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Capítulo Tres |Flechazo

Henry

Joy, aquella chica parada frente a mí, con unos ojos tan hermosos como ella, y su deslumbrante sonrisa, la cual era tan encantadora que parecía un imán para mi corazón y su simple presencia, de nuevo deslumbrando. Podría jurar que, era amor a primera vista. Pero siendo franco, era algo mucho mejor que eso. Como si simplemente, mi corazon hubiera llegado a donde pertenecía

Quería preguntarle tantas cosas. Quería seguir descubriendo quien era ella, pero, mis nervios eran tantos que solo empuñé las muñecas, tomé aire y solo hice la pregunta más obvia

—Trabajas aquí.

—¿Qué te hizo pensar eso? Es normal vestirse usando un mandil

—Creo que es una linda coincidencia... encontrarte de nuevo

—¿Vas a ordenar algo?

—Si, lo siento

Tenía un pensamiento claro y constante, era hermosa. No solo la belleza que provenía de su rostro, si no de su forma tan radical de ser. Me transmitía cosas tan preciosas el solo verla, como una hollada de mariposas en mi estómago. De solo conocerla a ella era como si mi destino por fin cambiase para siempre.

Al terminar de comer, Joy ya se había desaparecido de mi vista. Era una sensación rara verla trabajar, como si aquella sonrisa que mostraba a los clientes en el restaurante, fuese, falsa. Sus ojos no transmitían aquel brillo que yo había visto, ni aquella aurora que deprendía de ella. Simplemente no era ella.

—¿Terminaste de comer?

—Claro que sí señorita, disculpe, ¿puedo saber a qué hora sale hoy? ...soltó una leve risa, se acercó a mí, y en voz baja me respondió

—Eso, no es de tu incumbencia— río para si

Sin insistir, salí del restaurante y me dirigí a mi trabajo, todo era nuevo. Algo que siempre quise hacer de niño era nadador y algún día, llegar a las olimpiadas, pero, ser abogado, se convirtió en uno de mis gustos más ambiciosos. Ian, la pareja de mamá, tiene un despacho en un hotel de California, del cual es el dueño. Desde que llegamos, me prometió dejarme nadar en la piscina del hotel, solo si hacia bien el trabajo.

Naturalmente era un hombre muy ocupado, pero siempre con el tiempo para poder hacer feliz a mi madre, y a mí. Cuando lo conocí, nunca imaginé que él se convertiría en una pieza importante en mi vida. Cuando propuso mudarnos para estar más cerca de él, me pareció muy buena idea, además de que conseguiría trabajo gracias a él. Al paso de unas horas, bajé del despacho a la piscina y agradecí que no hubiese nadie.

Nadé por un rato, me detuve una hora después y me recosté en la orilla de la piscina para descansar antes de irme, era la primera vez que me cansaba tanto de nadar. Algunos minutos más tarde, de nuevo frente a mí. Estaba ella

—¿Acaso estas muerto? —dijo Joy sentándose a mi lado

—¿Qué haces aquí? —me incorporé de nuevo

—Solo estaba descansando ¿Tú que haces aquí, no trabajas en el restaurante? La piscina no es lo tuyo

—Trabajo extra —dijo arrojándome una toalla

—¿Trabajo extra?

—Una larga historia, solo finge que no estoy aquí y sigue con lo tuyo

Al terminar de nadar, Joy seguía limpiando y acomodando cosas de la piscina

—¿No tienes hambre? —pregunté

—Quien no tendría hambre después de limpiar esta porquería

—Esta porquería es mi segunda casa —dije agitando mi cabeza para rociarle agua al rostro

—¿Me invitarás a comer o te quedaras ahí parado? —dijo cruzada de brazos

—¿Pizza o hamburguesas?

Al llegar a la pizzería, Joy parecía ser dueña de lugar, desde el personal de limpieza hasta el gerente la saludaban. Era algo raro, parecía que todo mundo la conocía, a excepción de ella, que parecía hacer el mínimo gesto de amabilidad al ver a la gente. A simple vista, su manera de ser era espontanea, sin vergüenza de decir nada, como si tampoco le importase nada, a veces su mirada apuntaba hacia las personas que no conocía, sonreía y parecía emocionarse solo por lo que sucedía a su alrededor. Por esa razón era que a veces no entendía un poco su manera de ver la vida.

—¿Por qué dices odiar este lugar y al mismo tiempo veo que lo disfrutas?

—¿Ves eso? —señaló a un cuadro que mostraba un atardecer

—No me digas ¿Lo pintaste tú?

—Claro que no. Ese lugar fue pintado al instante, justo al amanecer

—Es hermoso, ¿Conoces al Artista?

