23. Una nueva amenaza
El primer día de clase, Rose se levantó temprano y buscó algo bonito para ponerse. Quería ir guapa ese día. Se sorprendió a sí misma al preguntarse a quién quería impresionar. De pie frente al espejo, notó un cambio de color en su rostro. Apartó la mirada y se apresuró a coger la mochila para bajar a desayunar. Daniel ya estaba en la mesa.
- Buenos días. ¿Y tus padres?- preguntó él.
- Ya han salido. Mamá vino a avisarme que tenían que irse pronto y que volverán mañana por la noche. Algo de una conferencia... Estaba medio dormida, no sé muy bien qué dijo- explicó Rose sentándose a desayunar.
- Se fían porque estoy aquí.
- Ni que fuera a traerme a algún chico ya desde el primer día...
Daniel la miró enarcando una ceja, dando a entender que era bastante probable. Ambos sabían muy bien quién era el candidato. Hicieron algunas bromas mientras desayunaban y salieron para ir a clase. Tomaron caminos diferentes, ya que Daniel iba a la universidad y Rose al instituto. Esperaba encontrarse con Chris por el camino, pero no fue así. De hecho, lo que no esperaba era que habría clases distintas, una para ciencias, otra para humanidades, otra para arte y otra de sociales. Claramente estarían en clases diferentes. Ella tenía claro que quería dedicarse a teatro. Y si podía escribir obras de teatro, mejor. Chris por su parte, se dedicaría a llevar adelante la empresa de sus padres, por lo que necesitaba estudiar economía, matemáticas, etc. Daniel se ofreció para ser el sucesor de la compañía de James y Sofia para que Rose tuviera la libertad de elegir su futuro. Además, él tenía interés en ese tipo de cosas.
Thoma se había graduado y también iba a la universidad de Daniel. Ambos estudiarían economía y empresariales, a pesar del sueño de Thoma de actuar en obras de teatro. Sin embargo, no abandonaría su sueño, seguiría intentando encontrar la forma de vivirlo. Llevaba ya más de medio año de relación con su prometida, pero no se sabía aún nada de alguna fecha para el matrimonio. El joven estudiante solo quería ser libre y actuar. Pero se trataba de un asunto mayor que sus deseos.
Rose llegó a clase y se sentó. Conocía a algunos compañeros que iban a su clase en los años anteriores, pero muchos eran de otras clases. Incluso había algunos alumnos nuevos. Ese día era más bien introductorio a las asignaturas y lo que estudiarían y el horario del curso. A su lado se sentaba una chica elegantemente vestida. Pronto Rose supo que era hija de un millonario de otro país. Se llamaba Hellen. Desde el primer momento, Hellen la examinó de pies a cabeza.
- ¿Y tú quién eres?- le preguntó a Rose.
- Rose.
- ¿Rose qué?
- Rose Wishingwell.
Inmediatamente el rostro de Hellen cambió y pareció interesada en Rose. O mejor dicho, en competir con ella. Empezó por mencionar los logros de su padre y sus numerosas posesiones. Rose la ignoró, lo cual empeoró la situación.
- ¿Qué nota media sacaste el año pasado?- continuó Hellen-. Yo un 9,8.
- Un 9,9.
Al ver que no podía competir en la nota, decidió llevarlo por otro camino.
- ¿Y qué te impidió el 10?
- Cambiar de instituto.
Aquello calló a Hellen por unos segundos. Pero tenía más munición bajo la manga.
- ¿Qué ocurrió para que cambiaras de instituto?
Rose no quiso contestar. No pensaba mencionar nada sobre su complicada relación con Chris, puesto que daría lugar a más cotilleos por parte de su nueva e irritante compañera.
- ¿Tuviste problemas para mudarte?- insistió Hellen.
- ¿Y tú, por qué te cambiaste de instituto?- contraatacó Rose.
Hellen por fin se calló. Si decía que ese era mejor, estaría admitiendo que no fue a un instituto lo bastante bueno anteriormente. Y si contaba algún tema personal, era peor. Rose sabía que aquello la dejaría sin argumentos. Al salir de clases, trató de evitar a Hellen para no tener que acompañarla a casa o algo parecido. Entonces sintió una mano en su hombro y se apartó de un salto, temiendo que su pesadilla se hiciera realidad. Pero en lugar de Hellen, vio a Chris.
- Hola. ¿Te he asustado?- bromeó.
- Creí que era otra persona.
- ¿No te alegras de verme? Esperaba un saludo.
Extendió los brazos y Rose se hizo la despistada, estrechándole la mano rápidamente. Pero Chris no se la dejó pasar.
