24. Un juego peligroso
Chris cerró la puerta, no sin antes asegurarse de que no había nadie.
- No hay nadie, Chris, el cocinero y los criados suelen estar en la cocina a estas horas, y sabes que tenemos el personal muy justo. Mis padres no vuelven hasta mañana por la noche y Daniel no estará hasta la madrugada. ¿Por qué tantas precauciones?
Chris fue a sentarse en el sofá, al lado de Rose, pero girado hacia ella para verse las caras. Ella se dio cuenta de que no se trataba de un asunto cualquiera. Y de hecho, intuía de qué podría tratarse.
- Recordarás nuestro trato sobre el misterio de esa isla, ¿no?
- Sí, claro. No soy de las que se echan atrás.
- Entonces, ¿me ayudarás a buscar los anillos?
- Pero pertenecen a mis padres... sería como robarles- dudó ella.
- Solo vamos a averiguar si de verdad funcionan, luego los devolvemos. Lo podemos hacer esta misma tarde, los miramos, los probamos y los devolvemos a su sitio.
- ¿Y no crees que los llevarán puestos?
- ¿Llevarían algo tan valioso siempre con ellos? Quién sabe si no llevan copias y se guardan los de verdad para otra ocasión...- razonó Chris.
Rose no estaba segura de ello, pero ella también tenía curiosidad. Estaban solos en casa esa tarde, ¿qué podría salir mal? Y aun así, esa frase solía indicar que ocurriría exactamente eso. Al verla dudar, Chris decidió recordarle otra parte del trato.
- O quizá prefieras el castigo- le puso la mano en un lado del cuello y luego empezó a indicarle sitios de su cuerpo donde podría dejarle la marca.
La primera reacción de Rose hubiera sido negarse y acceder a ayudarle, pero antes quiso saber cómo de lejos llegaría Chris y antes de que hiciera algo, decir que aceptaba. Al ver que no se resistía, Chris la tumbó en el sofá y decidió que la marca iría en el muslo, a mitad de camino entre la ropa interior y el borde de la falda. Mientras le subía la falda y se acercaba, Rose decidió que había tenido suficiente. Sentir el roce de su mano en la pierna le aceleraba el corazón y le subía la temperatura. Alargó sus manos hacia la cabeza de Chris y la atrajo hacia su rostro, para que se miraran a los ojos.
- No creíste que te lo pondría tan fácil, ¿verdad?- le dijo ella, esperando que quitara la mano de su falda y su pierna.
- Ya estabas tardando- sonrió él, mirándola con picardía.
En efecto, retiró su mano, solo para llevarla a la mejilla de Rose, mientras con la otra se apoyaba en el sofá.
- No me negarás que tú también quieres...- insinuó, acariciándole la mejilla.
- ¿Querer... qué?- Rose estaba nerviosa, pero a la vez hipnotizada por su mirada y sus caricias.
- Colaborar conmigo para descubrir el secreto, ¿qué si no?
Rose despertó de golpe y se apartó. Estaba jugando con ella, estaba claro. Chris estaba encantado con su reacción. Cada vez se resistía menos, pronto le demostraría que era capaz de cumplir su palabra. Era divertido, pero en algún momento tendría que ponerse serio. Esperaba que Rose estuviera lista para ello cuando sucediera.
- ¿A qué viene esa cara sonrojada de decepción? ¿Esperabas otra cosa?- le preguntó acercándose a ella de nuevo.
Rose se levantó del sofá, indignada, aún con las mejillas rosadas y la mirada en otro lugar que no fueran sus ojos. Chris siguió con el juego.
- ¿No es cómodo el sofá? ¿Prefieres sentarte en mi regazo, más cerca de mí?- dijo con las manos sobre los muslos, dando palmaditas indicando que se sentara.
- Deja de bromear...
- ¿Quién dijo que es una broma? Ven.
Rose no sabía cómo reaccionar. La Rose de antes le hubiera pegado, pero sabía que Chris se la devolvería y la haría pasar vergüenza, o quizá hubiera reaccionado mal, pero por alguna razón no era capaz. Chris solía ponerla de los nervios, hasta que empezó a divertirle jugar a su juego. Por una parte, quería ver adónde pretendía llegar Chris, por otra parte... no quería que pareciera que ella también lo deseaba. ¿Quería? ¿Desde cuándo? ¿Por qué? Se dio cuenta de lo que estaba pensando y enrojeció aún más. No podía ser. No Chris. ¿Y por qué no Chris? De nuevo un dilema moral que concluyó con el recordatorio de que el objetivo de Chris era enamorarla y luego rechazarla, como parte de la venganza que le prometió hace tiempo, por dejar a Thoma y estar con Lawrence. ¿Sabía que ya no estaba con Lawrence?
- Chris...- dijo ella acercándose a él y situándose delante de él, entre sus piernas, que estaban entreabiertas al estar sentado-. No necesitas hacer esto.
Era el turno de Chris de quedarse confuso mientras ella tomaba su rostro entre sus manos y hacía que alzara su mirada hacia ella. Empezaron a notarse unos tonos rosados en sus mejillas. Normalmente era él quien la hacía mirarle. Estar en su lugar le hacía sentir algo extraño en el estómago.
