12. Tormenta
Rose esperaba que Chris dejara de molestarla si lo que pretendía era seducirla, pero no fue así. Esa era la única forma en la que podía acercarse a ella en clase sin levantar sospechas. Un día le pintaba la cara, otro día le escondía el estuche, otro día no la dejaba pasar a clase o al pasillo y se ponía en la puerta de barrera. Ella se cruzó de brazos preguntándole qué quería para dejarla pasar. Él sonrió con picardía.
- Enséñame la marca.
Rose se sonrojó enseguida y miró a los lados para ver si había alguien y empezó a desabotonarse la camisa. Chris le cogió la mano, impidiéndoselo.
- Solo tenías que señalar con el dedo dónde estaba- bromeó.
Rose sintió mucha vergüenza y sobre todo por tomarle en serio. Avanzó hacia la puerta, pero Chris no la dejó pasar y se chocó con él. Solo entonces se apartó, soltando una carcajada. Rose pedía paciencia en su mente, aunque por otra parte le daban ganas de reírse un poco, contagiada por la risa de Chris. Los compañeros se fijaron en que Chris había dejado de ligar y solo se centraba en molestar a Rose. Para desgracia de las chicas, los chicos de la clase empezaron a hacerlo con ellas también, pues les parecía divertido. Antes de Chris alguna vez hacían alguna travesura, pero desde entonces empezaron a atreverse más. Desde luego, Chris no hacía más que traer el caos al instituto. Un día las chicas fueron a quejarse y Chris tuvo que poner freno a los chicos diciendo:
- ¿Es que no se os ocurre hacer nada mejor que imitarme? ¿No tenéis personalidad propia o qué?
Y los chicos se relajaron un poco y disimularon un poco más. Aunque Chris era una moda.
- Eres demasiado para este instituto- le dijo Rose mientras Chris la acompañaba a casa.
- No es culpa mía que actúen como ovejas, en manada. Si una se tira todas se tiran.
- Llamas demasiado la atención- se rió ella.
- Me gusta verte riendo- le dijo Chris acariciándole la mejilla.
- ¿Quién te ha dado permiso para tocarme?- repuso Rose apartando la cara.
Mientras volvían, el cielo empezó a cubrirse de nubes y a oscurecerse. Estaban llegando al bosquecillo que llevaba a casa de Rose y al ver que empezaba a llover, se refugiaron bajo un árbol.
- ¿Crees que pasará pronto?- preguntó Rose, temblando.
- No parece...
Entonces se vio un rayo a lo lejos y se oyó un trueno. Rose se apartó del árbol asustada y se quedó bajo la lluvia. Se agachó en el suelo y no se movió de ahí. Chris recordó su miedo a las tormentas y fue a su lado. Se agachó junto a ella y la cubrió con su abrigo. La levantó para seguir caminando.
- Vamos a casa, será más seguro. Y no te preocupes, quédate cerca de mí, como soy más alto si baja un rayo me daría a mí primero.
- Eso no me tranquiliza- protestó Rose.
Oyó otro trueno y se refugió en los brazos de Chris sin pensárselo. Cada vez que había tormenta y estaba fuera, corría a entrar a algún sitio. No solía pillarla desprevenida. Hacía mucho tiempo que una tormenta la sorprendía cerca de un árbol. Chris comprendía ese miedo y compartía los malos recuerdos, aunque para ella había sido más traumatizante, pues lo vivió en persona.
- Odio las tormentas...- lloriqueó Rose.
- Estoy aquí contigo, no dejaré que te pase nada.
Rose hundió más la cara en su pecho mientras se agarraba a su camisa. Entonces se dio cuenta de que Chris se estaba quedando empapado y decidió hacer un esfuerzo para correr con él hacia casa. Así lo hicieron y Rose le invitó a que pasara y se secara. Saludó a sus abuelos que los miraron sorprendidos y fue a por una toalla y algo para que Chris pudiera ponerse mientras se secaba la ropa. Llamó a la puerta de la habitación de Daniel y le pidió un cambio de ropa para Chris. Este también le miró extrañado, pero le dio ropa para cambiarse. Tenían una altura parecida, por lo que la ropa probablemente le vendría bien. Chris se cambió en la habitación de Rose después de ella. Rose fue a por una toalla y le encontró sentado en su cama. Le puso la toalla en la cabeza y le frotó el cabello un poco para secárselo. Con todo, se había olvidado de la tormenta. Chris la abrazó repentinamente. Le llamaba la atención el comportamiento de Rose. Luego cogió la toalla con la que le secaba el pelo y se levantó, poniéndosela a Rose en la cabeza.
- Mi pelo es corto y se seca rápido, tú necesitas secarlo más que yo- le dijo mientras se lo secaba-. Bueno yo no sé cómo se hace esto...
Rose se rió al verle poner empeño en secarle el pelo. Chris empezó a pillarle el truco hacia el final, cuando ya casi no hacía falta secar.
- Gracias- sonrió ella.
