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44. Un deseo de doble filo

Cuando Rose terminó de leer la carta, entendió muchas cosas. Se trataba de una petición de Chris para que le concediera el último baile. Le confesó que no podía pensar en otra que no fuera ella para ese baile. Sabían lo que significaba el último baile en un cumpleaños y por eso James se lo robó a Chris en el cumpleaños de Rose. En la fiesta de Chris, Rose no estaba segura de que debiera aceptar y lo pospusieron. No hacía mucho que Chris le pidió un baile del cumpleaños de Thoma. Seguramente quería el último, no dejando a Thoma hacer su relación oficial. Eso significaba que en su cumpleaños, Chris pretendía presentarla como su futura...

- No... no entiendo- se negaba a creer Rose.

Chris fue hacia ella, que estaba sentada en el sofá y se agachó delante de ella, cogiéndole las manos.

- Significa que no me imagino pasar mi vida con alguien que no seas tú. Ya te dije que quería que fueras solo mía y quería estar siempre contigo.

- Espera, espera, ¿no será lo que creo...?

Chris la miraba algo decepcionado por su reacción.

- ¿Por qué me haces esto? Ni siquiera sabes decir con claridad lo que sientes y pretendes que me entregue a ti? ¿Te has parado a pensar en qué siento yo? ¿Te importa acaso?- se molestó Rose dejándose controlar por los nervios-. Querías tenderme una trampa en el cumpleaños de Thoma, ¿no? Sabes que le rechazaré de todas formas, ya puedes dejarme en paz.

Chris no comprendía por qué Rose reaccionaba de una manera tan confusa. Ni ella misma terminaba de entenderlo. Quizá eran los efectos del deseo, combinados con la adolescencia y las inseguridades de la extraña relación entre ellos.

- Rose, cálmate, hablemos...

- No, Chris, eres muy injusto conmigo. Yo esperaba que me demostraras que te importo, no que quieres hacerme tuya. Son dos cosas distintas, ¿no lo ves?

- Pero si quiero estar contigo es porque me importas...

- Eres egoísta, solo piensas en lo que tú quieres. Me salvaste porque querías tenerme, no por una preocupación desinteresada... si de verdad te importo me dejarías libre.

- Ya te dije- alzó Chris el tono, levantándose-, que ese será mi último deseo. No seas desagradecida.

- ¿Ves? Mi felicidad nunca será tu prioridad. No te importa lo que yo quiero.

- Yo que tú me callaría.

- ¿O si no qué? ¿Me lo ordenas sin dejarme elección como siempre? Me repugna tu actitud. ¡No quiero volver a verte!

Chris le cogió la mano y formuló su antepenúltimo deseo. Rose no podía creerlo. El diamante cambió de color y el deseo quedó grabado.

- ¿Qué necesidad había de pedir ese deseo?- Rose empezó a llorar y Chris salió de la habitación pegando un portazo.

Se había reprimido de actuar violentamente cuando perdió su paciencia con ella. Pidió el deseo por un impulso, pero era algo que ya se había planteado antes. Solo que, en su mente, era una pregunta para Rose y ella respondía afirmativamente por propia voluntad. Se dio cuenta de que cometió el error de que su deseo tuviera dos partes, por lo que ya solo le quedaba un último deseo, ya que otro diamante había cambiado de color. Esa era su última oportunidad. Si la dejaba ir, ya se habría acabado todo, Rose no volvería a hablarle y era capaz de mudarse. Sabía que no era la mejor opción, pero en ese momemto era lo único que le daría la oportunidad de empezar de nuevo.

Rose se arrepintió de decirle todo eso a Chris. No era lo que quería, ella pretendía otra cosa muy distinta. Quería que Chris se interesara por saber qué sentía ella y qué quería, que la abrazara y le pidiera perdón y que no se fuera. Que le preguntara cómo podían mejorar las cosas entre ellos y decirle que estaba dispuesto a hacerlo bien la próxima vez. Pero se dio cuenta de que en vano esperaba que Chris reaccionara así cuando lo que ella dijo solo podía llevarle a enfadarse. Como resultado, tenía aún menos libertad que antes. Cuando pudiera volver a ser Lily, quizá podría ayudarle a comprender lo que quería. Aunque ya no parecía tener mucho sentido. Vio que a Chris le quedaba solo un deseo y no podía anular todo lo que deseó equivocadamente.

