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JOY LEE

Capítulo Dos |Incertidumbre



     ¿Qué harías antes de morir?

Aquella pregunta plasmada en esa hoja amarilla que anunciaba un viaje a otro país, donde aseguraba que te haría sentir eufóricamente vivo. «sí como no» Mi vista se distrae después de mi pequeña burla hacía unos libros dentro del aparador de aquella tienda que visit0 con frecuencia. Miles es el dueño cuyo amor al rock lo lleva a tener una batería en el centro de la tienda, discos de vinil colgados por todos lados, pósteres pegados en cada rincón y música de nirvana de fondo, además de vender libros, lo cual es el objetivo real de la tienda.

—¡Me ha llegado la última edición de "Matar a un Ruiseñor"! grita desde el mostrador el tipo alto delgado y de cabello rizado

—¿De verdad lo conseguiste?

—Para mí clienta número uno lo que pida

—Y la única Mails

—Eres una grosera—me dice entregándome el libro

Al salir de la librería con mis audífonos puestos, los cuales recubren todo mi oído, con una suave esponja que deja el sonido nulo de lo que sucede a mi alrededor. Me detengo en mi cafetería favorita, donde mi mejor amiga trabaja, la cual odia atender a los clientes, y en ocasiones tengo miedo de que le escupa a mi café.

—¿A dónde vas siempre tan temprano?

—Deslactosada

—Siempre trabajas y ni siquiera sales conmigo y tienes la manía de cancelarme a último momento

—Con poca azúcar

—Solo digo, soy tu única amiga aquí en la ciudad, deberías valorarme, te he conseguido citas y rechazas a todos los tipos

—Sin espuma

—Aquí esta tu café perra

Le regalé una ligera sonrisa, y al segundo relajé mis comisuras seguido de levantarle el dedo y salir del lugar. A pesar de decir que odia trabajar ahí, el café le sale exquisito, pero al estar en un círculo con personas, cada una de ellas contando por qué esta aquí, amarga el sabor.

Cuando es mi turno de hablar y decir la típica frase "Hola, mi nombre es Joy Lee y me quedan 8 meses de vida" para luego escuchar "Hola Joy" seguido de "Cuéntanos tu historia"

Créanme que me gustaría empezar a contar mi historia por la parte en que mi madre murió cuando yo solo tenía seis años, me amaba y me cuidaba como lo más preciado que ella tenía en el mundo, como si yo hubiese llegado a darle luz y alegría a su vida. Todos los días me repetía que me amaba y lo orgullosa que estaba de mí, su sonrisa deslumbraba como el sol al amanecer, me cantaba antes de dormir y a veces me contaba cuentos, pero, la realidad es otra, resulta que aún lo recuerdo, como algo vívido en mi memoria. Por qué decir que mi madre me abandonó, le suma lástima a mi historia

Cuando nací, mi destino fue escrito en piedra ese día. Ser infeliz. Ser abandonada en un reformatorio. Todo lo que recuerdo de ella, era el cómo sonreía con los clientes en aquella tienda, era mi lugar favorito, porque podía comer más de una vez y ver y escuchar a mi madre sonreír, ya que, en casa, ese efecto no lo causaba ni siquiera la televisión que veía todas las noches.

Amaba el momento de subir al autobús, porque me sostenía en sus brazos y podía sentir lo cálido que se sentía un abrazo de ella, hasta que le cedían el asiento y me sentaba en sus piernas. Otro de mis momentos favoritos era cuando caminábamos por la calle y las personas se detenían a saludarla, decían cosas lindas de mí, y ella lo reafirmaba, era cuando sentía que enserio ella pensaba eso de mí. Ella no era de las que me dejaba subir a su cama a dormir, ni de abrazarme por las noches, como solía ver en la televisión. Era más de las que prefería su privacidad, decía que dormir en el suelo era bueno para la salud y que abrazar no era algo que debía hacerse

Un día, llenó una maleta con toda mi ropa, creí que iríamos de viaje juntas, pero al ir en el autobús me dormí, el camino era demasiado largo. Al despertar, traté de seguir a mi madre que estaba por irse, pero ella dijo que solo esperará ahí, que había olvidado algo en casa, así que obedecí y volví a dormir en ese pavimento frio. Cuando entendí que ella jamás volvería fue cuando una familia llegó para adoptarme-. Tenía nueve.

En tres años, entendí el significado de lo efímero; algo pasajero y de corta duración. Como aquellos amigos que había tenido poco tiempo, porque enseguida llegaba una familia para llevárselos, y sentía envidia porque cuando me miraban, decían que era linda, pero al conocerme, optaban por otro niño. Mi manera de ser no era como los otros niños, sentía siempre la necesidad de meterme en problemas, no porque fuera mala niña como me llamaban, era solo que al ver a unos padres tan amorosos y cariñosos teniéndome en cuenta, sentía que, podían tener a un mejor hijo, más inteligente, menos tonta, y que no arruinase sus vidas. No fue hasta que esa idea equivocada se esfumó.

