35. El robo
Había llegado la noche en la cual supuestamente Chris iría a por los anillos. Rose apenas pudo conciliar el sueño, por lo que fue a la habitación de sus padres a esperarle. Puesto que no podría evitar que sucediera, al menos no sería por sorpresa. Esperó y esperó, hasta que terminó por dormirse en la banquilla de la ventana. A la mañana siguiente, despertó con una sensación extraña en la frente y notó que tenía una chaqueta sobre sus hombros. Chris estuvo ahí, y la sensación de la frente debía de ser un beso. Todo parecía estar en su sitio. Miró el compartimento secreto y los anillos parecían estar ahí. Los cogió con la manga para no dejar huella en ellos y observó que uno de ellos, que debía tener un diamante de otro color según recordaba, estaba igual que el otro. Se preguntó cuánto tardarían sus padres en darse cuenta del cambiazo.
Volvió a su habitación y guardó la chaqueta de Chris en la mochila, para devolvérsela cuando le viera. La miró y la volvió a sacar, teniendo la curiosidad de ver a qué olía. No se decepcionó. Olía a Chris, una mezcla de su perfume y él. Decidió quedarse la chaqueta hasta que Chris se la pidiera. De un bolsillo asomaba un trozo de papel y lo cogió para ver si Chris le había dejado un mensaje. En efecto, era una nota: "Me lo pones demasiado fácil. Ten más cuidado. Recuerda: La cita será mañana por la tarde, demuéstrame que puedo confiarte a Thoma o acepta mi decisión".
Rose abrazó la chaqueta mientras seguía notando su aroma y se preguntaba si realmente era tan malo que Chris fuera su protector. Fue a desayunar y luego llamó a Thoma para decirle que Chris quería quedar con ellos la tarde siguiente. Thoma no parecía muy convencido, pero Rose le insistió diciendo que era una prueba, si la superaban, Chris la dejaría en paz. Thoma accedió, pero en su corazón sabía que parecía más una trampa que una prueba. La razón por la que aceptó fue porque tenía curiosidad por ver qué pretendía Chris. Antes eran amigos, pero hacía tiempo que no hablaban y ya no sabía qué pensar de él. Al día siguiente lo averiguaría.
El lunes después de comer, Rose avisó a sus padres y a Daniel que iba a una cita con Thoma y se marchó. A los tres les extrañó que llevara ropa informal, como si en vez de prepararse para una cita se preparara para la guerra. Incluso llevaba pantalones por debajo del vestido. Y no estaban tan lejos de acertar. En el lugar de la cita estaban Chris y Thoma conversando. Se acercó con precaución, tanteando el terreno. Cuando la vieron, ambos enarcaron una ceja, extrañados. Se saludaron y ninguno hizo ningún comentario sobre su atuendo. Mientras caminaban por la ciudad, Rose se preguntó de qué habían hablado antes de que ella llegara. Se detuvieron en una cafetería y pidieron helado. Chris se ofreció a pagar. Mientras iba a recoger los helados y pagaba, Rose aprovechó para preguntar:
- ¿Cómo fue tu reencuentro con Chris?
- Veo que no ha cambiado mucho, aunque sí ha madurado un poco más.
- Bueno, quizá no te parezca infantil, pero no significa que sea tan maduro... su forma de pensar...
- ¿Qué pasa con mi forma de pensar?- le preguntó Chris, que regresaba con los helados.
Le dio uno a Thoma y al darle otro a Rose hizo como que escuchó algo y miró a otro sitio mientras le daba con el helado en la nariz.
- Perdona, me distraje- se excusó con una mirada pícara, entregándole el helado y un pañuelo.
Thoma no pudo contener la risa al ver la cara de Rose y Chris también empezó a reirse mientras pasaba el dedo por la nariz de Rose y se lo lamía. Rose le miró con el dedo en la boca y se sonrojó. Cogió el pañuelo para limpiarse rápidamente y se rió un poco también, contagiada por la risa de los chicos. Tanto Thoma como Chris observaban los gestos y miradas el uno del otro cuando se trataba de Rose, quien no dejaba de pensar que no había sido buena idea quedar los tres.
- ¿Qué queréis hacer después?- les preguntó.
- Veréis, si os propuse quedar hoy es porque viene el circo a la ciudad. Creo que a Rose le gustaría ver cómo maltratan animales y se ponen en peligro los acróbatas- dijo Chris.