Un rato más tarde, cuando Chris regresó tras calmarse, vio que Rose seguía de mal humor.

- Ojalá nunca hubieran existido estos anillos- dijo ella.

Chris casi le daba la razón, nada de lo que había ocurrido tras encontrarlos había sido necesario. Pero no podían volver atrás en el tiempo. Y debía tener cuidado con el último deseo, o las cosas se torcerían y mucho. Y no habría modo de arreglarlo. En ese momento solo podía intentar tratarla bien para que mejorara su humor y no se convirtiera en un infierno. Por alguna razón pensó que todo iría bien si pedía ese deseo, pero no quitaba que Rose pudiera tener opiniones y distintos estados de ánimo, independientemente de sus acciones o incluso sentimientos. Fue con ella y la invitó a cenar con él. A Rose no le apetecía, pero no quiso complicar más las cosas. Y había algo en ella que le decía que accediera.

Cenaron juntos en silencio. Chris sabía que no volverían a quedarse apáticos como ocurrió con los anteriores deseos, sin ganas de nada y sin ver el sentido a la vida, por lo que supo que en ese momento lo que les sucedía era algo diferente que tenía arreglo y dependía de ellos y del tiempo. Estaban tristes y molestos con la situación, les daba rabia de que no lograran que las cosas les salieran bien entre ellos. Aún debían aprender sinceridad y cómo expresar sus sentimientos para ser comprendidos y no malinterpretados. Ambos pensaron en algo que decir, pero no sabían qué. El único alivio que tenían era saber que sentían algo aunque fuera tristeza, era preferible a no sentir nada. Cuando terminaron de cenar, Rose se disculpó y fue al baño. Chris recordó cómo una semana atrás la sorprendió saliendo de bañarse. Le hubiera gustado volver atrás y repetir el momento sin la parte de los anillos. Esa semana sus padres no habían estado en casa y podría haber aprovechado de otra forma en vez de estar incomunicados.

Se levantó de la mesa y se sentó en el banquillo de la ventana. Había apagado la luz y miraba el cielo estrellado, pensativo. Vio algo que parecía una tontería, pero podría servir para romper el hielo. Cuando Rose salió del baño, ya llevando ropa para dormir, se acercó a Chris para ver si quería algo más o se iban a dormir. Parecía interesado en algo que veía por la ventana y tuvo curiosidad. Se sentó a su lado y miró también. Pero solo veía el paisaje nocturno. A decir verdad, había mucho más que ver. Conforme se terminaba el otoño, había más estrellas y constelaciones. Sabía que a Chris le gustaban. Tenía una atracción especial hacia la astronomía.

- Es muy bonito- comentó ella.

- Quiero que veas algo- le dijo Chris-. Si tuviera que compararte con un astro en el cielo, sería esa estrella de allí.

- ¿La que más brilla?

- Sí. ¿Sabes por qué no te compararía con el sol ni la luna? El sol deslumbra y está ahí quieras o no. La luna ahora está ahora no. Las estrellas son más constantes, y a esa de ahí la busco cada noche. Está ahí y destaca a su manera, sin tratar de llamar la atención por su luz potente o por su tamaño. Me llama la atención porque desde pequeño siempre me ha gustado buscarla antes de ir a dormir. Sé que no es la misma todo el año, pero yo igualmente elegía la estrella más brillante y pensaba en ti. La comparaba contigo porque pensaba que siempre estarías ahí cuando te buscara.

Rose le escuchaba mirando el cielo y se preguntó quién era Chris para ella.

- Para mí eres el sol, siempre estás ahí molestando, pero por eso sé que puedo contar con que siempre sabré dónde encontrarte. O mejor dicho, tú me encuentras a mí. Aunque a veces da mucho calor, se lo echa de menos cuando las nubes lo cubren y cuando es de noche siempre quiero que pase rápido para que llegue el día, porque me gusta la luz. Sin el sol no habría luz, y en verdad prefiero el calor, aunque a veces moleste, antes que tener frío.

Rose sabía que su comparación era algo extraña, pero Chris la comprendió.

- Esto no tiene nada que ver con mi deseo, ¿verdad?

- Podría enseñarte mi diario, pero prefiero quemarlo- bromeó Rose-. No es la primera vez que lo pienso, pero no había pensado en una comparación celeste.

- ¿Me quieres decir entonces que soy molesto... pero prefieres que lo sea?- insinuó Chris, ocultando su sonrisa.

- Digo que a pesar de que a veces molestas... prefiero que estés a que no estés. Cuando dije lo de que no quería verte más era algo que pensé en ese momento, pero no para siempre...

Chris abrió los brazos como si la invitara a abrazarle y ella aceptó. Empezaba a pensar que quizá no necesitaba ese deseo, o quizá el deseo era lo que le estaba dando la oportunidad, pero ¿cómo averiguarlo? Primero quería que pasara el cumpleaños de Thoma y luego pensaría en tomar una decisión si las cosas iban bien.

- ¿Esta vez cuando despierte seguirás a mi lado?- preguntó Rose, alzando la mirada para encontrarse con sus ojos.

- Eso dije en la nota, ¿no? Si la próxima vez tengo que irme, te avisaré y tendré un buen motivo, y regresaré junto a ti pronto, pero ya no te dejaré sola. Al menos, hoy te aseguro que despertarás a mi lado.

-¿Y si te sale un asunto urgente?

- Te llevo conmigo aunque estés dormida- bromeó Chris-. Te diré bajito al oído que vuelvo pronto y te daré un beso- le susurró Chris.

- ¿Un beso dónde?- preguntó Rose curiosa.

- Donde pille.

Rose se sonrojó y escondió la cara en su pecho mientras Chris la estrechaba contra sí y apoyaba su cabeza en la de ella, sintiendo su perfume. Temía que las cosas cambiaran si la dejaba libre, si eran felices así no habría necesidad de revertir el deseo.

- Rose, ¿podemos seguir así hasta el cumpleaños de Thoma? Luego veremos qué hago con mi último deseo.

- Está bien, creo que puedo aguantar hasta entonces.

- ¿No más peleas y discusiones?

- Haré un esfuerzo.

Chris le pidió un beso y le fue concedido. Le gustaba, pero a veces se preguntaba si Rose de verdad quería. Una vez bajo la manta, Chris se quedó tumbado boca arriba y Rose se puso un poco de lado, con la cabeza y una mano sobre su pecho y una pierna entre las de Chris. Él pensó que se había tomado en serio lo que le dijo de ponerse cómoda. Estaba rojo, no esperaba que Rose quisiera estar así con él. La rodeó con los brazos, pensando que quizá realmente por una vez las cosas iban bien. O lo parecía.

- Rose, ¿de verdad quieres hacer esto?

- Sabes que el hecho de ser tu novia no influye en cómo lo soy ni de qué clase. Me has hecho aceptar estar en una relación, no convertirme en otra persona.

- ¿Entonces así es como sería si fuera de verdad?

- No lo sé. Yo lo imaginaba diferente. Solo hay una manera de averiguarlo.

- ¿Qué imaginabas?

- Que jugaríamos más, molestándonos y eso. Ya sabes, como siempre. Solo que oficial.

Ambos enrojecieron al darse cuenta de que las cosas que hacían no estaban tan lejos de ser como una relación de pareja, la diferencia estaba en las intenciones y sentimientos que tenían, de que durara y se casaran o de que solo fuera un juego que no tomaran en serio. No querían que fuera solo un juego, pero aún no se imaginaban una relación seria, con planes de futuro y todo aquello.

- Así que como siempre, ¿eh? ¿Incluye eso sentimientos?- preguntó Chris para ponerla roja, y también por curiosidad.

- El caso es que tendrás que intentarlo para saberlo, yo no te voy a contar nada. Y en cuando a si hago esto por voluntad sí, solo cuando me veas hacer algo y con mala cara puedes dudar. Te aseguro que no haré algo que no quiera sonriendo.

- ¿Estás sonriendo ahora?

- Puede...

Chris sonrió también. Estaba feliz de tener por fin un momento tranquilo con Rose. Esa noche durmió mejor de lo que había dormido en mucho tiempo. Ya no estaba tan preocupado por el último deseo. Las palabras de Rose le daban a entender que quería intentarlo siendo libre y no obligada por el deseo formulado esa tarde en un impulso de retenerla a su lado y que no volviera a desaparecer:" Deseo que aceptes ser mi novia y actúes como tal".

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