El último baile
Ver sus ojos, era lo más maravilloso que podría admirar, explosiones de marrón y miel en sus ojos, con un toque leve de verde en las orillas. Era un mar de colores claros donde quisiera ahogarme, para permanecer en ella.
Me observaba con preocupación, parecía querer decir algo que no le gustaba. Sus cejas de habían fruncido y la sonrisa que la caracterizaba no estaba en su sitio.
Aún cuando comenzó a hablar, no aparte la vista de sus ojos, estar enamorado de ella era como vivir flotando en las nubes. Todo era hermoso por el simple hecho de estar con ella y tenerla en mis brazos.
-Tengo que decirte algo.- dijo bajando la mirada.
Detestaba que lo hiciera, ¿porqué no podía entender que sus ojos eran la obra de arte más bella del mundo?
-¿Qué ocurre?- pregunté acariciando su mejilla.
-Mis padres y yo debemos ir a una reunión de toda la familia, este fin de semana.- explicó de forma tristona.-Serán cuatro días.
Derrepente mi sonrisa se desvaneció de mi rostro, ¿se iría? ¿cuatro días?
No se había marchado aún y yo ya estaba preocupado. No podía resistir la idea de que no la vería unos días. Estar con ella se había vuelto la mejor forma de divertirme, ¿Qué haría sin ella esos cuatro días?
-No vayas.- pedí mirándola a los ojos. -Quédate conmigo.
-Tengo que ir.- dijo sonriendo ante mi petición. -Quisiera poder quedarme a tu lado, pero enserio tengo que ir.
-Bien.
Algo se había oscurecido dentro de mi, no quería que se fuera, tal vez sí veía mi enojo se quedaría. Aunque eso era absurdo, ella tenía que ir con su familia y yo no podría impedirlo.
Me crucé de brazos y miré a las personas de aquella plaza en la que nos encontrábamos. Habían niños patinando, ancianas tejiendo en las bancas y parejas que estaban hablando y besándose.
-Amor, no te pongas así. Serán sólo cuatro días. -intentó animarme.
Pero el enojo estaba en mis venas, me cegaba el saber que tendría que esperar. Que no podía quedarse conmigo en lugar de marcharse.
-Cielo.- susurró en mi oído, abrazando mi cuerpo con todas sus fuerzas.- Yo tampoco quiero ir, pero prometo que volveré pronto.
Aquella promesa suavizó la despedida, pero sólo un poco. El coraje e impotencia seguían aquí, en mi pecho.
Al lado de nosotros, una pareja tocaba la guitarra y derrepente el son de su canción favorita empezó a escucharse.
La miré de reojo y ya se estaba poniendo de pie, sonriéndome, pidió mis manos, pero me negué.
-Vamos, baila conmigo.-pidió sonriente.
Observé como todos habían prestado su atención en ella, que se movía sin parar y al ritmo de la canción.
Así era ella, impulsiva. Pero yo no, no me consideraba divertido ni extrovertido. Jamás había aprendido a bailar y aunque supiese, no lo haría en medio de una plaza llena de personas.
-No, siéntate, haces el ridículo. - me quedé molesto.
-Claro que no. - sonrió bailando.
-Sabes que no sé bailar.
-Yo te enseñaré. -sonrío.
Tras una serie de pasos, volvió a pedirme la mano, más nunca la tomé, estaba comenzando a arder en vergüenza al ver que todos dirigían sus miradas curiosas a nosotros.
-¡Vamos! Sigue tu parte, te toca.- aseguró dando un par de vueltas.
-¡Basta!- le grité.
La música se detuvo derrepente y todos nos miraron aún más. Ahora las personas me observaban a mi, que me había puesto de pie de un salto y sujetando a mi novia, la estrujé con violencia.
Sus ojos miraban a los míos con tristeza, ahora lucía apenada y con las mejillas rosadas por la agitación.
-Lo siento. -susurró débilmente.
-Es hora de irnos.- dije tomando su mano con fuerza y caminando a una de las esquinas de aquella plaza abarrotada de gente.
Al detenernos lejos de las personas que no dejaban de mirarnos, me concentré en ella.
Estaba callada, con la mirada baja y sus ojos lagrimosos.
-Oye, lo siento.- comencé levantando su barbilla.- Perdí la paciencia, yo...
Me interrumpió dando un casto beso a mis labios, su dulzura derritió mi enojo. Envolvi su pequeña cintura en mis brazos y profundice el beso.
Sentí una lágrima recorrer su mejilla, mirándola me di cuenta que había comenzado a llorar. Sequé sus mejillas y besé de nuevo sus labios.
-Te esperaré, estaré aquí para cuando vuelvas.- dije abrazándola con fuerza.
-Te amo.- susurró.
-Te amo.- le aseguré.
....
Han pasado dos días, dos insoportables días en los que me he sentido fatal por la forma en la que nos despedimos.
No debí haberla tratado así, No debió irse triste. Pero así fue.
No he podido hablar con ella, su último mensaje fue un te amo. Dijo que no habría señal a donde iba y que tendría que esperar a que volviera para recibir sus mensajes.
Estaba volviendome loco, veía sus fotos sin parar, no había sueño en el que no estuviera ella. En caso todos lo que tenía, ella bailaba y me pedía que tomará su mano para continuar con mi parte de la coreografía.
Necesitaba verla, le había dejado miles de mensajes diciéndole lo mucho que lamentaba haberla tratado así y que si quería, aprendería a bailar con ella.
Esa sería mi manera de recompensarle.
...
