Te daré un masaje en los hombros, verás cómo lo disfrutas más sin mirar nada.

Rose no estaba muy convencida, pero accedió. No pensó que a Chris se le darían tan bien los masajes. Cuando sintió que los pulgares bajaban un poco por la espalda con el masaje, no pudo resistirse a querer lo mismo en toda la espalda. Se lo hizo saber a Chris y este la llevó a la cama, donde se tumbó boca abajo y él le levantó la camisa hasta el cuello para dejar la espalda descubierta. Rose tenía tantas ganas del masaje que no dijo nada al respecto y simplemente se relajó con el tacto de las manos de Chris. A él le encantaba poder tocar la suave y pequeña espalda de Rose. La recorrió entera con caricias y masajes, dejando a Rose medio dormida y sintiéndose mejor que nunca. Al verla tan relajada y quieta, no pudo resistirse a besarle la espalda, por una parte resultando agradable aunque por otra también haciéndole cosquillas. Rose no decía nada, estaba en las nubes y se sentía bien, no tenía motivos para detenerle mientras no sintiera nada extraño hasta que notó sus manos bajar hacia los costados demasiado.

- No sigas por ahí...- murmuró.

- Confía en mí.

Sin embargo estaba demasiado cerca de su pecho y se bajó la camisa en esa parte de golpe.

- Solo era para asustarte un poco no iba a...- se justificó Chris.

- Pues no intentes asustarme- protestó Rose, incorporándose un poco, a lo cual Chris le dio la vuelta.

Aún estaba con los ojos tapados. La dejó tumbada boca arriba y le dio un beso en la mejilla mientras entrecruzaba los dedos de ambas manos con los suyos.

- Déjame seguir haciéndote sentir bien, si ves que me porto mal puedes castigarme luego- dijo en tono travieso.

- Bueno pero ya sabes... lo que no...

- No te preocupes, lo sé.

Le besó el cuello mientras descendía hacia los hombros. Le desabrochó algunos botones hasta donde creyó conveniente y siguió besándola. Cuando llegó al límite de la camisa, siguió desde la parte debajo de la zona que cubría. La zona abdominal estaba descubierta desde que le había subido la camisa para el masaje en la espalda. Sus labios y su lengua recorrían la piel descubierta mientras Rose cada vez respiraba más rápido y más fuerte, tratando de resistirse a gemir, pero notar su lengua en una zona tan sensible para ella como era el ombligo le dificultó tanto la tarea que se le hizo imposible. Esa vez Chris no se detuvo pronto, siguió más de lo que Rose creía que soportaría. Le gustaba escuchar el sonido del placer que salía por sus dulces labios. Quería volver a probarlos mientras seguía haciéndola sentir así, por lo que introdujo el dedo índice en el ombligo haciendo movimientos circulares dentro mientras su lengua jugaba a algo no muy distinto en los labios de Rose.

- Se llama beso francés- le susurró mientras pegaba los labios a los suyos y su lengua se abría paso entre ellos.

- Mmmm... mmmm...- la reacción de Rose fue una respuesta de excitación que contagió a Chris y repitió la acción con algo más de intensidad.

- ¿Te gusta?- le preguntó separándose unos instantes y le quitó el pañuelo de los ojos para ver lo que transmitía su mirada. Eso fue todo lo que necesitó ver para llevar ambas manos al rostro de Rose y quedar tumbado encima de ella apoyándose también en el colchón con las rodillas mientras los límites desaparecieron del tiempo o forma de los besos.

Un rato después, se sentó y vio a Rose incorporarse sobre sus rodillas dobladas mientras la camisa bajaba por un hombro y estaba algo despeinada. Le miraba con deseo, era una imagen que no quería quitarse pronto de la cabeza, la posición en la que estaba, su aspecto, su mirada, sus labios húmedos entreabiertos... Todo de ella le volvía loco. Pensar que quizá era correspondido y no solo se dejaba llevar le hacía tener más ganas de ella.

- Eres hermosa, Rose...- le acarició el rostro mientras la miraba-. Necesito que sepas algo...- la sentó encima de él y la miró a los ojos, tras lo cual la besó apasionadamente unos minutos. Tanto, que cuando se separaron necesitaron un descanso más largo para respirar.

- Tendremos que bañarnos de nuevo- se quejó Rose débilmente al verse empapados de sudor.

- Aprovechemos un poco más entonces si luego hay que dejarlo, ¿no?

