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28. Trato sellado

Durante la comida, Thoma y Rose compartían miradas de incomodidad al escuchar a sus padres hablar sobre ellos. Se les quitó el apetito y en el postre se excusaron con el pretexto de que Thoma iba a enseñarle a Rose su colección. Se trataba de los tickets de las obras de teatro que hizo y vio, lo cual era algo simbólico para él, pero lo que quería era estar a solas con Rose, lejos de las conversaciones interesadas de sus padres sobre colaboración en los negocios en el futuro. Sofia y James no veían viable ese trato y trataron de mantener la separación entre las empresas familiares y la relación de sus hijos de la forma más discreta posible. Rose estaba agradecida por haber salido de ese ambiente tenso.

- No estoy segura de que tus padres me vean de una forma genuina... sin tener en cuenta mi posición social- le comentó a Thoma.

- Es cierto que quieren lo mejor para la empresa, ya que también es mi futuro, bueno, nuestro, pero seguro que cuando te conozcan más también te cogerán cariño- les defendió Thoma.

Rose sonrió de forma forzosa. No se sentía del todo cómoda en esa casa. Esperaba no tener que vivir ahí si se casaba con Thoma. Casarse... en ese momento, la palabra le parecía extraña, lejana. Era aún joven para eso. No se había enamorado nunca tanto como para querer casarse.

- ¿Rose?

La voz de Thoma la sacó del trance y le miró, con cara de no saber qué estaba pasando.

- ¿Decías algo?

- Que si quieres que tengamos una cita el domingo.

- Está bien.

- ¿Y a Chris le parece bien?- insinuó Thoma.

- Claro, él siempre te ha apoyado.

- Hace mucho que no le veo y hablamos... Creo que debería hacerlo pronto.

Rose miró por la ventana, recordando el día de la feria con Chris y los demás y ese día en el que se besaron por última vez. Inconscientemente se humedeció los labios moviéndolos hacia dentro y sacando un poco la lengua. Thoma se acercó a ella desde atrás y le puso una mano en el hombro.

- ¿Estás segura de que esto es lo que quieres?

- Quiero descubrirlo. Ya te dije que era un riesgo que debías decidir si correr.

- Por supuesto, de todas formas no iba a funcionar con Hellen. Solo te pido que si aceptas ser mi novia que sea porque realmente sientes algo por mí.

- Por supuesto, Chris me mataría si jugara contigo.

Thoma sonrió. Chris era protector de lo que le importaba, aunque lo hiciera a su manera y con métodos cuestionables. En eso tenía algo en común con su padre Carl y con James. No quería ser enemigo de Chris o de James, eso lo tenía claro. Escuchó algo sobre Lawrence y la verdad, se libró con demasiada facilidad.

Llegó la hora de irse y Rose dirigió su mirada al reloj en cuanto escuchó que daban las cinco. Antes de irse, Thoma la detuvo un momento, sosteniéndole la mano. Parecía preguntar con la mirada si se le permitía un beso, pero Rose se apartó un poco, haciendo ademán de darse prisa, por lo que le besó la mano e hizo una reverencia. Rose le respondió con otra y Thoma la acompañó a la entrada, donde esperaban sus padres. Se despidieron y fueron a su casa. En el trayecto, Sofia le preguntó a Rose si ella había tomado la decisión de estar con Thoma por su cuenta, a lo que ella respondió afirmativamente.

- No estás obligada a estar con nadie si no quieres- le recordó su padre.

- Lo sé.

Rose se preguntaba por qué todos dudaban de su decisión. ¿Tan poca confianza inspiraba? Esperaba que no se le notara en la cara que se acordaba de Chris, aunque sí se la veía indecisa y distraída. Esa tarde al llegar a casa se puso a estudiar, como siempre, pero no se concentraba. Le costó dormir también. Acabó soñando con Thoma y Lawrence en un puente colgante y Chris cortando las cuerdas mientras ella estaba al otro lado, viendo cómo se caían al vacío y quedaba un abismo entre Chris y ella. Era como si lo que creaba un vínculo con él afectara la relación con otros chicos. Se despertó, pensando en lo extraño que era ese sueño. No dejó de darle vueltas hasta que llegó al instituto. Estuvo distraída durante las clases. Hellen se lo hubiera hecho notar si no fuera porque ella también estaba distraída. Después de clases, Leo le entregó el diario y cuando vino Chris, le pidió que les contara lo que sabía. Rose ni miraba a Chris a los ojos. Este se dio cuenta de que estaba rara, pero hizo caso omiso.

