25. Los anillos
La puerta de la habitación de Sofia y James se abrió lentamente, dando paso a un rayo de luz desde el pasillo. Rose fue a abrir las cortinas para que entrara luz. Chris entró tras ella y examinó la habitación. Una cajita sobre una de las mesillas de noche atrajo su atención. Mientras, Rose fue a mirar los cajones de la cómoda. Encontró dos anillos en un compartimento secreto que ella también tenía en la cómoda de su habitación. Entonces escuchó a Chris decir que había encontrado los anillos. Aquello le pareció un poco sospechoso, por lo que se guardó los que ella encontró y cerró el cajón. Chris se puso un anillo y le dio el otro a Rose.
- Vamos a ver si funcionan- propuso Rose.
- Deseo que te enamores de mí- bromeó Chris.
A Rose no le hizo gracia, pero decidió seguirle la corriente para ver adónde pretendía llegar. Cerró los ojos un momento y tras abrirlos, sonrió a Chris como si estuviera embobada con él.
- ¿Cómo puedo saber si ha funcionado?- se preguntó Chris-. Dime qué sientes por mí.
- Yo... creo que estoy enamorada de ti- dijo Rose cubriéndose la cara con las manos por la vergüenza.
- Bésame.
A Rose se le escapó una mirada de protesta, pero trató de disimularla. Se acercó a él, pero no era capaz de besarle. Le daba mucha vergüenza. Cerró los ojos y puso morritos, esperando que Chris se acercara, pero él siguió esperando que ella lo hiciera. Abrió los ojos y le vio con una expresión de incredulidad. Eso la hizo echarse atrás.
- Si solo yo voy a besarte me da vergüenza...- trató de disimular Rose.
- ¿Harías lo que te pidiera si yo también colaboro en vez de dejar que lo hagas sola?
- Sí...- contestó Rose sin pensar.
- Entonces... vamos a tu habitación.
La cogió de la mano y salieron, Chris cerró la puerta y fueron a la habitación de Rose. La condujo hasta la cama y la tumbó en ella mientras él estaba encima y le susurró al oído lo que quería que hicieran. Rose reaccionó rápidamente pegándole una bofetada y tratando de incorporarse. Chris no la dejó.
- Tendrás que actuar mejor para tu carrera en el teatro- insinuó.
Rose se dio cuenta de que la había pillado.
- En ocasiones normales, no te dejaría pasar la bofetada... pero teníamos un trato de que aceptaríamos un castigo del otro si era merecido.
- Claro que te lo mereces, ¡cómo te atreves! Prometiste que me respetarías.
- ¿De verdad pensaste que rompería mi promesa?
- Pues... yo... parecías tan decidido...
- Decidido a desenmascararte. Bueno, por lo visto esos anillos no funcionan...
Se levantaron de la cama. Los anillos que tenía Rose en el bolsillo cayeron y rápidamente los agarró, esperando que Chris no los viera.
- ¿Qué escondes en la espalda?
- Nada...
- Rose, sabes lo que te espera si me ocultas algo.
Ella suspiró, dejando que Chris le abriera la mano y viera los anillos. Los examinó y vio que había muy pocas diferencias con respecto a los otros.
- Estos deben de ser falsos- dijo quitándose el anillo del dedo y cogiendo el de Rose. Los reemplazó por los otros dos-. Y estos deben de ser los verdaderos. ¿Dónde estaban?
- En un compartimento secreto...
- Con más razón para creer que son de verdad. Vamos a devolver los falsos.
Tras dejarlos en su sitio, volvieron a la habitación para probarlos.
- Deseo que lluevan caramelos- bromeó Rose.
- Y yo deseo que no malgastes los deseos- le recordó Chris.
- Y yo que dejes de mandarme por una vez.
- Desearía que me hicieras caso- dijo Chris alzando el tono y cogiéndole la mano a Rose.
- ¡Déjame en paz!- protestó Rose quitando su mano-. ¡Eres un egoísta y...!
- Cállate.
Rose quiso protestar de nuevo, pero no pudo. Intentó hablar, pero no le salían las palabras. Se quedó de piedra. ¿Cómo era posible? ¿El deseo de Chris de que le hiciera caso se había cumplido? Aquello podía ser una pesadilla. Por nada del mundo podía dejar que Chris lo descubriera. Con miedo de no poder volver a hablar o rechazarle, se dio la vuelta y se cruzó de brazos, fingiendo no querer hablar con él. Chris se sintió un poco mal por su reacción y decidió arreglarlo.
