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21. El problema

Chris dio comienzo al primer juego. Se trataba de elegir a una persona aleatoria y le era entregado un objeto de valor. Esta persona no tenía que dejar que nadie se lo quitara durante una hora. Si lo conseguía, era suyo. Si se lo quitaba alguien, tenía que proteger el objeto hasta que se cumpliera la hora para quedárselo. La persona que tuviera en sus manos el objeto una vez cumplida la hora, se lo quedaba. Todos cogieron un papelito y le tocó a Lawrence. Estaba pensado para que así fuera. Pero no había pruebas, por lo que se consideró aleatorio y Chris le entregó un reloj de bolsillo bañado en oro y con incrustaciones de diamantes en cada hora. Todos babeaban por ese maravilloso reloj. Era una marca que sacaba relojes únicos inspirados en joyas que venían como accesorios para combinar con el reloj, aunque se compraban aparte. Cada diseño era único y no había otro igual, por eso cada uno era tan valioso. Para que no se les echaran todos encima a Lawrence, Chris puso una norma:

- La única norma es que no podéis ir directamente a quitárselo, se requiere discreción para que la fiesta continúe de forma ordenada. ¡Que empiece el siguiente baile!

Chris se quedó al margen, observando cómo Lawrence bailaba con Rose y cada vez que se le acercaba alguna pareja bailando tenía que estar atento y se palpaba el bolsillo de vez en cuando, asegurándose de que el reloj seguía ahí. Rose se divertía con la situación. Sabía muy bien quién ganaría al final. Después del baile, fueron a tomar algo y charlaron entre ellos hasta que se les acercaron algunos invitados. Lawrence estaba atento con la mano en el bolsillo. Empezó a acercarse más gente y Rose decidió salir del círculo. Empezó de nuevo la música y Chris la invitó a bailar de nuevo con él.

- Tenemos que hablar- le dijo al comenzar el baile.

- No es nada importante- respondió Rose.

- ¿Que no es importante? ¿Se puede saber por qué estás de novia con ese idiota pervertido interesado descarado...?- Chris continuó con todas las palabras despectivas que había en su vocabulario.

Rose se divertía viéndole tan molesto por algo que no sabía que era cosa de un día. Él tenía razón, no saldría con alguien así, pero sentía que le debía ese favor. Después no haría falta que tuvieran nada que ver uno con otro. Pero no podía decírselo a Chris. ¿Qué cara pondría cuando otro día se enteraría de que ya no estaba con él? No pudo evitar reírse.

- No te rías, contéstame- se indignó Chris.

Aquello tuvo un efecto contrario en Rose, que se rió todavía más. Le costaba seguir bailando con él sin llamar la atención al resto de parejas que aún seguían el ritmo de la música sin dejarse distraer. Algunos ya les miraban curiosos. Otros miraban a un cuarto de los invitados que rodeaba a Lawrence. Con la excusa de charlar con él y tomar algo en la mesa mientras, fueron cerrando cada vez más el círculo. A Lawrence le iba a costar mucho salir de ahí.

- Yo también me quiero reír de eso que es tan gracioso, así que ya me lo estás contando- insistió Chris al no recibir respuesta.

Rose pensó que sospechaba algo, pero no quiso aclararle nada. Que pensara lo que quisiera.

- Solo me hace gracia tu reacción- le dijo ella.

- ¿Mi reacción?

- La cara que pones.

- Ya, pero... ¿qué cara es esa? ¿Por qué es tan gracioso?

Chris quería respuestas concretas de Rose, pero ella seguía evitándolas, por lo que sus sospechas aumentaron.

- Ven.

Rose le llevó ante un espejo que ocupaba gran parte de una de las paredes de la sala y se vieron cogidos de la mano, uno junto al otro. Estéticamente, hacían una bonita pareja... de baile. Al principio iban a verse las caras en el espejo, pero sus expresiones cambiaron al contemplar su reflejo juntos en el espejo. Una ligera y lejana posibilidad dejó la duda en sus mentes al pasar por ellas en un instante. Rose apartó la mano al darse cuenta. No, Chris no le convenía. A pesar de que últimamente ya no había estado tan insoportable y ya no temblaba al verle. Al menos, no era por miedo a que le hiciera alguna de sus ocurrencias. Si se estremecía era por recordar otras cosas...

- ¿Por qué él?- murmuró Chris.

- ¿Qué?- preguntó Rose, haciendo como que no le había oído.

- Debo pedirte que no vuelvas a traer gente a mi cumpleaños sin avisar. Él no estaba invitado.

- Lo sé, pero... se lo debía- se le escapó a Rose.

- ¿Por qué?

- Eh... Porque... claro... al estar con él no podía no traerle...

Chris notó que intentaba buscar excusas. Cuando se ponía nerviosa se le notaba. Quizá sí que había algo detrás de todo. Alguna explicación lógica.

