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Capítulo 28

- 17 días para el primer muerto -


ELENA

Usansolo, 1 de julio de 2022


Flexiono el brazo y catapulto otra bola de papel arrugado. Estoy rodeada de páginas despedazadas, repletas de frases de la novela que he intentado reestructurar porque no me convencen.

Escribirlas a mano es un ejercicio que aprendí de mi abuelo. Si me bloqueo, siempre acudo al cuadernillo y al bolígrafo plateado que me regaló. De no hacerlo, me resulta imposible editar ciertas partes de la obra que mi cerebro ya se ha aprendido de memoria. Mi mente pone parches sobre cualquier fallo.

Aunque hoy este truco tampoco me sirve, estoy demasiado desconcentrada.

¿El motivo? Mikel está con Sonia, ahora, en el jardín.

Les he espiado en varias ocasiones, pero el terreno es enorme y solo alcanzo a verlos si están frente a mis ventanas. Podría haber ido con ellos, aunque por razones evidentes —como que pueda odiarme tanto como para amenazarme de muerte—, he declinado la invitación de Mikel.

No obstante, sé que durante la mañana no seré productiva, así que voy a reducir la jornada. Pronto Mikel se quedará solo y pienso acudir a su dormitorio para que me ponga al corriente acerca del paseo con Sonia. Mi sospechosa. Su ex...

Vale, cabe la posibilidad de que la celosa sea yo.

Pero no puedo ponerme crítica conmigo misma porque, según el iPhone, ya es hora de buscar al hermano mayor de los Ibarra:

—Allá voy.

Subo por las escaleras y avanzo por el pasillo. A la altura de su habitación, giro sobre mi talón izquierdo, alzo la mano para llamar y...

Hostias.

No hay madera contra la que chocar mis nudillos porque la puerta está abierta, tan abierta como mi boca al descubrir a Mikel semidesnudo.

Como aquella vez.

Aunque ahora está de espaldas y, pese a no ver su impactante parte íntima, lo que tengo ante mis ojos me deja estupefacta.

Dios...

Sufro un escalofrío al escrutar su dorso, donde se extienden varias cicatrices de formas irregulares. La piel es rugosa en algunos puntos, se eleva y se diferencia en múltiples ondas, cuyo color es más claro que el del resto del tejido.

—¿Mikel?

Se vuelve y se cubre con avidez, poniéndose del tirón una ancha camiseta blanca. Luego me tapo los ojos hasta que se hace con un pantalón.

—Elena, ¿qué haces aquí?

Antes de soltar alguna de las excusas que tenía preparadas, me planteo fingir no haber visto las marcas. Pero por cómo las ha ocultado, por cómo las lleva ocultando días —¿por ello no se metía en el agua?—, creo que lo correcto es hacerles referencia:

—Las he visto.

—Ya. No lo hubieses hecho de no haber entrado sin permiso.

Mis pies siguen en el umbral y me aferraría a este dato para defenderme, si no fuese porque Mikel no me está recriminando nada. Hay más pena que reproche en su voz.

—¿Cómo te las hiciste? —pretendo saber.

—En un accidente.

—¿Con tu padre?

Él junta las cejas, extrañado, como si fuese a debatir al respecto.

Aunque opta por escapar del interrogatorio:

—¿No debería ser yo el que pidiese explicaciones? Te has colado así sin más.

—No has cerrado la puerta.

—Casi nunca lo hago. El único que merodea por aquí es Andoni.

Su hermano, otro al que pillé, haciendo cosas bastante íntimas con Izan. Últimamente soy puro oportunismo.

—¿Y Sonia? —la meto en la ecuación.

—Se ha ido y he vuelto a cambiarme tras regar.

Asiento, Mikel me observa de arriba abajo y me invita a entrar:

—Puedes pasar.

Eso hago, mientras uso alguna de las excusas:

—Verás, vengo porque quiero tomar cafés descafeinados por las tardes. ¿Podrías apuntarlo en la lista de Naroa?

Dicho en alto, me doy cuenta de que el pretexto es horrible y entonces admito:

—Bueno y, también, quiero charlar contigo.

