51. La charla
Rose miró por la ventana al escuchar que tenían visita. Vio que se trataba de Chris, pero fue James quien salió a recibirle. Probablemente no había venido a verla a ella, sino a tener una charla con su padre. Temía por él. Quizá debía empezar a elegir un diseño de ataúd o un lugar donde esconder el cuerpo sin que nadie sospechara. ¿Qué le dirían a Carl? Además, le ponía triste no volver a ver a Chris, por mucho que la incordiara. ¿Por qué se arriesgó a caminar directo a su perdición? Tendría que esperar a ver qué ocurría, pendiente de algún grito.
James invitó a Chris a su habitación y le indicó que se sentara en un sillón.
- Ponte cómodo, esto va para rato.
Chris estaba nervioso. Miró el sillón y miró a James. Tragó saliva y se sentó, preparado mentalmente para lo que pudiera venir. James se sentó en el sillón de delante y apoyó los codos en los reposabrazos y cruzó los dedos delante de su rostro, pensando en cómo empezar. A Chris le asustaba esa tranquilidad, hubiera preferido saber exactamente que opinaba y quería James de él y le reprochara directamente en vez de ese silencio y esa mirada que le inquietaba. Era como si pudiera atravesarle y saber todo lo que pensaba.
- Sé que robaste los anillos- empezó James-. Y sé que los habéis usado. ¿Cómo habéis logrado que funcionen?
Chris no vio sentido a ocultarlo y decidió ser sincero y decirle todo lo que quería saber. Al fin y al cabo, los padres de Rose no confiaban mucho en él y quería empezar a arreglar las cosas.
- Cuando dos personas tienen los anillos puestos y se cogen de la mano el que pide un deseo, su anillo se lo concede y el cristal...
- ... cambia de color, ¿verdad?
- Sí.
- Lo descubrí cuando los cogisteis la primera vez, Rose ya no parecía la misma desde entonces, te hacía mucho caso y a la vez parecía querer huir de ti. Últimamente ya no la he visto reir de verdad y estar realmente feliz. ¿Entiendes lo que le estás haciendo?
Chris bajó la cabeza. Se habían reido en un par de ocasiones, pero James tenía razón, Rose ya no era feliz como antes, era como si hubiera perdido su luz, su energía, esa chispa que la hacía ser quien era.
- Solo queda un deseo... temo que si la dejo libre, no volveré a verla.
- Ponte en su lugar. ¿Cómo te sentaría estar continuamente pendiente de alguien? No sé qué deseos habéis pedido, pero no veo que nada bueno haya pasado.
De nuevo, tenía razón. No había nada de bueno en esa situación, y eso bastaba para ponerle fin, sin importar el resultado final. Sabía que era lo correcto, pero tenía miedo. Estaba siendo un cobarde y un egoísta. Si estuviera en lugar de Rose, habría buscado la forma de desear su propia libertad aunque tuviera que hacerlo dejando a la otra persona inconsciente. Pero Rose siguió esperando a que él mismo tomara la decisión. Creía en él. Hundió el rostro en sus manos, dándose cuenta de todo el daño que le había hecho y que todo era culpa suya. ¿Por qué no había intentado ponerse en su lugar e imaginarse cómo se sentía?
- Creo que ya conoces gran parte de mi historia y la de Sofia con la isla... pero nunca conté a nadie más que a ella cuál era mi deseo, y dudo que nadie más sepa qué ocurrió realmente entre nosotros, sobre todo esa vez en la isla cuando Lyon nos traicionó.
- Rose me contó un resumen, y que dejaste tu deseo por Sofia, pero no sé qué era.
- Deseé sentir. Desde la muerte de mi madre, había perdido la capacidad de querer a alguien, me daba igual lo que les pasara a los demás, por muy cruel que pareciera. No me importaba nada porque no sentía nada cuando sucedía algo, por muy impactante que hubiera tenido que parecerme. No me importaba ni mi propia vida. Supe que ese deseo era mi última oportunidad, y si no lo obtenía, no quería nada más de esta vida. Por ello, sacrifiqué todo lo que hizo falta para conseguirlo. Pero no fui capaz de sacrificar también a Sofia. La utilicé durante un tiempo como medio de información, pero cuanto más tiempo pasaba con ella, sin darme cuenta, menos quería que le pasara algo. No obstante, seguí adelante con mi plan, me costó mucho darme cuenta de que mi corazón helado comenzaba a derretirse de nuevo. Cuando me traicionó, supe que no era capaz de matarla a sangre fría como había hecho en otras ocasiones sin dudarlo, sino que sentía que me haría daño a mí mismo si se lo hacía a ella. Era la primera vez que experimentaba esa sensación.