Tres días, mañana regresaría, ella volvería al fin y eso me llena de felicidad. He preparado un par de sorpresas, ensayé su canción favorita muchas veces y creo que me la he aprendido. Sigo trabajando en ello.
También tengo la carta que le escribí y un pequeño collar que compré pensando en ella. Tenía su nombre grabado y unas mariposas, a ella le encantan las mariposas.
....
Mi celular sonó en la madrugada despertándome a las dos de la mañana.
Reconocí el número al ser el de su tía más cercana.
-¿Hola? -respondí adormilado.
-Hijo, ¿no haz visto a mi sobrina?
-No, ella fue a su reunión familiar, dijo que volvería mañana.
-Ay hijo.- comenzó a llorar la señora.
-¿Está bien? ¿Qué pasa? - pregunté comenzando a asustarme.
-Hijo, al parecer ellos sufrieron un accidente automovilístico, iban de regreso a casa y comenzó a llover... perdieron el control.- lloró mientras su voz se quebraba.
Las palabras que ella decía construían en mi mente la terrible escena donde mi querida novia era la protagonista.
El sólo imaginarme que ella había pasado por eso, me hizo congelarme, no sabía que hacer, no podía respirar con normalidad y comenzaba a desesperarme mientras la mujer seguía hablando.
Ya no le ponía atención a sus palabras, ahora era mi novia la que volvía a mi memoria, el último recuerdo que tengo de ella.
-Sólo te hablaba para saber si ya estabas en el hospial con ella o si sabías si están bien.- dijo al cabo de unos segundos. -nosotros ya vamos en camino.
Le pregunté por el hospital en el que estaba y sin dudarlo salí a toda prisa, tomando mi auto para conducir a toda velocidad hasta llegar.
Me estacioné en el primer lugar que encontré y corrí sin importarme la gente mirarme de mala forma.
Me topé en el estacionamiento a su prima, la había conocido alguna vez en una fiesta de su familia.
Ahí estaba, de pie llorando desconsoladamente mientras su padre la abrazaba.
Me les acerqué con desesperación y al verme, ella corrió a mis brazos aún con lágrimas en su rostro.
-¿Qué pasó? ¿Ella está bien?- pregunté alarmado.
Observé al tío frente a mi que negaba con la cabeza, sus ojos eran lagrimosos y sus labios temblaban al tratar de reprimir el llanto.
-Ella... ella murió. - lloró su prima en mis brazos. Me entregó en la mano un teléfono, sabía que era el de mi novia, era de ella.
Mis pies se debilitaron y caí de rodillas, la chica en mis brazos se arrodilló frente a mi y volvió a abrasarme mientras ella lloraba sin parar.
Trataba de consolarme, pero nada me haría sentir mejor, ya nada lo haría.
Si lo que decían era verdad, la había perdido.
...
Después de escuchar que había muerto al instante, sin sufrir, sin dolor, tuve lo que necesitaba.
Me alejé de su familia que ya comenzaba a llegar y desapareci de su presencia.
Manejé un buen rato hasta que llegue a la plaza, era ya pasadas de las cinco de la mañana, el cielo era oscuro y hacía mucho frío.
Caminé hasta la banca del parque en la que nos sentábamos siempre y miré el cielo amanecer.
-¡Dijiste que volverias!- grité mientras derramaba unas lágrimas.
El silencio dolía, dolía no tener su voz chillona e insoportable, dolía no verla sonreír mientras me platicaba de su día.
Dolía no ver esos hermosos ojos.
¿Qué sería ahora de mi? Ya no podría admirar la obra de arte de la que me había enamorado.
Lágrimas recorrían mis mejillas y caían al suelo una tras otra.
Ella dijo que volvería, ella lo había prometido, se fue cuando nos habíamos peleado. Se fue triste porque fui un idiota y ahora jamás podrá saber que lo sentía, me tumbe a llorar sin parar.
Abrí el teléfono que su prima me había dado, me sabía su contraseña de memoria. Era el día de nuestro aniversario.
Al desbloquearlo me dejó ver los mensajes que yo le había mandado, los había leído, los leyó antes de morir y me ha escrito un gran mensaje como respuesta, pero por cuestión de Internet no se pudo mandar.
Lo leí en voz alta y comencé a llorar aún más.
"No te preocupes mi amor, me encanta como eres, se que el que yo me fuera nunca te gustó, pero ya voy en camino, estamos a unas horas de vernos y pronto bailaremos sin parar.
No tengo que perdonarte nada, no me he ido triste por ti, si no porque tampoco quería dejarte. Te amo, nunca lo olvides. Pronto estaremos juntos y te llenaré de besos y abrazos.
Eres y serás el amor de mi vida, por siempre y para siempre."
Sonreí como idiota, estaba tan enamorado de ella que no sabía como es que seguía vivo si ella ya no estaba.
Coloqué en mi celular la canción favorita de ella, dejé que la melodía sonará a todo volumen.
Me puse de pie y comencé a bailar la parte que siempre me negué a seguirle. Al terminar de bailar, miré como el sol salía entre la penumbra e iluminaba la plaza.
Un rayo de sol me dio en el rostro cegandome por minutos.
Volví a sentarme para detener la música del teléfono y miré de nuevo al sol.
-Mi amor, ya baile mi parte.- susurre a la nada.- Seguiré esperándote, se que volveremos a vernos.
Y como si en el sol pudiese ver su rostro, sonreí.
Sonreí porque no importaría cuanto tiempo tenga que pasar, la volvería a ver. La vería de nuevo y bailaremos juntos todas las canciones que ella desee.
Bailaremos nuestro primer y último baile.
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