—¿Tú eres Joy?

—¿Usted quién es?

—Soy Jane

Su sonrisa era tan linda y su manera de verme, era muy diferente a la de los demás, no sentía que le daba pena mi vida o que podría arrepentirse de conocerme. Lo supe cuando un día una familia quiso adoptarme, fui corriendo al salón de arte y me bañé en pintura azul, salí a la entrevista parecida a una mora, todos estaban enojados, los padres con su rostro avisando arrepentimiento, pero, la risa de fondo de esa mujer, mientras todos estaban asombrados molestos, me hizo sentir algo en el estómago.

Nunca quise tomarle la mano a nadie, ni que me tocaran o dijeran cosas lindas. Pero un día de excursión, tuve mucho miedo, nunca había salido del orfanato y era algo nuevo para mí. Jane, estaba delante de mí, corrí hasta alcanzarla para tomarla de la mano, fue algo tan natural. Todos estaban sorprendidos de que por primera vez yo sonreía, que dejaba que alguien me diera la mano y que además me permitía dar abrazos.

Tiempo después Jane me tenía una sorpresa junto con la directora. Ella era hija de la directora, trabajó ahí desde que era muy joven, al poco tiempo se había casado y estaba por formar una familia, estaba esperando un bebé, desafortunadamente, él bebé se había ido al cielo. Tiempo después volvió a trabajar en otro lugar, y desde que me conoció en una isita al orfanato, quiso que la acompañara en su vida. Me adoptó. Mi alegría fue tanta que inmediatamente la llamé mamá. Nunca me había sentido tan amada, ni arropada con alguien, escuchar un te amo era muy raro.

Conocí también a Alan, su esposo, quien me enseñó a nadar y a ser amable con el medio ambiente. Al principio de la adopción todo era muy raro y nuevo para mí, tenía una familia preciosa y un hogar cálido. Casi siempre Alan me llevaba a museos, zoológicos y ayuntamientos para limpiar las playas, quería que apreciara la vida de una perspectiva diferente. Lo cual a veces no era así, tenía pesadillas constantes de ser abandonada de nuevo, lloraba si al menos me quedaba sola unos minutos, me había acostumbrado tanto a un nuevo tipo de amor que me era difícil soltarlo. Pero a mis catorce años, conocí el significado de incertidumbre «La incertidumbre de quedarme sola en el mundo». Un accidente había dejado echo cenizas todo mi mundo. Mis padres no estaban. Lo único bueno que había tenido en la vida, la misma me lo había quitado. Estaba sola. Por segunda vez.

Estando en la escuela, no podía concentrarme y tenía constantes problemas de conducta, ahora ni Jane, ni Alan, podrían ir por mí, ya no existía quien se hiciera cargo de mí, solo el orfanato. La directora era la madre de la mía, y digamos que entre nosotras no hay algo que se le llame buena relación, y eso está bien por mí, así que básicamente, además de vivir ahí desde los quince, trabajo para ayudar a alimentar a los niños, llevarlos al médico entre otras necesidades. Ya no había felicidad alguna que me hiciese ver la vida de una manera distinta. Y a mis veintisiete entendí que así sería mi vida. Como dije, mi destino estaba escrito en piedra y no había principio ni final feliz para alguien como yo.

—¿Joy?

—Ah, sí, lo siento

—Es tu turno de hablar querida—menciona la mujer de enfrente que nos sonríe todos los malditos días como si fuésemos una especie de fenómenos

—¿Esto es necesario?

—Hasta terminar el tratamiento

—¡Carajo!

Al final, salí a fumar un poco y pensaba en aquellos consejos inútiles que no tienen sentido para mí, solo te sientas en círculo, cuentas tu trágica historia de como un tumor de la nada apareció en tu cerebro, y amenaza con matarte en ocho meses. Quizás al escuchar algo así, lo primero que viene a tu mente es que tienes que vivir una vida plena, tranquila y vivir al máximo, lo que te resta de vida. En mi caso no.