Chris escuchaba atento. A él siempre le había importado Rose, pero no siempre había actuado como tal y a veces trataba de disimularlo con acciones que demostraban lo contrario. No sabía por qué no quería que nadie se diera cuenta en ese entonces. Poco a poco le importó menos las opiniones ajenas y solo se centró en no volver a alejarla de él, cada vez sintiendo cosas más fuertes por ella. Pensó en lo que dijo James: "sentía que me haría daño a mí mismo si se lo hacía a ella". Sabía que era verdad porque lo había experimentado, pero ¿por qué no pudo pensarlo antes de actuar y que ese fuera el criterio de sus decisiones? Se sentía un completo idiota que no se había parado a pensar las cosas detenidamente antes de complicarlo todo sin que hubiera vuelta atrás.
James le contó un poco más de lo que ocurrió hasta llegar a la isla, el plan de utilizar a Lyon en vez de a Sofia como sacrificio por el deseo y lo que sentía al saber que Sofia estaba con Carl, aunque ella lo hubiera hecho para escapar de una posible muerte. Hubiera querido no darle razones para buscar la ayuda de Carl, ya que eso la apartó de su lado durante dos años. Le daba mucha rabia pensar en qué podrían estar haciéndole Carl y Lyon, pero trató de mantenerse ocupado, mejorar para ella, tener paciencia y siempre que podía, demostrarle que la quería aunque tuviera que colarse por su ventana o secuestrarla. Ya que no podían pasar tiempo juntos abiertamente, al menos encontraba la forma a escondidas. Chris puso cara de entender perfectamente a qué se refería y se sentía identificado, aunque sabía que lo que hacían a escondidas no hacía feliz a Rose, mientras que James y Sofia compartían el secreto con gusto, por propia voluntad.
- Finalmente, Lyon desapareció del mapa y pude casarme con Sofia. Debo decir que, aunque la trató mejor de lo que hubiera esperado, no me dio tanta pena su muerte, siguen siendo muy pocas las personas por las cuales siento afecto y que me importa lo que les ocurra. Tú no eres una de ellas precisamente, pero quiero mucho a mi hija y si sigues en pie es por ella. Si me reprimo de cometer locuras no es porque no pueda hacerlas o porque me dé pena nadie, lo hago para que mi familia sea feliz y puedan vivir sin tenerme miedo o sin que los demás las miren mal. A mí me da igual lo que opinen otros, sinceramente. Todo es por ellas.
Chris tragó saliva. Realmente decía la verdad sobre el hecho de que no podía sentir nada y Sofia fue una excepción. No quería ponerse del lado contrario, desde luego. Y hasta el momento tenía todas las de perder.
- ¿Podrías contarme qué ocurrió en la isla con el deseo?- pidió Chris.
- El techo de la cueva estaba cayendo a pedazos. No había salida. La cajita que contenía uno de los anillos estaba a punto de caer por una franja profunda que se había creado en el suelo, pero entonces vi que Sofia estaba en peligro. No había tiempo, era Sofia o mi deseo. Me di cuenta de que sin ella, mi deseo no tendría sentido. Yo quería tener la capacidad de enamorarme para hacerla feliz, sin ella, ya no quería nada. La rescaté y la cajita cayó. Entonces me di cuenta de que mi deseo se había cumplido. Si había sido capaz de dejarlo todo por ella, realmente era lo que más me importaba. Tuve la certeza de que me había enamorado y esos sentimientos que tenía hacia ella, que no acababa de comprender, era amor, un amor como el que nunca antes había sentido o imaginado. Era capaz de todo por ella, tanto actuar como esperar. Siempre y cuando ella fuera feliz.
