Capítulo 33 Una visita en la noche
Indio ladra, Diego ya conoce su ladrido, preocupado sale a ver con la escopeta cargada.
Una figura escuálida, está de pie en la puerta, su tez cetrina tiene un gesto de dolor, una herida en el brazo sangra profusamente.
- Naufragamos, todos murieron, solo yo salvé la vida.
Diego deja el arma y procede a ayudarlo, Cecilia se levanta y avisa por el handie lo que ocurre a Joao.
Media hora después Joao con los cuatro hombres tukanos entran en la casa.
El hombre duerme plácidamente sobre un sillón.
Joao, Kaborí y Diego se juntan en un rincón.
Joao toma la palabra
- ¿Que pasó Diego?
- Apareció de la nada, herido frente a la galería. Indio y Dulce le gruñían todo el tiempo, pero el hombre estaba tambaleante, lo ayudé a entrar, Con Cecilia curamos sus heridas, lo recostamos en el sillón, estaba muy cansado, sólo alcanzó a decir que hace cuatro días su barco encalló por la noche en unas rocas de una península al norte de Camboriú. Sus tres compañeros murieron ahogados, al día siguiente los enterró en la parte alta de la playa, donde cavó las fosas con sus propias manos. Luego desesperado caminó por la costa rumbo al sur hasta que esta noche vio la luz de la lámpara y llegó hasta acá. También me preguntó insistentemente cuántos éramos y dónde vivíamos.
Kaborí, que no ha hecho más que observar al hombre pregunta.
- ¿Y la herida en el brazo?
- Es solo superficial, dice que se la hizo con una roca filosa cuando trepaba buscando la luz.
- ¿Una roca?
Kaborí se aproxima al hombre dormido, levanta la venda y observa la herida. Luego se acerca a Indio y lo acaricia, Indio esta acostado al lado de Cecilia y no quita los ojos del hombre, cada tanto muestra los dientes y gruñe.
- Bueno. - dice Joao, - Otro pobre desafortunado, mañana hablaremos con el.
Kabori pregunta.
- ¿Quieres que te acompañe hermano?
- No gracias, ve tranquilo, nos veremos mañana.
Todos se retiran. Diego nota que Kaborí da unas instrucciones en voz baja a su primo, ambos tocan sus respectivos amuletos.
Diego entra a la cocina
- ¿Duerme todavía?
- Sí, debe estar agotado. Indio no ha querido hacer su ronda matutina, no le quita los ojos de encima. ¿Y tu como estás?
- Un poco cansada, Catalina desayuno toda su mamadera, pero anoche no dormí bien, estoy un poco preocupada…
Indio gruñe insistentemente. Diego se asoma y ve al hombre sentado en el sillón.
- ¿Pudo descansar?
- Sí gracias, pero todavía estoy muy débil.
- ¿Claro, necesita algo?
- No muy amable, si no les molesta descansaré hasta el mediodía, sólo necesito ir al baño.
Diego le indica la puerta correspondiente, y luego de unos minutos el hombre vuelve al sillón y se acuesta.
- Anoche no le pregunté como se llamaba
- Mis amigos me dicen Chato, y tu te llamas Diego no?
- No recuerdo habérselo dicho.
- Seguramente lo habré escuchado de tu mujer.
Sin más Chato cierra los ojos, al cabo de unos minutos su respiración se vuelve lenta y pausada.
Diego le pregunta a Cecilia
- Ha vuelto a dormir, ¿salimos a caminar?
- Ok, ¿que hacemos con Catalina? ¿La llevamos?
- ¿Duerme?
- Creo que sí.
En ese instante el llanto de Catalina los hace sonreír.
- Creo que quiere venir.
Unos minutos después salen al patio los tres. Indio parece indeciso, no quiere abandonarlos en la caminata pero tampoco quiere dejar sola la casa. Finalmente y mirando siempre hacia atrás Indio y Dulce acompañan a la familia en la caminata.
La casa está en silencio, Chato abre los ojos y escucha, no hay ningún indicio de presencia humana. Rápidamente se levanta revisa toda la casa y con extremo cuidado sale al patio.
- Hmm, no hay moros en la costa - dice Chato para si.
Pasa por el corral de Niebla y se dirige a la selva, busca en el interior de un hueco de un árbol, saca una pistola, y se adentra a paso rápido; lo que no sabe es que el primo de Kaborí ha recibido instrucciones precisas de seguirlo a donde vaya.
Chato toma el sendero que lleva a Bombinhas, rumbo noreste a través del monte, con sigilo el tukano lo sigue. Luego de hora y media y unos seis kilómetros, al salir al claro, Chato se dirige al fondeadero del barco. Dos sordos disparos lo sorprenden, al darse vuelta el Tuerto, Luis y Paco están a sus espaldas, a sus pies un aborigen yace muerto. El tuerto todavía tiene su pistola con silenciador en la mano.
