El último caballero
En este punto del camino ya no queda nada a lo que temer. Puedo saborear la sangre de los caídos en mis labios. Pensó sumido en un profundo arrepentimiento el caballero.
He dejado mis huellas, mi Dios sabe que así ha sido. He plantado y recolectado mi cebada, cosecha tras cosecha. He sido un buen soldado para el reino, participando en la conquista de grandes fortunas para los reyes de las Altas Tierras. He disfrutado de la vida, eso he hecho, tal vez de poca gana. Ya no soy tan joven.
Observó a su alrededor, pero solo pudo palpar el sufrimiento. Una gota de sudor se escurrió por su frente.
Soy el último caballero, por desgracia, defiendo el bienestar de un reino que pronto dejará de acogerme entre sus brazos, pronto dejará de ser mío. En realidad, nunca ha sido mío. Estoy condenado y aun así le doy la cara a la muerte.
¡No podrán llamarme cobarde en mi sepelio! ¡Que ardan las llamas mientras asciende mi alma! ¡Que la extinción no sea en vano! ¡Resuene mi grito de guerra!
Frente a mí un dragón, un dragón gigantesco. Su sombra cubre las montañas y el campo de batalla. Sus escamas son de un verde intenso, tan brillantes como las valiosas rocas de jade; resplandecen bajo el sol poniente. Me observa y ruge provocador; para él soy un insignificante humano que viste con armadura pesada, la misma clase que llevó a los suyos al borde de la extinción. Él también es el último de su especie; el último dragón.
Me mira y las chispas emanan de su mandíbula. Una mordida y me arrancaría la vida. Despliega sus membranas en forma de alas y parece crecer más. Ahora el cielo es suyo. Las nubes le hacen reverencia. Revolotea. Golpea el suelo con la cola herida por el arpón certero de algún caballero caído en la batalla. Yo agarro mi arma y la alzo al viento. Sé que me ve, sé que el filo de mi lanza le despierta la ira. Pretendo intimidarlo, pero una hormiga jamás logró asustar a un elefante, mas el miedo abandonó mi cuerpo desde que mis hijos, y los hijos de todos, me vieron partir hacia el campo de batalla.
El último dragón defiende su tierra y escupe una bocanada de fuego. Puedo sentir el calor rozar mi piel. Corro. Trepo sobre las rocas. Asciendo la montaña. Él golpea por accidente la piedra y cae aturdido.
¡Es mi oportunidad! Pienso y acento mi golpe.
El dragón es la amenaza del reino, mas no es mi enemigo. La muerte ha arribado a mi puerta en lunas pasadas, disfrazada de enfermedad. Me consume lentamente con su abrazo mustio, sin gloria y sin vitoreo.
Al caballero ya no le queda nada que perder, será el último de una estirpe de guerreros.
El acero de la lanza atraviesa las escamas de la garganta y el titán dragón se retuerce de dolor; ahora no puede lanzar fuego. Golpea el suelo repetidas veces con todo su cuerpo hasta que un desplazamiento de tierra termina todo. La montaña les consume, se abre y absorbe hacia una caída de final oscuro al último caballero y al último dragón.
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Nota:
Historia creada en una noche donde la fiebre me seducía 😐😐😐, así surgió esta idea y aquí está sin más.
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