James se levantó y se dirigió hacia la ventana. Contar eso delante de alguien que no fuera su mujer no había sido fácil. Recordarlo le hizo sentir nostalgia y reavivar el amor que tenía hacia ella. De repente le entraron muchas ganas de tenerla a su lado y abrazarla, pues estaba ahí, con él, y ya no estaba en peligro de caer al abismo o en manos de otros. Le emocionaba sacar de nuevo esos pensamientos y sentimientos a la superficie, donde alguien pudiera verlos. Chris se dio cuenta de que a James no le dejaba indiferente haberle contado lo que llevaba dentro, su secreto. Era algo entre Sofia y él, pero decidieron compartirlo con Rose y Chris para que pudieran aprender de ello. James estaba dispuesto a lo que fuera por Sofia, no para tenerla, sino para que ella fuera feliz.
Alguien llamó a la puerta. Era Sofia, preguntando si ya habían terminado. James la cogió por la cintura y la abrazó, dando vueltas con ella. Sofia estaba encantada con ese repentino gesto romántico, pero también algo confusa sobre la razón.
- Te amo, Sofi, siempre estaré feliz de que eligieras estar conmigo- le dijo James dejándola en el suelo.
- No sé a qué viene todo esto, pero yo también estaré feliz siempre de que me esperaras- respondió ella, tras lo cual se dieron un beso.
Chris les miró sin poder ocultar una sonrisa. Esa era la clase de relación que quería con Rose. Pero para ello, probablemente debería hacer lo mismo que James con Sofia: dejar elegir y esperar. Para ellos funcionó, desde luego. Pero nada le aseguraba su situación. Cinco años separados era más de lo que podía soportar. James le condujo a la salida de su habitación, pues quería estar con su mujer en esos momentos sin que nadie les interrumpiese.
- Recuerda, quizá dejarla libre no te dé muchas probabilidades de ser feliz, pero ahora no tienes ninguna, ni tú ni ella.
Dicho aquello, le cerró la puerta en las narices y regresó con Sofia. Le contó lo que había ocurrido y las ganas que tenía de demostrarle de nuevo lo que sentía por ella. Sofia no tuvo ningún argumento en contra, James había cumplido con su parte y se merecía una dulce recompensa. Mientras, Chris caminó por el pasillo hasta llegar al punto desde el cual iba a la puerta de entrada de la casa o a la de la habitación de Rose. Dio unos pasos hacia la segunda dirección, dudando de si debía ir a verla en ese momento, pero entonces vio a Rose salir y correr hacia él.
- ¿Estás bien? ¿Sigues vivo y entero?
Le miró por todas partes, extrañada de que pareciera encontrarse bien. Chris se rio un poco.
- Yo también tenía miedo, pero ya ves, estoy vivo- le guiñó un ojo.
- Menos mal- sonrió Rose, aliviada.
Se abrazaron al mismo tiempo, casi por instinto.
- Chris, ¿vendrás al concierto?- preguntó Rose apartándose para mirarle.
- Claro, no podría perdérmelo. Presiento que podré darte la respuesta a mi decisión entonces. Reza por que sea un buen concierto, que si no...- bromeó Chris.
- Si no, le digo a mi padre que he encontrado una marca buena de ataú...- al ver la mirada de Chris, cambió de opinión-. Es broma.
- Conque esas tenemos, ¿eh?- dijo Chris en tono siniestro-. Te recuerdo que sigues bajo mis órdenes y no lo he aprovechado apenas.
- Que era broma... Chris...- su mirada no cambió mucho-. ¿Cariño?- probó Rose a endulzarlo.
Chris se sonrojó al instante. Esa no la había visto venir. Aunque lo dijera para calmarle, era la primera vez y no se le había ocurrido que pudiera llamarle así.
- Bueno... por esta vez te lo dejo pasar- dijo él, despidiéndose.
Rose le acompañó a la puerta y antes de salir, Chris le robó un beso y se marchó, aún sonrojado. Rose estaba sorprendida con su reacción, realmente había funcionado. Al pensar de nuevo en lo que le dijo enrojeció también. Quedaban unos días para el concierto y estaba ansiosa por saber si Chris finalmente ya sabía cómo anular el deseo. Más bien, si lo haría. Quizá no debió decirle que se marcharía, pero ocultarle cosas nunca acabó bien, por lo que supuso que era la decisión correcta. Solo tres días más.
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