Capítulo 23 Consejo Tukano
Kaborí llega a la aldea con el rostro serio. Su primo lo mira con preocupación. Han sido compañeros de pesca y cacería toda la vida, una vez enfrentaron un Yaguareté sólo con sus lanzas desde entonces cada uno conserva un colmillo del felino como amuleto alrededor de sus cuellos; pero ni siquiera cuando enfrentaron al felino, el rostro de Kaborí había denotado tanta preocupación.
- ¿Qué ocurre Kaborí?
- El hombre, Joao, quiere que viajemos
- ¿A dónde?
- hasta el final del Río Grande, hasta el inmenso mar y después por la costa a muchas lunas de aquí.
- ¿Qué encontraremos allí?
- Otros hombres como él, están solos, voy a llamar al consejo.
Los ocho jefes de familia están reunidos. Afuera de la choza los niños corretean y las mujeres procesan el alimento obtenido en una granja vecina de las afueras de Manaus.
Kaborí les explica pacientemente el pedido de Joao. Su hermano le interrumpe.
- Kaborí, ¿qué tenemos nosotros con esta gente?.
- Nada hermano, sólo que nos necesitan.
- Y por qué no vienen ellos, para qué los necesitamos nosotros?
- Hermano amigo, la tierra los ha castigado, casi todos han muerto, nuestra tribu ha sido bendecida por el espíritu de la madre tierra, pero ellos también. En todo debe haber una razón, ellos nos necesitan.
- Hermano, ya estamos lejos de nuestra aldea, el viaje será largo, podremos morir antes de llegar, creo que nunca volveremos.
- Sí hermano, es verdad, si volvemos y los abandonamos ahora, nada cambiará, pero ellos probablemente desaparecerán, no saben vivir con la tierra, merecen una oportunidad.
El silencio se apodera del consejo, los hombres se miran inquietos. Kaborí retoma la palabra.
- Fumemos, comuniquémonos con nuestros espíritus, mañana nos reuniremos y decidiremos.
Los hombres se retiran en silencio, Kaborí se dirige a su choza, saca su pipa y su bolsa de hierbas, la enciende y aspira profundamente. Inmediatamente cae en un sopor y las imágenes comienzan a tomar forma.
Primero la aldea, los niños correteando, la choza de su padre. Kaborí ingresa volando por la puerta, su padre, el anciano, el Paye esta sentado en el piso sobre una estera.
- Hijo qué estás haciendo?
- Ayudando padre.
- A quiénes? A los hombres de las ciudades?.
- Sólo conocí a uno padre, es un pobre hombre, pero a muchas lunas hay otros que necesitan ayuda.
- ¿Y nosotros?
- Padre, nosotros hemos sobrevivido desde hace muchas generaciones, sabemos vivir con la Madre, ellos no, tenías razón, ellos la ofenden; he visto sus ciudades, pero también la Madre los ha perdonado, debe haber una razón.
- Hijo, sé de tu viaje, sé lo que tu corazón quiere, no puedo ver el corazón de ellos, viajarás muchas lunas, conocerás el río sin margen opuesta que llaman mar, su agua es salobre y traicionera. Llegarás, allí te asentarás, pero recuerda, tu vida y la de tu familia correrá peligro, probablemente morirás, no puedo ver más lejos, vete en paz, mi corazón siempre estará contigo.
- Y el mío contigo padre.
Amanece en Manaus, los hombres están reunidos, luego de una hora, Kaborí sale de la choza y se dirige a la vivienda de Joao.
- ¡Kaborí!, ¿Como estas?
- Joao, he reunido al consejo y hemos decidido. Cuatro familias volverán a la aldea, tres hermanos y yo con nuestras familias viajaremos contigo.
Joao emocionado agradece a Kaborí con un abrazo.
Éste le replica:
- Partiremos en una luna, debemos preparar nuevas canoas para el viaje.
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