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50. ¿Quién es Lily?

Chris se coló por la ventana de Rose y encontró la habitación vacía. Decidió inspeccionar un poco la casa y fue a ver quién había. Demasiado silencio. Sus padres y Dani no parecían encontrarse en casa. El personal era reducido y estaban ocupados. Preguntó por Lily, pero ni el cocinero ni las criadas parecían saber nada. Regresó a la habitación de Rose para esperarla ahí. El día anterior, Lily se había presentado solamente para despedirse, pues no podría seguir atendiéndole y le llevó unos bollitos de crema como disculpa. No estaban tapados esa vez por ningún pañuelo.

Cuando Rose entró en la habitación con una bandeja de té, casi la deja caer al ver a Chris de pie junto a la ventana. Este se giró al oír la puerta y saludó.

- Te queda bien el delantal- observó.

Se acercó a ella y la examinó, dando una vuelta a su alrededor. Rose estaba nerviosa, no esperaba encontrárselo ahí y temía que sospechara. Desde atrás, alargó sus brazos a lo largo de los de Rose, rozándolos suavemente, hasta llegar a la bandeja y la agarró.

- Yo la llevo, tú ibas a prepararme uno también para mí, ¿a que sí?- le susurró al oído.

Pasó los brazos por encima de su cabeza y llevó la bandeja a la mesa.

- ¿Te gustaría algo para comer?- le preguntó ella.

- Galletas... o unos bollitos de crema- sugirió Chris como si lo dijera por decir-. Últimamente me apetecen.

- Perfecto, justo tenía unos bollitos de crema en el horno, voy a sacarlos y enseguida los traigo.

Rose fue a la cocina sin pensar mucho en lo que pidió Chris y regresó a la habitación con una cestita de bollos.

- Por cierto, te devuelvo tus pañuelos, el del domingo y el de la otra vez que cubría los bollos que trajiste- dijo él entregándoselos.

- Ah, gracias. Olvidé recogerlo...- de pronto, Rose se calló, dándose cuenta de que había caído en la trampa y rápidamente pensó en una excusa-. Por eso no me di cuenta de que Lily se lo olvidó en tu casa.

- Cierto...- Chris se echó azúcar y leche en el té mientras observaba a Rose colocar la cestita en la mesa.

Probó uno y supo enseguida que eran los mismos.

- Así que tú eres ella...

- ¿A qué te refieres?- se hizo la despistada, empezando a estar nerviosa.

- La cocinera de la que me hablaba Lily, que me mandaba las galletas y los bollos. ¿Creíste que no me daría cuenta? Reconocería tus galletas en cualquier parte.

- Ah... sí... bueno... ¿ah sí?

Chris trataba de ocultar una media sonrisa ante el nerviosismo de Rose. La conocía demasiado bien y no había mejor momento que ese para hacerla confesar. Ella aún no se había sentado a la mesa, pero antes de que pudiera, Chris la cogió del brazo y la atrajo hacia sí, sentándola en su regazo. La probre Rose tenía los nervios a flor de piel y su corazón parecía competir con la velocidad de sus pensamientos, que en ese momento cruzaban su mente a miles y a la vez no recordaba ninguno. Hasta que se quedó en blanco y solo sabía que no era capaz de calmarse. Chris la acariciaba, como si intentara darle una falsa sensación de tranquilidad, ya que sabía que solo la pondría más nerviosa aún. Estaban solos en casa y estaba sujeta a su voluntad, y por si fuera poco no disimulaba precisamente sus intenciones. ¿Cómo no estar nerviosa? No sabía qué iba a ser de ella. Chris la había hecho esperar hasta después del cumpleaños de Thoma para decidir qué haría con ella. ¿Había llegado el momento? Dudaba de que quisiera dejarla libre, esperaba que no tomara una decisión definitiva cuando aún no parecía que considerara liberarla.

- Pregunté al resto del personal y nadie ha oído hablar de Lily. Qué casualidad que solo tú la conozcas.

Rose ya no tenía más argumentos, la había pillado.

