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Capítulo 21 Visita a las vecinas.

Desde la huerta Inés y Teresa nos saludan alegremente, suspenden las tareas y salen a nuestro encuentro.

Bromeando les digo

- ¿Ud. hicieron el pedido telefónico a la pescadería?

Teresa siempre de buen humor replica.

- Sí, pero ya han pasado dos horas joven, sepa que se perdió la propina.

Indio se acerca rápidamente a las hermanitas demostrándoles el enorme afecto que les tiene.

La captura de peces esta mañana ha sido enorme, hemos vuelto con Indio a la casa, buscamos a Cecilia y a Niebla, tomamos a Atila y Nube, dos cachorros de Dulce que ya tienen tres meses y los subimos al sulky.

Dulce nos mira con tristeza.

- No te pongas así Dulce, van a hacerle compañía a las hermanas.

Dulce me mira con recelo, pero luego vuelve a sus otros hijos y al cuidado de la casa.

Bajamos el pescado y Cecilia trae con dificultad a los cachorros en brazos.

- Pensamos que les haría falta compañía.

Teresa e Inés reciben los cachorros con inmensa felicidad. Atila es el más grande de la camada y adicionalmente el más parecido a Indio, enseguida olfatea la zona y ladra amenazadoramente al toro en el corral, que junto a las vacas y el ternero lo miran indiferente. Indio lo observa con aprobación, moviendo la cola y todos nos reímos.

Mientras Cecilia e Inés se alternan en la cocina de la granja, me siento con Teresa en la galería.

- ¿Qué novedades hay del mundo Diego?.

- Nada nuevo Teresa. Todos se están acomodando como pueden, con una población de cuatro todavía estamos en el ranking de los más afortunados, la gran mayoría aún vive sola.

- ¿No apareció mas gente?

- No Teresa, salvo la pequeña tribu de Amazonas que se encontró con Joao no parece haber nadie más.

Un largo silencio y luego prosigo.

- He invitado a Joao y a los Tukanos a vivir con nosotros.

- ¡Excelente!, ¿Crees que vendrán?

- No lo se, Joao se los iba a proponer, me dice que son muy inteligentes; hace dos meses que conviven en las afueras de Manaus, y ya hablan el portugués, han sido de enorme ayuda para Joao, en particular un tal Kaborí.

Teresa se queda pensando un largo tiempo y luego me dice

- Temo que a Inés no le gustará la idea.

- Por que?

- Inés es un poco cerrada en cuanto a la fe.

- ¿Como?

- Inés teme a otras religiones, teme perder la fe, cree que Dios nos ha abandonado.

- Entiendo.

- No te preocupes Diego, ya hablaré con ella.

Cuando nos sentamos a comer Teresa invita a Diego a bendecir los alimentos.

- “Te agradecemos Señor por este alimento que nos brindas, te rogamos no falte en la mesa de nuestros hermanos, protégelos y cuídalos como has hecho hasta ahora con nosotros”.

Inés llora en silencio, Cecilia la abraza y la escucha murmurar.

- ¿Dónde está Dios? ¿Por qué no protegió al resto de la humanidad?

Teresa la ha escuchado y le replica.

- Inés, Dios no nos hizo esto, hasta donde creo, esto lo podemos haber hecho nosotros mismos.

- Sí pero Dios lo permitió!.

- Sí Inés, Dios sólo lo permitió. Pero también, permitió que nos salváramos milagrosamente. No estamos en condiciones de juzgar a Dios.

El almuerzo transcurre en silencio, a la sobremesa Inés se disculpa y se retira a su cuarto.

Cuando nos despedimos, Teresa nos dice.

-  No se preocupen, Inés estará bien. Y alzando a Nube en sus brazos prosigue.

- Muchas gracias por la compañía que nos dejan.

Sonriendo nos despedimos, Indio se demora saludando a sus hijos y a Teresa y luego nos alcanza rápidamente.

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