- Imbécil, te han estado siguiendo.
Los cuatro baten la zona y se convencen de que nadie más seguía a Chato. Esconden el cuerpo del primo de Kaborí en la selva y salen nuevamente al claro.
Rápidamente Chato le informa de las novedades.
- Son sólo cinco adultos blancos, ahora cuatro, el resto son mujeres y niños. Un matrimonio con un bebé viven en la casa grande, dos mujeres en una granja, un hombre en otra granja vecina y los indígenas junto al monte.
- Bueno, - dice el Tuerto, - planifiquemos el asalto para esta noche.
Kaborí está intranquilo, es mediodía, cuando esta llegando a la casa encuentra a Diego volviendo de su paseo.
- ¿Todo bien Kaborí?
- ¿Donde está el hombre?
- Hombre, tranquilo, está durmiendo en la casa.
Juntos entran y encuentran el sillón vacío, revisan la casa y Diego pregunta.
- ¿habrá salido a caminar?
En ese momento gruñe Indio y aparece Chato desde el corral.
- Buenos días.
- Buenos días, - responde Diego, - ¿todo bien?
- Sí gracias, salí a estirar las piernas.
Kaborí lo mira ceñudo, observa que Indio le muestra todos los dientes. Entonces Kaborí le dice a Diego:
- Veo que todo esta en orden, volveré a la aldea
Y dirigiéndose a Indio dice.
- Vamos Indio ¿me acompañas?
Kaborí corre por la selva con Indio a su lado, su corazón le dice que algo anda mal.
- ¡Huele Indio!, ¡busca Indio!
El perro vuela por el sendero, en menos de una hora Indio se detiene y gime. Kaborí se aproxima y descubre el cuerpo sin vida de su primo. La cara de Kaborí ha cambiado ahora su rostro se semeja al de un guerrero Tukano. La espalda de su primo tiene dos orificios, agazapado sale al claro y observa a los maleantes preparándose en el barco para el asalto.
Arranca el colmillo del cuello de su primo y lo ata al cuello de Indio.
- ¡Indio! Trae a mis hermanos.
Indio parte presuroso de vuelta. Kabori se sienta y observa el movimiento oculto tras el follaje.
Chato eructa sonoramente.
- Exquisito almuerzo, gracias.
- No tiene porque, - dice Cecilia
- Si no les molesta iré a descansar, la caminata y la comida me han dado sueño. Y sin más se dirige al sillón.
Indio llega a la aldea y ladra. Los dos hermanos de Kaborí salen a su encuentro. El mayor nota el collar con el diente del Yaguareté, se miran y corren a sus chozas. Un instante después salen con lanzas y cerbatanas. Una mujer les pregunta.
- ¿Adonde van?.
- Kaborí nos llama, hay cacería.
Indio los guía a toda velocidad por el sendero. La tarde cae cuando el canto de un pájaro los detiene. El hermano menor silba imitando al pájaro y de la espesura sale Kaborí. Enseguida les explica la situación.
Al rato los hombres se juntan en la playa y, señalando a la espesura se dividen entrando por distintos lados, Paco toma el sendero oeste y en un claro se encuentra con los tres aborígenes, no alcanza a gritar, en un instante tres lanzas tukanas le atraviesan el pecho y cae fulminado.
Kabori y sus hermanos siguen a la distancia a los otros dos hombres por la espesura, la tarde cae sobre la selva.
En la casa Chato conversa animadamente con sus huéspedes, Catalina en su moisés duerme apaciblemente.
- ¿Puedo levantarla?
Diego está intranquilo,
- Mejor no, déjala dormir.
Chato se inclina para observarla
- Es tan hermosa…
De pronto Chato saca un arma y apuntando al bebé les dice.
- Quédense tranquilos y nada le pasará.
El Tuerto y Luis llegan al borde de la espesura y observan la ventana, la misma está abierta y la camisa de Chato cuelga del marco. Sonriendo entran a la casa.
Chato tiene a Catalina en sus brazos mientras apunta con el arma a su cabecita. Diego y Cecilia están sentados en el sillón aterrados.
Entra el Tuerto y Luis, Chato los saluda y pregunta
- ¿Y Paco?
- El estúpido se habrá perdido en la selva, pero ya vendrá, ¿podemos empezar la fiesta si el no?
Luis mira lascivamente a Cecilia. Diego la abraza y exclama
- ¡No la toquen!
- ¿Y si no que? - pregunta el Tuerto, - te gustaría manchar el piso con los sesos de tu hija?
El Tuerto toma la mano de Cecilia y la tira al piso.
- ¡Ahora sabrás lo que es sexo!
Diego se abalanza pero Luis le dispara a quemarropa. Diego se desploma con un grito tomándose la pierna, está inmovilizado, una sangre oscura mancha el pantalón. Chato lanza una carcajada.