- ¿Podrías llamarla?

Rose ya estaba segura de que se estaba burlando de ella. Quizá quería desenmascararla como Lily, pero la peluca y el traje los tenía Beth, por lo que tampoco hubiera podido seguir con ello. Se quedó callada y miró a otra parte. Chris ya no tenía dudas. Al principio, solo eran sospechas, pero poco a poco, mientras más la observaba, más familiar le parecía, hasta que lo único que quería era asegurarse. Le sorprendió que quisiera actuar como una sirvienta para estar con él. ¿Qué pretendía? Aún no podía conprenderlo. Había llegado la hora de la verdad, por fin tendría respuestas.

- Di algo...- murmuró ella, consciente de que ya no había nada que ocultar.

- Estoy pensando en tu castigo.

- ¿Por qué?- reaccionó Rose.

- Porque prometimos que no habría secretos entre nosotros, que no me ocultarías nada. No sabes el susto que me diste cuando creí que habías desaparecido.

- Pero ¿no te parece que tuve suficiente con quedarme quieta en tu habitación dos días y luego pasar en cama varios más?- protestó.

- Eso se llaman consecuencias. No habría pasado si no te hacías pasar por otra. ¿Y para qué?

Rose trató de levantarse, pero Chris la sujetó por la cintura para que siguiera en su regazo. La miró serio.

- ¡No habría pasado si no estuviera sujeta a tu deseo! Y te marchaste dejándome sola y luego no hiciste más que ignorarme, ¿qué podía hacer si no querías ni verme? Al menos si creías que era otra podría...

A Chris se le serenó el rostro.

- ¿Podrías... qué?

Rose evitó su mirada. "Estar contigo", quiso decir, pero no se atrevía.

- Saber cómo estabas. Al menos así no me ignorabas...

Chris la abrazó. Rose sintió un pequeño alivio por quitarse ese peso de encima y dejar atrás esos malos momentos.

- ¿Puedo saber qué te pasó?- preguntó ella.

- ¿Por qué me ignoraste tú?

- Porque estaba harta de estar bajo el poder del deseo, bajo tus caprichos. Quería libertad aunque solo tuviera que encerrarme en mi habitación para ello. ¿Y tú?

- Imaginaba algo parecido, aunque pensé muchas otras cosas también. Yo... no quería estar contigo.

Rose sintió una punzada en el pecho. Aunque sabía que ya no era el caso, no era agradable oírlo. Él debió de sentirse así también cada vez que ella se lo decía por impulso, enfadada.

- ¿Por qué?

- Creí que tenía lo que quería, pero no me sentí tan bien como esperaba y se me quitaron las ganas... de todo. Ya no le veía sentido a estar contigo si no me hacía sentir bien. Pero luego me di cuenta cuando desapareciste, de que no se trataba solo de complacer mis deseos, sino que me importabas tú, y no soportaba la idea de que te pasara algo.

Chris hundió la cara en su cuello, aún sin separarse del abrazo. Olió su perfume y descansó los labios en su piel. Rose notó una corriente que recorrió su cuerpo y trató de no dejar que la afectara y no pensara con claridad. Resistirse no era nada fácil, no porque no pudiera, sino porque era agradable. Le rodeó el cuello con los brazos, sintiendo también el olor característico y embriagador de Chris, que la atraía inevitablemente. No dejaba de pensar en lo que le había dicho.

- Ya sé qué castigo darte- le susurró Chris al oído, poniéndole la piel de gallina.

- Creí que lo ibas a dejar pasar...

- Eso no sería propio de mí- la miró con una sonrisa pícara y Rose empezó a entender por dónde iba la cosa.

- No seas muy duro conmigo- le pidió poniendo cara inocente.

Chris llevó su mano al rostro de Rose hasta que los dedos se entremezclaron con el cabello ondulado detrás de su oreja.

- Solo te voy a pedir que me sirvas durante un rato como hacías siendo Lily, solo que ahora lo harás siendo tú.