- Chris...- Rose trató de evitar el tema y tenía que pensar en algo que hiciera que Chris se olvidara de todo lo demás-. Pienso que estás cambiando...

- ¿A qué te refieres?

- Que ya no estás tan insoportable como antes... Pareces más normal.

Lo había conseguido, Chris estaba interesado en el nuevo tema de conversación. Quizá demasiado interesado. La miró con picardía.

- No me digas que te parezco atractivo- se inclinó un poco hacia ella.

Rose empezó a arrepentirse de entrar en ese tema.

- Eres atractivo, todos lo saben. No es nada nuevo para ti- dijo quitándole importancia.

- ¿Entonces lo admites?- siguió él, acercándose más a su rostro. Le gustaba ver cómo se sonrojaba.

- Para admitirlo antes tendría que sentir algo- respondió ella intentando apartarse.

- ¿No vas a darme el gusto ni siquiera en mi fiesta de cumpleaños?- la miró con pena fingida.

- Te concedí el baile que te debía... incluso dos, ¿no tienes suficiente?- insinuó Rose acercándose también un poco más, acortando las distancias entre sus rostros. Empezaba a confiarse y le devolvió la sonrisa pícara que Chris le llevaba ofreciendo un buen rato.

"Hmmm.... así que me vas a seguir el juego...", pensó Chris, "juguemos, pues". Su mirada lo dijo todo. A Rose le recorrió un escalofrío, pero no iba a echarse atrás.

- No, no es suficiente... ¿Recuerdas lo que te dije? Si salías con alguien como él, tampoco yo me contendría. No respetaré vuestra relación. Y también te recuerdo nuestro trato, quien lo merece, recibe el castigo...

- No te he hecho nada para que me castigues- se sonrojó.

- Si me estropeas el cumpleaños te lo merecerías. ¿No te parece?- le cogió la barbilla, haciendo que le mirara a los ojos.

- Pero...- intentó protestar ella.

- Si yo te estropeaba tu cumple, ¿me lo dejarías pasar?

- No... La verdad es que te portaste bastante bien, por eso quise devolverte el favor.

- Muy bien, lo reconoces. Entonces tampoco tú me lo estropearás...

Chris estaba demasiado cerca, pero Rose no se dejó intimidar. Se mantuvo firme, sin apartar la mirada ni alejarse ni un milímetro.

- ¿Me estás chantajeando para que haga lo que quieras el resto del día?- preguntó ella sin rodeos.

- No es culpa mía que tú no te aprovecharas en tu cumple- replicó Chris con un tono pícaro.

- Muy bien- accedió Rose-. Pero si te pasas de la raya, cuando te vuelva a ver recibirás tu castigo.

- Si no me paso pero me lo estropeas, te llevarás tú el castigo la próxima vez- concluyó él.

- Como desees.

- Sabes qué pasará si no te apartas...- le recordó Chris, haciendo que se diera cuenta de que estaban cada vez más cerca, casi rozando los labios. Al ver que Rose seguía sosteniendo su mirada, aparentemente impasible, decidió aprovechar la situación-. No he olvidado mi venganza... ni mi promesa de no contenerme si salías con él.

Empezaba a cerrar los ojos para disfrutar el momento cuando Rose le puso los dedos en sus labios, impidiendo que se unieran a los suyos.

- No, Chris. Esta vez no.

Él apartó la mano de su barbilla y la vio apartarse y dirigirse hacia la sala de baile de nuevo, roja como... una rosa. Se quedó confuso. ¿Esa vez no? ¿Entonces quizá en otra ocasión...? Pronto se puso colorado también al notar las miradas de sus padres en el espejo. Estaban más lejos, pero era un ángulo desde el que se podía ver. Iba a ser un poco más difícil ir a su casa y averiguar sobre los anillos... y mirarles a la cara. Volvió a la sala y vio que había otra razón por la que Rose tenía prisa. Se estaba cumpliendo la hora. Lawrence aún tenía el reloj, de milagro. Lo que vio a continuación le produjo una sonrisa y aumentó su interés por Rose. Definitivamente, no había nadie como ella.

- Ya se cumple la hora, ¡ganaste!- felicitó a Lawrence, mirándole a los ojos-. ¿Tienes el reloj, no?

- Claro.

- ¿A ver?

Lawrence lo sacó para mostrárselo y ella con un rápido movimiento se lo arrebató justo cuando sonaban las campanadas. Había ganado. No iba a dejar que ese precioso reloj que pertenecía a su amigo de infancia quedara en las manos de Lawrence. Lo quería para ella. Chris sonreía satisfecho. No quería que Lawrence se lo quedara. Prefería que fuera Rose quien tuviera algo suyo. Empezó a recordar lo que dijo Rose de que le debía a Lawrence traerle al baile. En su cumpleaños, al elegir bailar con Chris, Lawrence le había dicho que el favor que le debía era salir con él. Ya desde entonces Lawrence lo había estado intentando y al final consiguió salir con ella. ¿Sería por un favor? Le daba vueltas, pero no le convencía que Rose fuera su novia solo por eso. Tuvo que haber algo más. ¿Y si realmente se querían? Pero entonces eso no explicaba que Rose no guardara las distancias con él y casi se dieran un beso delante del espejo. También cabía la posibilidad de que ella le viera como un amigo de la infancia y por eso no le importaba estar con él y lo que hicieran, ya que no entrarían en la categoría de romance.