Cecilia quiere ayudar a Diego y grita desesperada, pero el Tuerto la sujeta fuertemente de las muñecas y le repite al oído.
- ¡Ahora sabrás lo que es placer perra!
Cecilia forcejea, Luis apunta a Diego, el Tuerto le ordena a Chato.
- Deja esa basura de criatura, luego nos encargaremos de ella, ahora ayúdame a desvestir a esta hembra.
Chato deja a Catalina en el moisés y se aproxima a Cecilia.
Era el momento que esperaba Kaborí, ocultos tras la ventana llevan las cerbatanas a sus bocas.
En un instante tres zumbidos apenas perceptibles cruzan la habitación, Chato y Luis caen de rodillas tomándose el cuello; sorprendido El Tuerto observa a sus compinches caídos, en el respaldo del sillón está clavado un oscuro dardo, un extraño líquido mancha el tapizado. Sin dudarlo el Tuerto se pone de pie y huye corriendo de la casa.
Los tukanos e Indio entran por la ventana, Cecilia abraza a Diego. Diego le pide que traiga a Catalina. Y juntos los tres se abrazan llorando.
- ¡Kaborí hermano, atrapa a ese maldito yo mismo lo mataré!.
El hermano menor de Kaborí rasga el pantalón de Diego y observa la herida.
Kaborí lo interroga con la mirada, su hermano asiente.
- Estarás bien Diego, tu herida sanará, me queda un animal por cazar.
Los tukanos salen a la búsqueda, Indio se adelanta tras la pista del Tuerto. Desde la oscuridad un breve relámpago, el sonido sordo de un corcho destapando una botella, e Indio cae al piso con un gemido.
Kaborí, llega al lado del perro, Indio gime. Kaborí aprieta los dientes.
- ¡Por la Madre que esto lo pagarás!
Cecilia advierte a Joao por el handie lo que ocurre, las hermanas están aterradas. Joao le deja el arma a Teresa y con un beso se despide.
-Cuídate amor iré a ayudar a atrapar al malvado, no dudes en usarla.
El Tuerto se ha sumergido en un canal vecino a la granja, la oscuridad y la maleza lo protegen.
Joao encuentra a Kaborí y sus hermanos y juntos empiezan a batir la zona.
La fortuna favorece al Tuerto, el grupo se aleja cada vez más de la granja. El tuerto esta obsesionado, revisa su pistola con silenciador y luego se arrastra por los sembrados en dirección a la granja. Al llegar Atila y Nube empiezan a ladrar. Cuando ven al Tuerto se abalanzan sobre él, ambos caen fulminados de un disparo en sus cabezas. Teresa ha escuchado algo, aterrada dispara en la oscuridad. El Tuerto rodea la casa y entrando sigilosamente por la ventana toma a Inés por el cuello y apunta a su cabeza.
Mirando a Teresa armada le ordena:
- ¡Deja tu arma en el piso o la mato!.
Teresa llorando le implora que no le haga daño.
- ¡Deja el arma perra!
Inés, con los ojos cerrados implora.
- Por favor Teresa obedécelo.
Teresa deja caer el arma y se retira hacia la pared. El Tuerto patea el arma bajo la mesa y mirando a Teresa aprieta el gatillo. Inés se desploma en un baño de sangre.
Teresa se cubre los ojos. El Tuerto se aproxima a Teresa.
- Bueno, ahora a lo nuestro.
Alertado por el tiro de Teresa, Joao ha vuelto corriendo como un loco, cuando abre la puerta Teresa grita:
- ¡Por favor no lo mates, haré lo que sea!.
- Me parece bien, y dirigiéndose a Joao le dice:
- Quédate quieto y mira, te enseñaré cómo se hace esto.
Joao sabe que muerto no será de ayuda pero está dispuesto a saltar encima del Tuerto. Sabiendo esto el maleante apunta a la cabeza de Teresa y Joao llorando le ruega
- Por favor mátame a mi, pero no le hagas daño.
- ¿Daño? Ya verás, hasta le gustará. Y dirigiéndose a Teresa le ordena:
- ¡Desnúdate!
Teresa le obedece y cerrando los ojos se acuesta sobre la alfombra, el Tuerto se desviste sin dejar de apuntarle. Se hecha sobre ella, la manosea y se dispone a poseerla. Una brisa sopla desde la ventana a la derecha del Tuerto.
Esta vez Kaborí no fallará, sabiendo que el Tuerto tiene el campo de visión limitado, ha dado la vuelta a casa buscando la derecha del Tuerto, unos minutos antes su mujer, entendiendo el peligro que corre la comunidad ha salido a su encuentro y le ha alcanzado su arco.
El Tuerto anticipa el placer, en el momento en que se inclina sobre ella una flecha le atraviesa la cabeza de lado a lado. Cae al costado de Teresa, su único ojo se cierra para siempre. El Tuerto ha muerto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro