41. Deseo concedido
- Deseo lo mismo que Chris.
Chris se quedó atónito.
- ¿Estas segura?
- No noto nada...
- Dime... ¿qué harás cuando Thoma te pida ser su novia?
- Le rechazaré- respondió Rose, sin entender por qué.
Chris comenzó a reirse. Vio que un diamante del anillo de Rose había cambiado de color. Su risa se convirtió en una carcajada y Rose empezó a preguntarse si debía preocuparse. Chris intercambió de nuevo los anillos para pedir su deseo.
- Deseo que nadie fuera de esta habitación, ni siquiera la familia de Rose pueda ir en mi contra- dijo Chris sin soltar la mano de Rose.
A ella le recorrió un escalofrío y empezó a tener miedo. Sus intenciones cada vez le quedaban más claras. El poder le estaba corrompiendo y no podía hacer nada en ese momento, ya que saldría perdiendo. Lo mejor era esperar a que se calmara. Vieron que un diamante del anillo de Chris cambiaba de color y se lo dio a Rose mientras él se quedaba el otro.
- Deseo otro anillo como este- probó Rose, aunque nada sucedió y tampoco se cambió nada de color.
- Leo ya nos lo advirtió, no hacen magia exactamente. Sirven más para el control. Dejaré que te quedes ese anillo, de todas formas solo puedes formular el deseo cuando estás conmigo. No te lo quites a menos que sea para que no te lo vea tu familia. Llévalo siempre contigo excepto a clases y no lo pierdas. Es una orden.
Rose asintió. No pensaba perderlo de vista. Pero... ¿qué pasaba cuando iba disfrazada de Lily?
- ¿Y no sería más fácil ordenarme que lleve el anillo siempre que quedemos o vengas a verme?
- Esta bien, olvida el resto, llévalo cuando quedemos. Para el resto de veces, lo dejo a tu discreción. Eso sí, mantén el secreto y no pierdas el anillo.
- Por supuesto.
Chris se tumbó en la alfombra, como si disfrutara del momento.
- Vaya, hemos resuelto el misterio y tengo cinco deseos y tú dos, ¿no es maravilloso? Por no decir que me has regalado uno. Ahora tengo otro de sobra.
- ¿Cómo?
- No importa, tú piensa bien qué vas a desear. Por supuesto, los gastarás antes de mi penúltimo deseo. Seguiremos el orden alternándonos.
- Sí.
Chris estaba feliz, por fin las cosas marchaban según su plan, el cual acababa de empezar. Por fin había formulado ese deseo tan anhelado que le permitiría actuar con total libertad a partir de entonces, sobre todo en cuanto a Rose. Sofia, James y Dani ya no podrían oponerse a ninguna de sus decisiones en su relación con Rose, por lo que sin importar qué hacía con ella, no podían hacerle nada. Y con el deseo de Rose, sin darse cuenta ayudó en su plan, dejando a Thoma fuera del juego.
Rose estaba sentada en la alfombra abrazando las rodillas. ¿Qué acababa de suceder? ¿En qué se habían metido y adónde llevaría? Habría consecuencias, estaba segura. Que nadie pudiera ir en contra de Chris... nadie era nadie, ni las autoridades, ni las bandas, ni los profesores, ni los padres... aquello podía ser muy peligroso. Prácticamente podía hacer cualquier cosa que deseara y salirse con la suya. Entonces se percató de algo que Chris dijo al formular el deseo: "fuera de esta habitación". ¿Significaba eso que ella quedaba excluida del deseo?
- ¿Tienes sueño?- le preguntó Chris.
Rose negó. Después de lo ocurrido, no tenía nada de sueño.
- Yo tampoco, esto es muy emocionante- dijo Chris, que ya se imaginaba un camino de rosas.
"Esto es aterrador", pensó Rose, imaginando un infierno por delante. Ya no se sentía en igualdad de condiciones con Chris, no podía vengarse de él o castigarle como antes si se portaba mal, solo él podría hacerlo, ya que enfadarle podría resultar fatal. Había demasiada diferencia entre ellos en ese momento. Entonces sintió que él se había incorporado y estaba sentado a su lado de nuevo, deslizando sus dedos por un mechón de pelo todavía sin secar y se lo acercó a los labios, oliéndolo y besándolo al mismo tiempo. Rose sintió una pequeña corriente por su cuerpo, pero ya no era igual que antes. Sus preocupaciones y temores hacia Chris le impedían tener sensaciones placenteras.
- Aunque no tengo sueño, sí me gustaría tumbarme en la cama, ¿vamos?- sugirió Chris.
Rose asintió. Chris se levantó y le dio la mano a Rose para ayudarla a levantarse también. Fueron a la cama y Chris le pidió a Rose dejarle tumbarse con la cabeza en su regazo. Ella se sentó un poco de lado, apoyada en la almohada y Chris se tumbó y descansó su cabeza en el regazo de Rose. Empezó a relajarse y al sentir la mano de Rose en su pelo se preguntó por qué no lo haría más a menudo. No le dijo que le acariciara, Rose lo hizo por instinto. Verle ahí descansar pareciendo vulnerable, le daban ganas de mimarlo y cuidarlo, aunque no se lo mereciera. Poco después empezaron a tener frío y se metieron bajo la manta. Ella se tumbó bajo la manta para cubrirse y Chris la atrajo hacia sí.
- ¿Qué haces?- preguntó Rose.
- Solo quiero que duermas entre mis brazos, ¿ocurre algo?
- No...
Se sonrojó levemente y se dejó abrazar mientras le miraba. Aún había un poco de luz de los trozos de madera encendidos pero ya sin llama de la chimenea. Chris le acariciaba la cara a Rose. Una vez que rechazara a Thoma, ya nada la separaría de él. No lo permitiría.
- Chris...
- Dime.
- ¿Por qué me excluiste de tu deseo?
- Ah, te diste cuenta. Claro. Porque a ti ya te puedo dar órdenes de todas formas, así que prefiero que seas tú misma y seas sincera conmigo, no que estés de acuerdo conmigo sin tener elección por el deseo.
- Mmmm... ¿gracias? Pero estoy segura de que no te gustará escuchar mi opinión sincera.
- Siempre puedo mandarte callar- bromeó Chris, aunque a Rose no le hizo gracia-. Te escucharé, pero tomaré las decisiones que crea convenientes.
Rose se dio la vuelta con la excusa de no poder respirar bien y se quedó de espaldas a él. Chris la rodeó con los brazos y la tuvo cerca de él hasta que se quedó dormida. Mientras trataban de conciliar el sueño, Chris sentía en su interior una ligera incomodidad por la actitud de Rose. No lo decía, pero se notaba que no le gustaba nada esa situación. Se consoló con la idea de que quizá se acostumbraría y de tanto estar a su lado inevitablemente se encariñaría más con él. No quería considerar la posibilidad de que sus planes y la felicidad de Rose no fueran compatibles. Se imaginaba un poco diferente la sensación de dormir con ella, pensó que sería mucho más placentera. No se arrepentía de hacerlo, pero empezaba a pensar que hubiera preferido formular los deseos otro día y no esa noche. Se levantó y fue a recoger sus cosas. Le dejó una nota a Rose en la mesa y se marchó.
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