Chris le dejó la toalla en la cabeza de modo que le cubría la cara y la cogió en brazos, jugando con ella cambiándola de posición y haciéndola girar hasta que cayeron en la cama y la toalla quedó tirada a un lado. Se rieron, acordándose de su infancia. A veces era divertido jugar como niños de nuevo, como si nada hubiera cambiado. Pero mucho había cambiado. Al mirarse, vieron los rostros muy cerca y no pudieron apartarse, había como una especie de imán que les atraía cada vez más. Rose no pudo darse cuenta de lo que estaba pasando hasta que sintió los labios de él en los suyos. Entonces se apartó de golpe y se levantó de la cama. ¿Cómo era posible que se dejara llevar tan fácil y sin darse cuenta? Tendría que tener más cuidado. Recordó el beso y sintió un escalofrío. Chris se levantó también. No le importaba haberla besado, lo que no podía entender era cómo y cuándo y por qué y...
- Voy a ver si se ha secado tu ropa- dijo Rose yendo a la chimenea para tocar la ropa.
- ¿Cómo está?- preguntó Chris acercándose por detrás y rodeándola con los brazos, cosa que la puso muy nerviosa.
Se apartó de golpe, retrocediendo y haciendo que la ropa acabara en el fuego. Ambos se quedaron mirando cómo ardían en la chimenea.
- Por suerte saqué lo que tenía en el bolsillo...- comentó Chris.
- Te daré un paraguas y vuelves a casa- dijo Rose.
Se oyó un trueno y le abrazó por instinto. Chris la rodeó con los brazos y no la dejó separarse.
- ¿De qué sirve si vas a volver a mis brazos al próximo trueno? Espera a que acabe la tormenta.
Rose accedió a regañadientes, aunque por otra parte se sentía segura cerca de él, como si no tuviera nada de qué preocuparse mientras estuviera ahí en sus brazos. Los primeros rayos de sol asomaron, dando por finalizada la tormenta.
- Bueno, esta vez el abrazo ha durado más de un minuto- bromeó Chris.
Rose trató de apartarse, pero él no la dejaba. Le metió la mano debajo de la camisa.
- Ya sabes, si quieres que te deje, muéstrame la marca.
- Ya sabes dónde está- protestó ella-. Quita la mano.
- No, ahora quiero que me la enseñes. Nada te lo impide.
Rose retrocedió hasta la cama y cayó sobre ella. Chris se detuvo delante de la cama, entre sus piernas que colgaban del colchón y apoyó una rodilla, inclinándose sobre ella. Le desabotonó la camisa hasta la mitad y apartó un lado para ver la marca del chupetón. La rozó con el pulgar.
- Quizá me pasé un poco... Me descontrolé por culpa de tu gemido- le dijo Chris-. Bueno, se te acabará quitando- lo lamió con la punta de la lengua haciendo que Rose sintiera un escalofrío.
- ¿Qué haces?- protestó Rose, pero recibió un lametón en los labios como respuesta.
- No le busques explicaciones a todo.
Rose estaba roja y confusa. Le apartó la cara y quiso abotonarse la camisa. Pero Chris estaba juguetón y al mirarle la tripa su lengua quiso detenerse también en su ombligo. Rose se tapó la boca para no sacar ningún sonido extraño mientras sentía una corriente por su cuerpo.
- Para ya, por favor- le pidió.
Chris no quiso parar. Se quedó encima de ella y le pasó la punta de la lengua por el cuello también. Rose sentía que no aguantaría mucho más, era demasiado para ella, sentía muchas cosas y muy fuertes. No lo hubiera creído posible. Le preocupaba que Chris no se detuviera. Y más le preocupaba que no era capaz de detenerle, su cuerpo pedía más de esas nuevas sensaciones. Entonces alguien llamó a la puerta de su habitación y se sobresaltaron. Se incorporaron y Rose dijo que ya iba mientras se arreglaba la ropa. Abrió la puerta y se encontró a Daniel.
- Ya está la comida, Christian está invitado a comer con nosotros.
Se fijó en un botón de su camiseta sin abrochar y se lo hizo saber con la mirada. Rose se lo abrochó enseguida, roja de vergüenza.
- Vas a tener que dejarle la ropa hasta que llegue a casa, la suya se me cayó al fuego sin querer- dijo Rose.
- No es ningún problema. Os esperamos en el comedor.
Daniel se adelantó y Rose fue hacia Chris. Le cogió del cuello de la camisa y le miró a los ojos.
- La próxima vez que te descontroles no podrás volver a notar tus partes- le amenazó.
Chris sonrió con malicia mientras la cogía de la barbilla.
- ¿Y quién dice que me había descontrolado? Iba a detenerme después del cuello.
- No me hagas esas cosas, eso no es seducir a una chica, es aprovecharte...
- ¿Y por qué no me detuviste?- insinuó Chris.
- ¡Que no vuelvas a hacerlo!- se enfadó Rose.
- No te prometo nada. Pero buscaré otras formas- le sacó la lengua.
Rose recordó lo sucedido y sintió mariposas en la tripa. Luego recordó la mirada de Daniel. Sintió mucha vergüenza, no quería que volviera a pasar. Le cogió de la mano para llevarle al comedor, pues ya se estaban retrasando. Mientras bajaban las escaleras, Chris se lamió los labios, recordando el sabor de su piel como esa vez un año y medio atrás, una sensación parecida, pero una reacción distinta. Aquella vez decidió ignorarlo, pero ya no. Quería más. Era consciente de que no debía, pero sabía que le gustaba y no lo negaba. La diferencia estaría en controlarse para no ahuyentarla de su lado. No quería que se echara a perder su venganza.
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