Rose enrojeció por alguna razón. Era diferente si no se metía en el papel de un personaje. Siendo ella misma le daba vergüenza actuar así para él.

- Me pides mucho- dijo ella levantándose y arreglando el delantal.

- Si ya lo has hecho muchas veces. ¿Cómo era que me llamabas?- inquirió, levantándose también y la acercó rodeándola por la cintura.

- Mmmm...- Rose miró a otro lado- Mmmmmiii... Mi... Mmm...

Chris sabía muy bien que era diferente cuando actuaba que pedirle ser así delante de él cuando la miraba de esa forma y ella estaba así de roja y nerviosa. Lo estaba disfrutando incluso aunque solo quedaba en el intento de complacerle.

- ¿Sí...? ¿Tu... qué?- trató de "ayudarla".

- Mi...- Rose tragó saliva- Señor- susurró tan bajo que apenas era audible.

- No te escucho, dímelo al oído- Chris se inclinó hacia ella, acercando su oreja derecha.

- Mi... señor- susurró ella de nuevo, pensando que no era posible alcanzar otro nivel de sonrojo.

- Muy bien, ¿ves cómo no era tan difícil?- le susurró él también.

Se miraron unos instantes, notando cómo volvía a subir la temperatura en el ambiente. Chris quiso besarla, pero ella giró la cabeza. No quería dejarse llevar, aún la molestaba estar bajo sus órdenes.

- No quiero seguir fingiendo una relación falsa- dijo ella.

- Ahora eres mi sirvienta, haz tu trabajo. Luego hablaremos.

Rose no estaba muy conforme, pero una vez cumplido el castigo, Chris ya no tendría excusas. Se apartó e hizo una reverencia.

- ¿Desea algo?

- Tu boqui...

- Si voy a ser tu sirvienta durante un rato como cuando era Lily, será justo como entonces, una relación profesional.

- Pero no eres Lily, eres Rose, mi novia, y ahora que te toca servirme como castigo, tu deber es satisfacerme y consentirme- declaró Chris acercándola de nuevo a él y besándola, a lo que ella le correspondió sin dudarlo mucho-. Tú también pareces disfrutar del castigo- observó Chris con una sonrisa pícara.

Rose se apartó y fue a la mesa para poner más té. Él la miraba divertido y también con ganas de seguir jugando. Se sentó a la mesa de nuevo mientras Rose le servía el té y otro bollito de crema. Chris la hizo dárselo de comer mientras la sentaba en su regazo de nuevo.

- Di tu frase otra vez- le pidió.

- Espero que todo esté siendo de su agrado... mi... mi señor...- dijo ella sonrojada.

- Bueno... falta algo...

Se señaló los labios y Rose cogió un pañuelo para limpiárselos, mientras le sacaba la lengua.

- ¿Ah, no era eso lo que quería?- bromeó ella.

- Así que quieres jugar, ¿eh? Lo que quiero es esto...

Le tocó los labios, acariciándoselos hasta que Rose dejó escapar un gemido involuntario. Había caído en sus redes y ya no pudo evitar dejarse llevar por la corriente. Se acercó hacia él y tomó el rostro de Chris entre sus manos, tras lo cual le besó. Al principio, Chris se sorprendió un poco por ese repentino gesto, pero pronto dejó atrás los pensamientos y le siguió el ritmo, aumentándolo de vez en cuando. La cogió en brazos y se levantó para ir a la cama con ella.

- No... mejor el sofá... no sé cómo acabará todo en la cama...- dijo Rose tratando de recuperar la respiración.

- En el sofá también puede acabar peor, pero la cama es más cómoda y espaciosa.

Rose se ruborizó y sintió un cosquilleo en el estómago. Se sujetó a su cuello hasta que la tumbó en la cama y siguió besándola posicionado encima de ella. El beso se intensificó durante unos minutos y ninguno de los dos parecía tener intenciones de parar. Entrelazaron los dedos, uniendo sus manos. Hacía ya más de una semana que no disfrutaban así un beso, por lo que se dejaron llevar sin importarles el paso del tiempo. De vez en cuando, Chris acariciaba su cuerpo con una mano mientras el beso se suavizaba y volvía a entrelazar los dedos con ella, intensificándolo de nuevo. Empezaban a desear algo más, pero sabían que no era el momento. Y mucho menos en esas circunstancias.