—Era un amigo —dijo mediante un suspiro —lo trajo a este lugar antes de irse. Razón por la cual amo y odio este lugar

—¿Era tu novio acaso? Quizás por eso lo trajo aquí, solo para que pudieras verlo— dije en forma de burla— tomé de mi soda sabiendo que tenía razón

—Él... ya está muerto —su respuesta fue tan directa y sin chistar que por poco la soda terminaba en su cara

—Lo siento —dije realmente avergonzado

—No sientas pena por él, fue un idiota

Antes de poder decirle otra palabra más, la pizza había llegado a nuestra mesa. Joy, parecía melancólica, y era raro en ella, siempre estaba enojada, pero poco después me contó la trágica vida de su amigo. Cameron trabajaba en la pizzería y era pintor, su padre lo golpeaba constantemente y trató de huir con Joy, pero no pudieron hacerlo, la policía no pudo hacer nada y lo dejaron pasar. Su madre jamás dijo nada ni denunciaba al tipo, poco después su vida tomó un rumbo diferente, conoció malas amistades y su vida empeoro, y poco a poco perdió las ganas de luchar, dejo de trabajar y se dedicaba a robar para mantener su vicio.

Trató de cambiar gracias a una chica que conoció, incluso quería casarse con ella, pero, su recaída fue dura y terminó muerto. —Era un Artista excepcional, pintaba cuadros al instante de un amanecer, atardecer o un ave en una rama, era casi como una fotografía —dijo Joy. Los hacía para vender antes de robar, su último cuadro fue el de la pizzería, lo dejó como regalo por el tiempo que había pasado trabajando ahí, quería a ir a un centro de ayuda, pero antes, murió. Hasta hace poco, cria que Joy, era una chica misteriosa y al mismo tiempo un libro abierto, pero de sentimientos nulos, sin embargo, ese día conocí una parte de ella. Al menos un poco.

Salimos de la pizzería y al caminar, Joy sacó de su sudadera un cigarrillo, lo contempló unos minutos y volvió a guardarlo

—¿Qué haces? —pregunté

—Trato de dejarlo, es solo que... —hizo una pausa —Olvidalo, no tengo por qué contarte más cosas personales

Solo me reí y caminé detrás de ella. Llegamos a un parque y nos sentamos en el césped, poco después ella se recostó y le seguí.

—¿Sabes que sucede cuando mueres?

—¿Por qué la pregunta?

—Tengo curiosidad

—Mi madre me contó que cuando los humanos fallecemos, nos convertimos en polvo, después, te conviertes en una estrella y te quedas varado ahí hasta que decidas renacer

—¿No se supone que Dios es quien decide eso? —volteo su mirada hacia mi

—No estoy seguro, mi madre solía contarme eso cada vez que alguien cercano a mí, moría

—Tú... ¿Qué decidirías? ¿Reencarnarías?

—No lo sé, supongo que si ¿Tú?

Ella hizo un silencio, miró nuevamente al cielo y se levantó repentinamente —Tengo que ir a trabajar

—¿Es una broma?

—Claro que no

—¿Cuántos trabajos tienes?

—Tu naturaleza es hacer muchas preguntas ¿No?

—¿Cuántos?

—Solo tengo dos... tres en realidad

Decidí acompañarla a su último trabajo del día, el cual consistía en el mismo restaurante, pero de noche.

—¿Quieres que pase a recogerte?

—Salgo por la madrugada, así que no te molestes, a demás no quiero ver tu estúpida cara

—¿Estabas siendo amable? Ella solo me miró indiferente y entro a trabajar. Los días seguían y los mensajes y llamadas eran algo extrañas, pues en ocasiones quería hablar mucho y otras, no tanto. No siempre me la encontraba en la piscina o en el hotel en general. Por lo que sabía, dos de sus trabajos consistían en el hotel de medio tiempo, y el restaurante de por las tardes y por las noches hasta la madrugada. Conocerla era una aventura, a veces podía ser muy amable y otras tantas, era como si un completo extraño se acercara a ella. Y yo, me moría de ganas por conocerla, por seguir descubriendo que era lo que escondía su ligera sonrisa y aquella mirada que en ocasiones la escondía de mí.

Poco a poco conocía la vida de Joy, como era su rutina día a día, sabía cómo tomaba su café, sabía que le encantaban las donas de chocolate. Aunque yo siempre quería saber un poco más, Joy cambiaba la conversación o simplemente la evadía, pero eso no me molestaba, creía que en algún momento ella me contaría de manera natural, todo aquello que sabía que guardaba. Al poco tiempo podría decirse que éramos una especie de amigos.

No siempre la encontraba en el hotel, o a la hora que llegaba a comer al restaurante, y su ausencia de cierta manera me inquietaba, como aquella sensación de que algo va a pasar, pero no conmigo, si no con ella.