- Sí...- dijo ella sin poder pensar aún con claridad.

- Haré lo que me pidas, sigo siendo tu sirviente hoy- le recordó Chris para que luego no le reprochara no haber cumplido.

- Hazme feliz...- murmuró ella.

Chris empezaba a recuperar un poco sus sentidos y decidió no dejarse llevar, sino ser más delicado con ella. Sabía que no se refería a nada sensual, lo que Rose quería era la seguridad de que Chris la quería tanto como para cuidarla y no volver a aprovecharse de ella como hizo con los deseos. No más juegos e incertidumbre, era hora de afecto sincero y palabras honestas. Él apartó las manos de sus piernas en un suave roce y las llevó al rostro de Rose. La acarició mientras ella cerraba los ojos y disfrutaba el tacto. Le arregló un poco la camisa, le abrochó los botones mientras le daba algún beso más en el lugar que abrochaba y le bajó la falda hasta donde correspondía, ya que se había arrugado y subido un poco al tener el torso de Chris entre sus piernas, ya que sentada encima de él ponía una pierna a cada lado. La alejó un poco de su vientre para poder verla mejor y estar menos tentado, aunque sabía que Rose estaba consciente de cómo reaccionaba su cuerpo cuando la tenía tan cerca.

- ¿Te estoy haciendo feliz?- preguntó Chris.

- Sí, desde que rompiste el hechizo...- bromeó Rose.

- ¿También incluye la proposición?

Rose espabiló y se sonrojó. Se apartó de él y se sentó en la cama delante de él.

- Eso... no lo entiendo... a qué venía eso de repente...

- Te vas de mi lado, Rose, necesito una garantía de que volverás a mí...

- Pero pueden pasar muchas cosas en tantos años...

- Estoy completamente seguro de que nunca querré a nadie que no seas tú. Después de todo este tiempo que hemos pasado juntos y todo lo ocurrido... nada cambiará en el futuro, lo sé porque no quiero que nada cambie. Sé lo que quiero, lo que no sé es qué quieres tú y por eso te pregunto y te hice la proposición.

- ¿De verdad crees que haríamos buena pareja?- se ruborizó ella.

- Yo solo sé que quiero estar contigo, cada vez más, y eso no cambiará, conozco mis gustos.

- ¿Me quieres, Chris?- se atrevió a preguntar Rose, superando la vergüenza y mirándole con un brillo de ilusión y esperanza en los ojos.

- Mucho más de lo que podría admitir- respondió Chris.

- Te creo, no hubieras podido liberarme si no fuera porque has aprendido lo que es el amor, no es egoísta, sino que espera paciente y da libertad a la otra persona porque sabe que solo es amor si hay elección.

- Vale vale no me lo restriegues- bromeó Chris, que no aguantaba tener que hablar tanto de sentimientos que le costaba admitir-. Quizá en el futuro aprenda a decirlo con más facilidad pero por ahora tendrás que contentarte con esto.

- Chris...- sonrió Rose, mirándole con ternura y sin poder resistirse a abrazarle.

- Espera, espera, quiero saber qué me respondes- dijo Chris apartando los brazos de Rose de su cuello.

- Bueno yo... eh... yo... vaya, es más difícil de lo que parece- observó ella intentando expresarlo con palabras.

- No te vas de aquí hasta que no me lo digas.

- ¿Ah sí? ¿Y qué piensas hacer?

Chris le lanzó una mirada traviesa y la tumbó en la cama, sujetándole las muñecas. Mientras, le dijo al oído lo que pensaba hacer.

- ¿Queeeeé?

Dani pasaba por delante de la habitación de Rose cuando escuchó algo de ruido. Parecía como si estuvieran de mudanza o golpeando todo. Sobre todo, le pareció que lo que más se oía mover era la cama. Pegó el oído a la puerta para escuchar lo que decían.

- No, Chris, no... para...

- Dime una cosa, ¿estás segura de que quieres hacerlo?

- Sí, pero...

- Entonces no hay vuelta atrás.

- ¡No! Eso no... ¡ahí no! No seas tan brusco con tus acciones...

- Ya sabes qué hacer si quieres evitarlo. ¿No dices nada? Pues allá voy.

Se oyó la cama de nuevo y Dani decidió entrar, hirviendo por dentro.

- ¡Chris, te voy a matar!