Chris se incorporó y la ayudó a sentarse delante de él. La miró y le acarició el rostro. Rose cerró los ojos, sintiendo sus caricias.

- Me gusta más Rose de sirvienta que Lily- bromeó Chris-. Te libero del castigo en cuanto me lo agradezcas como corresponde.

- Agradezco su amabilidad, mi... señor.

- Muy bien, puedes retirarte.

- Si alguien se va eres tú, esta es mi habitación- protestó Rose.

Chris se echó a reir y Rose también lo hizo. ¿Cuándo era la última vez que se habían reido así?

- Vamos a seguir con los bollitos, que están deliciosos- dijo Chris relamiéndose y mirando los labios de Rose-. Aunque tienen una dura competencia.

Ella se sonrojó mientras recibía otro beso, ya más corto. Se levantaron de la cama y volvieron a la mesa. Tomaron el té, algo más relajados y comieron. Chris tomó la mano de Rose encima de la mesa.

- A pesar de todo lo que pueda pensar sobre lo que has hecho, al final no puedo evitar alegrarme un poco de que te tomaras tantas molestias por mí- sonrió Chris-. ¿A quién se le ocurre disfrazarse de sirvienta e inventarse otra identidad y esperar que no le pillen?- soltó una carcajada-. Me tuviste engañado un buen tiempo, tengo que felicitarte por eso.

- ¿Te vino bien la compañía esas veces?

- Mucho. Y ahora comprendo mejor por qué. Siento haberte hecho pasar por todo eso. Si me hubiera dado cuenta antes...

- Ya pasó. Ahora lo importante es otra cosa que sí puedes hacer...

Chris se puso serio y retiró la mano. Miró la hora y dijo que tenía que irse. Rose no se lo podía creer, volvía a posponer el tema. Creyó que al fin tenía posibilidades, pero quizá estaba equivocada. Le acompañó a la puetta pensando en qué decir, o mejor dicho, cómo. Al ver su rostro volverse triste, Chris le alzó el rostro y le dio un beso en la frente. Rose sabía lo que significaba y se tranquilizó un poco. Era una forma de decirle que no se preocupara.

- Debo pensarlo muy bien, ¿de acuerdo? Espera un poco más.

- Está bien, confiaré en ti.

Chris se marchó a casa, pero Rose sabía que debía llamarle, pues había algo que no le había contado y al día siguiente por la tarde decidió confesárselo por teléfono.

- Verás... resulta que hace poco me ofrecieron una plaza para estudiar teatro en un instituto famoso y puedo hacer también ahí la universidad, no puedo si no soy libre. No me atreví a decírtelo a la cara, pero tenías que saberlo.

Chris se quedó de piedra. Aquello no lo había visto venir. ¿Rose iba a marcharse tanto tiempo? Estando tan lejos, ya nada le aseguraba que se acordara de él, no podrían tener una relación de verdad y seguramente encontraría muchos pretendientes y nadie que los espantara.

- Gracias por llamar.

Colgó el teléfono y se sentó en un sillón, con las manos en la cabeza. Le costaba asimilar la información y lo que sería una nueva realidad. Estaba en su mano detenerla y que no se marchara, pero volverían a estar mal y esa clase de relación tampoco era lo que quería. Estaba confuso. Tampoco sabía qué deseo debía pedir para que las cosas volvieran a la normalidad sin consecuencias, ya que eran varios los deseos que debía anular. Empezó a estresarse y no pudo dormir. Al fin logró cerrar los ojos cerca de la mañana y no fue a clase ese día. Cuando despertó, recordó que esa tarde tenía pendiente la charla con James. Tragó saliva y fue a arreglarse. Se miró al espejo, tratando de memorizar su rostro antes de que no volviera a reconocerlo si salía de ahí con vida.

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