No siempre daba más información de lo que necesitaba o quería, a veces omitía cosas, desviaba temas, como dije, era alguien a quien debía descifrar todo el tiempo, pero que al mismo tiempo parecía genuina. Al llegar al restaurante, ella no estaba y se suponía, que debía estarlo, estaba preocupado porque no atendía las llamadas ni los mensajes, decidí entrar al restaurante y preguntar por ella. El gerente se acercó y me comentó que ella no se había presentado a trabajar, y tampoco avisó que faltaría. — Si sabes algo de ella, dile que me llame, ella jamás falta a trabajar, ni siquiera cuando está enferma— el gerente entro de nuevo al restaurante y salí corriendo, francamente no sabía a donde ir, ella no me dijo donde vivía, sabía que era de San Carlos, pero no sabía su dirección exacta. Aun así, salí corriendo por todas las calles, con la intención de encontrarla.

Cuando pensaba darme por vencido, a lo lejos vi un taxi donde bajaban dos personas, un hombre encorvado y algo canoso y Joy, la tranquilidad volvió de solo verla, pero no quise acercarme a ella, ni preguntarle nada, me sentía incómodo de solo pensar en cómo hacerlo. Esperé paciente afuera de la casa, con la esperanza de que en algún momento ella saliera, pero, al paso de una hora, decidí irme a casa. Revisé mi celular, pero, no tenía ningún mensaje de ella, ni al día siguiente. Nada.

Y así fue durante una semana más, hasta que por fin recibí un mensaje. Estaba un poco molesto, no quería leerlo, pero también, estaba preocupado. Tomé mi celular y leí el mensaje que decía:

Sin pensarlo salí disparado al café, entré preocupado buscándola y ella estaba ahí, sentada y despreocupada, con una sonrisa en la cara y dos cafés helados en ambas manos. Ella me invitó a sentarse a su lado y me dio el café. No dejaba de verla, desconcertado y con muchas preguntas. —Pregunta de una vez— confesó Joy

—Creí que te había sucedido algo

—Por supuesto que no, solo que mi teléfono estaba descompuesto y estuve muy ocupada estos días

—¿Qué sucedió exactamente?

—¿A qué te refieres?

—Joy, me dijiste que fuera por ti al restaurante, pero el gerente dijo que llevabas días sin ir

—Ah, ¿Eso? —bebió de su café y confesó

—Tenía que cuidar de una persona, y estaba cerca del restaurante ese día, quería un taxi, pero no tenía más dinero. Tardaste mucho y tuve que pedir un taxi, y pagar con el resto de mi sueldo

—¿Por qué no llamaste antes? — pregunté preocupado

—No quería molestarte, solo quería llevarlo a casa

—¿Ese anciano es tu padre? O tu ¿Abuelo?

—¿Cómo sabes... eso?

Después de escuchar todo lo que hice por tartar de encontrarla, confesó que, ese anciano trabajaba en un orfanato, no tenía familia y ella de alguna forma tenía que hacerse cargo de él

—¿Cómo es que trabajas en un orfanato?

—¿Puedo confesarte algo? —soltó un suspiro—de alguna forma, me siento vulnerable contigo, es como si de alguna manera pudiera confiar en ti, y eso me asusta, nadie ha sabido tanto de mi vida como para saber cómo es que tomo mi café, lo que me gusta y lo que no

—¿Qué significa eso?

—No lo sé, y lo quiero descubrir

En las pláticas anteriores entre ambos, Joy solo hacía las preguntas y yo las contestaba, pero cuando yo hacía las preguntas ella no respondía o hacía otra pregunta. Así que a veces solo respondía cuando estaba lista, aunque la conversación no tuviera nada que ver. Había pensado ya hace tiempo algo que no podía sacarlo de mi cabeza, y tenía miedo de preguntarle a Joy y oír su respuesta, así que antes de salir de la cafetería, me armé de valor y decidí hacerlo.

—Joy espera, hay algo que quiero preguntarte

—¿Sí? —ella me miró fijamente y eso me ponía más nervioso

—Quiero saber. Si tú. ¿Quieres salir conmigo? —los ojos de Joy se abrieron sorprendidos ante lo que acababa de decir

Hubo un silencio entre ambos y ella no podía responder, estábamos ahí, de pie, uno enfrente del otro sin poder decir una palabra, y el corazon me latía al mil por hora. Estaba completamente flechado por ella. Me provocaba tantos sentimientos, me preocupaba por ella, sentía tristeza si no la veía, y me enojaba incluso. Quería salir con ella y seguir compartiendo cada momento a su lado, conocerla y ser parte de su felicidad. Y aunque sabría cuál sería la respuesta, tenía la esperanza de que, de alguna manera, ella sintiera lo mismo que yo.

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