Pero lo que se encontró fue a Chris en el aire, regresando a la cama de la cual acababa de saltar. Miró el techo y vio algo pegado arriba. Rose estaba de pie al lado de la cama, mirando arriba con cara molesta y preocupada. Ambos se giraron para mirarle y Chris bajó al suelo.

- ¿Pero qué...?- Dani no entendía nada.

- Chris ha puesto pegamento en el billete de avión y lo ha pegado al techo- explicó Rose, cruzándose de brazos.

- Te lo devuelvo cuando me digas lo que quiero saber- dijo Chris decidido.

Dani le hizo una señal a Chris de que le seguía vigilando y salió de la habitación, cerrando la puerta. Viendo lo que ocurría realmente, se sintió idiota por haber pensado mal.

- ¿Por qué tienes que reaccionar así? Solo tenías que darme un poco más de tiempo- protestó Rose, mirando a Chris-. Claro que estoy segura de que me quiero marchar, pero no es fácil dar una buena respuesta...

- Rose- Chris le alzó la barbilla para que le mirara-. Dime qué sientes por mí. Ahora solo dime eso.

- Yo... me pasa como a ti, supongo...- dijo ella bajito.

- Esa no es una respuesta.

- Tú tampoco lo dijiste claramente.

- Te quiero mucho, Rose. No quiero vivir sin ti.

- Yo... yo te...- Rose empezó a emocionarse sin poder evitarlo-. Te quiero, Chris. No entiendo cuándo ni cómo ni por qué... pero me enamoré de ti, antes de darme cuanta no soportaba no saber si estabas bien, solo pensaba en ti y solo quería ser libre de elegir estar contigo por propia voluntad. Pero no me dabas la oportunidad. Todo este tiempo podríamos haber tenido una relación real...

- Eso no es verdad y lo sabes. Si estamos así de unidos es por todo lo que ha ocurrido.

- Estoy segura de que hubiéramos acabado por enamorarnos y estar juntos de todas formas porque era inevitable... Seguimos siendo los mismos y nuestra amistad ya era extraña antes, si no lo descubríamos con estas circunstancias lo hubiéramos descubierto con otras. No tienes excusa.

Chris quedó tan sorprendido y complacido por las palabras de Rose que solo pudo sonreír y darle la razón.

- Es verdad, Rose, yo también creo que estamos destinados y aunque hubiera sido por otros medios, volveríamos a estar aquí ahora, pero también triste por tu partida y sin saber qué hacer...

- ¿Y si te vienes a estudiar ahí?

- No... creo que esto es algo que debemos hacer por separado. No tomaremos atajos, tomaremos esta oportunidad para aprender lo que nos dará trabajo en el futuro, crecer como personas, madurar y aclarar nuestras dudas. No te pido ahora que te cases conmigo, pero sí quiero pedirte que seas mi prometida hasta que regreses, y entonces me das una respuesta. Aceptaré tu decisión entonces.

- Está bien, prometámonos- se sonrojó Rose.

- Prométeme que no te olvidarás de este compromiso y no me serás infiel- dijo Chris con una mirada ansiosa.

- Ah, ya veo, querías asegurarte de que no estuviera con ningún chico mientras estuviera lejos de ti- captó Rose-. Lo prometo, ¿y tú?

- Lo prometo.

Juntaron las manos entrelazando los dedos y se dieron un beso. Aún tenían unas semanas juntos antes de que Rose se marchara después de navidades. Querían aprovechar su tiempo juntos antes de la despedida. Esa noche, Chris se quedó a dormir con ella, abrazados bajo la manta y acariciando el pelo de Rose hasta que se quedó dormida. Por la mañana despertaron temprano y se prepararon para ir a clases juntos. Rose había mandado lavar la ropa de Chris y ya estaba preparada para el día siguiente. En el camino de ida y vuelta de clases iban de la mano y a la hora de comer Chris y Rose anunciaron a sus padres y a Dani el compromiso, ya oficial y no solo una respuesta temporal para no dejar mal a Chris en el escenario con preguntas incómodas. Aunque tenían sus dudas, Carl, Sofia, James y Dani les felicitaron por decidirse al fin y ser novios normales en vez de la extraña relación que tenían que dejaba confusos a todos. Los más felices eran ellos, se sentían libres al fin y sentían que hacían las cosas bien. Decidieron que el día anterior sería el que marcaría la fecha de sus aniversarios a partir de entonces, el primer día que empezaban una relación oficial. Esa vez ya harían las cosas bien.

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