- ¿El circo? ¡Me encantaba de pequeña! Y no maltratan a nadie, no lo creo.
- Ajá.
- Los entrenan dentro de sus límites.
- Ya.
Thoma miraba la discusión entre ellos, se notaba que eran cercanos y que había química entre ellos, igual que lo notaron Hellen y Leo. No por nada se conocían desde pequeños, pero había algo más, algo entre ellos que creaba una barrera hacia los demás e impedía que pudieran llegar a estar más unidos con uno de ellos de lo que estaban entre ellos. ¿Podría él llegar a ese punto con Rose donde superaría su cercanía con Chris? Lo dudaba. A menos que se alejaran ellos, nadie podría interponerse. Chris no lo permitiría.
Poco después se dirigieron a la carpa donde habían montado el circo y cogieron las entradas. Mientras esperaban para entrar, Chris sintió un escalofrío y tuvo la impresión de que les vigilaban. Miró a su alrededor, pero había mucha gente. Tuvo un mal presentimiento y creyó saber de qué se trataba. Entraron y trató de no pensar en ello durante el espectáculo. A la salida tomaría medidas. Rose parecía disfrutarlo y se alegró de haberla traído.
- Mira esa equilibrista, creo que yo también podría- señaló Rose.
- No lo dudo, naciste para ser mona- lanzó una indirecta Chris con doble sentido.
- Eh, ¿a qué te refieres?
- Interpreta lo que quieras- bromeó.
- No le hagas caso, Rose- dijo Thoma tomando su mano-. Aunque yo tampoco dudo de que podrías.
Rose no estaba muy segura de si estaba recibiendo cumplidos o burlas, pero lo dejó pasar y siguió mirando y haciendo comentarios de asombro. Entonces, un mago hizo desaparecer un conejo en su chistera y dijo que estuvieran atentos, pues el conejo podría aparecer entre los pies del público. Todos miraban abajo. Chris vio el conejo y lo cogió. Se lo mostró a Rose, quien estaba encantada y lo acarició un poco.
- Hora de devolverlo- dijo Chris, preparándose para lanzar al conejo hacia el mago como si fuera una pelota.
- ¡No lo tires!- se asustó Rose.
- Es un mago, ¿no? Puede hacer que aparezca y desaparezca, no se hará daño.
Antes de que Rose pudiera protestar, Chris lanzó el conejo, que aterrizó de milagro en la chistera. Todos estaban boquiabiertos, mirando a Chris. Thoma se rió y empezó a aplaudir. Los demás pensaron que era parte del espectáculo y todo estaba planeado para un momento de comedia y le imitaron. Rose aún no sabía cómo reaccionar, estaba asombrada, pero también había pasado miedo por el pobre conejo, que parecía encontrarse bien cuando el mago lo sacó de la chistera de nuevo, comprobando también su estado. Los del circo decidieron fingir que había sido parte del acto y tomaron nota para planificar más sorpresas que surgieran de entre el público pero con personal cualificado.
Al salir, Rose le preguntó a Chris si sabía que "enchistaría" el conejo. Chris se encogió de hombros.
- Es más divertido no conocer el resultado, ¿no crees?
- Eres increíble- dijo ella con tono de desaprobación.
- Lo sé- sonrió Chris, confiado.
Rose suspiró. No había nada que hacer con él.
- Por cierto, Thoma, gracias por sacarnos del centro de atención.
- No es nada, Rose, no quería que te preocuparas.
- Parejita, aquí se dividen nuestros caminos, tengo algo que hacer antes de volver a casa, así que me iré por ahí- dijo Chris señalando una calle oscura-. Thoma, cuida de que Rose llegue bien a casa, ya está anocheciendo.
- Descuida- respondió Thoma.
Se despidieron, pero Rose no quiso marcharse. Había algo que no le cuadraba.
- ¿Ocurre algo, Chris?- preguntó.
- No. Podéis iros. Ya.
- Pero me extraña que nos dejes solos, no es propio de ti...
- ¿Qué no entiendes de que te vayas? ¿Tengo que ordenártelo?
Thoma también empezó a tener un mal presentimiento y no estaba seguro de si lo mejor era llevarse a Rose de ahí o quedarse con Chris para defenderle si hacía falta. El tiempo se les acabó pronto, pues se vieron rodeados por un grupo de jóvenes con malas pintas.
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