- Hoy he quedado para comer- dijo Leo señalando a Hellen, que se acercaba a ellos-. Pero el domingo quedamos en mi casa y os cuento todo lo que sé.

- ¿No puede ser otro día?- preguntó Rose.

- Si te importa tanto, ven el domingo. Yo no tengo por qué estar quedando con vosotros para contaros cosas.

Rose se calló y Chris le aseguró que el domingo estaría allí. Mientras caminaban de regreso a casa, Rose echó un vistazo al diario y leyó algunas frases que la hicieron cerrarlo de golpe. A Lyon le gustan los detalles, desde luego. Chris alcanzó a captar de reojo algunas palabras y se hizo una idea de qué se encontraría ahí.

- ¿Prefieres que me lo lea yo y te lo cuente?- preguntó Chris.

- Por una parte quiero leerlo... por otra parte no quiero imaginar a mi madre haciendo estas cosas con otro que no sea mi padre...- se sonrojó.

- Bueno, tú no has tenido experiencias románticas con un solo chico, es igual que si tus hijos se enteraran de que...- Chris se calló, la verdad era que no era para nada buena idea y ni siquiera él quería que ella supiera lo que hizo con otras chicas ni quería imaginar lo que ella haría con otros chicos. Era algo incómodo. Aunque apoyaba a Thoma, tampoco quería imaginarla con él, haciendo lo que ellos hacían.

- Tampoco sé si quiero que leas eso sobre mi madre- respondió Rose.

- Lo imaginaré como una historia de adolescentes. Lo leeré y te contaré qué partes son las que podrían resultarte incómodas y cuando lo leas lo tendrás en cuenta.

- No sé...

- Decidámoslo a piedra, papel o tijera.

Rose volvió a casa con las manos vacías. Seguía sin estar segura de que fuera mejor que Chris se lo leyera primero, pero nada podía hacer, ya que perdió. Al llegar a casa, su mochila se cayó al suelo y los libros salieron y se deslizaron por el suelo. Mientras los recogía, Sofia venía a ayudarla.

- Vaya, parece ser que se te ha descosido una correa de la mochila- comentó su madre.

- Eso parece. Iré a coserlo.

Por suerte, no tenía el diario consigo o su madre lo habría visto. Mientras iba a su habitación, James le avisó de que la comida estaría lista en unos minutos y no tardara. Rose le dio un beso en la mejilla, saludándole y fue a dejar la mochila al lado del escritorio. Después de comer, pensaba ponerse a coser, pero se dio cuenta de que no le quedaba hilo de ese color. Quiso salir a comprarlo, pero sus padres le dijeron que primero terminara la tarea. Quedaba poco para que anocheciera, pero Rose insistió en salir a comprar hilo. Sus padres no estaban muy convencidos, por lo que mandaron a Daniel para que fuera con ella. Se dirigieron a la tienda y Rose pudo comprar el hilo. Daniel fue un momento a la tienda de enfrente para mirar unas cosas. Al salir, se encontró a Chris, que paseaba por esa calle.

- ¿Rose?

Ella se sorprendió al verle.

- ¿Qué haces por aquí?- le preguntó.

- Voy a comprar. Por cierto, me pasé la tarde leyendo el diario...- se acercó a ella y le susurró al oído-. Estaba muy interesante, me da muchas ideas.

Rose se sonrojó por completo y se apartó de él, haciéndose una idea de a qué se refería.

- ¿Qué ocurre?

- Sabes que estoy dándole una oportunidad a Thoma...

- Ah, ¿creías que me daba ideas sobre qué hacer con una sirvienta? Me refería a que me da ideas sobre lo que pudo haber ocurrido... pero la verdad, ahora que sacas el tema...- le cogió la barbilla para que le mirara-. No me importaría intentar algunas de esas cosas contigo si fueras mi sirvienta personal- le guiñó un ojo.