- ¿Nos conocemos de toda la vida y así es como me saludas? ¿Te da vergüenza darme un abrazo?
- Claro que no me da vergüenza- dijo Rose aceptando el "desafío", queriendo demostrar lo contrario a lo que sentía.
Se acercó a él y se dejó envolver por sus brazos mientras ella le rodeaba con los suyos. El abrazo duró un poco más de lo esperado. A ninguno de los dos le desagradaba estar así, pero sabían que si duraba demasiado daban lugar a sospechas. Fueron interrumpidos por la voz de Hellen.
- ¿Rose?
Se separaron de repente y Rose estaba roja de vergüenza y de rabia. No había nada peor que eso para que Hellen tuviera algo con lo que molestarla el resto de su vida. Chris le preguntó al oído a Rose quién era para que pusiera esa cara al verla.
- Quiere hundirme- le respondió Rose en bajito y continuó con la frase en voz más alta para que Hellen oyera y no sospechara-... Y es la hija de x millonario de x país, tiene muy buenas notas, ¿sabes?
Hellen se dio aires de importancia con su expresión facial al escucharlo. Por un momento se planteó incluso dejar un rato en paz a Rose. Pero sus ganas de aprovecharse de la situación no serían fácilmente reprimidas. Como consecuencia, las palabras se deslizaron con rapidez, presurosas en encontrar oídos receptivos.
- No sabía que tenías novio. ¿Me lo presentas? ¿O quizá no es tu novio y vas abrazando a cualquier chico?- insinuó sin pizca de disimulo al ver sus rostros.
Rose miró a Chris y le interrogó con la mirada. ¿Decir la verdad era una buena opción?
- A la prensa le encantaría saberlo...- se le escapó a Hellen.
Rose estaba paralizada. Realmente no sabía de qué forma salir de ésa. Chris decidió acudir en su ayuda y se acercó a Hellen y le puso un dedo sobre los labios lanzándole una mirada seductora.
- Shhh, es un secreto, ¿podrías guardarlo, por mí?
Hellen se sonrojó. Chris era atractivo, pero cuando se ponía en modo seductor era irresistible hasta para ella, que había conocido ya jóvenes apuestos y adinerados que hacían lo posible por cortejarla. Y sin embargo, Chris tenía algo. Quizá era el hecho de que pensara que no era disponible, que pareciera inalcanzable pero aun así ahí estaba, delante de ella, sientiendo el tacto de su índice. Asintió, embobada.
- ¿Prometes que no dirás nada?- insistió Chris.
- Lo prometo- respondió ella embelesada todavía.
Chris ya había regresado con Rose y se habían despedido de Hellen, pero ella seguía soñadora. ¿Era realmemte inalcanzable? Debía de ser difícil, ya que todas las chicas estaría seguramente detrás de él. Cuando pudo empezar a recuperarse, decidió investigar un poco cómo estaba la situación entre las chicas del instituto con respecto a Chris y qué sabían de él y Rose.
Cerca ya de la casa de Rose, esta seguía callada a pesar de saber que Chris esperaba alguna palabra o algún gesto de agradecimiento. Entonces se dio cuenta de que Chris tenía intenciones de acompañarla más allá de las puertas del jardín.
- ¿Quieres quedarte a comer?- preguntó curiosa, no muy segura de sus intenciones.
- Me gustaría, gracias- respondió Chris interpretando la pregunta como una invitación.
Rose suspiró al ver que no le quedaría más remedio. Además, sus padres no estaban en casa hasta el día siguiente. Pero, ¿qué pensaría Daniel? Pronto su duda fue resuelta cuando al entrar en casa sonó el teléfono y Rose escuchó la voz de su tío diciéndole que estaría fuera hasta tarde en la noche. Sintió un escalofrío al notar el aliento de Chris en su nuca, inclinándose un poco hacia ella para escuchar la conversación que ya había terminado.
- Así que estaremos solos toda la tarde...- insinuó él cogiéndole la barbilla para que le mirara y con la otra mano agarró su muñeca-. Tenemos que hablar, tú y yo. Vamos un momento a tu habitación- dicho lo cual se la llevó escaleras arriba.
Rose temblaba de nervios. No dijo nada. Por una parte, quería saber de qué se trataba, aunque por otra parte, su corazón latía a mil, intuyendo las razones por las cuales aumentaría su ritmo. Chris, por su parte, tenía algo en mente, pero no estaba seguro si compartirlo con Rose tendría los resultados deseados o si por el contrario lo tendría más difícil. Él nunca olvidó su propósito, pero ¿cómo reaccionaría ella?
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