Su postura se relaja e indica que nos sentemos en la cama. Es ahí o en alguna de las muchas pilas de libros.

—¿De qué quieres hablar? —me da pie.

—Pues de muchas cosas en realidad. Pero ahora mismo, de las cicatrices y de tu padre. Andoni lo mencionó y...

—No puedes creer que le tengamos tanto asco.

Suena tan abrupto que tardo varios segundos en afirmar:

—Algo así. ¿Qué pasó?

—¿Por dónde empezar...?

—Por el principio.

Reclinado, silba al techo, y se escaquea:

—Te voy a aburrir.

—Prueba.

Al final cede:

—La versión corta es que cuando mi madre murió, mi padre se dio a la bebida. A Andoni y a mí nos cuidó Lourdes. Fue nuestra tutora. Tuvo que pelearse con su hijo en los tribunales pero consiguió hacerse cargo de nosotros. Ella sola. Para entonces nuestro abuelo ya había fallecido.

—¿Vuestro abuelo fue el primer marido, cierto?

También sé que el señor Ibarra fue el único con el que Lourdes tuvo hijos, el único cuyo apellido trascendió.

—Sí, con mi abuelo empezó a formar una familia. —Arquea una ceja—. Y a forjar una gran fortuna. Ambos eran de posiciones influyentes y se encargaron de consolidar el poder. Aunque luego parte de ese poder pasó a manos de un descerebrado.

—Tu padre.

Aún tengo la imagen de su espalda grabada en la retina:

—¿Él te hizo las heridas, no?

Mikel lo niega.

—Son quemaduras, de un accidente cuyo único responsable soy yo. Sucedió en una fiesta, años atrás.

Le resta valor y no hurgo más. Tal vez se emborrachara y se cayera en una fogata o algo por el estilo. Es macabro pero se ve de todo en las hogueras de San Juan.

Decido seguir con la historia:

—¿Tu padre es peligroso?

—Elena...

Posa su mano en mi rodilla y un cosquilleo se difunde por la zona.

—Tú tranquila. —Argumenta—: Lourdes se encargó de él.

No puedo evitar hilar:

—Tal y como hizo con Ubel.

—Vaya —se sorprende—. ¿También te lo ha dicho Andoni?

—Sí —miento—. Sé que Lourdes se deshizo de él para quedarse con el palacio.

Mikel resopla y narra:

—Bueno, Lourdes le dio una segunda oportunidad. El pueblo lo odiaba y...

—Normal que la gente lo odiara, mató a su hermana.

—No. —Corrige—: No lo hizo. Al menos, no directamente.

Me muestro incrédula:

—¿Acaso la estranguló sin querer?

—No fue él. Este tan solo la hizo partícipe de sus muchas actividades ilegales, por las cuales la mataron. El asesino fue alguno de los socios. Un ajuste de cuentas. Y trataron de inculparlo.

—Qué enrevesado —continúo, suspicaz.

—La verdad a veces lo es, Elena. A veces es demasiado compleja...

Después, recalca:

—Él no la mató.

—¿Por eso Lourdes y su desorbitada bondad lo ayudaron? —digo con retintín.

Y Mikel, en actitud reflexiva, prosigue:

—Lourdes es muy inteligente. No obró de manera espontánea. Empujó a Ubel a empezar de cero, para asegurar el terreno en el que llevaríamos a cabo nuestro propio nuevo comienzo.

Ladeo la cabeza, siento que debo atar toda la información que flota a mi alrededor, pero no puedo hacerlo porque Mikel cambia el rumbo de la conversación:

—No la odies tanto. Te garantizo que jamás quiso apartarte de Gabriel.

—Oh, sí. Quiso hacerlo y lo hizo.