Muchos pensamientos e hipótesis rondaban su cabeza, quería creer que ella se sentía aunque fuera un poco atraída por él, pero temía haber perdido contra ese ser despreciable que no merecía ni ser su rival. Ni él mismo estaba muy seguro de qué sentía por ella, si la quería porque le importaba, al ser su amiga de infancia, y le atraía por ser una chica, o si realmente le gustaba ella y querría entrar en una relación. ¿Una relación oficial con Rose? Le sonaba tan extraño... Solo sabía que tenía celos de Lawrence y que ella le parecía muy atractiva. Y quería que ella tambien se sintiera atraída por él. Quizá con el tiempo podría descubrir adónde llevaría todo eso, si a un futuro juntos, si a un amor imposible, si a una amistad o si ella acabaría eligiendo a otro y él tendría que aceptarlo o sufrir por ello.

Lo que le hizo salir de sus pensamientos fue la mirada fulminante de James. No sería fácil entrar a esa familia tampoco. Quizá era un capricho suyo después de todo. En ese caso, se le pasaría.

- ¡Mira Chris, gané el juego!- Rose le hizo señas para que fuera a declararla como ganadora.

Pero al final, ella realmente era especial. Difícilmente encontraría a una chica que pudiera hacer que dejara de sentirse atraído por Rose. El resto de la tarde transcurrió con bailes y juegos, y por último, el banquete. No pudo volver a bailar con ella, pero decidió no dejarla escapar en el último baile. Aprovechó que Lawrence fue al baño después del banquete para dejarle encerrado y le pidió a Rose el último baile.

- Quiero que seas tú- pidió.

La forma en que lo dijo dejó muy claro a todos sus intenciones. Ella era especial para él. Si aceptaba, era como una declaración pública de que ella le correspondía. Rose miró a su alrededor y no vio a Lawrence. Miró a su madre, que asentía, y a su padre, que se mantenía serio. Finalmente volvió a mirar a Chris y le dio la mano solo para estrechársela. Le sonrió.

- Lo siento, Chris, no puedo esta vez. Solo bailaré contigo si accedes a que no tenga ningún significado.

Todos miraban atentos como si fuera la mejor de las obras de teatro. Por una parte querían que Rose aceptara, pero por otra parte era más interesante que no fuera tan fácil y rapido. Chris le besó la mano e hizo una reverencia.

- Entonces tendremos este baile cuando puedas aceptar.

Después avisó a todos que la fiesta concluiría con el postre que llegaría poco después y cortarían la tarta. Antes de que Rose se fuera, Chris le confesó que Lawrence estaba encerrado en el baño. La llevó con él, pero antes de abrirle la puerta, le robó un beso breve. Antes de que ella pudiera reaccionar, abrió la puerta a Lawrence y se alejó, regresando a su habitación. No quería verles irse juntos. Rose se quedó pensando en Chris a pesar de que Lawrence requería la última hora que le quedaba de ser su novio. Quizá era mejor olvidarse de Chris en ese momento. No saldría con ninguno de los dos a pesar de que no dejaron de suceder cosas que la hicieron dudar y pensar en ellos. Lo que quería era volver a intentarlo con Thoma. Solo así se los sacaría de la cabeza. Esperaba que a Chris le gustara su regalo. Al regresar con sus abuelos, en el camino estuvo preguntándose qué cara pondría Chris al ver su regalo. Este lo primero que hizo al regresar a su habitación fue abrir el regalo de Rose. Era una felicitación y una cajita. Dentro sonaba algo suelto. La abrió.

- Hacía tiempo que deseaba volver a probarlas- sonrió Chris mientras saboreaba una a una todas las galletas que Rose le había preparado.

Sentado en el banco de la ventana, veía el coche de Rose marcharse bajo la luz de la luna y le pareció que ella miró hacia su ventana. Realmente se le daba muy bien hornear. No pudo evitar recordar ese día en el que Rose le cuidó después de la paliza que recibió en el instituto, también día en el que decidió que no ligaría con ninguna chica que no fuera ella y el día del chupetón en su abdomen. ¿Lo tendría aún? ¿Se acordaría ella tanto de esos momentos como los recordaba él? El tacto de su piel, el beso... No se lo podía quitar de la cabeza. Era un problema. Definitivamente, tenía un problema. Y no estaba seguro de querer solucionarlo.

Ella era el mejor de sus problemas.

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