- No sé si lo sabías, pero ya no estoy con Lawrence desde tu cumple. En verdad no quería estar con él, tenía pensado pasar página hace tiempo. Y no he traicionado a Thoma, yo realmente quería estar con él, pero tuve que irme y ahora tiene novia. Ya no hay necesidad de tu venganza, puedes ser tú mismo y elegir con quién...- se le entrecortó la voz por un momento-. Con quién ligar, a quién enamorar y de quién enamorarte. Deja de intentarlo conmigo, no tiene... sentido ya, ha pasado mucho tiempo, deja la venganza, por favor...
Chris aún la miraba embobado hasta que se dio cuenta de lo que le estaba diciendo.
- ¿Qué venganza?- se le escapó.
- No te hagas el despistado, dijiste que me enamorarías para luego romperme el corazón.
- ¿Por qué haría yo eso? ¿Crees que sigo siendo el mismo adolescente loco e insensible de hace años?
- No ha pasado tanto tiempo... Cuando estaba con Lawrence dijiste que por estar con él ibas a intentar entrometerte y...
Chris se levantó de golpe, haciendo que Rose diera un respingo.
- No he seguido con la venganza, Rose. Eso es algo infantil.
- Pero lo de Lawrence...
- Quería protegerte de él, no vengarme.
- Bueno pues...- Rose evitó su mirada, tratando de pensar con claridad-. Ahora ya no estoy con nadie peligroso si tú no cuentas, así que no tienes que seguir con...
- Rose.
Era ese tono de voz. El que Chris usaba para indicar que no estaba de broma. El que le daba escalofríos y la hacía mirarle a los ojos, esperando su próxima frase con una pizca de curiosidad y temor. Chris estaba serio, pero no quería asustarla. Le acarició la cabeza un poco para que se calmara.
- Lo que hago, es porque quiero. No necesito una razón.
"Aunque la tenga", pensó él, pero eso era algo que se guardaría para sí por el momento.
- Pero... pero... pero... No entiendo...
- No lo pienses, ¿vale? Tú solo actúa como sientas que quieres, deja los debates mentales. En su momento las cosas se aclaran y se resuelven. No es fácil conocer la razón por la cual hacemos algo, pero hasta que la descubrimos, ¿por qué perder el tiempo confusos cuando podríamos tener buenos recuerdos?
- Tú solo quieres hacer lo que te dé la gana conmigo y luego no tomar responsabilidad de tus acciones- se molestó Rose, sin tragarse nada de lo que dijo Chris para persuadirla a seguirle el juego.
- ¿Entonces no quieres seguir jugando?- insinuó Chris susurrándole al oído.
- Así que es eso... Jugaremos, pero con mis reglas.
- ¿Qué reglas?
- Te harás responsable.
- Por supuesto- dijo acariciándole la mejilla.
- Y si encontramos a alguien el juego para.
- Hasta entonces sigue...- susurró Chris mientras llevaba las caricias desde la mejilla hasta sus labios.
- Pero... sin pasarse...- le recordó Rose, siendo lo último que pudo decir antes de cerrar los ojos y sentir los labios de Chris en los suyos.
Sumidos en una conexión mutua de atracción irresistible, no recordaron que debían bajar a comer hasta un rato después, cuando se sobresaltaron al escuchar a una criada llamar a la puerta de Rose y avisar que la comida ya estaba servida. Rose permaneció en los brazos de Chris unos segundos más, antes de separarse y arreglarse un poco la ropa y el pelo para bajar a comer. Ambos estaban aún algo ensimismados, recordando lo que sentían estando juntos. Mientras comían, Rose empezaba a salir del trance y darse cuenta de lo que estaba haciendo. Se había dejado llevar por Chris, a pesar de que le dijo que era un juego. Pero estar demasiado tiempo con él haciendo esas cosas llevarían a sentir cosas que ya no serían para nada un juego. ¿Qué pasaría entonces? Chris accedió hacerse responsable, pero nadie podía obligarse a sí mismo a sentir algo, y ser correspondida era lo único que querría llegado el momento.
- Chris, esto no va a funcionar...- le dijo ella terminando el postre-. No quiero llevar un juego tan lejos... Jugar no debería implicar acciones románticas. Eso es para parejas... gente que se quiere...
- Ah, a ti te gusta más cuando te perseguía y peleábamos y los castigos... como esa vez que te di en...
- No hace falta que me lo recuerdes...- se sonrojó Rose-. Pero sí, prefiero cosas menos... obviamente románticas.
- Puedo jugar bien a cualquiera de esas versiones- dijo Chris yendo hacia ella y colocándose detrás de su silla-. Pero no te aseguro que no sentirás nada con tus preferencias- le susurró al oído, poniéndole a Rose los pelos de punta.
- Simplemente menos... obvio. Luego salen rumores y...
- Ah, ya veo... Como desees, jugaremos a tu manera.
La mirada pícara de Chris no la dejó más tranquila, de hecho le hizo sentir mariposas en el estómago, pero le gustaba más un juego que podría controlar. Y en verdad era divertido jugar con castigos, como antes. No quería entrar de nuevo en ese peligroso terreno del que no sabía salir, con dulces besos, suaves caricias y sentimientos desbordantes.
- ¿Vamos a buscar el tesoro, mi dama?- bromeó Chris, tendiéndole la mano para ayudarla a levantarse de la mesa.
- Vamos, señor pirata- le siguió la corriente Rose.
Desde luego, ese juego era más de su estilo.
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