Busca una cura... NO

Debe haber más tratamientos... NO

BLA. BLA. BLA

Si es que en realidad un Dios existe, lo único que le pido es que termine con esta estupidez

Cuando el humo entró a mis pulmones, recordé como de niña descubrí aquello que me llenó tan plenamente en el orfanato, antes de conocer a mis padres. Fue un poco inútil ocultárselos, pues en el orfanato, había puntos ciegos, y la mayoría del tiempo estaba sola. En casa no. En la escuela me encontraron cigarrillos y Alan estaba sumamente molesto, y Jane tenía la idea de las pláticas, un psicólogo, y buscarme algo que me mantuviese ocupada, pero, nada podía salvarme, cada actividad me cansaba y odiaba sudar y hacer ejercicio, además, al salir de cualquier lugar buscaba la excusa perfecta para fumar un cigarrillo más, y otro, tras otro hasta sentirme satisfecha, lo cual no sucedía, solo me cansaba se mover tanto la mano hacia mi boca.

Un día como cualquiera, la campana del Roma tintineo, levante la mirada y apenas pude verle el rostro, pero vaya que parecía un niño rico, no solo por su ropa, el olor de su perfume, hizo que mi cabeza girase hasta verlo sentarse junto a mí. Aunque separados por una planta al lado, su sonrisa atravesaba aquellas ramas verdes y delgadas. Era alto, de cabello negro perfectamente acomodado, parecía de mí edad, y tal como cualquier turista, parecía emocionado, quise acercarme a él, no sabía exactamente por qué, pero llamaba mi atención y tenía curiosidad, del por qué sonreía todo el maldito tiempo.

Gracias a la nueva empleada y su confusión al entregar las bebidas, fue que pude acercarme a él, solo tenía curiosidad del saber quién era, nunca lo había visto, no a alguien como él. Era muy molesto, pero su conversación era muy interesante, siendo sincera, parecía atraerme de una manera muy particular, cada palabra que salía de él era acompañada de una risa ligera, pero, una sonrisa espectacular, y solo me preguntaba ¿Por qué? Todas las mañanas me levanto y lo único que veo al espejo es a mí con una horrible cara, tratando de ser amable y sonreír más como pide mi jefe, pero a él le salía tan natural. Y mi risa también, era natural ante él

Después de la muerte de mis padres, entré a trabajar en un restaurante, el cual estaba siempre lleno, normalmente de gente rica que solo tomaban sus copas para brindar sobre cualquier cosa. Al salir de trabajar, caminé hacia un callejón que siempre está lleno de gatos abandonados, a quienes alimento con mi propia comida, mientras fumo algunos cigarrillos.

Antes de entrar a trabajar, conocí a Cameron, un tipo que no exigía mucho, en realidad no le importaba nada, como a mí, por él descubrí las salidas nocturnas, en las cuales me sentía un poco menos ahogada de mi realidad, odiaba que la vida me arrebatase todo lo que yo tenía, a mi madre, a mis padres, todo. Lo había perdido todo, sin piedad alguna, y me acostumbre a ser feliz por pequeños momentos, pero a veces prefería simplemente no serlo, ya que esa felicidad al final del día no significaba nada.

Después Cameron murió por sobredosis, no estuve presente en su funeral, llegué después de que toda su familia se había ido, y lo maldije por haberse ido antes que yo. Quería estar en su lugar en esos momentos, odié que me dejara sola. Después de él, lo único que pude hacer era pensar en que conocer a alguien sería como un cigarrillo, su tiempo será corto. Cerca de mí. Pero esta vez, la vida parecía darme una bofetada directo al corazón, nunca, había sentido alegría de ver a alguien a excepción de mis padres, pero esta vez era una alegría diferente, como si el simple hecho de verlo, diera luz a toda la oscuridad que vivía en mí. Aunque el lugar en el que estábamos estaba repleto de personas, era como si la luz del sol que le daba directo a la cara, simplemente provenía de él. Al verlo, no podía negarme a envidiarlo, sonreía naturalmente. Quizás su vida, era perfecta, tanto como para no parar de reír y contarme lo mucho que ansiaba vivir aquí

Días después en mi trabajo, como siempre al entrar algunas caras eran conocidas y otras tantas simples desconocidas, hasta que lo vi, recuerdo solo haber conversado sobre el sabor del café, de donde venía y esas cosas, excepto todo lo demás, y es que todo sobraba en nuestra conversación, era como si lo conociera de toda la vida y simplemente nos hubiéramos sentado a conversar, como dos almas volviéndose a cruzar.

Desde que mi madre me abandonó, sonrió pocas veces, ni siquiera mis padres veían mi sonrisa tan seguido, pero ese breve momento, bastó para entender que no todo es incertidumbre, ese instante en que nuestras miradas se cruzaron, le arrojaba un aviso a mi corazón, de que quizás, no todo estaba perdido. Era como si hubiese aparecido en el momento justo, en aquel momento en el que pensaba que lo mejor era rendirme ante la vida y solo dejarme morir por aquel tumor que había invadido mi cerebro. Como si aquella tonta sonrisa, hiciese que recuperase mis ganas de vivir, y conocerlo. Conocerlo a él

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