- Puedes hablarme...
- Eres idiota- contestó Rose al instante, aliviada por haber recuperado su voz-. Desearía que dejaras de intentar que las cosas vayan a tu manera.
- Eso es algo innato de todos, siempre intentamos que salga a nuestra manera. Pero lo siento, no debí alzar la voz.
- Desearía que te callaras tú y no volvieras a decirme nada y me dejaras en paz.
- Creo que por hoy hemos tenido suficiente... seguiremos investigando cómo funcionan los anillos otro día.
Rose se dio cuenta de que ninguno de los deseos había funcionado, salvo el de Chris de que le hiciera caso. Algo debió de pasar para que se cumpliera ese. Pero lo más seguro era que Chris se olvidara de ello.
- Los anillos no funcionan, vamos a devolverlos.
- Dame el tuyo, quiero llevármelos y mirarlos en casa. Mañana te los devuelvo.
Rose no quería dárselo, pero una fuerza invisible la empujaba a obedecer. Trató de luchar contra ello, pero no pudo. Se quitó el anillo y se lo dio, muy a su pesar.
- Tráemelos pronto, quiero dejarlos en su sitio antes de que mis padres regresen- le pidió.
- Está bien, no te preocupes.
Le acarició la cabeza y se marchó. Pero el ambiente entre ellos se había puesto algo tenso, se había enfriado. Rose se dio cuenta de que quizá tendría que hacer caso a Chris toda su vida si no encontraba la forma de anular el deseo. Tenía miedo. Fue corriendo tras él y le pilló antes de que saliera por la puerta principal. Le abrazó, sorprendiendo a Chris.
- Por favor, si descubres que puedes pedir deseos, no lo uses en mi contra- dijo Rose reprimiendo las lágrimas.
Chris no la había visto así desde la última tormenta que pasaron juntos. Quizá incluso desde la primera. Se le ablandó el corazón al verla así y la abrazó, tratando de transmitirle la seguridad y confianza que sentía que ella necesitaba.
- Sé que quieres que te haga caso, pero dame la libertad de que yo decida hacerlo, por favor- sollozó ella.
- No quiero que seas ninguna sumisa sirvienta mía, Rose. Solo quiero que me escuches en vez de protestar a todo... Tengo mis razones para decirte las cosas.
- Sí lo sé, pero... el poder corrompe...
- No temas- le sustuvo la cara entre sus manos y le dio un beso en la frente-. Aunque me corrompiera el poder, ver que no eres feliz me devolvería la razón. Sé que me ayudarías a despertar. Pero no será el caso.
- ¿No quieres poder?- preguntó Rose.
- ¿Quién no quiere poder? Pero no creo que lo necesite, la verdad. Aunque mandar a algunos no estaría mal, como a ese desgraciado de Lawrence... defenestración- sonrió con malicia Chris, luego se rió al ver la cara de Rose-. Es broma.
- Más te vale.
Chris le secó la cara con su pañuelo y se lo dejó para que lo tuviera ella. Quería algo antes de irse, se la quedó mirando, preguntándose si hacerlo o no. La veía tan desconsolada que quería dejarle una muestra de cariño. Rose le miraba, esperando que dijera o hiciera algo para despedirse. Levantó la mano y la movió, en señal de despedida.
- Hasta mañana.
Chris le cogió la barbilla y se acercó a darle un tierno beso en los labios, señal de despedida y también para que no se preocupara.
- Hasta mañana, princesita llorona.
- No soy...
Chris le guiñó un ojo y le sacó la lengua, haciendo que sonriera. Sonrojada, se despidió de él mientras se alejaba hasta salir del jardín y rumbo a su casa. Tras cerrar la puerta, se quedó pensando en todo lo ocurrido. Fue a su cama y se echó en ella, mirando el pañuelo de Chris. Habían pasado demasiadas cosas en una tarde. Había cogido los anillos de sus padres, resultó que un deseo se cumplió y tenía que disimular para que Chris no se diera cuenta... Necesitaba librarse de esa maldición. Pero no podría contar con él, si le decía la verdad, se aprovecharía, seguro. Y lo peor era que descubriera que realmente los deseos se cumplían. Primero debía averiguar qué clase de deseos tenía Chris. Y sobre todo, deseaba que sus padres no les descubrieran. Pero se darían cuenta tarde o temprano, la verdad siempre sale a la luz.
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