A Rose le recorrió un escalofrío. Él no se daba cuenta, pero por ese deseo, ella no estaba tan lejos de ser una sirvienta obediente, temía que llegara el día en el que lo descubriera. Tragó saliva.

- ¿Y qué cosas son esas?

- Era broma, sabes que apoyo a Thoma. ¿Por qué estás interesada?- la miró con picardía.

Rose se sonrojó aún más. Le golpeó en el hombro, mostrando su molestia.

- Eres idiota.

- ¿Por qué?- le preguntó Chris, sujetándole la mano.

- Me haces pensar esas cosas, no es justo...

- Te voy a contestar a tu pregunta. Las cosas que haría... bueno, ya será tu turno de tener el diario y lo verás tú misma. Cuando lo leas, imagina que eres tú, no tu madre. Y en cuanto a quien escribe el diario... me pregunto a quién imaginarás. Tendrás que decírmelo.

Dicho eso, le soltó la mano y Rose se apartó y giró la cabeza, no queriendo mostrarle su rostro, aunque Chris ya se había percatado del cambio de color en sus mejillas. Y al sujetarle la mano, notó su pulso, que se iba acelerando a medida que le escuchaba. Le divertía jugar con ella, a pesar de que su conciencia le recordaba que debía dejarla en paz y respetar su decisión de estar con Thoma. Desde luego, al leer aquel diario solo podía imaginar que los protagonistas fueran él y Rose, excepto por la parte en la que tenía una enfermedad mortal, claro. Y si fuera él, hubiera aprovechado mucho más de lo que Lyon hizo con Sofia. Lo que daría por que pudiera tener a Rose de sirvienta aunque solo fuera un día... A quién quería engañar, quería que fuera suya todos los días. Leer los deseos de Lyon que no llegaba a cumplir para no asustar a Sofia le recordaba a sus propios deseos con Rose. ¿Realmente sería capaz de dejársela a otro, aunque fuera el chico que más le convenía?

- Rose... ¿serías mi sirvienta por un día?- le preguntó por curiosidad. No esperaba una respuesta sincera, pero era más probable tener una respuesta preguntando que callándoselo.

Rose se dio la vuelta y le miró. ¿Qué debía contestar? ¿Y si él se lo pedía de verdad? No podría negarse. Si decía que no, él podría intentar pedirlo, y si decía que sí, también, y además la molestaría haciéndola sonrojar con preguntas incómodas. Se acercó a él y apoyó las manos sobre su pecho mientras le miraba a los ojos. Chris se sonrojó al verla tan cerca de repente.

- ¿Serías tú mi sirviente por un día?

Aquella pregunta le dejó descolocado, no sabiendo cómo reaccionar. Le miró los labios y no se le ocurrió otra cosa que decirle:

- Bésame y lo seré.

No se le ocurrió que Rose fuera a tomárselo en serio, creyó que se molestaría y se iría, o le daría una bofetada y él le diría que era broma y se cobraría un castigo por golpearle. Quizá simplemente quería ver su reacción, por si colaba. Lo último que esperaba era sentir de pronto los labios de Rose en los suyos. Era algo que no creyó que volvería a experimentar, pero ahí estaba, saboreándolos de nuevo, esos dulces y carnosos labios que le volvían loco. Cerró los ojos y se dejó llevar, perdiendo la noción de la realidad por unos instantes en los que el tiempo pareció detenerse.

- ¡Rose!

Ambos se apartaron como electrocutados, mientras sus cabezas se giraban hacia Daniel, quien les miraba incrédulo. Se sonrojaron, sabiendo que no podían explicarlo. Daniel no esperó a que dijeran nada, cogió a Rose de la mano y la llevó de regreso al coche. Ella fulminó a Chris con la mirada y le advirtió:

- Ya sabes lo que me debes.

Desde luego, a cambio de ese momento vergonzoso, aprovecharía bien tenerle de sirviente por un día. Por eso y por todas esas órdenes que no podía evitar obedecer aunque él no lo supiera. Iba a vengarse de él como no podría imaginar.

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