Me da apuro entrar en detalles, pero no voy a contenerme:

—Antes de la famosa fiesta de cumpleaños, estuve tratando de acercarme a ella, por mi abuelo. Pero no me dejó. Siempre tenía la excusa perfecta para despacharme. Nunca era un buen momento para visitarlos. La de veces que me arrastré y me mandó a paseo. Por eso no acudí a la fiesta, al evento que marcó un antes y un después. Entonces la hospitalidad de Lourdes se volvió desorbitada. Quería compensarme, aunque nada compensará el tiempo que me hizo perder de mi abuelo, quien estuvo a punto de morir en su estúpida celebración. —Me repugna rememorar todo aquello—. Vosotros la querréis mucho pero es una auténtica egoísta.

Mikel tiene la mirada perdida en el amplio suelo del cuarto y repite:

—Ella no actúa de manera espontánea.

No sé si trata de darme una pista, de defenderla, o qué.

Da igual. Para mí nada la puede justificar:

—Mira, dices de Sonia, pero no hay persona más posesiva que Lourdes.

Mikel ya no dice nada, permanece cabizbajo.

Entonces reconozco:

—Estoy haciendo mal en descargar mi rabia contigo, es tu abuela.

—Tranquila —Sentencia—: Fuimos nosotros los que obramos mal.

—Lourdes sí, tú no. Ni siquiera me conocías.

No sé cómo puede meterse el mismo saco. ¿Tanta fidelidad le debe?

Además, Mikel fue quien me dio la noticia del fallecimiento de mi abuelo, quien me apoyó en el funeral, quien me ha acogido en el palacio, me ha querido enseñar la biblioteca, me ha dado el regalo... En definitiva, es la persona que más se está esforzando por ayudarme y sin esperar nada a cambio.

—Mikel, tú no me harías ningún daño.

Lo sé desde el minuto uno que nos cruzamos.

Por más que se empeñe en sembrar la duda.

—No te lo haría. Y Lourdes tampoco. —Puntualiza—: Al menos, no directamente.

Tal remate lo he oído minutos atrás, cuando se refería al caso de los Ubel.

Pero ahora mismo mi atención se centra en él, en cómo se vuelve hacia mí y nos miramos fijamente. Su rostro, neutro, es la barrera que retiene una avalancha de emociones, a las que solo puedo llegar a través de sus brillantes iris.

—Te esfuerzas demasiado por ser correcto, ¿lo sabes?

—Vaya, ¿me lo dice la que lleva años repasando su historia porque teme que no sea lo suficientemente buena?

Ahí me ha dado.

Consigue sacarme una pequeña risa, a la que responde curvando sus labios.

Ambos somos conscientes de que cada vez cuesta más resistir el magnetismo de nuestros cuerpos, y dejo que mi mano izquierda acaricie las sábanas hasta toparse con su derecha. Formando una conexión tan cálida como agradable.

Sin embargo, su expresión se endurece, me libera e insiste:

—Elena, ojalá algún día puedas perdonar a nuestra familia.

Se levanta, dejando un gélido espacio a mi lado y pide:

—Ahora, necesito estar solo.

Tardo en procesarlo porque me ha pillado desprevenida. Totalmente desprevenida.

No obstante, lo acepto. Ha podido romper parte de mi coraza, pero no romperá mi dignidad. Por muy perdida que esté, por muchas cosas que escapen a mi comprensión, no me mostraré desesperada.

—Como quieras, Mikel.

Doy un ultimatum:

—Solo que empiezo a estar cansada de tanto misterio.

De pie, erguida, me marcho por donde he venido. 



*****

¡Las cicatrices! ¿Qué opináis? ¿Y sobre Mikel?

La que me parece que ha sido una reina es Elena, dejando las cosas bien claras.

Y otro personaje al que voy cogiendo cariño es a Lourdes, aunque no os fiéis demasiado de ella jeje

Gracias por seguir leyendo, se avecinan muchas cosas y os puedo adelantar que, en el siguiente capítulo, Rosa habrá recibido una llamada de su padre. Este le dará la ansiada información sobre Sonia.

También, deciros que ya hemos leído más de la mitad de la novela, lo que significa que se intensifica la cuenta atrás para el primer muerto. Es sad pero emocionante.

En compensación, os aviso de que aún faltan por publicarse los capítulos más atrevidos, esos que a mi madre no dejaré leer jaja

¡Un abrazote y hasta pronto!


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